Es injusto que quien pone el capital se apropie de los beneficios de los cuidados que se procuran a quienes trabajan en sus empresas sin corresponsabilizarse de los mismos y sin pagar por estos cuidados sin los cuales no tendrían personas disponibles para el trabajo.
Las acciones de redistribución de la riqueza son imprescindibles para romper los ciclos de la pobreza. Lo verdaderamente preocupante es que la herencia de una criatura sea la pobreza en la que han transcurrido las vidas de las generaciones que le han precedido y no que quienes heredan patrimonios millonarios tributen por ello.
A finales de septiembre el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado el módulo anual de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), una de las cuestiones que analiza es la carencia material infantil.
En este módulo podemos encontrar datos de la carencia material infantil en función de los ingresos de los hogares.
La infancia se concentra en los hogares con menos renta, el 50% de los menores de 18 años viven en hogares que se sitúan en el primer quintil y en el segundo quintil de renta y en estos hogares los datos de carencia material son demoledores.
La carencia material de la infancia es brutal y al tiempo invisible, si nos fijamos en las cifras de los hogares situados en el primer quintil de renta el 13,8% de los menores de 16 años que viven en estos hogares no disponen de ropa nueva, el 4,2% no disponen de dos pares de zapatos adecuados, el 5,3% no comen fruta fresca y verdura al menos una vez al día, el 7,2% no toman al menos una comida de carne, pollo o pescado al día (cuando hablamos de los hogares más ricos este porcentaje baja al 0%, esas criaturas pueden comer carne o pescado y así debería ser para todas) el 3,4% no disponen de libros adecuados para su edad, el 9,1% no disponen de juguetes que se pueden utilizar dentro de la vivienda, el 18% no tienen regularmente actividades de ocio, el 14,5% no puede participar en viajes o acontecimientos escolares, el 4,2% no tiene un lugar adecuado para hacer los deberes y más del 50% no pueden ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año.
En España más de 400.000 menores no disponen de juguetes que puedan utilizar dentro de sus casas y estas cifras son las que quieren perpetuar las opciones políticas de derecha cuando se oponen a las medidas de política fiscal redistributiva.
Es inmoral y es una vergüenza que se defienda que quienes tienen patrimonios millonarios no tributen por ellos, al igual que es inmoral que pretendan hacer creer que la imposición a las grandes rentas, a los grandes patrimonios o a los beneficios empresariales desorbitados implica mayor tributación para pequeños autónomos, personas con salarios medios o para quien tiene poco mas que una vivienda habitual de tamaño medio.
Además de inmoral es de cobardes escudarse tras quienes tienen rentas bajas haciéndoles creer que la tributación progresiva con tipos altos para rentas, beneficios o patrimonios altos les hará pagar más a quienes menos tienen.
Inmorales, cobardes, demagogos, así son quienes solo con la mentira y el engaño pueden sustentar sus propuestas de fiscalidad regresiva, necesitan el apoyo de aquellas personas a las que perjudican directamente con sus acciones para mantener sus privilegios.
La acumulación de riqueza tiene una base de apropiación indebida del trabajo y del conocimiento de otras personas. El conocimiento acumulado a lo largo de los siglos forma parte de la herencia de la humanidad, pero quien posee el capital se apropia de los beneficios que le reporta este conocimiento. La posesión de los medios de producción o del capital tiene un estatus privilegiado en el reparto de los beneficios, un estatus que es una decisión humana, una decisión capitalista que da más importancia al capital que a las personas, a la vida o a la sostenibilidad.
Y como decisión humana se puede cambiar, es injusto que quienes trabajan y son imprescindibles para la producción de bienes o prestación de servicios solo reciban una parte mínima de las rentas y de la riqueza que genera su trabajo.
Es injusto que quien pone el capital se apropie de los beneficios de los cuidados que se procuran a quienes trabajan en sus empresas sin corresponsabilizarse de los mismos y sin pagar por estos cuidados sin los cuales no tendrían personas disponibles para el trabajo.
Es injusto que quienes toman decisiones con consecuencias negativas para el medioambiente, que quienes sobreexplotan los recursos finitos del planeta no paguen por los daños causados y además obtengan beneficios por ello. Se creen con derecho a contaminar y a poner en peligro vidas que no valoran porque priorizan sus vidas privilegiadas por encima de cualquier vida pobre.
Se trata de avanzar en vidas dignas también para esas más de 400.000 criaturas en España que no disponen de juguetes o para la infancia que no puede comer carne. Y eso si hablamos de un país como España, en otros de los que también se extraen recursos de los que se benefician quienes aquí acumulan riqueza, la pobreza es aún más alarmante.
El arma de quienes defienden este capitalismo salvaje es la mentira y el engaño y para que tengan más efecto sus mentiras necesitan gente cansada, poco formada, distraída, estresada, descontenta con su día a día porque así serán más fácilmente manipulables, así cuando lleguen a casa y pongan la tele y les cuenten las mentiras sobre las opciones políticas progresistas creerán estas mentidas que tan bien envueltas se presentan y así se mantendrá y crecerá el reparto injusto de la riqueza.
El futuro no está escrito y hay posibilidades de dirigirlo hacia la consecución de vidas dignas en un entorno sostenible, para ello hace falta, entre otras cosas, una fiscalidad progresiva que además de recaudar más de quienes tanto tienen desincentive la acumulación improductiva de riqueza.
Las cifras de pobreza infantil en España son inmorales y son consecuencia de la acumulación de riqueza que promueven opciones políticas de derecha, lo que esas criaturas no tienen, lo que les falta para comer lo tienen empresarios como Florentino Pérez en sus cuentas en las que acumulan la riqueza que detraen de los salarios bajos que pagan en sus empresas o del deterioro de los servicios que prestan en sectores como la dependencia.
No es una ley natural que tengamos que vivir así, es una decisión humana y en nuestras manos está escribir el futuro.
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