“Sufrimos en la actualidad un ataque de pesimismo económico. Es común oír decir a la gente que la época de enorme progreso económico … se terminó; que la rápida mejora del nivel de vida va a empezar ralentizarse…Creo que esto es una interpretación tremendamente errónea de lo que nos está pasando. Estamos sufriendo, no por el reumatismo de la edad, sino por el dolor que producen los rápidos cambios, por el dolor de re-ajustarnos entre un período económico y otro.”
“Padecemos una nueva enfermedad cuyo nombre quizás aún no sea conocido por algunos lectores, pero de la que oirán mucho en los años venideros – esto es, el desempleo tecnológico. Lo que significa un desempleo debido a nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso del trabajo que supera el ritmo al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo”
Podríamos encontrarnos estas palabras en cualquier análisis de la actualidad económica, se habla con frecuencia de que la mejora del nivel de vida se va a ralentizar o de la amenaza que supone el desempleo tecnológico, pero estas palabras son parte de la conferencia pronunciada el 10 de junio de 1930 por John Maynard Keynes en su visita a Madrid.
Parece que han ganado las insaciables necesidades relativas, en lugar de aumentar el bien común y de enfrentarnos al problema de qué hacer con nuestra libertad, nos encontramos ante la acumulación de desigualdades.
Parecemos un GIF centenario repitiendo situaciones, historia y discurso.
En esta misma conferencia Keynes señala “La depresión mundial reinante, la enorme anomalía del desempleo y un mundo lleno de necesidades, los desastrosos errores que hemos cometido, nos impiden ver la verdadera interpretación bajo la superficie de lo que está ocurriendo; la tendencia de las cosas” también podemos situar estas palabras en 2020 sin que parezcan ajenas a la actualidad.
En su conferencia en Madrid, Keynes hizo una serie de predicciones a 100 años, predicciones que argumenta en su conferencia y que determinan que es posible que en 2030 se resuelva el problema económico de la humanidad, y aunque aún habrá trabajo que hacer “hay que hacer que sea tan compartido como fuera posible. Turnos de tres horas o semanas laborales de quince horas podrían resolver el problema durante un buen tiempo.” Y señala que “Así ,por primera vez desde la creación, el hombre se enfrentará con su problema real, su problema permanente – cómo usar su libertad respecto de las preocupaciones económicas, cómo ocupar su ocio, que la ciencia y el interés compuesto habrán ganado para él, para vivir sabia y agradablemente y bien.”
Parece que la realidad, en esta ocasión, dista de las palabras de Keynes; estamos lejos de unas jornadas de 3 horas, aunque sus predicciones de crecimiento y acumulación económica no fueron desencaminadas, pero este crecimiento no se ha utilizado para cubrir las necesidades humanas absolutas de las que hablaba Keynes, que clasificó las necesidades humanas en necesidades absolutas, que son aquellas que sentimos independientemente de la situación de otras personas y las relativas, que son aquellas “que nos hacen sentir superiores, respecto de nuestros prójimos”, estas necesidades relativas pueden ser insaciables y las necesidades absolutas podrían estar cubiertas según, sus predicciones, en 2030.
Más bien parece que han ganado las insaciables necesidades relativas, en lugar de aumentar el bien común y de enfrentarnos al problema de qué hacer con nuestra libertad, nos encontramos ante la acumulación de desigualdades.
Boaventura de Sousa (Coimbra, Portugal, 1940) , en una entrevista en El Salto señala que “El neoliberalismo te crea la idea de que hoy el gran vencedor es el rico. El rico que antes tenía vergüenza de ser rico y tenía que ocultar su riqueza, ahora no, la ostenta y los periódicos muestran la riqueza, dónde viven estos señores, y sus mansiones.”
En cambio, en sus predicciones, Keynes teorizaba un futuro en el que “El amor al dinero como posesión – a diferencia del amor al dinero como medio para los goces y realidades de la vida – será reconocido por lo que es, una morbosidad más bien repugnante, una de esas propensiones semi-criminales, semi-patológicas de las que se encarga con estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales.”
Si el objetivo de “la ciencia y el interés compuesto” hubiera sido el bien común, poner la vida en el centro, terminar con las desigualdades, avanzar en sostenibilidad, tal vez estaríamos preocupándonos por qué hacer con nuestra libertad como predijo Keynes. Pero la realidad es bien distinta, y lo es por la idolatría del crecimiento económico, por la mercantilización de las relaciones, por la monetización de la experiencia humana, porque buena parte de las mejores mentes del planeta trabajan para persuadirnos y hacernos creer que somos seres individuales capaces de alcanzar la gloria económica con esfuerzo, y si no lo conseguimos es por culpa de alguien más pobre que nosotras, por culpa de migrantes, por culpa de las feministas, del ecologismo o de una niña molesta como Greta Thunberg.
La manipulación es uno de los grandes negocios del siglo XXI, en la misma entrevista en El Salto, Boaventura de Sousa destaca que “Es muy importante para el neoliberalismo la idea de que todo está empezando ahora, que el pasado no cuenta. La manipulación de la memoria, de la historia”. En un momento histórico en el que podríamos tener resueltas las necesidades materiales de la vidas y deberíamos estar pensando en la gestión de nuestra libertad, somos menos libres.
Las grandes fortunas cuando ven alguna mínima amenaza al crecimiento basado en las desigualdades, ponen a sus voceros a gritar que se traiciona a España.
Estamos inmersas en el mayor experimento psicológico de todos los tiempos, buscamos cada pocos minutos nuestra recompensa en la caja de Skinner en la que se han convertido nuestros teléfonos, recompensas que en demasiadas ocasiones tienen forma de fake news y que por el filtro burbuja del que habla Eli Pariser, nos encierran en islas ideológicas y culturales haciéndonos creer que estamos en posesión de la verdad absoluta.
Y todo esto ¿para qué? Pues para que se produzcan noticias como esta: “Los 500 más ricos del mundo acaban 2019 más ricos que nunca” “Las grandes fortunas del mundo nunca han tenido tanto dinero como a cierre de 2019. El año acaba en máximos históricos para las 500 personas más ricas del planeta, que sumaron a su fortuna en los últimos 12 meses 1,2 billones de dólares (más de un billón de euros)”.
Estos niveles de acumulación de riqueza solo son posibles acumulando desigualdades. Necesitan políticas económicas que favorezcan esas desigualdades y políticos que las justifiquen en pro del supuesto “bien común” que supone maximizar resultados empresariales.
El economista serbio Branko Milanović señala que “Con sus donaciones, los ricos compran políticas económicas que les benefician” .
Y las grandes fortunas cuando ven alguna mínima amenaza al crecimiento basado en las desigualdades, ponen a sus voceros a gritar que se traiciona a España.
El economista francés Tomas Piketty, experto en el análisis histórico de la desigualdad, en su último libro “Capital e ideología” (Editorial Deusto) sostiene que la desigualdad tiene su origen en la ideología y en la política y no en la evolución económica o tecnológica. Para Piketty el hilo conductor de la historia de las sociedades humanas es la lucha de ideologías y en su nuevo trabajo expone una propuesta ambiciosa para terminar con las desigualdades
No ha sido la evolución económica la que nos ha alejado del mundo de libertades y ocio que predijo Keynes para 2030, han sido y son la ideología y la política las que han roto el futuro que Keynes predijo para sus nietos.
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