Por Daniel Seixo
"Nosotros no somos utopistas. No "soñamos" con cómo podrá prescindirse de golpe de todo gobierno, de toda subordinación, estos sueños anarquistas, basados en la incomprensión de las tareas de la dictadura del proletariado son fundamentalmente ajenos al marxismo y, de hecho, sólo sirven para aplazar la revolución socialista hasta el momento en que los hombres sean distintos. No, nosotros queremos la revolución socialista con hombres como los de hoy, con hombres que no puedan arreglárselas sin subordinación, sin control, sin "inspectores y contables". Pero a quien hay que someterse es a la vanguardia armada de todos los explotados y trabajadores: al proletariado. La "administración burocrática" específica de los funcionarios del Estado, puede y debe comenzar a sustituirse inmediatamente, de la noche a la mañana, por las simples funciones de "inspectores y contables", funciones que ya hoy son plenamente accesibles al nivel de desarrollo de los habitantes de las ciudades y que pueden ser perfectamente desempeñadas por el "salario de un obrero"" Vladímir Ilich Uliánov, "Lenin"
"Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede incomunicarlos, ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos." Fidel Castro
“La redención discursiva de una pretensión de verdad lleva a la aceptabilidad racional, no a la verdad” Jürgen Habermas
Ponemos el grito en el cielo por la detención de la joven capitana del Watch 3 Carola Rackete, nos escandalizamos con la muerte de Valeria –de 23 meses– y su padre Óscar Martínez –de 25 años– cuando intentaban llegar a Estados Unidos a bordo de una improvisada lancha que los alejase de la violencia y la miseria en El Salvador, pero tras eso inmediatamente regresamos a un estado de shock que ha sido continuo para la clase obrera mundial desde la caída del muro, desde aquel largo golpe de estado en la Unión Sovietica que finalmente culminó con la orden de Boris Yeltsin de bombardear mediante carros de combate y artillería el edificio sede de la soberanía popular. De nada sirvió que el pueblo fuese todavía fiel al comunismo, la democracia siempre había sido una excusa para la guerra y el capitalismo en esta ocasión se habían impuesto al comunismo.
Siendo gallego y llevando por tanto en mi ADN la histórica experiencia de la mala elección de bandos en conflictos de interés, os diría que no es para tanto. Simplemente elegimos el bando que perdió aquella batalla, la lucha obrera previa y todas las luchas de los desheredados por conquistar derechos nos llevaron a un punto clave en la historia en el que por primera vez la clase trabajadora parecía guiar el destino no solo de una nación, sino de toda una alternativa real para lograr hacer un mundo más justo, mejor. Cuando la Unión Soviética cayó, no lo hizo sola, cayeron con ella los sueños y esperanzas de muchos millones de personas que habían puesto bajo su bandera la confianza de toda una clase social. La patria de Lenin simbolizó para muchos el primer rayo de esperanza de cara a lograr creer que era realmente posible cambiar las cosas, romper la rueda.
Sin duda, no sucederá lo mismo cuando Estados Unidos caiga. El virus del capitalismo ya ha infectado al planeta y podría dejar morir tranquilamente a su huésped, el parasitismo del sistema logra ser tan desmedido que ni tan si quiera se muestra capaz de garantizar su propia supervivencia. No pidan al capitalismo o a los verdaderos convencidos del mismo que pienses en algo así como el desastre climático, el Apocalipsis nuclear o las posibles consecuencias de tecnologías realmente delicadas. El capitalismo se ejemplifica en un planeta con fiestas en las que cuatro niños malcriados derraman en una piscina de Ibiza el sueldo de varias generaciones de obreros en Vietnam, pero cada vez más también el de un obrero español e incluso estadounidense… La demencia comienza a resultar tan visible que los poderosos ya han comenzado a protegerse ante posibles contratiempos.
