Pizarro, el guerrillero que buscó la paz

El M-19 se crea como una guerrilla urbana nacionalista, bolivariana y socialista, y después de una activa campaña publicitaria dan su primer golpe de efecto en enero de 1974, con el robo de la espada del Libertador

Por Angelo Nero

Es necesario un clima positivo para alcanzar una solución política y para ello todos los interlocutores debemos tener grandeza política y una responsabilidad enorme frente a las futuras generaciones colombianas. Nosotros creemos que este no es un momento para los tiros ni tampoco para los votos. Es un momento de la inteligencia y esperamos que todos los colombianos pongamos esa inteligencia al servicio de la causa de la paz, para que nuestro pueblo tenga la certeza de que es posible construir una sociedad habitable. Y la responsabilidad de ello es responsabilidad del gobierno, pero también lo es del movimiento guerrillero, de los partidos políticos, de la Iglesia, de los medios de comunicación, de todos.”

Así hablaba Carlos Pizarro, el comandante guerrillero del Movimiento 19 de abril, más conocido como M-19, una especie de Che Guevara colombiano que buscó todos los caminos hacia la paz, también hacia la justicia social, con los tiros o con los votos, o negociando, cara a cara, con un estado que, todavía hoy en día, sigue en manos de una oligarquía corrupta y criminal, que sigue siendo enemigo de la paz y, sobretodo, de la justicia social.

El movimiento guerrillero liderado por Carlos Pizarro surgió elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando un fraude electoral llevó a la presidencia al candidato oficialista Misael Pastrana, frente al opositor Gustavo Rojas Pinila, aunque no tuvo su primera conferencia política hasta 1973, donde se oficializó su creación, bajo la dirección de Álvaro Fayad, Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Gustavo Arias Lodoño y Carlos Pizarro, que ya había militado anteriormente en las FARC-EP, de dónde había salido por discrepancias con el grupo dirigente.

El M-19 se crea como una guerrilla urbana nacionalista, bolivariana y socialista, y después de una activa campaña publicitaria dan su primer golpe de efecto en enero de 1974, con el robo de la espada del Libertador, que convierten en su consigna “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha. Con el pueblo, con las armas, al poder. Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo”. En 1978 la organización da un salto cualitativo al robar 10.000 armas del Ejército Nacional en el norte de Bogotá (entre ellas el fusil del mítico guerrillero Camilo Torres), lo que desatará una represión feroz que llevará a prisión a la mayor parte de sus dirigentes. Al año siguiente Carlos Pizarro es capturado y enviado a la cárcel de La Picota, dónde permanecerá los tres años siguientes, hasta la amnistía decretada por el presidente Belisario Betancurt.

Mientras Carlos Pizarro está en prisión, la actividad del M-19 no cesa, en febrero de 1980 toman la embajada de la República Dominicana, tomando varios rehenes, entre ellos el embajador estadounidense, y después de tres meses el comando negocia su liberación y se refugian en Cuba. A la isla caribeña también viaja Pizarro, cuando es liberado, mientras en Colombia se desata una lucha a cara de perro entre la organización guerrillera y el Cártel de Medellín que crea una organización paramilitar, el MAS (Muerte a los secuestradores) para combatirla.

En Cuba tiene una de las pocas treguas con su familia, con su compañera de vida y militancia, Myriam Rodríguez, que relataba así cómo había escapado al primer cerco, el que supuso la captura de Pizarro: “Rápidamente, y a tiempo, había logrado escaparme en compañía de mis dos hijas, la mayor de 7 años y la pequeña de 8 meses de edad. Caminaba entre los piquetes de soldados que inundaban la ciudad, con una pequeña bolsa en donde llevaba los pañales y los biberones de mi hija y dos granadas de fragmentación. Por su seguridad, había tenido que dejar a mis hijas con mi familia. Nada podía garantizarles y la persecución era implacable. Así que el único camino que me quedaba era la clandestinidad.” Aún así dejó a sus hijas al cuidado de sus abuelos y volvió a la guerrilla, donde al poco tiempo fue también capturada, torturada y encarcelada. Con la amnistía volvieron a reunirse con sus hijas en Cuba.

Una de sus hijas, María José, reconstruye desde estos recuerdos felices la vida de su padre, en el documental de Simón Hernández “Pizarro”, en el que hace una reconstrucción de personaje público, de una de las figuras más notables de la historia de Colombia en su momento, pero también del padre que perdió, que nunca tuvo del todo, entregado a la lucha guerrillera y política. Intenta responder a las preguntas de porqué, después de esa estancia feliz en Cuba, regresa a Colombia a reanudar el combate, mientras, poco a poco, van cayendo los líderes del M-19, Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Gustavo Arias Lodoño… hasta convertirse en el comandante indiscutible de la guerrilla. Porque él hombre que perseguía la paz no encontró entonces otro camino que la guerra.

