Los motivos por los que el Estado turco no quiere reconocer el genocidio armenio. ¿Qué pasó con Mehmed Talaat, Ismail Enver y Ahmed Djemal? El negacionismo de Recep Tayyip Erdogan y su gobierno. Azerbaiyán, Ilham Aliyev y la continuación de la armeniofobia. La palabra de Carlos Antaramian y Daniel Feierstein.
Por Vardan Bleyan / Página12
Este 24 de abril se cumplieron 108 años del comienzo del genocidio armenio, el plan de matanzas sistemático en el que el Imperio Otomano, con los Jóvenes Turcos a la cabeza, asesinó a más de 1.500.000 de armenios. El Estado turco mantiene un férreo negacionismo y sostiene que las muertes fueron producto de una guerra. Los motivos por los que no reconocen el genocidio.
Turquía tiene, a lo largo y a lo ancho de su territorio, estatuas, monumentos y calles en honor a los genocidas, a quienes el Estado recuerda constantemente como héroes. Página/12 dialogó con el Doctor en Antropología y especialista en genocidios, Carlos Antaramian, autor de “Esbozo histórico del genocidio armenio” y “El mártir armenio: la construcción política de una figura ejemplar después del genocidio”, entre otros, y con el Doctor en Ciencias Sociales Daniel Feierstein, ex presidente de la Asociación Internacional de Investigadores sobre Genocidio y quien ha escrito libros como “Introducción a los estudios sobre genocidios” y “El genocidio como práctica social”, por ejemplo.
¿Por qué Turquía no reconoce el genocidio?
Principalmente, el Estado turco le teme al reclamo de tierras y/o de una compensación económica de parte de Armenia y de los descendientes de las víctimas del genocidio. Armenia occidental, como es conocido el territorio que el Imperio Otomano le quitó a los armenios, es de un tercio de la actual Turquía. Por otra parte, hay que tener en cuenta que hasta el día de hoy Alemania continúa pagando millones de euros por año a los supervivientes del Holocausto. Pero esos no son los únicos motivos y no todo gira entorno a lo material. Existen otras cuestiones también muy importantes en relación al negacionismo turco.
“Puede jugar un rol la creencia de ingresar en negociaciones territoriales o reparaciones a los descendientes de las víctimas, pero es importante tomar en cuenta el papel del negacionismo en tanto ‘mecanismo de defensa identitario’, que permite obturar cualquier distanciamiento crítico acerca del rol jugado por los líderes políticos o los propios familiares en el contexto del genocidio, desde complicidades mayores a menores y la participación en hechos crueles hasta la apropiación de viviendas o bienes”, advierte Feierstein.
“El momento para instar a los turcos a reconocer el genocidio fue hace 100 años, cuando fueron vencidos. Ahora no hay forma, es como si México le exigiera a Estados Unidos pagos compensatorios o devolución de territorios, puede quedar en el discurso, pero no va haber ninguna organización que pueda llevar a cabo esas sanciones”, asegura Antaramian, consultado por Página/12.
Y prosigue en su explicación: “Tiene que ser algo interior, Turquía debe ser la que busque una política de hermandad. Hay un gran porcentaje de la población turca que reconoce el genocidio, porque lo oyeron de sus abuelos, que en muchos casos eran armenios y otra porción importante que es kurda -aproximadamente un 20%- que lo reconoce”.
En 1920, con el Imperio Otomano derrotado tras la Primera Guerra Mundial, se firmó el Tratado de Sevrés, apoyado por Estados Unidos, a través del cual se le devolvían territorios a Armenia y se la consolidaba como un Estado libre. Pero poco después de firmado ese acuerdo llega al poder Mustafá Kemal “Ataturk”, un caudillo cuya resistencia militar expulsó a las tropas de los aliados que querían repartirse sus territorios.
Al haber echado a las potencias europeas y no estar condicionado, Ataturk quiso sentarse en la mesa de negociaciones, pero ya no como un Estado débil y vencido, sino como uno poderoso. En 1920, Armenia ingresa a la Unión Soviética y su reclamo se desvanece. A los tres años se funda la República de Turquía, con Ataturk como su padre fundador y primer presidente. En 1924 se firma el Tratado de Lausana, apoyado por las Naciones Aliadas de la Primera Guerra Mundial, en donde no se menciona ninguna matanza a los armenios y se delimitan las fronteras de la Turquía moderna.
¿Qué ocurrió con los culpables?
Las cortes marciales de Constantinopla para condenar a los responsables del genocidio fracasaron. Tan solo 18 cabezas del partido Unión y Progreso, de los Jóvenes Turcos, quienes lideraban el Imperio Otomano en aquel entonces, fueron declarados culpables y condenados a pena de muerte, aunque finalmente fueron tres los que recibieron ese castigo. El resto de los culpables, entre ellos Mehmed Talaat, Ismail Enver y Ahmed Djemal, las cabezas del triunvirato, se escaparon y fueron sentenciados in absentia. El gobierno de Kemal Ataturk no tenía interés en juzgarlos, e incluso los apoyó.
