Propaganda antimasónica antirrepublicana y derecha religiosa española

Los componentes argumentales de este discurso se reactivaron a partir de 1936 con un nuevo objetivo: la construcción de una noción del “enemigo” simple y fácilmente identificable, articulado en torno al concepto de la antiPatria. La antiPatria estaba constituida como conjunto de fuerzas anárquicas, revolucionarias y disolventes cohesionadas entorno a la destrucción de la unidad nacional. 

Por Lucio Martínez Pereda

Desde 1932 los medios de comunicación afines a la Iglesia venían desarrollando una intensa campaña antimasónica con el objetivo de desprestigiar a la república, presentándola como un régimen manipulado por las logias. Las decisiones del parlamento, según repetía insistentemente la prensa de derechas, obedecían a los dictados de la masonería internacional. La idea principal que articulaba la construcción de este discurso procedía del libro “Los Protocolos de los Sabios de Sión”. Los llamados Sabios de Sión, habían organizado una conspiración judía apoyada por la masonería para destruir el cristianismo e imponer una dictadura mundial. El supuesto “documento” de los Protocolos era, en realidad, una burda manipulación panfletaria creada por los servicios secretos zaristas, en la época del Affaire Dreyfuss (1900-1901) que se extendió por toda Europa tras el triunfo de la Revolución Soviética.

La teoría complotista, inicialmente gozó de un escaso predicamento, pero esta circunstancia desaparece cuando el jesuita Juan Tusquets se convierte en su principal propagandista en España. Su idea de que la Segunda República era un instrumento anti-español en manos del contubernio judeo-masónico-bolchevique fue difundida a través de los artículos que el presbítero escribió en El Correo Catalán y, sobre todo, como consecuencia de una serie muy exitosa de 14 libros; Las Sectas, bajo su dirección. La obra del jesuita, fruto de su proteica pluma, llegó a tener, pese al carácter burdo de sus planteamientos, un gran predicamento entre la derecha. Franco, acérrimo lector de sus textos, devoraba sus diatribas antimasónicas con gran entusiasmo. El conocimiento de Los Protocolos adquirió un gran nivel de divulgación con el gran éxito alcanzado por sus “Orígenes de la revolución española” La obra, en la que acusaba a la Segunda República de ser “hija de la masonería”, fue un éxito de ventas para la época. Tusquets se refería en su texto a Los Protocolos como una evidencia “documental” demostrativa de que los judíos estaban resueltos a destruir la civilización cristiana. Los masones y los socialistas, serian unos instrumentos en sus manos, encargados de hacer el trabajo sucio por medio de la revolución, las catástrofes económicas, la propaganda impía y pornográfica y un ilimitado liberalismo.

No hubo que esperar mucho tiempo tras la proclamación de la República para que el nuevo régimen democrático fuera presentado como “un régimen masónico antiespañol.” El neurólogo valenciano Albiñana, fundador del Partido Nacionalista Español, primer partido pseudofascista español, aprovechó el tiempo pasado en la Cárcel Modelo de Madrid para escribir en 1931 “Prisionero de la República.” Para Albiñana, que creía a pies juntillas en la tesis de los Protocolos, la quema de conventos del 12 de mayo de 1931 era el resultado de un “compromiso contraído con las logias masónicas de París.” Su obsesión contra La Orden era ilimitada. Los Legionarios de España- “los de la porra”- así era el nombre con el que vulgarmente se conocía a los afiliados a su partido – eran definidos, según sus propias palabras, como: la única defensa de la independencia española, frente a la conspiración extranjera destructora, decidida por los planes masónicos.” El neurólogo sostenía que la llegada de la República había sido el resultado de una conspiración judía contra España, conspiración que hundía sus raíces en la expulsión de 1492: ”desde entonces su acción semita ha venido influyendo en los desastres españoles. Los judíos se han aliado con toda clase de elementos para perjudicar a España en todos los tiempos. En Flandes se aliaron con los protestantes (…) esparcidos por todo el mundo continuaron su persecución antiespañola, con poderos elementos de difamación y de rapiña. Uno de esos elementos es la masonería”. Los masones, obedeciendo los dictados judíos habían apoyado a Napoleón en su conquista y destronado a Isabel II. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas fue consecuencia de una conspiración de las logias, subvencionada por el judaísmo internacional. Los masones financiaron la Escuela Moderna de Ferrer, provocaron la Semana Trágica de Barcelona y la huelga general de 1917. La masonería sionista había logrado terminar con la monarquía alfonsina y conseguido imponer una Dictadura Republicana. No existía acontecimiento ligado al transcurrir de la historia nacional detrás del que no estuviera presente la omnipotente mano del contubernio judeo masónico. La Orden se había infiltrado en la Institución Libre de Enseñanza “para dominar al profesorado y movilizar a los estudiantes.” Las logias habían sido las inspiradoras de la política educativa de los gobiernos republicanos. La interpretación delirante de la historia fue tal, que Albiñana llego a aventurar que el judaísmo internacional, apoyándose en una red de infiltrados en la Internacional Comunista, conseguiría hacer triunfar la revolución comunista en España, y después, según sus propias palabras: “será inmediatamente abolido el decreto de los Reyes Católicos (…) y los judíos entrarían victoriosos en nuestra patria vengándose de su destierro secular.”

