Pinar Selek: la socióloga turca cuatro veces absuelta y que cuatro veces vio revocada la absolución

El gobierno turco es hoy un animal malherido que tiene miedo. Es muy peligroso. Nos tememos explosiones, asesinatos, provocaciones para continuar en el caos.

Por Marcela Mora y Araujo / Página12

Profesora de sociología, escritora y activista, conocida -entre otras cosas- por sus estudios sobre los colectivos oprimidos en Turquía, de donde es oriunda, Pinar Selek vive su exilio en Francia. Tras el golpe de Estado de 1980, decidió estudiar Sociología porque “pienso que es necesario analizar las heridas de la sociedad para poder curarlas”. Obtuvo su Doctorado e inició una labor de investigación en torno a la diáspora kurda. Estuvo presa en Turquía, y cuatro veces fue absuelta, pero cada vez se revoca la decisión judicial. La última absolución fue revocada justo antes del terremoto, cuando comenzó una campaña internacionalista para pedir por el cese de la persecución política y judicial, y para exigir que no sea extraditada.

“Nos consta que te defines como militante; de la poesía, feminista, anti-militarista y libertaria.”; así la presenta en una entrevista la editorial Libélula Verde, editorial de ecología social que en 2020 publicó su libro La Máscara De La Verdad, en español. Ahora Pinar vive en Niza, donde da clases por la mañana y atiende el llamado de Las12 tarde a la noche. Con increíble buen humor y disposición, conversamos en una mezcla de inglés -que le cuesta a ella- y pésimo francés de su entrevistadora.

La charla será conducida en cuatro idiomas, a lo largo de varios días, mezcla de llamadas, mensajes y escritos… con la ayuda de su amiga, colega, y traductora al español de su libro, Maite Galarza, quien desde el País Vasco se preocupa de pulir detalles y desambiguar conceptos.

Comenzamos hablando sobre el terremoto que impactó Turquía y Siria hace dos semanas*, dejando un saldo de miles de muertos (el número exacto es difícil de determinar aún, la cifra oficial al momento de escribir esto, supera los 47.000 además de la destrucción total de sus viviendas y pertenencias). Cuando primero hablamos, quise saber cómo estaba Pinar, desde su lugar de residencia actual, y su gente en el lugar del sismo. Me respondió sin titubeo alguno: Un grande tristesse, contestó en francés, et colere. Tristeza y cólera. “Furious”, me dice en seguida en inglés. Categórica.

-Para empezar, la tristeza es tremenda. Estas personas, que vienen acumulando desgracias desde hace tiempo, se han visto de repente confrontadas a una violencia terrible. Hemos recibido una bofetada mortal. Estamos derrotados, estamos rotos. Nuestros hijos, padres, amigos, casas, nuestras costumbres han quedado destruidas en pocos días. El dolor por tanta pérdida es monstruoso. Nos desestabiliza, perturba y desarma. Estamos traumatizados. Pero no es solo eso. La ira es enorme, abrumadora. Y no me refiero a una pequeña chispa sino a una rabia que aumentará una vez superado el shock.

Esta ira tiene múltiples factores. En primer lugar, está provocada por la ausencia total del Estado durante los dos primeros días, cuando bajo los escombros miles de personas aún con vida esperaban auxilio. Cada minuto contaba, pero los únicos que acudieron fueron los ciudadanos con sus propios recursos, sin la maquinaria que hubiese permitido salvar a las personas. A pesar de todo, los ciudadanos consiguieron salvar gente, socorrer y alimentar a los sobrevivientes. Vimos cómo se fueron organizando múltiples iniciativas solidarias. Pero a partir del tercer día, el Estado imposibilitó la solidaridad ciudadana y confiscó todas las tiendas (carpas/toldos para refugiados) y alimentos, centralizando el trabajo, pero sin poder llevarlo a cabo. Al cuarto día, el Estado cesó de secuestrar los camiones y la ayuda humanitaria, las grandes máquinas arrojaron los cadáveres o las personas aún en vida junto con los escombros. Tal vez para evitar que se contabilizasen.

La crisis humanitaria desatada estos días en Turquía, a su vez ha generado volúmenes de asistencia internacional sin precedentes. Organismos internacionales y la prensa europea han resaltado, sin embargo el riesgo que corre la distribución de esta ayuda a cargo del gobierno. También se ha criticado mucho la precariedad de los edificios derrumbados; la mala calidad de las construcciones.

Pregunto sobre esta realidad.

-Numerosas personas relacionan esta ausencia o esta debilidad estatal con el hecho de que la mayoría de la población afectada es kurda o aleví. Tal vez, sea una observación apresurada, no lo sé. Lo que sí sé, y lo hemos constatado juntos, es que el Estado represivo está totalmente ausente cuando se trata de un cometido de carácter social. Falta organización, falta personal, falta información, el Estado está ausente cuando lo necesitamos.

