¿Un premio a la concordia para la UE?

Por Rafael Silva Martínez 

“A la Unión Europea hoy premiada Naciones Unidas la ha acusado de violar derechos humanos y la ley internacional con el cierre de fronteras y las expulsiones colectivas. En ella están algunos de los mayores exportadores de armas –Francia o Alemania– y en ella hay naciones que apuestan por un crecimiento mayor de su gasto militar. En ella se registra un recorte de derechos y libertades, con leyes mordaza, decretos de estados de excepción y participación habitual en bombardeos a terceros países en nombre de la paz y la seguridad”
(Olga Rodríguez)

“Siguiendo está lógica, para el próximo año habría que conceder el Premio de la “concordia” a la OTAN y, para el siguiente, al BCE y después al Pentágono”
(Miguel Ángel Llana Suárez)

En fechas recientes, el Jurado de los Premios Princesa de Asturias ha reconocido a la Unión Europea con el Premio a la Concordia. Así, como lo leen. Una estructura supranacional a modo de funesto «club europeo» no sería digno de ningún reconocimiento, pero con todo lo que está ocurriendo desde hace varios años acá, la mención resulta de todo punto grotesca. Una ristra de loas y alabanzas justificaron, al decir del Jurado, la concesión de este premio, que no hace más que confirmar la decadente sociedad europea que nos ha tocado vivir. ¿Cómo es posible que pueda ser galardonada una organización que impone rutas mortales a las personas que migran, que los abandona a su suerte en el Mediterráneo, que condena a su propia población europea a la pobreza y a la desigualdad, que recorta crecientemente derechos y libertades, que impone una cruel austeridad a sus Estados miembro, que respira xenofobia en multitud de países y partidos, y que es fiel aliada de una OTAN cada vez más consagrada al belicismo más despiadado? Vivimos en una Europa plagada de campos de refugiados, bajo un clima de constante represión ante los derechos humanos fundamentales, cuyos Gobiernos se declaran ausentes en su protección, y que observa una fanática práctica de los postulados neoliberales. Y ante tal panorama, un Jurado concede a esta Unión Europea un galardón a la concordia. Podría ser incluso causa de risa, si no fuera por lo absolutamente patético del asunto.

Esta Unión Europea «de la Concordia» lleva cerrando el paso a los refugiados desde que estallaran las primaveras árabes de 2011, y convirtiendo nuestro Mar Mediterráneo en la fosa común más grande del mundo, donde sólo durante 2016 perdieron la vida más de 5.000 personas. Esta Unión Europea cierra las rutas más seguras, y bajo un indecente acuerdo con Turquía, se desentiende de los refugiados, a cambio de una asignación económica. Lo importante para esta Unión Europea «de la Concordia» no es atender a los derechos humanos de millones de personas, sino externalizar y cerrar sus fronteras, traspasando el problema a terceros países con menos capacidad y recursos que los del Viejo Continente. También están llevando a cabo estas prácticas con países africanos, para que éstos controlen y frenen el paso de migrantes, o readmitan a sus nacionales. Estos indecentes acuerdos se extienden a países como Libia, Marruecos, Eritrea o Sudán del Sur. Y así, cierres de fronteras, vallas y alambradas, concertinas, campos de refugiados sin las mínimas infraestructuras (que además son desmantelados, como el de Calais, en Francia), y toda clase de impedimentos de cara al reconocimiento del derecho al asilo es lo que los refugiados encuentran en este continente «de la Concordia». En nuestro caso, además, nos encontramos con el drama cotidiano de las pateras, de los saltos a las vallas de Melilla o Ceuta, o de los infames Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Todo un explosivo «cóctel de la concordia» para el Jurado de los Premios Princesa de Asturias.

