Pegasus, Sáhara, PP, dimisión: Sánchez pende de una concertina

La amistad, en política y más allá, siempre entrecomilla pretextos que quedan explícitos en los intereses.

A principios de mayo, el Gobierno de España, a través del ministro de presidencia, Félix Bolaños, denunciaba que había sufrido un ataque con el programa de espionaje Pegasus. Todos los focos se dirigían hacia Marruecos como posible autor del espionaje de más de 200 móviles españoles, incluido dos incursiones en el del Presidente del Gobierno, 2’6 gigas de datos descargados y una segunda de 130 megas durante 2021.

«Las selecciones de números móviles que se cree que realizó Marruecos ocurrieron en 2019, según las marcas de tiempo en los datos, que incluyen más de 50.000 números de personas seleccionadas como posibles objetivos de vigilancia por clientes de NSO en todo el mundo», resaltaba The Guardian haciendo referencia a un informe filtrado de la plataforma ‘Forbidden Stories’.

Poco antes se conocía la misiva que Pedro Sánchez remitía a Mohamed VI el pasado 14 de marzo. «Reconozco la importancia que tiene la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos y los esfuerzos serios y creíbles, en el marco de Naciones Unidas, para encontrar una solución mutuamente aceptable. En este sentido, España considera que la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo», concedía.

Las elucubraciones, en cuanto al nexo entre ambos sucesos, se volvían inexorables.

Sánchez, junto al Ministro de Exteriores José Manuel Albares, pondría rumbo a Rabat. «Nuestro objetivo es construir una nueva relación, basada en la transparencia y la comunicación permanente, el respeto mutuo y los acuerdos firmados por ambas partes y absteniéndose de cualquier acción unilateral, estando a la altura de la importancia de todo lo que compartimos», aseguraba la carta filtrada por el Ministerio de Exteriores marroquí y se aceleraban los acontecimientos.

“Lanzamos una hoja de ruta que consolida la nueva etapa entre dos países vecinos, socios estratégicos, basada en la transparencia, el respeto mutuo y el cumplimiento de los acuerdos”, anunciaba Sánchez nada más hablar con Mohamed VI.

Del otro lado del hemisferio político, el Grupo Parlamentario Popular arremetía de forma inclemente y solicitaba la comparecencia del presidente del Gobierno ante el Pleno del Congreso. «Consideramos intolerable que este cambio de una posición política de consenso tradicional, indudablemente una política de Estado, con 47 años de antigüedad, se haga sin informar al principal partido de la oposición, lo que pone en evidencia cuál es la forma en la que Pedro Sánchez entiende ‘la política de Estado'», lanzaban.

Entre bambalinas, los populares, con Feijóo a la cabeza, no tardarían en blandir la viperina hipocresía. El líder popular aprovecharía su primer viaje internacional, a Rotterdam, para estrechar la mano de Aziz Ajanuch, Primer Ministro marroquí, donde trataría de concretar al máximo los «lazos de vecindad, reciprocidad, honestidad y lealtad» con el país vecino.

Tras el envenenamiento de la posición de Sánchez Feijóo evitaría responder y dar pie a una posición clara de los populares sobre el territorio saharaui. «Yo no puedo tener una postura mientras no conozca lo que ha pactado mi país», respondió.

Sin embargo, se deshizo en elogios hacia Ajanuch, «un buen amigo de España» y puso en valor que fue condecorado por el Gobierno de Mariano Rajoy. «No vamos a ser desleales nunca con ese país», zanjó el líder del PP.

La amistad, en política y más allá, siempre entrecomilla pretextos que quedan explícitos en los intereses y Feijóo trataba de asegurar que lo importante en la resolución del conflicto con el Sáhara es que «Marruecos se sienta cómodo».

Un vaivén discursivo, el de los populares que comenzaba en 2021, cuando, conjuntamente, PP y PSOE presentaron una propuesta no legislativa en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso español, en relación con Marruecos. Este pedía al gobierno de Pedro Sánchez promover y fortalecer las relaciones con el Reino de Marruecos, en particular en materia de seguridad e inmigración. Aprobado, 28 votos a favor y 7 en contra.

El último capítulo se comenzaría a escribir con la masacre de Melilla, una matanza que no puede ni debe pasar desapercibida, y el posterior alegato de Sánchez en favor de la represión marroquí, que acabó con la vida de decenas de personas.

Desde ambos reinos, el marroquí y el español, se embestía de nuevo contra el Gobierno de Sánchez. Desde postulados ético – morales se reporta totalmente connatural por la carencia de humanismo y vulneración de los Derechos Humanos, pero frente a la concertina surgen cuestiones tupidas por un velo de misticismo.

¿Cómo se fraguó? En Marruecos no se mueve una mosca sin el conocimiento de los servicios secretos, así que resulta cuanto menos sospechoso este nuevo acto, que desde sectores progresistas se leen como un nuevo chantaje. Entonces… ¿Qué voluntad persigue Marruecos? ¿Guarda relación con un nuevo acercamiento del PP y el régimen que pertrecha las fronteras? ¿Es una batalla entre lobbies afines al PP y al PSOE?

Sobre esto último cabe recordar que desde la bancada socialista no quedan exentos de interés espurios. De Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero a los ex ministros de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos y o José Bono. La alta plana histórica…

De los populares, recientemente se ha afrontado el prisma empresarial de forma directa. Quien denunció, junto a un acaudalado empresario marroquí, a Brahim Ghali ante la justicia española, Juan Vicente Pérez Aras, participaría en el foro empresarial organizado para incentivar las billeteras en territorio del Sáhara. Aunque en política nacional Aras no sea ampliamente recordado, fue uno de los «fontaneros» del PP en Valencia, de la mano de Camps, junto al que posteriormente saltaría a Foro Populares 2020, desde donde se trata de influir al PP de la Comunitat Valenciana.

De este modo, imbricado en el plano internacional, el tablero parece pivotar en dos planos, el nacional y el internacional que, como traté de explicar, en este segundo término responde a cuestiones mayúsculas que no deben escaparse de la línea métrica de una lectura occidentalista y a gestiones de la UE y Estados Unidos.

Mientras, interrogante sobre gris, el sufrimiento siempre queda del mismo lado, la gente, la población saharaui, el migrante, el que nunca encuentra respuestas ante preguntas que jamás le incumben y respuestas que jamás le interpelan.

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