En esta campaña propagandística antirrepublicana desempeño un papel fundamental el Semanario Gracia y Justicia. El periódico, fundado en 1931, contribuyó a extender una visión popular de la masonería valiéndose de viñetas y caricaturas denigratorias de los principales políticos republicanos. Su línea editorial tenía como objetivo generalizar entre la opinión publica la idea de que República y masonería participaban en una empresa común: destruir a la Iglesia Católica. Especialmente insistente fue el empeño del semanario en presentar la Ley de Congregaciones Religiosas de mayo de 1933 como resultado de la acción concertada de los diputados masones. Si los diputados republicanos habían aprobado la ley, había sido por su dependencia respecto a las consignas políticas procedentes de las logias. Lo mismo podría decirse de la Revolución de Asturias: la masonería había sido su instigadora y organizadora. Los anarquistas, comunistas y socialistas simplemente se limitaron a ser los actores que ejecutaron un guión escrito en los talleres masónicos. Los periódicos más importantes de la prensa católica nacional: ABC, Informaciones, La Nación, El Siglo Futuro participaron activamente en esta campaña a la que se sumó El Debate, dirigido desde 1933 por Ángel Herrera Oria- uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Propagandistas católicos-, presentando el reformismo laicista de las leyes educativas republicanas como un conjunto de propuestas decididas en las reuniones de las logias.

Después de la formación de la CEDA, en marzo de 1933, cuando la campaña mediática contra las medidas de modernización laicistas alcanza su punto álgido, se produce una reactivación propagandística anti masónica. En el célebre discurso electoral pronunciado por Gil Robles en la plaza de toros de Madrid, la democracia fue presentada como una vía para llegar a la creación de un Estado Nuevo:”llegado el momento o el parlamento se somete o lo hacemos desaparecer”. En ese Nuevo Estado que la Confederación iba a construir; según el discurso pronunciado por su líder en el cine Monumental: “la patria quedaría depurada de masones judaizantes.”

Las declaraciones antimasónicas de Gil Robles no eran la primera vez que se producían. En un mitin, celebrado en Palencia en noviembre de 1931, el líder de la derecha acusaba a las logias de instigar al gobierno republicano para que persiguiera a la Iglesia. En 1932 apuntaba a la masonería como causante de la caída de la monarquía y en enero de 1933, la hacía responsable de ser la autora de la Ley de Congregaciones Religiosas, que prohibía a las órdenes ejercer la gestión de centros docentes.

El triunfo de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933 extiende una explosión de entusiasmo entre la prensa confesional, que aprovechó la euforia política de la victoria para renovar la campaña agresiva contra las medidas de modernización religiosa republicanas. La mayor parte de los textos antimasónicos de la época republicana se escriben en el periodo 1934-1935, estimulados en gran medida por el rearme moral consecuencia de esta victoria. En 1934, la actividad de la editorial del Padre Tusquets se intensificó con la publicación de tres obras: “La Iglesia y la masonería. Documentos pontificios”,“El espiritismo y sus relaciones con la masonería” y justo después de la revolución de Asturias; “La dictadura en España y en el mundo.”

