Primo Gibelli, el brigadista que cayó del cielo

Por María Torres

El 17 de noviembre de 1936, una noticia publicada en La Voz de Madrid, llenó de asombro y estupor a los madrileños que en esos días luchaban por impedir, a toda costa, la entrada de los franquistas en la capital.

La noticia decía así:

«Un hecho que parece increíble.

El aviador leal que cayó en las filas enemigas ha sido descuartizado por los fascistas.

Y anteayer, en un cajón suspendido de un paracaídas, fue arrojado sobre Madrid desde un «Caproni».

Durante el combate que se libró el sábado último sobre Madrid, uno de los aviadores republicanos tuvo que lanzarse al espacio en su paracaídas, y fue a caer dentro de las filas fascistas.

A pesar de la orden dada por nuestra Junta de Defensa en el sentido de que se respeten las vidas de los aviadores enemigos que caigan en nuestro poder, los fascistas responden a esta noble actitud nuestra con actos que hasta ahora no se han realizado en ninguna guerra.

Anteayer, desde uno de los Capronis que voló sobre Madrid, fue lanzada una caja con una etiqueta de Valladolid, suspendida de un paracaídas. Los milicianos que la vieron caer se apresuraron a recogerla, y, una vez abierta, se comprobó que contenía el cuerpo descuartizado de un hombre. En el depósito de cadáveres se efectuó la identificación. Eran los restos de nuestro aviador, horriblemente mutilado. Se llamaba este heroico servidor de la causa republicana José Antonio Galarza.

Cuando se conoció en Madrid este hecho de los facciosos se produjo enorme indignación en el vecindario, y la protesta justísima de la gente honrada era compartida hasta por los más “tibios” madrileños, que están soportando estos días los inhumanos bombardeos de barrios populares, donde son inmolados niños y mujeres.

Se han sacado fotografías del cuerpo despedazado del valiente aviador para que sirva de testimonio de la crueldad fascista en el Extranjero.

El hecho parece inaceptable, y su condenación brota con el sólo hecho de exponerlo.»

Unos días antes el general Jefe de la Junta de Defensa de Madrid, José Miaja Menat, había hecho pública la siguiente Orden, recogida en el Diario el Sol de 15 de noviembre de 1936:

«La nobleza de la causa que defendemos, la plenitud de ideal que anima la lucha en que estamos empeñado. Exige, para no ensombrecer su gloria, normas de nobleza; pero si el rencor que la traición fascista ha sembrado en el corazón de las tropas leales hiciera sordos a los milicianos a este requerimiento, altas razones de tipo militar obligan al Estado Mayor que dirige la defensa de Madrid a dictar esta orden:

En lo sucesivo, todo aviador será respetado por el Ejército popular y por los paisanos que puedan detenerle. Sin ofenderle de palabra ni de obra, será conducido a este Estado Mayor en el ministerio de la Guerra. En caso de estar herido será trasladado con todo cuidado al sitio donde más rápidamente y con más eficacia puede ser asistido.

Los contraventores de esta orden serán castigados de manera inexorable.

No por la pena que se anuncia, sino por las razones en que se funda, el Estado Mayor espera que esta orden será cumplida sin reservas.»

El cuerpo al que hace alusión la noticia de La Voz pertenecía a Primo Gibelli, italiano de nacimiento y piloto del ejército soviético que había llegado a España tres meses antes, en agosto de 1936, bajo el nombre de José Antonio Galarza. Estaba integrado en una escuadrilla de bombardeo que tenía su base en el aeródromo de Alcalá de Henares, donde habían sido destinados los pilotos soviéticos para probar en acción los Breguet XIX, junto a los franceses Maurice Moulinet y Smith-Piggot y el Húngaro Akos Hevesi. Entre sus compañeros era conocido por el apodo de «Cordero».  Volar era su pasión y combatir al fascismo la razón de su vida. Ambas, pasión y razón, le condujeron a España en 1936. De comandante de la escuadrilla «Lafayette» pasó a comandar el Potez 540 con siete tripulantes.