Esta ira, provocada por la terrible conmoción, adopta una forma más estructural porque todo el mundo sabe que desde hace veinte años, los promotores -apodados Tigres Anatolios- han deconstruido y construido el país. No es ningún secreto, el gobierno se ha apoyado en esta nueva burguesía y la ha estructurado durante su quinquenio. Son ellos los responsables de los frágiles edificios construidos de forma veloz e irrisoria.

Frente a la ira, el gobierno intensifica la violencia, apoyándose en el repertorio político represivo del país. Nos cuentan que el Estado detiene a las personas solidarias, las tortura, las asesina, acusándolas de pillaje. Concretamente, ha declarado el estado de emergencia en el país prohibiendo toda crítica, organización, comunicación, manifestación. Utiliza la catástrofe para remediar su falta de poder y para retrasar las elecciones. Intenta instalar el pánico en el país como ya lo hicieran con éxito gobiernos anteriores. El gobierno es hoy un animal malherido que tiene miedo. Es muy peligroso. Nos tememos explosiones, asesinatos, provocaciones para continuar en el caos.

No obstante, la ira y el dolor del pueblo son tan grandes que el miedo no podrá instalarse fácilmente. Pienso que estamos viviendo un cambio de registro. A pesar de la represión, la sociedad civil sigue brotando como flores en el cemento. Son flores muy fuertes ya que tienen raíces muy profundas que, frente a la muerte, se fortalecen desde la solidaridad. Seguimos conmocionados. Creo que el mundo va a comprender pronto que Turquía es otro país, que la población ha cambiado, sacudida por una resurrección. El gobierno no podrá sobrevivir a esta metamorfosis, se va marchar.

Me interesa explicar esta tensión con las poblaciones kurdas y los refugiados sirios. Turquía es el país que mayor número de refugiados alberga, en gran parte debido a un acuerdo con la Unión Europea por el cual al país se le paga para que estos refugiados permanezcan en Turquía. Este acuerdo es considerado por muchos como una de las mayores aberraciones firmadas por la Unión Europea (UE) en la última década.

-A este respecto, el gobierno, los medios de comunicación y la extrema derecha turca persiguen principalmente a los exiliados sirios. Dicen que hay desavenencias entre diferentes comunidades. No es cierto. Si bien no estoy allí, intento seguir muy de cerca todas las interacciones. Lo que constato es que la solidaridad popular va más allá de las diferencias étnicas. Pero los medios de comunicación, las fuerzas estatales imponen su VERDAD, y esta es muy peligrosa. La comunidad internacional debe proteger de inmediato a los exiliados sirios en primer lugar. [La Comunidad Europea] debe dejar de enviar dinero a Turquía para que esta retenga en su territorio a los sirios. Hay que abrir las fronteras porque si no esos exiliados pueden ser las víctimas de la política del caos.

-¿Puedes explicarnos en qué está el proceso de tu caso judicial? Has sido absuelta cuatro veces y cada vez revocan ese fallo y te vuelven a acusar. Imagino que es doloroso repasar tu historia tantas veces, pero puedes pensar en explicar esto a un público que no conoce la región, ni los detalles del caso, de la manera que te sientas más cómoda.

-Sabes, desde hace 25 años, es decir la mitad de mi vida, soy víctima de una persecución judicial de dimensiones kafkianas. Provengo de una familia de tradición militante: mi abuelo fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores en Turquía, y mi padre Alep, abogado defensor de Derechos Humanos (que sigue trabajando a pesar de su avanzada edad, junto con mi hermana Saida también abogada, en mi defensa) permaneció 5 años en prisión tras el golpe de estado de 1980. Decidí estudiar Sociología porque pienso que es necesario analizar las heridas de la sociedad para poder curarla. Tras obtener mi doctorado inicié una labor de investigación en torno a la diáspora kurda, realizando varios viajes al Kurdistán, a Alemania y a Francia. El 11 de julio de 1998 la policía de Estambul me detuvo, exigiéndome que les entregase la lista de todas las personas que había entrevistado. Sufrí torturas, pero resistí y no di ningún nombre. Y en aquel instante pusieron en marcha una nueva estrategia de tortura psicológica aún más virulenta, ya que me acusaron de haber cometido un atentado en el mercado de especias de Estambul, causando 7 muertos y más de un centenar de heridos. Si bien todos los informes periciales confirmaron que la explosión se debió a un escape de gas, permanecí en la cárcel durante dos años y medio. Gracias a la labor colectiva de muchísimos abogados y la movilización de la sociedad civil, fui absuelta por primera vez en 2006.