Durante la campaña electoral de 1933, la cuestión estrella en el discurso de la derecha fue la cuestión religiosa, la abolición de la ley del divorcio, la defensa de la familia cristiana y el ataque a los partidos marxistas, antiespañoles y promotores de la lucha de clases, en resumen:” Una defensa de todos los principios básicos de nuestra nación y existencia histórica”, como decía el ABC del 7 de noviembre de 1933. La derecha prometía a sus votantes católicos la derogación de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas y la revisión del artículo 26 de la Constitución. La mayoría del clero regular y secular y la Asociación Nacional Católica de Propagandistas apoyaron las candidaturas conservadoras. El gigantesco esfuerzo de medios realizado por la CEDA, en propaganda escrita, pasquines, octavillas y carteles, fue propio de una auténtica campaña de masas; las camionetas y automóviles recorrieron las circunscripciones de todo el país, más de 10 millones de octavillas fueron repartidas y 20 modelos distintos de carteles se pegaron en las paredes. La ayuda de los artículos de opinión, los editoriales de El Debate y publicidad electoral en prensa también resultó fundamental en la campaña. En Madrid, Pujol, que habría de ser uno de los participantes en la trama civil de la rebelión y posteriormente jefe de los servicios de propaganda franquista, denunciaba” un contubernio socialista- masónico para apoderarse de España con apoyo de separatistas vascos y catalanes.” Uno de los carteles electorales más reproducidos de la CEDA, el que contenía el célebre eslogan de “Gil Robles os pide todo el poder”, sirvió de modelo para el ¡No pasaran ¡del Madrid cercado por las tropas franquistas, pero eso sí, con una apostilla radicalmente diferente: “No pasará el Marxismo, no pasará la Masonería, no pasará el Separatismo. España les cerrará el paso”.

El discurso antimasónico de la época republicana apenas sufrió ninguna transformación a partir de 1936. Los estereotipos que habían constituido la campaña propagandística durante la II República reaparecen en la guerra civil. El trabajo realizado anteriormente había asentado entre la opinión pública de la retaguardia franquista el conjunto de consignas que lo constituyeron. En el ámbito sociológico de la derecha, el constructo masón- enemigo de la patria estaba sólidamente establecido. Su imagen había arraigado con la suficiente contundencia como para que no fuese necesario renovar el argumentario que lo sostenía. La masonería resultaba muy productiva desde el punto de vista propagandístico y se convirtió en un eficaz estereotipo que andando el tiempo no requirió de ninguna explicación. El carácter secreto de la organización convertía sus maniobras políticas en algo que no precisaba justificación, ¿qué necesidad había de presentar pruebas irrefutables de sus acciones, si nunca quedaban huellas documentales de sus acciones? Al no precisar de su acreditación en el terreno de los hechos demostrables, la idea del contubernio quedaba dotada de un campo de posibilidades políticas prácticamente ilimitado.

Los componentes argumentales de este discurso se reactivaron a partir de 1936 con un nuevo objetivo: la construcción de una noción del “enemigo” simple y fácilmente identificable, articulado en torno al concepto de la antiPatria. La antiPatria estaba constituida como conjunto de fuerzas anárquicas, revolucionarias y disolventes cohesionadas entorno a la destrucción de la unidad nacional. El espectro que la constituía era el resultado de una imposible babel ideológica conformada por la acción concertada del liberalismo individualista, el marxismo destructor del orden social tradicional, el anarquismo enemigo de la autoridad, el nacionalismo independentista y el internacionalismo masónico. La machacona hiperactividad propagandística antimasónica se convirtió en un discurso de gran penetración emocional que encajó con el clima de patriotismo bélico extendido entre la retaguardia. La fobia masónica es uno los elementos fundamentales constituyentes de lo que algunos autores han llamado cultura de guerra: una simplificación discursiva elaborada con el objetivo de producir un consenso movilizatorio eficaz y activar y conectar identidades colectivas entorno a una noción común del enemigo.