Sé que vivir un anticapitalismo subvencionado por Nike, Youtube, Amazon, Movistar, Zara, Just Eat, Volkswagen o Netflix es una putada de las grandes, sé que uno siente que resulta imposible levantarse en armas rodeado por un lodo que todo lo impregna, que se muestra capaz de contaminar cualquier tipo de lucha, cualquier alternativa
No es casualidad el regreso del fascismo a la escena política, ni tampoco la complacencia del sistema mundo con los experimentos represivos de Israel, Arabia Saudi o Ucrania. Desde hace ya un par de décadas, la represión policial, judicial y mediática se ha generalizado a niveles globales, el shock económico ya no basta para tenernos quietos. El miedo comienza a verse superado por la indignación y la rabia amenaza a la vuelta de la esquina. Por muchos avances en la Industria armamentística que los gobiernos puedan llegar a desarrollar, no existe nada que asuste más a los poderosos que un pueblo levantado en armas. Por ese motivo las donaciones de Amancio Ortega, la campechanía del ciudadano Juan Carlos y el ciudadano Felipe o las elecciones periódicas en determinados regímenes políticos e incluso en algunos no tan «determinados» como pudiese parecer a simple vista.
Nos engañan porque nos temen, pero tampoco tendrán inconveniente en reprimirnos, sino que se lo pregunten a los independentistas en el estado español, a los raperos y artistas de nuestro país –pero también a los de Irán o Reino Unido– a los líderes sociales de Colombia, a los periodistas en México, a los Mapuches, a los palestinos, a la población afroamericana en el país de las libertades o los Saharauis en su propia tierra. Nos lo ha mostrado Gamonal, las madres del «No a la droga«, los taxistas, los estibadores, los eternos mineros… Nos lo ha mostrado el movimiento de resistencia palestino, el pueblo sirio, Vietnam, Nicaragua, Portugal e os seus cravos y Fidel soñando con la gloriosa entrada en La Habana ya en Sierra Maestra. Hasta la República española con su firme defensa de nuestros ideales obreros en su lucha contra el fascismo nos mostró que incluso cuando se pierde la guerra, si sus ideales son los correctos, uno puede llegar a contemplar como la lucha de clases renace de sus propias cenizas.
Sé que vivir un anticapitalismo subvencionado por Nike, Youtube, Amazon, Movistar, Zara, Just Eat, Volkswagen o Netflix es una putada de las grandes, sé que uno siente que resulta imposible levantarse en armas rodeado por un lodo que todo lo impregna, que se muestra capaz de contaminar cualquier tipo de lucha, cualquier alternativa. Pero pensemos por un momento en los campesino españoles tras colectivizar sus campos con los inicios de una verdadera revolución social en Andalucía, pensemos en la Barcelona revolucionaria, en los artistas y poetas cogiendo el fusil para defender un sueño, para defender por primera vez una utopía que parecía tener tacto real por aquel entonces.
El capitalismo se ejemplifica en un planeta con fiestas en las que cuatro niños malcriados derraman en una piscina de Ibiza el sueldo de varias generaciones de obreros en Vietnam, pero cada vez más también el de un obrero español e incluso estadounidense
Ellos se mostraron capaces de dar sus vidas por unas condiciones que para nosotros serían insufribles, ellos arriesgaron sus vidas por un dar un pequeño paso de cara a conseguir un gran sueño, tal y como siempre ha hecho la humanidad con sus grandes logros. Siglos de luchas sociales nos llevan a lo largo de la historia a momentos de ruptura en los que una clase social se impone sobre otra en una batalla decisiva, momentos estos sin duda de gran transcendencia para la historia.
Perdimos la batalla aquel 9 de noviembre de 1989, pero antes que aquella trascendental batalla habíamos perdido muchas otras y con total seguridad en nuestro foro interno sabíamos que aquello era algo a esperar. Nadie en su sano juicio podría pensar que el sistema capitalista tiraría la toalla hasta verse total y absolutamente derrotado.
