Ondean las banderas en la entrada
de la catedral moderna.
La hinchada puerta metálica
se eleva con su propia liturgia.
Se ilumina el pórtico de la gloria.
La música, dispersa a ras de suelo,
se infiltra, enlata sentimientos,
incita a comprar el presente
a precio de oro y fuego.
Frontispicio rico en números sacros.
En la puerta; flujo ordenado de parias.
Tratados que se firman para sortear fronteras.
Familias a precio de saldo o fuera de contexto,
sin agua, entre ruinas, barro, concertinas,
techos de lona para espacios modulares
construidos por culpa de las putas guerras
(las nuestras)
El aliento de la bestia apesta.
La reducción del deseo no es suficiente freno.
Continúa la fiesta y sobre ella, gobierna la bestia
ondeando su bandera.
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