A las 08:30 horas del 10 de noviembre de 1936, en una operación de la Defensa de Madrid, bajo el mando del coronel  Demenciuk, el Potez de Gibelli despegó de Alcalá de Henares con el objetivo de bombardear el sector de Carabanchel. Al pasar por el noroeste de Alcorcón fue alcanzado por una batería franquista cuyo impacto lo partió en dos. Envuelto en llamas cayó al noroeste de Alcorcón, territorio ocupado por el enemigo. Unos soldados de la infantería republicana que se encontraban a pocos kilómetros creyeron ver un descender un paracaídas entre las llamas del aparato antes de impactar con el suelo.

El Cuartel General del Generalísimo facilitó el siguiente parte oficial en el apartado de actividad de la aviación:  «En el día de hoy nuestra artillería derribó un trimotor enemigo que cayó incendiado en nuestras líneas».

Cuatro días después, el 14 de noviembre de 1936, un avión franquista sobrevoló Madrid con un macabro contenido que lanzó en paracaídas en los alrededores del aeródromo de Barajas. Cuando cayó al suelo se comprobó que se trataba de una caja de madera de color oscuro con la inscripción «Valladolid», que nadie se atrevió a abrir temiendo que su contenido fueran explosivos. Tras un tiempo de dudas, alguien, no sabemos si en un acto de valentía o curiosidad, procedió a su apertura bajo la horrorizada mirada de la multitud que se agolpaba alrededor de la misma. En el interior, envuelto en una sábana, se encontraba un cuerpo humano descuartizado y una nota destinada al general Hidalgo de Cisneros, que éste confirmó como cierta en su libro Cambio de Rumbo, y que decía:  «Este regalo es para que el Jefe de las Fuerzas Aéreas de los Rojos vaya tomando nota de los que le espera a él y a todos sus Bolcheviques.» 

La caja fue trasladada al  Hospital de San Carlos y los restos que contenía reconocidos e identificados por los propios compañeros del aviador, entre los que se encontraba José Ramos Miraut.  No había duda, se trataba de Primo Gibelli.

Cuando las autoridades republicanas tuvieron conocimiento del suceso, procedieron a convocar a la prensa nacional y extranjera para mostrarles los restos que contenía la caja, que fueron repetidamente fotografiados entre las nauseas de los reporteros. Casi la totalidad de los medios extranjeros presentes en Madrid dio credibilidad a los hechos, a excepción de Edward Knoblauhg, corresponsal de Associated Press, que aseguró que se trataba del cuerpo de un obrero fallecido en un bombardeo franquista.

Por su extrema crudeza, me parece innecesario publicar las fotografías, pero pueden visualizarse a través de los siguientes enlaces: Foto 1Foto 2Foto 3 y Foto 4.

La nota oficial transmitida por radio decía:  «Hoy se ha lanzado por un avión Caproni del fascista Mussolini, una caja sobre las calles de Madrid, recogida esta se ha visto que en ella había el cadáver descuartizado de un aviador republicano que había caído hace días en las líneas del Ejercito faccioso. La nota añade: Milicianos madrileños; venguemos a este aviador héroe de la república. Nosotros no mataremos a los prisioneros, derribaremos sus aviones y bombardearemos sus aeródromos. Adelante y luchar para que Madrid no caiga en manos del fascismo.»

En el ABC de Madrid de 17 de noviembre de 1936, página 7, se podía leer: «Cada vesania del enemigo contrastaba con la noble conducta del pueblo. Hace pocos días, el vecindario de una barriada castigadísima por los bombardeos supo respetar la vida de un aviador italiano. Ayer, los rebeldes, con entrañas de hiena, nos devolvieron en una caja el cadáver mutilado de uno de nuestros heroicos aviadores caídos en sus líneas».