Pero la persecución judicial no había hecho más que empezar. En 2008 tuve que salir precipitadamente de Turquía, acogida en un principio en Alemania y después en Francia, país en el que obtuve la nacionalidad en 2017. En total he sido condenada y absuelta en cuatro ocasiones. El pasado mes de junio la agencia de prensa estatal anunció que la Corte Suprema de Turquía había anulado la cuarta absolución, lo que significaba de facto la condena a cadena perpetua. Pero durante 6 meses mis abogados no recibieron ninguna notificación, es decir, he vivido desde entonces en un auténtico limbo jurídico, en una pesadilla psicológica. El comunicado oficial llegó finalmente el 6 de enero: el Tribunal Penal de Estambul notificó a mi equipo de abogados que la audiencia se celebraría en Estambul el 31 de marzo y confirmaron que habían emitido una orden de arresto internacional en mi contra. Lo que significa que puedo ser detenida en cualquier momento.

Pero no soy un caso aislado, muchísimas personas han sufrido y siguen sufriendo en la actualidad la violencia de un Estado que no acepta la crítica ni las voces disidentes. Le puedo enumerar innumerables casos, como el de mi amigo el periodista armenio Hrant Dink asesinado en 2007, el del líder kurdo copresidente del HDP (Partido Democrático de los Pueblos) Selahattin Demirtaş encarcelado desde 2016… Turquía es una prisión a cielo abierto. Hay miles de prisioneros políticos, militantes asociativos, periodistas, artistas, músicos, escritores, universitarios, diputados, alcaldes… En 2020 se contabilizaban 357 detenidos por cada 100 mil habitantes. Desde entonces esta cifra no ha cesado de aumentar.

-¿El terremoto y la catástrofe pueden tener algún impacto? ¿Hay riesgo de que no se respete esta fecha del 31 de marzo en Estambul?

-Mis comités de apoyo, presentes no solo en Francia (tengo comités también en Suiza, en Italia, en España, en Brasil…) se están movilizando activamente: por un lado, exigiendo a los parlamentarios y responsables políticos que manifiesten públicamente su apoyo indefectible y la protección que merezco como ciudadana francesa que soy. Y por otro lado, están organizando una gran delegación de observadores internacionales, compuesta de abogados, políticos, defensores de derechos humanos, periodistas, militantes… que se desplazarán a Estambul el 31 de marzo exigiendo justicia para Pinar Selek. Porque esta farsa judicial debe cesar.

Yo estaré en París a partir del 29 de marzo acompañada de diversas personalidades y de miembros de mis comités de apoyo. Mis comités irán informando sobre las diversas acciones que se están organizando.

-Más ampliamente, hubo sucesos importantes antes de la última revocación de tu absolución; las protestas en Irán tras la muerte de la joven kurda Mahsa Amini; también un atentado en Paris contra un centro kurdo… ¿Cómo se relacionan estos hechos con tu situación (si es que se relacionan)?

-Yo no soy más que un pequeño eslabón en el gran tablero de la resistencia, por el que se paga un precio muy alto. Ya que mi juicio es uno de los indicadores del mal que lleva enraizado en Turquía desde hace mucho. Refleja por un lado la continuidad del régimen autoritario y la composición del dispositivo represivo. Este juicio es una pieza más de las medidas políticas ideadas de cara a las elecciones. Pocos días antes del asesinato de tres personas kurdas en Paris, escribí en mi blog de Mediapart que el año 2023 sería previsible. Antes de las elecciones veremos nuevos atentados organizados por los “invisibles”. No hace falta ser vidente para comprender que un gobierno en apuros pondrá en marcha una estrategia del caos alimentada por el sombrío inventario político del país. El atentado de Estambul el pasado 13 de noviembre presagiaba lo peor. Después vinieron los asesinatos de Paris. Y va a seguir…

-En el marco de la situación geopolítica actual de Turquía, la OTAN, el bombardeo ruso a Ucrania, más la catástrofe actual pos terremoto. ¿Cómo entra la avanzada contra tu caso también en este escenario?

-El gobierno cuenta con la aprobación de Rusia, tal y como sucedió con Irán. Ambos países quieren acabar con los kurdos ya que estos se han convertido en una fuerza democrática en la región. Y a Rusia no le conviene esta fuerza democrática, quiere conservar el statu quo. Turquía se aprovecha de la situación a la vez que sigue perteneciendo a la OTAN. Mientras los países occidentales no tomen una posición clara contra estas políticas, Turquía no saldrá del túnel del horror en el que encerrará a toda la región y a la propia Europa.

*Fecha de publicación original: 24 de febrero de 2023

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.