Es ésta una Unión Europea que se blinda ante cualquier evento festivo o deportivo, o ante cualquier cumbre de líderes mundiales o foro internacional, ya que posee en sus carnes la experiencia de múltiples atentados terroristas en su suelo. Atentados que ocurren porque, según las autoridades europeas o de sus Estados miembro, los terroristas «quieren acabar con nuestro sistema de libertades», pero en cambio no miran más allá, no cuestionan lo más mínimo las perversas políticas que llevan a cabo en Oriente Medio, en Asia o en África, donde siguen a pies juntillas los aberrantes dictados de la OTAN y de los Estados Unidos. Una política exterior belicista, armamentista e imperialista, que mientras afirma «luchar contra el terrorismo», financia y exporta armas a los principales actores que en el mundo árabe sostienen las doctrinas más fundamentalistas. Desde esta Unión Europea «de la Concordia» se exportan armas a los mismos países en guerra de los que huyen los refugiados. Muchos países europeos mantienen acuerdos, convenios y estrechas relaciones de amistad con gobiernos dictatoriales, con monarquías absolutistas o con potencias ocupantes que violan sistemáticamente los derechos humanos. Y desde dentro de sus propias sociedades, se fomenta a organizaciones ultraderechistas, fascistas y neonazis, que abogan claramente por modelos de sociedad excluyentes y racistas. El fascismo europeo está en auge, y los mensajes de odio, racismo y supremacismo se escuchan prácticamente en todos los países europeos. Todo ello delimita el marco de una Europa hostil, en claro declive político y social, y anclada en los fracasados postulados del libre comercio, de la austeridad y de los planes de ajuste estructural.

¿Hasta qué punto puede llegar el cinismo de una sociedad que dice premiar por unos valores cuando la organización premiada ejerce justamente los valores contrarios? Miguel Ángel Llana Suárez lo ha explicado de forma clara en este artículo para el medio asturbulla: «Premiar precisamente a la Unión Europea por «su colaboración en la implantación y difusión en el mundo de valores como la libertad, los derechos humanos y la solidaridad» no deja de ser un insulto o una burla a todos aquéllos a los que les niegan los más mínimos derechos humanos y libertades. Se premia a la UE justamente por lo contrario que dicen premiar, es decir, por lo bien que está haciendo su papel de gendarme de todo lo que sea neoliberalismo y de todo lo que tal modelo implica: recortes sociales, políticos, económicos, etc. Sobran datos sobre la vulneración de cualquiera de los derechos que la UE dice defender y que el jurado de los Premios dice premiar». Hoy día, esta UE de la «concordia» es sólo una fábrica permanente de parados, de marginados y de precarios, a los cuales se les informa en los noticieros cuál ha sido el siguiente rescate bancario que se ha practicado (los últimos a bancos italianos, en esta misma semana), o cuál es la convergencia macroeconómica a la que se tiende, en forma de rebaja del déficit público. Modelo de sociedades insensibles y violentas, desiguales y faltas de cohesión, crueles y despiadadas, forman actualmente esta Unión Europea merecedora de galardón tan prestigioso. El culmen de una sociedad absolutamente envilecida.

Vergüenza debería darnos como europeos, y más aún como españoles, cuando es un Jurado de una organización de nuestro propio país el que propone a esta indecente y aberrante Unión Europea para un premio a la concordia. Estamos a años luz de merecer un galardón semejante, ya que hemos de evolucionar mucho y madurar como sociedad para comprender siquiera el verdadero significado de la concordia. Concordia es armonía, es paz, es seguridad, es tranquilidad, es garantía de una vida placentera, todo lo cual es diametralmente opuesto a la vida que hoy día podemos vivir en nuestro continente. Un continente gobernado por unas macabras instituciones consagradas al más fanático neoliberalismo, que condena a las mayorías sociales a la pobreza, a la precariedad, al exilio, al paro, a la miseria, a la barbarie, a la exclusión. Justo todo lo contrario a las bases de la concordia. Jamás disfrutaremos de concordia en un continente gobernado por unas instituciones que profesan tal ideología, y que ponen en práctica salvajes planes de rescate de los más poderosos, mientras condenan a los más vulnerables. El Jurado de los Premios Princesa de Asturias debería en primer lugar comprender qué es la concordia, antes de conceder un premio de tal naturaleza. Sólo desde un cinismo atronador, y desde un profundo desprecio a los derechos humanos más elementales, se puede conceder un galardón de tal naturaleza a esta Unión Europea. Hoy día, la Unión Europea sólo puede ser candidata a premios que ensalcen la violencia, la discriminación, el enfrentamiento y las salvajes sociedades de nuestro tiempo. Los eufemismos han llegado a tal extremo que a todo eso parece ser que se le llama «concordia».

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