Primero vinieron a por el aborto

Son muchos los esfuerzos empleados por miles de mujeres y cientos de hombres en lograr el reconocimiento de los derechos reproductivos y sexuales de la mujer, el derecho a decidir, el derecho a controlar sin injerencias su propio cuerpo.

Por José Antonio Bosch

No podemos ceder ni una milésima ante aquellos que predican que la mujer es un cuerpo con tres agujeros y que, ocasionalmente, sirve para procrear y, en su caso, para educar a la prole o para ser santa.

La reciente sentencia de la Corte Suprema de EE.UU., que revisa y modifica otra sentencia del mismo tribunal del año 1973 en el caso Roe vs. Wade, supone tumbar de un plumazo la protección del derecho al aborto de la mujer norteamericana que la sentencia revisada, tras larguísimos años de lucha de diversos colectivos pro derechos civiles, consagró como derecho constitucional. Lo que viene a decir la reciente sentencia, en palabras llanas es: estábamos equivocados, el derecho al aborto no tiene garantía constitucional así que el legislativo de cada estado puede decidir si reconoce o no ese derecho. Esto va a suponer en la práctica la prohibición del aborto en muchos estados o llevar los supuestos a tales límites que sea inaccesible para la mayoría de las mujeres. De nuevo se trata de algo tan viejo como que la mujer no disponga de su propio cuerpo.

Esta revisión derogatoria que realiza la citada sentencia supone, en palabras de la doctora Herminia Palacio, presidenta y directora ejecutiva del Instituto Guttmacher, … “es seguro o probable que 26 estados prohíban el aborto en la mayor medida posible, incluidos 13 estados que cuentan con leyes de activación que promulgarán prohibiciones automáticamente”… Supone, por tanto, un retroceso de más de cincuenta años en los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres de EE.UU. 

¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Cómo es posible que en una democracia moderna se produzca una involución de semejante carácter? ¿Cómo es posible que en un país que en el año 2020 se practicaron 930.000 abortos se abra la puerta a la prohibición o limitación grave del derecho al aborto?

Pues muy fácil. Se trata de que accedan a los más altos tribunales, a aquellos tribunales que deberían servir para la defensa y garantía de los derechos de los ciudadanos y ciudadanas, los magistrados más retrógrados y recalcitrantes del estado. Se trata de situar en los puestos claves del control constitucional a aquellos magistrados “amigos” de los que no sólo conocemos su ideología sino que además estamos seguros de que la emplearan en la causa. 

Y por si fuera poco, ya hay magistrados de esa misma Corte Suprema que en votos particulares reclaman la revisión de otras sentencias para corregir los “tremendos errores del pasado” que establecieron precedentes logrados después de largas luchas por los derechos civiles, tales como la protección del derecho a la anticoncepción, las relaciones entre personas del mismo sexo, o el matrimonio homosexual, entre otros.

Puede parecer que EE.UU. está muy lejos y que una involución tan distante en nada nos afectará, pero me temo que no será así. En primer lugar, porque es una gran potencia en la que se dieron importantes luchas por los derechos civiles que influyeron en el resto del mundo, por lo que a la inversa, la involución, el retroceso, apoyado con cantidades millonarias de dólares para influir en la política de diversos estados, terminará también influyendo en muchos países. Y en segundo lugar, porque estamos viviendo en nuestras propias instituciones la pelea callejera para “colocar a los amigos” en los puestos vacantes del Tribunal Constitucional, y en el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, órgano que realiza los nombramientos y ascensos al Tribunal Supremo.

Estas disputas por controlar los altos tribunales no tendrían sentido alguno si la ideología de los magistrados que los componen no incidiera en las importantes resoluciones que dictan y que nos terminan afectando la vida de todos y todas. Estas luchas por colocar a los “amigos y afines” en el Tribunal Constitucional y en el Tribunal Supremo no tendrían sentido si realmente, y conforme ordenan los artículos 117.1º de nuestra Constitución y 1º de la Ley Orgánica del Poder Judicial, los jueces y magistrados fuesen independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente a la Constitución y al imperio de la ley. Estas peleas partidarias, amén de deslegitimar las instituciones, son la prueba de que el mandato constitucional se incumple en múltiples ocasiones y se designan amigos para ocupar las altas magistraturas, a los que luego, en justa reciprocidad, se les pide que paguen el nombramiento con sus servicios.

Cuando Donald Trump nombró a tres nuevos magistrados para cubrir las vacantes de la Corte Suprema, ya conocía la ideología de esos magistrados y las revisiones de precedentes que tenían que realizar, es decir, jugaba con las cartas marcadas. Pero esta música nos suena. En España tenemos pendiente de resolución del Tribunal Constitucional, por ejemplo, el recurso contra la Ley Orgánica 2/2010, más conocida como Ley del aborto. El recurso fue interpuesto, hace más de una década, por el Partido Popular y al día de la fecha sigue aplazada su resolución. Hoy tenemos en España pendientes de designación integrantes del Consejo General del Poder Judicial, miembros del Tribunal Constitucional, renovaciones de miembros del Tribunal Supremo y vemos como se maniobra por unos y otros para colocar en esos puestos, no a los mejores, no a los profesionales más reconocidos, ni tan siquiera a los de mayor antigüedad… sino a los afines, a los amigos.

Es evidente que vivimos una época de involución, pero debemos mantenernos firmes. No podemos ceder ni un milímetro en los derechos conquistados. No podemos ceder ni una milésima ante aquéllos que predican que la mujer es un cuerpo con tres agujeros y que, ocasionalmente, sirve para procrear y, en su caso, para educar a la prole o para ser santa. Son muchos los esfuerzos empleados por miles de mujeres y cientos de hombres en lograr el reconocimiento de los derechos reproductivos y sexuales de la mujer, el derecho a decidir, el derecho a controlar sin injerencias su propio cuerpo, como para que permitamos el retroceso, pero lo cierto es que o andamos vigilantes y combativas y combativos o también en nuestro país padeceremos involución.

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