La propaganda de los rebeldes presentó a la masonería como un todo coherente, una sociedad sin disensiones internas, férreamente disciplinada y coordinada a la hora de llevar a la práctica sus intereses. Nada más alejado de la realidad, la masonería española se hallaba profundamente dividida entre los intereses divergentes de las dos grandes cúpulas masónicas del momento. Las diferencias internas en las dos jurisdicciones eran notables, la disparidad de opiniones sobre cuales habían de ser las relaciones con los partidos políticos eran significativas de una gran división, que hacía absolutamente imposible que la Orden trabajara en una línea de acción política conjunta, pero nada de esto interesaba a la publicista rebelde, empeñada en trasladar a la opinión publica una imagen de gran cohesión interna, la propia de una fuerza poderosamente articulada ante un único fin: la destrucción de la patria.

El discurso antimasónico permitía seguir una estrategia propagandística de una capacidad enorme a la hora de permeabilizar socialmente el constructo polisémico de la idea del enemigo. El variado y constante conjunto de los actos y ceremonias político religiosas, que tan abundantemente se celebran durante la guerra, es una inmejorable oportunidad para deslizar mensajes propagandísticos. Este discurso se acoplaba perfectamente a las diversas circunstancias en las que se reproduce; se reactivaba en los sermones dominicales de las iglesias, en los discursos pronunciados en los actos patrióticos religiosos, en artículos y noticias de la prensa diaria, en charlas radiofónicas, incluso, como veremos, se instaló y se extendió en el curriculum escolar.

Todos los medios de comunicación social de los rebeldes franquistas se pusieron al servicio del mismo empeño colectivo: construir una imagen eficaz del enemigo en la retaguardia. La estrategia propagandística jugó con la “acumulación” de la exposición reiterada de la población al mismo tipo de argumentos; reputados por repetición, podríamos decir. El objetivo de esta estrategia acumulativa no podía ser otro que crear una movilización colectiva de apoyo masivo a los rebeldes y un consenso social sobre los rasgos identitarios que definían al enemigo, un enemigo que había que destruir en el campo de batalla y represaliar en la retaguardia La estrategia se valió de medios y retoricas que dispararon y dirigieron la emocionalidad de la comunidad hacia el odio y el miedo, tal y como lo demuestra la importancia que se dispensó durante los primeros meses de la guerra a la inclusión en prensa de noticias relativas a la represalias contra los masones.

La propaganda antimasónica se trasladó incluso hasta las escuelas, constituyéndose en un componente muy importante de manuales de historia, libros de lectura, conferencias y catecismos. En algunos de los textos de historia escolar, el antimasonisno fue empleado como el principal concepto explicativo del relato histórico sobre la república; el régimen que había traicionado la esencia patriótica de la tradición nacional. En 1940 el sacerdote jesuita Enrique Herrera Oria publica “Nociones de Historia de España”; de los 10 subtítulos que se ocupan de la II República, t3 son de contenido antimasónico: “El gobierno de masones y comunistas”, “Reunión de masones en París”, “Plan del Gobierno masónico comunista, la época del terror.” Según se recogía en el “Manual de Historia de España”, de obligatorio uso en todos los centros escolares, editado por el Instituto de España en 1939:

”la República era una concentración y alianza de todos los constantes enemigos de España para hacer, contra ella, un esfuerzo definitivo. Napoleón, brazo de la revolución francesa y liberal volvía a entrar en España detrás de la masonería(…) en 1936 se llegó al llamado Frente Popular, o sea la alianza de todos los extremos enemigos de España- masones, socialistas, separatistas- para su completa destrucción.”

El “Catecismo Patriótico Español” del padre Menéndez Reigada, impuesto como texto oficial en todas las escuelas, por orden del Ministerio de Educación Nacional en marzo de 1939, establecía cuales eran los siete enemigos de España: ”los enemigos de España son siete. El liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo”. La obra de M. Reigada dirigida a los niños, les trasladaba al mundo de oscuridades demoniacas de una organización definida con las siguientes palabras : «una sociedad secreta, aliada del judaísmo, para realizar en la sombra sus intentos criminales (…); tiene por divisa su odio contra Cristo y aun contra Dios, ensalzando todas las fuerzas de la naturaleza, hasta las pasiones más bajas y abominables, como procedentes de lo que llaman el Gran Arquitecto del Universo, adoptando como medio el disimulo y la hipocresía más solapada».