Pero el shock nos ha impactado demasiado, nunca antes las miserias del capitalismo habían sido tan obvias e incluso hasta el más decepcionado con el comunismo, no podrá ya negar aquel viejo chiste que aseguraba que todo lo que el PCUS contaba sobre el capitalismo era finalmente verdad. Fanáticos como Juan Ramón Rallo o Luis Garicano podrán asegurar que el sistema funciona o que solo tenemos que radicalizarlo un poco más para ser realmente libres, para contemplar las bondades del liberalismo, pero el resto de mortales, a los que no nos pagan para justificar el sistema o a los que no nos han criado para ello, no se nos debería ni pasar por la cabeza la viabilidad de esta jodida locura en la que se ha convertido el capitalismo.
Está bien, está bien, llámenme radical, antisistema o incluso pueden llamarme comunista. Que narices, pueden ustedes repasar mis artículos y sacar pruebas para inculparme por apología del terrorismo, estoy seguro de que con lo que he vertido aquí durante todos estos años, a la justicia del estado español no le costaría mucho sacar pruebas para pasarme una temporadita entre rejas o quizás simplemente bastaría para darme un pequeño aviso, eso supongo dependería de lo progresista que se levantase esa mañana la separación de poderes en el estado español. Eso y la voluntad de la prensa, dos dinámicas que se retroalimentan en nuestro estado y que rara vez coinciden con los intereses de los obreritos de tres al cuarto como el que escribe estas líneas.
Consideren lo que quieran cuando les digo que el modelo capitalista ya ha fracasado, pero admitan al menos que si no es así, nos aproximamos demasiado a esa situación. Con Estados Unidos coqueteando con un enfrentamiento real contra Rusia y China y los cazas apuntando ya a Irán o Venezuela, la realidad de una nueva crisis económica que está ya al caer y la obvia inestabilidad política en el conjunto del planeta, no parecen el mejor escenario para seguir apostando por las tácticas de siempre. El modelo neoliberal ha llegado a su fin y de nosotros depende exigir a nuestros gobiernos que se profundice en una alternativa real al capitalismo o simplemente esperar a ver como este jodido mundo se va a la mierda.
Siglos de luchas sociales nos llevan a lo largo de la historia a momentos de ruptura en los que una clase social se impone sobre otra en una batalla decisiva, momentos estos sin duda de gran transcendencia para la historia
No digo que vayamos a instaurar el comunismo a nivel global en un par de meses, ni que los capitalistas vayan a deponer las armas, pero sí aseguro que al menos tendremos que comenzar ya a despertarnos. Resulta necesario reconquistar los espacios de creación de pensamiento y expulsar poco a poco de la lógica global las premisas del capitalismo. No puede resultar natural el primar tu necesidad de una hamburguesa a domicilio frente al derecho de los trabajadores, tu ocio frente a una tributación justa, el ancho de tu televisor o la velocidad de tu coche frente a la vida de millones de seres humanos. Eso es una tendencia que se debe revertir desde las escuelas, las universidades, pero también desde las fábricas, los bares, los conciertos, las exposiciones o los teatros… Recuperemos el discurso y para ello sentémonos a dialogar como clase social y aprendamos. No existe problema en que quienes se sienten a la mesa sean sindicalistas, políticos, estudiantes, marineros, obreros, futbolistas o… No, toreros no, lo siento pero no admitimos asesinos, eso deja también fuera a la OTAN, gran parte del gabinete israelí, al señor X del GAL, a los patrones de las grandes multinacionales, a quienes hacen de la política antidrogas un filón demasiado rentable para el narcotráfico y con eso creo que por ahora ya estaría… por lo que tengo entendido lo del rey emérito fue un accidente y Franco, aunque todavía muchos le sigan buscando un hueco, permanece muerto.
