«¡¿Pescado tampoco?!»

Ha trabajado en organizaciones como Igualdad Animal o Equalia. Ahora continúa con su activismo personal por los derechos de los animales, colaborando de distintas formas con asociaciones del entorno.

A la distorsión del veganismo también han contribuido famosos, que han presumido de hacer su enésima dieta, esta vez «vegana», haciendo llegar a sus seguidores que es un régimen más, como los que se ponen de moda cada cierto tiempo.

Por María Villaluenga

Esta es una de las preguntas más comunes que se le hace a un vegano. Este topicazo se suele formular en una conversación, interrogatorio más bien, donde el vegano es el que hace unas cosas raras e incomprensibles que hay que averiguar a golpe de preguntas. ¿Por interés? La mayoría de las veces yo lo dudo. A esta cuestión estrella se unen el queso y los huevos («pero si no son animales» …) y ya, si quieres que exploten cabezas, puedes hablar de ropa y cosmética, por ejemplo.

Dejando aparte la ironía, este desconocimiento, tan básico en el veganismo, demuestra la ignorancia que tiene la población sobre el tema, por desprecio o desinterés. De un tiempo a esta parte, la palabra «veganismo» se ha puesto de moda. Organizaciones que llevan años desarrollando campañas para dar a conocer el movimiento, su porqué y todo lo que lleva consigo, se las ha silenciado y ridiculizado. Ahora interesa, porque genera dinero. Y esto es lo último que busca el veganismo precisamente. 

Empresas alimenticias, cárnicas liderando la lista, se han subido al carro de los productos veggie y vegan (nótese que usan estas palabras indiscriminadamente, sin tener ni idea de la diferencia), intentando ampliar su target de consumidores. Su falta de escrúpulos hace que produzcan estos productos en naves aledañas a los mataderos, donde sacrifican decenas de miles de animales al día para sus productos insignia.

A la distorsión del veganismo también han contribuido famosos, que han presumido de hacer su enésima dieta, esta vez «vegana», haciendo llegar a sus seguidores que es un régimen más, como los que se ponen de moda cada cierto tiempo.

Y a esta superficialidad se suman los detractores y difundidores de bulos, que alertan de la falta de nutrientes, vitaminas («y la B12, ¿de dónde la sacas?») y aire, si me apuras, de esta alimentación. Como curiosidad, detrás de estos bulos, la mayoría de las veces, está la industria cárnica…

Ahora tiremos todo esto a la basura y reseteemos: el veganismo NO es una dieta, es una filosofía de vida; es un acto político. Una forma de interactuar con los demás habitantes de este planeta, con lo que nos rodea, sin violencia, en igualdad, con empatía, solidaridad, fomentando el bienestar y el equilibrio. 

The Vegan Society lo define exactamente así: «Una filosofía y forma de vida que busca excluir, en la medida de lo posible y practicable, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales, incluyendo su uso para comida, ropa, o cualquier otro propósito».

Es una convicción que se demuestra en cualquier momento, sobre todo a la hora de ejercer como consumidor. Cualquier producto y/o objeto que contenga algún componente de origen animal es descartado. ¿Radical? No, lo preocupante es que tantas y tantas cosas tengan ingredientes animales. 

He dicho que lo demuestras sobre todo como consumidor porque hay una incoherencia muy extendida (e incomprensible para un vegano): los que aman y dan la mejor de las vidas a los animales con los que viven («mascotas» para ellos), pero toman café con leche, comen filete de pollo y cenan merluza. Aquí empezamos a ver que el que hace cosas raras e incomprensibles, como escribía al comienzo de este artículo, parece que no es el vegano… Vaya, parece que el veganismo es coherencia.

Y hablando de incoherencia, no quiero dejar pasar este texto sin mencionar lo que sí que es una moda, y es poner un nombre molón al omnívoro de toda la vida: flexitariano. Me parece una burla, sinceramente, que el que come de todo, como buen tradicional, se ponga nombre cool, como si no tuviera nada que ver con el carnívoro de toda la vida. Me provocan más respeto las personas que reducen poco a poco su consumo de carne, que los que le ponen un nombre moderno a lo de siempre para tener un hashtag guay.

Me gustaría desarrollar también el concepto de acto político respecto al veganismo. Voy a ponerme yo misma de ejemplo: estoy totalmente en contra del maltrato animal, del especismo y del capitalismo, principal motor de las empresas alimentarias y cárnicas. Y lo ejerzo en mi cesta de la compra, en mi nevera, en mi plato, no hay un solo ingrediente procedente de estas empresas; no contribuyo con un solo céntimo a sus ingresos. Pero tampoco lo hay en mi ropa, en mi cosmética, en lo que me tomo en una terraza, en la correa de mi reloj, en…

Esta forma de vida ha venido para quedarse, para heredarse, para extenderse, porque es inconcebible que quien busque la coherencia en su existencia, esto es, la igualdad, la paz, la empatía, el equilibrio, la sostenibilidad, el antiespecismo, por decir algunas, no vea el veganismo como una forma de aportar su grano de arena para conseguirlo. Y porque el antropocentrismo no puede mantenerse más tiempo en este mundo ya colapsado.

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