Ni tan siguiera los centros de beneficencia infantil se libraron de esta campaña. En los hogares escolares de Auxilio Social se abordaban una o dos veces a la semana charlas de adoctrinamiento político para niños impartidas por la Asesoría Nacional de Cuestiones Morales y Religiosas. La masonería hace constante acto de presencia en estas conferencias, que llevaban títulos tales como:”Lucha contra las internacionales: la masonería, el materialismo histórico- marxista, la Guerra de Liberación”

La represión contra los masones fue transformada en un elemento propagandístico más. Las razones teóricas que explicaban la “malignidad intrínseca” de la organización deberían verse apoyadas en resultados demostrativos del peligro real que acechaba a la sociedad. Las noticias sobre la desarticulación de logias y persecución de masones en la retaguardia servían para extender entre la población una percepción generalizada del “enemigo interno” y crear un difuso, pero eficacísimo clima de temor. De no ser así se corría el riesgo de fabricar una figura inaprensible del “enemigo interior”, endeble y fácilmente desvanecible sino se trasladaba a la realidad de lo cotidiano. Entre el comienzo de la sublevación y finales de septiembre de 1936, se insertaron en la prensa de los rebeldes, numerosas las noticias relativas al hallazgo e incautación de logias masónicas. El día 26 de agosto, el periódico católico “El Ideal Gallego” ,controlado por la jesuítica ACNP , relataba el descubrimiento de las logias en la ciudad herculina el día anterior. En la ocupación del local intervinieron las milicias falangistas y los Caballeros de La Coruña. El relato periodístico enfatiza los aspectos fetichísticos del ritual, en la seguridad de poder comunicar a la opinión pública la idea de que había poca diferencia entre una tenida ( reunión de los integrantes de la logia) y la celebración de un terrorífico ritual satánico: “en la activa labor que con tanto entusiasmo viene efectuándose para librar de escorias y lastres a nuestra querida patria, se llegó ayer al descubrimiento de dos logias masónicas que tenían su albergue en un lugar de la calle Nakens(…) el antro tenebroso albergue de las sectas “Renacimiento Masónico” y “Pensamiento y Acción”, fue invadido ayer por las fuerzas y milicias de falange y “Caballeros de La Coruña” que se incautaron de todos los muebles, mandiles y bandas de los “Hermanos”, libros de rito y estudios, una calavera hecha en papel negro, el mallete de la mesa del presidente, mesas y banquetas rituales y otros efectos más macabros.” 629

Las órdenes para dirigir las represalias contra los masones fueron muy tempranas. Desde los primeros días de la rebelión a los falangistas se les conminaba para que los persiguieran, incluso en zonas donde apenas existía implantación masónica. El órgano de la falange pamplonesa Arriba España, ordenaba a sus afiliados el 1 de agosto de 1936: ¡Camarada ¡: tienes la obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, (…) Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas (…)”

Las noticias sobre los saqueos de logias se complementaban con la publicación de listas de sus miembros, en algunas ocasiones, acompañadas de cartas públicas de retractación. El clima social de fobia antimasónica que se vivió en algunas de las ciudades franquistas de la retaguardia, se ilustra muy bien con lo sucedido en Santa Cruz de Tenerife. La amenazas que la prensa falangista local dirigen hacia los masones que intentasen afiliarse a la organización, para ponerse a salvo de la persecución, nos trasladan a este ambiente generalizado de persecución y miedo inducido:

“No os preocupe que algunos del nunca bastante odiado Frente Popular Masónico y criminal quiera entrar en nuestras patrióticas instituciones creyendo que con ello se libran de todo examen de su conducta anterior y de la sensación inexcusable . Ni los olvidamos, ni los perdonamos. Falange Española no admite componendas ni mixtificaciones. Los sacaremos de donde se encuentren(…).”