Fueron esos años los de una fuerte ofensiva guerrillera, con la creación, en 1986, del Batallón América, junto con el Movimiento Armado Quintín Lame, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru de Perú y el Alfaro Vive ¡Carajo! de Ecuador y los Tupamaros de Uruguay, desarrollando una exitosa campaña militar, y al año siguiente el M-19 participa en la fundación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar junto a las guerrillas colombianas de FARC-EP, UC-ELN, Quintín Lame, EPL y el PRT. También sufrieron grandes reveses, como la toma del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985, en la que caen el comandante Álvaro Fayad y treinta guerrilleros, además de 50 rehenes. Esto obligó al presidente Virgilio Barco a iniciar un proceso de paz, en el que Carlos Pizarro y su grupo se involucraron hasta la firma de los Acuerdos de marzo de 1990.

En el documental de Simón Hernández salen muchos de los protagonistas de estos años en los que pudo haber cambiado todo en Colombia, como Antonio Navarro Wolff, que fue segundo comandante del M-19, y recogería el legado político de la organización; del abogado Gustavo Fallón, de la Comisión Colombiana de Juristas, de Jaime Castro, ministro de gobierno con Pastrana, al que le correspondió afrontar la masacre del Palacio de Justicia; del escritor Otty Patiño, otro de los fundadores del grupo guerrillero; de Rafael Pardo, consejero presidencial para la paz, que negoció con Pizarro los Acuerdos de 1990.

En la parte final de “Pizarro”, asistimos a la esperanzada firma de los acuerdos de paz, a la amnistía, al desarme y a la desmovilización de la guerrilla, y a la conversión en emergente fuerza política que participa en la Asamblea Nacional Constituyente. Mientras su hija, veinte años después de su muerte, regresa de su exilio catalán a Bogotá, recuerda la campaña presidencial de Carlos Pizarro, en medio de fuertes tensiones, ya que partía con opciones reales de triunfo, mientras en las calles suena el nombre, la de Gustavo Petro, compañero del M-19, que también tomó parte de los Acuerdos de Paz, y que ahora suena como favorito en las elecciones presidenciales de este año 2022.

La campaña presidencial de 1990 fue realmente violenta, dos candidatos presidenciales de la Unión Patriótica, organización creada tras la tregua alcanzada cinco años antes entre las FARC y el gobierno de Belisario Betancur, fueron asesinados, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, tras lo que se retiraron de la contienda, lo que no evitó que más de mil de sus militantes fueran masacrados.

El M-19 también puso su sangre en estas elecciones, la del propio Carlos Pizarro, que fue asesinado un 8 de marzo de 1990, causando una gran conmoción en el país y, sobretodo, en el seno de la organización, que aún así decidió presentarse con Antonio Navarro Wolf como candidato, logrando el 13% de los votos y el tercer lugar en la contienda, que venció el liberal César Gaviria. El sicario que mató a Carlos Pizarro en el interior de un avión, fue abatido al momento, y la investigación sobre su crimen, atribuida en primer momento a Pablo Escobar, se encontró con varios callejones sin salida, hasta que, como recoge también el documental, la fiscalía general ordenó, en 2014, la exhumación del cadáver, para recopilar información sobre su muerte. Los únicos condenados por su muerte fueron los hermanos Castaño, paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), al servicio de los intereses del Cartel de Cali y de las cloacas del estado colombiano.

María José Pizarro, que tenía tan solo doce años cuando asesinaron a su padre, después de su regreso a Colombia, hace ya una década, es ahora congresista del Pacto Histórico de Gustavo Petro, y declaraba a El País: “La decisión política fue hacer pública mi historia, que es una historia clandestina, de la insurgencia, de las que no se habla en este país. Es una historia proscrita, porque somos los hijos de los guerrilleros. Todo me ha llevado al momento en el que estoy: el trabajo de memoria con las organizaciones de víctimas, recorrer este país, ser una de las voces del exilio, pero también del movimiento nacional de víctimas, toda la discusión de los acuerdos de paz. Todo eso me llevó a un momento de inflexión, que creo que es de toda nuestra generación. Tenemos el derecho a vivir una historia diferente a la de nuestros padres.” Sobre Petro afirma: “Siento que Gustavo recoge mucho de la identidad del M-19.”

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