Armenia me duele, me duele por su gente, y por lo sola que la está dejando la comunidad internacional
Por Angelo Nero
“La posición de la República de Armenia es clara e inequívoca: las unidades invadidas de las fuerzas armadas de Azerbaiyán deben abandonar el territorio soberano de Armenia. En general, quiero enfatizar que no se trata solo de los eventos de los últimos días, sino también de la invasión que tuvo lugar en el área de Khoznavar el 12 de mayo del año pasado. La República de Armenia registró esta posición durante las discusiones celebradas ayer en el Consejo de Seguridad de la ONU.” Ha afirmado el primer ministro armenio Nikol Pashinyan, este viernes, 16 de septiembre, a la vez que ha confirmado la muerte de 135 militares, entre los que se encontraban 5 mujeres, una de ellas también ha sido violada y mutilada por los agresores azerís.
Para aquellos que vengan leyendo estas crónicas urgentes sobre el último capítulo del conflicto que amenaza con incendiar el Cáucaso, y que pensarán, con razón, que hay otros territorios en el mundo que están siendo bombardeados, y cuya población está sufriendo la barbarie de la guerra, les pido perdón por mi insistencia, por no estar ahora mismo mirando hacia la sufrida Tigray o hacia otros lugares en los que he intentado arrojar un poco de luz -coincidirán conmigo en que sobre Ucrania ya hay mucha tinta derramada-, pero es que Armenia me duele, me duele por su gente, y por lo sola que la está dejando la comunidad internacional.
Lo escenificó sin una pizca de pudor, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, viajando a Baku, a mediados de julio pasado, para posar sonriente con el dictador azerí, Ilham Aliyev, para cerrar un importante acuerdo en materia energética: “Con este nuevo memorándum de entendimiento, abrimos un nuevo capítulo en nuestra cooperación energética con Azerbaiyán, un socio clave en nuestros esfuerzos por alejarnos de los combustibles fósiles rusos”, porque resulta que la Rusia de Putin es un régimen totalitario, al que hay que combatir -eso si, que sean otros los que empuñen nuestras armas-, mientras que el régimen azerí es una democracia, aunque importantes organizaciones internacionales denuncien su desprecio por los derechos humanos. ¿Derechos humanos? Si tienen petróleo igual no son tan malos.
Ayer mismo, también el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, instaba a las partes a respetar el alto el fuego firmado y a negociar un acuerdo de paz duradero, eso sí, sin condenar el ataque del ejército azerí a gran escala, en varios frentes de la frontera oriental de Armenia, adentrándose varios kilómetros en territorio soberano armenio, aunque negando que esta nueva agresión armada esté relacionada con el acuerdo sobre el suministro de gas azerí hacia Europa, y con la contraofensiva ucraniana. “No está vinculado con los temas del gas”, ha afirmado el político francés, en una muestra de desprecio hacia todos los analistas de geopolítica que están señalando justo lo contrario. Que las guerras no son por derechos humanos, sino por la gestión de los recursos naturales y por intereses geoestratégicos, es indiscutible, aunque todavía hay tertulianos que intenten convencernos de lo contrario.
Armenia tiene motivos de sobra para estar decepcionada con Europa, esa Europa hacia la que miraba Nikol Pashinyan cuando triunfó su Revolución de Terciopelo, para la que el gas azerí tiene indudablemente más valor que el sufrido pueblo armenio -no ignoremos que hay países dentro de la UE, como España, que no han reconocido el Genocidio Armenio de 1915, para nuestra vergüenza-, pero también con su tradicional aliada, Rusia. “Estamos muy insatisfechos. No podremos explicarles durante mucho tiempo a la población por qué la OTSC no ha hecho lo que estaba previsto”, ha señalado el presidente del parlamento armenio, Alén Simonián. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) es una alianza militar en la que está tanto Rusia como Armenia, así como Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, y Tayikistán. Precisamente estos dos últimos países de Asia Central también están estos días manteniendo un enfrentamiento armado en su frontera común, que ya ha causado 24 muertos y un centenar de heridos.
Pero, aparte de los movimientos políticos y diplomáticos, detrás de todo esto está el drama humano, no solo la de las familias de ese centenar largo de militares armenios que han perdido la vida en el ataque azerí -también murieron 75 soldados de Azerbaiyán, pero en este caso eran atacantes, así que no seré yo quien les invoque-, sino la de los 7.600 desplazados, según las cifras de la Defensoría de los Derechos Humanos de Armenia, que han tenido que dejar atrás sus hogares, que en muchos casos han sido destruidos.
Para terminar, como informa la periodista argentina de Diario Armenia, Betty Arslanian, las banderas de EEUU han ondeado este sábado 17 de septiembre en Ereván, con la llegada de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana, que “Afirmó el compromiso de su país con la seguridad, economía y democracia en Armenia y en el Cáucaso. Refirió a su apoyo para la solución del conflicto de Arsakh como copresidente del Grupo de Minsk y amiga de Armenia desde hace mucho.” Visto los beneficios de su último viaje a Taiwán, los ciudadanos de la sufrida armenia no creo que alberguen muchas esperanzas sobre lo que les pueda reportar la visita de la política norteamericana.
Mañana, seguramente, tendremos que seguir hablando de Armenia, pero no olvidaremos otras zonas del mundo donde también caen bombas y muere gente inocente, esas zonas que siguen en la sombra informativa, y sobre las que, desde nuestra humilde trinchera del periodismo alternativo, insistimos en arrojar luz.
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