Los escarnios llevados a cabo contra los masones, transformados en espectáculos públicos convocados a través de la prensa, incluían la quema purificadora de objetos rituales y la apertura de logias para ser visitadas por la población. En todas estas persecuciones de los primeros meses de la guerra, hay elementos de una violencia política con manifestaciones purificadoras contra los enemigos de la anti Patria.

El asalto llevado a cabo contra la principal logia tinerfeña, “Añaza No 270”, el día 19 de julio de 1936, nos aproxima al pánico creado durante los primeros días de la rebelión militar. Inmediatamente después de su ocupación por las milicias falangistas se procedió a convertir el antiguo templo en una atracción popular abierta al público; se permitía la visita de la población los sábados por la tarde, previo pago de la módica cantidad de 0’50 pesetas.Tras la incautación militar, el antiguo templo se transformó en cuartel de falange.

La exhibición en prensa de las represalias no se limitó únicamente a Canarias y Galicia. Otra comunidad masónica muy importante, la andaluza, también se vio sometida a este tipo de prácticas. El Correo de Andalucía del 24 de julio de 1936 hacía un relato del asalto efectuado por un grupo de falangistas a un templo masónico sevillano. La imprenta anexa a la logia fue invadida y sus libros y documentos saqueados. El Boletín Eclesiástico provincial celebraba la quema de mandiles, insignias y objetos masónicos como si de un auto de fe se tratase. La noticia del asalto se completó con la publicación de los nombres de los componentes de la logia saqueada. Días después se sacaba en prensa una carta anónima dirigida al director de “El Correo de Andalucía” pidiendo que continuara haciendo públicas las listas de masones: ” que los conozcamos, que sepamos quienes son los traidores a la patria. A lo mejor los estamos saludando todos los días y compramos en sus establecimientos, cuando deberíamos apartarnos de ellos, como de toda carroña, y aislarlos, por ruines, hasta que se vayan de España.” Diez días más tarde el mismo periódico hacía pública una relación de 71 maestros masones. En los tres meses siguientes llegaron a la redacción numerosas cartas de masones atemorizados que negaban su pertenencia a la orden.

En un contexto persecutorio- paranoico semejante no es de extrañar que al poco tiempo de haberse producido el pronunciamiento, las obras del sacerdote jesuita Tusquets alcanzasen un gran eco mediático en la España rebelde. Su actividad desplegada como conferenciante en los teatros principales de las ciudades más importantes fue enorme. Sus conferencias antimasónicas repartidas por toda la geografía franquista se reproducían en periódicos y se editaban en folletos de gran tirada. En vista del éxito, la antigua colección de Las Sectas se refundó bajo su dirección en un nuevo producto editorial, con un título acorde con los nuevos vientos de guerra: Ediciones Antisectarias; financiada por el Cuartel General de Franco. En la contraportada de las publicaciones se evidenciaba la intención propagandística de la colección: “propagar estas ediciones es un deber de todo buen español (…) para ir formando la conciencia de la Nación y hacer obra de sólida cultura popular”. La labor editora abarco la publicación de 24 títulos durante los 3 años de guerra, 7 de los cuales se ocupaban directamente de la masonería. La nueva colección se inició en 1936 con una obra escrita por el propio Tusquets; “La Francmasonería, Crimen de lesa patria”, un auténtico superventas editorial para la época, con 300.000 ejemplares vendidos. Al año siguiente saldrían a la venta, también debidas a su fecunda pluma: “Masonería y sepatismo”, y “La masonería y el obrero.” También en 1937 se publicaba la obra de José Manuel Ojeda,”Vida política de un grado 33”. En 1938 se publicaban “Historia de la masonería Española”, obra de J.A.Navarro y “La masonería y la pérdida de las colonias” debida a la pluma de Primitivo Ibáñez. El último texto de la colección, que llevaba por título” Masones y pacifistas” mereció en 1940 una respuesta escrita desde su exilio mejicano del Presidente de la República y Gran Maestre del GOE Diego Martínez Barrio: “Comentarios al libro del Padre Tusquets, Masones y pacifistas.”