Los tres miembros del triunvirato fueron localizados por miembros de un grupo clandestino de armenios que los asesinaron. Soghomon Tehlirian admitió haber matado a Talaat Pashá en Berlín (1921) y fue absuelto por un tribunal alemán, con el argumento de que “le dio muerte al tirano”.
El negacionismo de Erdogan y el gesto de los Lobos Grises de su canciller
En la actualidad, el Estado turco mantiene un férreo negacionismo. Reconocer el genocidio sería admitir que no solo no juzgaron a los culpables, sino que los premiaron con honores e incluso pensiones de por vida para ellos y sus familias. Turquía estaría admitiendo que los padres de su patria, homenajeados y recordados como héroes, fueron criminales de guerra, y que la fundación de su actual República tuvo como sustento un plan de exterminio para con las diferentes minorías que vivían en el Imperio Otomano, en busca de homogeneizar a la población bajo una “identidad turca”.
Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, afirmó en varias oportunidades que “se le agregó un 0” a la cantidad de muertos, y que los armenios mataban inocentes en aquel entonces, entre cientos de otras declaraciones provocativas. El 23 de abril de 2022, el canciller turco Mevlüt Çavuşoğlu le hizo el gesto y signo de los Lobos Grises a un grupo de armenios que se manifestaban durante la inauguración de la embajada en Uruguay, justo un día antes del aniversario del genocidio armenio.
Los Lobos Grises son un grupo terrorista ultranacionalista y de extrema derecha, que apoyan al actual gobierno turco, y han adjudicado atentados contra armenios, kurdos separatistas, militantes de izquierda y defensores de derechos humanos.
“El único aliado que tienen los armenios actualmente es el Partido Democrático de los Pueblos y están todos presos”, cierra Antaramian, en referencia a la fuerza pro-kurda y armenia de centro-izquierda. Uno de los representantes más importantes de ese partido es Garo Paylan, de origen armenio y legislador del Parlamento turco.
Para tomar dimensión de la censura que existe en relación al tema, cabe mencionar que Ali Yerlikaya, gobernador de Estambul, prohibió por segundo año consecutivo un evento que se iba a realizar en el distrito de Kadıköy en conmemoración del aniversario del genocidio. De hecho, la misma legislación respalda el férreo negacionismo: el artículo 301 del Código Penal turco aplica penas de entre seis meses y dos años de prisión para aquellos que “agravien la identidad nacional turca”.
Este artículo se ha utilizado y se utiliza para la persecución política. Un caso icónico fue el de Hrant Dink, quien fuera periodista y director de Agos, un semanario en lengua armenia que se publicaba en Estambul. Dink llegó a ser condenado a seis meses de cárcel por violar esta norma al haberse referido al genocidio armenio, pero al no tener antecedentes lo dejaron libre con la condición de “no reincidir”. El 19 de enero de 2007 fue asesinado a tiros por un joven ultranacionalista turco a la salida de la redacción.
“El negacionismo turco responde a diferentes motivos, entre los que destaca la persistencia de un nacionalismo panturco como fundamento del mito de construcción nacional, además en momentos en que los nacionalismos vuelven a cobrar relevancia tanto en el mundo como en la región”, explica Feierstein.
Turquía, Azerbaiyán y la continuidad del genocidio armenio
Pero Turquía no solo no reconoce el genocidio, banaliza lo sucedido y mantiene una actitud provocadora, sino que es el principal socio económico y militar de Azerbaiyán, país que no solo mantiene bloqueado desde hace más de 130 días el territorio de Artsaj, de mayoría armenia, impidiendo la llegada de alimentos, medicamentos y gas, generando un desastre humanitario, sino que ha invadido desde hace meses territorio armenio reconocido internacionalmente.
Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, es otro experto provocador. El mandatario azerí viola un acuerdo de paz tras otro, advierte una y otra vez de la superioridad militar de su país y hasta ha llegado a decir que “Armenia es Azerbaiyán occidental”, un disparate sin ningún tipo de sustento histórico. Tras la invasión azerí a Artsaj en 2020, con apoyo económico y militar turco, y el fin de la denominada “Guerra de los 44 días”, el propio Aliyev inauguró un museo con cascos de soldados armenios muertos y maniquíes en tono de burla.
¿Qué países reconocen el genocidio?
Hoy son 32 los Estados que reconocen el genocidio armenio a través de alguno de sus poderes: Argentina, el único que lo reconoció en sus tres poderes; Uruguay, el primer país en reconocerlo; Chipre, Estados Unidos, Paraguay, Brasil, Rusia, Ciudad del Vaticano, Dinamarca, Canadá, Grecia, Líbano, Bélgica, Francia, Suecia, Italia, Suiza, República Checa, Portugal, Eslovaquia, Países Bajos, Polonia, Venezuela, Lituania, Chile, Bolivia, Austria, Luxemburgo, Alemania, Siria y México. También se sumaron órganos internacionales como el Parlamento Europeo y el PARLASUR.
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