Y bajo el titular Los infra-hombres en acción, se manifestaba así: «El domingo cayó sobre Madrid una caja de madera suspendida en un paracaídas que contenía el cadáver descuartizado de un aviador de la República. Junto con las bombas que asesinan a los inocentes criaturas indefensas, lanzó un trimotor faccioso su envoltorio macabro. Es la contestación que dan los generales sublevados a la humanitaria y racional orden de nuestro general Miaja para que sean respetadas las vidas de los aviadores rebeldes que caigan en nuestro campo, a los que no ha de ofendérseles ni siquiera de palabra».

El general ruso G. Prokofiev, relata el suceso en sus memorias de la guerra de España: «En los primeros días de noviembre, el avión de Gibelli fue derribado en las cercanías de Pinto, al sur de Madrid; los camaradas que volaban en su Grupo vieron como se desprendían dos figuras del aparato en llamas y descendían sobre territorio enemigo. Esto significaba para ellos una muerte cierta. Al cabo de unos días, los fascistas arrojaban sobre Madrid un cajón que contenía su cadáver, ferozmente mutilado, y una nota amenazante para los aviadores republicanos.»

Y como no podía ser de otra manera, el general Queipo de Llano, en  sus habituales charlas radiofónicas a través de Radio Sevilla, negó  las acusaciones republicanas:  

«El Ministerio de Marina también miente con relativa frecuencia y algunas veces nos causa gracia a todos. ¡Pero en esta ocasión nos ha producido verdadera indignación…! Ahora bien, una radio ha dado también la noticia de ese crimen del cual nos quieren culpar, pero no dice que lo descuartizamos y luego lo metimos en una caja, arrojándole desde un avión, sino que el aviador fue muerto a tiros y después aplastado. Esa canalla marxista ni para mentir se pone de acuerdo.»

«Ayer contaron el canallesco cuento de un aviador ruso descuartizado, que según ellos habían arrojado sobre Madrid nuestros aviones. … Sobradamente tenemos probado que nuestra conducta es por completo diferente a la de estos canallas que han cometido y siguen cometiendo mil crímenes sin escrúpulos de ninguna clase. Prueba de esto es que en nuestro poder tenemos a varios aviadores rusos y checoslovacos, los cuales, como podrá comprobar la potencia extranjera que quiera, son tratados con toda clase de consideración, y serán juzgados en su momento oportuno con arreglo a las leyes de la guerra. En cambio ellos han fusilado a cuantos aviadores nuestros, pocos, gracias a Dios, han caído en sus manos.

Ayer, como contestación a la acusación desprovista de todo fundamento que nos hicieron de haber descuartizado y arrojado sobre Madrid a un aviador ruso, cité varios crímenes, todos ellos repugnantes, pero que tenían al menos a disculpa de haber sido realizados por la masa.»

¿Qué hay de verdad y de mentira en este desagradable asunto? ¿Hasta qué punto fue utilizado con objetivo propagandístico? Tal vez nunca lo sabremos. No existe certeza en lo que respecta al momento de su muerte. Se baraja la hipótesis de que falleciera al ser derribado el avión y que su cuerpo quedara diseccionado por el impacto brutal contra el suelo. La segunda hipótesis es que podría haber utilizado el paracaídas, siendo capturado antes de morir para terminar ejecutado y descuartizado por los rebeldes.

Todo apunta a que la historia del cajón con los restos de Primo Gibelli que se lanzó en paracaídas es cierta. Las imágenes de su cuerpo descuartizado publicadas por la prensa también lo son. Se sabe que los restos del piloto fueron enterrados en el cementerio de Fuencarral de Madrid, donde reposan también los de los brigadistas caídos.

Primo Gibelli recibió la condecoración, a título póstumo, de Héroe de la Unión Soviética, el 31 de diciembre de 1936. Fue el primer extranjero en recibir esta distinción, al igual que el galardón con la Orden de Lenin.

Su cuerpo, mutilado, se quedó para siempre en España.

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