Iniciemos un proceso social de cambio que incluya a todos aquellos que pertenecemos a la clase social proletaria y discutamos también sobre el concepto y la amplitud del mismo. No sé si un futbolista de segunda división con sueldos de varias cifras pueden considerarse clase obrera, pero sí tengo claro que Cristiano Ronaldo o Messi no lo son, por muy simpáticos que salgan en El Hormiguero o por mucho que disfrute cuando meten un gol decisivo en una final de Champions. Asentemos unos baremos mínimos para identificarnos como clase social que sean aplicables incluso en realidades aparentemente ajenas a la nuestra, puede que debamos bucear en la antropología, la sociología y por supuesto en la economía para hacerlo, pero para construir una alternativa al sistema capitalista, resulta vital lograr identificarnos como colectivo, lograr que la injusticia deje de ser un término relativo según en que lugar suceda.
Es hora de pasar a la iniciativa y considerar seriamente si resulta necesaria una alternativa a todo esto, una alternativa al sistema
Que un ser humano pierda la vida con 23 meses tiene la misma importancia en la frontera estadounidense que en la española y debería provocar por tanto una contundente reacción social en cada maldito punto de nuestro planeta. Lo mismo sucede con el terrorismo, las guerras, las emergencias climáticas, las hambrunas o la explotación laboral. No podemos seguir ignorando que nuestros teléfonos móviles y nuestro «moderno» sistema de transporte basado en combustibles fósiles está costando vidas en medio planeta, no podemos ignorar fruto de nuestros privilegios las condiciones de vida de millones de personas en todo el mundo.
No he dicho que equilibrar todo esto vaya a resultar sencillo, ni tampoco prometo grandes logros a corto plazo o un cese inmediato del sufrimiento. Una vez más el cambio social, la alternativa al capitalismo, no viene con garantías, todo lo que propone son faraónicos proyectos sociales con posibilidades de cambiar la historia pero que a cambio tienen la manía de exigir un amplio grado de sacrificio acompañado de décadas de lucha.
Carola Rackete, Helena Maleno o Patricia López han demostrado que también en Europa necesitamos revelarnos contra el sistema, que también aquí las cosas se están poniendo realmente feas. Es hora de guiarnos por la ética y el sentido común para marcar unos nuevos límites que quizás sobrepasen en muchos sentidos al marco legal establecido por gran parte de los sistemas nacionales capitalistas. Hablo de que quizás mientras nos sentamos a dialogar acerca de como crear como clase social una alternativa al sistema capitalista, con total seguridad tengamos que ir recuperando derechos que hasta hace poco se consideraban básicos para todos los seres humanos del planeta, derechos como el derecho a una vivienda, el derecho a alimentarse, la educación o el derecho a la libre expresión. Tal y como están hoy las cosas, defender esos puntos mínimos en gran parte del planeta pueden llevarte en el mejor de los casos a acabar con tus huesos en la cárcel.
El parasitismo del sistema logra ser tan desmedido que ni tan si quiera se muestra capaz de garantizar su propia supervivencia
Es hora de tomar la iniciativa y considerar seriamente si resulta necesaria una alternativa a todo esto, una alternativa al sistema. Previamente para ello es indispensable lograr articularnos de forma global, lograr abrir al extremo el foco de nuestro análisis social para encajar en el mismo todas las redes de tejidos productivos, sociales, políticos, culturales y económicos que el capitalismo ha labrado a lo largo de los siglos. Resulta necesario que nuestra solución parta de los niveles macro para generar unos marcos mínimos como respuesta, que a su vez se muestren capaces de dar también solución a los conflictos en cada punto del planeta, en cada microcosmos particular que albergue las vicisitudes de la clase obrera.
En los tiempos de HBO y McDonald’s, la revolución no será televisada, aunque sin duda sí será narrada como han sido todas antes, aunque mucho me temo que nuestra versión de la historia, una vez más y como siempre, deberá encontrarlos en la calle, entre los adoquines, mucho más cerca del parlamento que en cualquier otro histórico día de elecciones.
Se el primero en comentar