La lista de manipulaciones políticas históricas que el jesuita atribuía a los masones era gigantesca. La masonería había sido la causante de la decadencia histórica y degeneración política de España; había llevado al poder al liberalismo durante la época del reinado de Isabel II, pero también se le imputaba la perdida de las colonias, el triunfo del Frente Popular, la introducción en España del marxismo y el comunismo, el fraccionamiento separatista de la patria y las medidas de política laicista dictadas por el Estado Republicano. En algunas ocasiones los Hijos de la Luz actuarían solos, en otras conjugando sus intereses con el judaísmo internacional, con el marxismo, cuando no con el liberalismo. Tusquets estaba perfectamente informado sobre la falsificación que había dado origen al texto de los Sabios de Sion, y no tuvo ningún inconveniente en reconocerlo públicamente en una conferencia pronunciada en el Teatro Principal de San Sebastián en febrero de 1937: ”podría citar los famosos protocolos de los Sabios de Sión que si no son auténticos, merecen serlo, ya que se han cumplido y se cumplen todas sus predicciones.” Su cinismo no era separable del convencimiento personal sobre la nula validez histórica del origen documental del contubernio judeo masónico.

No solamente fue su labor de publicista realizada durante la etapa republicana la razón que llevo al padre Tusquets a ocupar un lugar preeminente entre los escritores que después de la rebelión militar continuaron con su labor propagandística a favor de los militares sediciosos. Desde inicios de los años treinta, con la ayuda de Joaquim Grau, Tusquets había compilado diligentemente listas de masones, sirviéndose de la información que le proporcionaba una red a la que llamaba “mis fieles y audaces informadores. Cuando Tusquets se convirtió definitivamente en un colaborador de Franco en Burgos durante la guerra civil, la información acumulada en sus fichas sobre supuestos masones fue fundamental para constituir una parte muy importante de la infraestructura organizativa de los servicios de información encargados de la represión antimasónica: la Sección Judeomasónica del Servicio de Información Militar ( SIM) fue puesta bajo su dirección y la del Comandante Antonio Palau. El material incautado en las logias masónicas, trasladado a Salamanca, se archivaba bajo su supervisión.

Tusquets no fue el único sacerdote jesuita empeñado en esta cruzada antimasónica. Al suyo habría que añadir los nombres de Fernández Almuzara y el mallorquín Francés Ferrari Billoch para que la nómina estuviese completa. Para Fernández Almuzara, autor de Evangelio de la Nueva España (Valladolid, 1937), la masonería causante de la decadencia histórica de la Nación había de ser incluida entre los “Enemigos de la Nueva España”:

”Todo espíritu versado conoce ya la inquina diabólica con que, desde el siglo XVIII, la Francmasonería ha perseguido a nuestra patria(…) a la masonería se le debió el extrañamiento de la Compañía de Jesús en los días de Carlos III y la abolición de los colegios mayores(…) de ella dimanó el criminal intento de sofocar el magnífico Alzamiento Nacional contra los ejércitos napoleónicos(…) La masonería promovió la rebelión de nuestro imperio colonial(…) De ella, la caída de la Dictadura y las sublevaciones de Jaca y Cuatro Vientos, y las agitaciones comunistas y la labor antipatriótica de las Cortes Constituyentes. De ella, el regionalismo y el separatismo, la Reforma Agraria y el Panislamismo y la alianza en suma, con anarquistas y soviets, encarnación monstruosa de todo lo antinacional y subversivo.”

La actividad publicista del jesuita mallorquín Francesc Ferrari Billoch resultó incansable, superior, incluso, a la de Fernández Almuzara. Varios libros de temática conspirativa salieron de las prensas, procedentes de su incansable mente: “La Masonería al Desnudo, las logias desenmascaradas”(1936), “¡Masones, así es la secta¡”(1937), “Las Logias de Palma e Ibiza”(1937), “Entre masones y marxistas, revelación de la masonería femenina”. “Confesiones de un Rosa Cruz, II parte de la Masonería al Desnudo, 1939.

Semejante producción propagandística, hizo que el camino preparatorio que llevaba a la represión de los masones, estuviese perfectamente empedrado; el constructo político del masón enemigo de la patria, estaba firmemente asentado entre todas las capas de la sociedad.

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