Pedro Patiño Toledo, in memoriam

El 13 de septiembre de 1971 se iniciaba una huelga en la construcción convocada por Comisiones Obreras, entonces sindicato ilegal. Pedro Patiño salió de la casa familiar alrededor de las siete de la mañana. Ese día no tenía que ir al tajo. Junto con otros compañeros se desplazó a las obras de Leganés para distribuir octavillas animando a secundar la huelga.

Por María Torres

¡Nadie se llame a engaño, cuando lloro,  / cuando canto! (… quedó marchito y ciego / cuando al fuego escupió tan verde coro).  / ¡Hay que seguir trillando … bajo el fuego!

(Poema de Andrés García Madrid a Pedro Patiño)

Pedro Patiño Toledo falleció a causa de un disparo de un agente de la Guardia civil la mañana del 13 de septiembre de 1971 en un camino de la carretera de Villaverde a Leganés, cuando formaba parte de un piquete de la huelga de la construcción. Tuvieron que pasar 38 años, hasta la aprobación de la Ley 52/2007, de Memoria Histórica, para que el Gobierno expidiera el consabido certificado de reparación personal en que se indicaba que murió «en defensa de su actividad política». Eso fue todo.

Pedro Patiño Toledo, albañil, padre de dos hijos pequeños, militante del PCE y sindicalista de Comisiones Obreras, nació en 1937 en La Puebla de Almoradiel (Toledo). Creció sin su padre, ejecutado por el franquismo extrajudicialmente. Su madre fue condenada a la pena de muerte que más adelante le sería conmutada. Vivió, como tantos niños y jóvenes de «este país de todos los demonios», marcado por el estigma de ser hijo de rojo. A los dieciséis años emigró de su pueblo con destino a Getafe para trabajar en la construcción.

En 1959 él mismo tuvo que sufrir las consecuencias de un Consejo de Guerra. Acusado del delito de rebelión militar, fue condenado a un año de prisión por imprimir propaganda clandestina en una multicopista. Doscientos ejemplares que decían: «Por una vida más digna, por un salario mínimo vital de 100 pesetas con escala móvil».

Encarcelado varias veces por su militancia, en 1962 fue procesado por pertenecer al Partido Comunista y declarado en rebeldía. Se refugió en Francia, donde permaneció seis años. En el exilio conoció a su esposa y ambos tomaron la decisión de regresar a España.

El 13 de septiembre de 1971 se iniciaba una huelga en la construcción convocada por Comisiones Obreras, entonces sindicato ilegal. Pedro Patiño salió de la casa familiar alrededor de las siete de la mañana. Ese día no tenía que ir al tajo. Junto con otros compañeros se desplazó a las obras de Leganés para distribuir octavillas animando a secundar la huelga. «Compañeros se acerca la hora de la lucha. Del 13 al 20 de septiembre huelga general de la construcción, ¡todos a una, compañeros, para sacarle nuevamente de la cárcel y conseguir nuestros derechos!». A quien había que sacar de la cárcel era a Francisco García Salve, el cura Paco.

Al finalizar una de estas visitas, poco antes de las nueve de la mañana, un coche-patrulla de la Guardia Civil se paró junto a ellos. Cuatro agentes armados les rodearon y uno de nombre Jesús Benito Martínez disparó su fusil hiriendo a Pedro Patiño. Tras unos segundos de confusión los compañeros intentaron socorrer a Pedro que yacía en el suelo. Siguiendo instrucciones de la Guardia Civil, lo introdujeron en el vehículo de los agentes, donde pocos minutos después falleció. Trasladado a la Clínica San Nicasio de Leganés, un médico certificó la muerte.

Su esposa Dolores se enteró del asesinato de su marido varias horas después por una nota de la Dirección General de Seguridad que decía: «Sobre las nueve horas del día de hoy, cuando la dotación de un coche patrulla de la Guardia Civil, compuesta por el conductor y tres números, se hallaba prestando servicio en la zona comprendida entre Villaverde y Getafe, observaron a cuatro individuos difundiendo propaganda ilegal en una obra que se realiza cerca del kilómetro 3,3 de la carretera de Leganés a Villaverde. La dotación del citado coche-patrulla se bajó del vehículo para perseguir y detener a los aludidos individuos, y al intentar la detención de uno de ellos, Pedro Patiño Toledo, nacido en Puebla de Almoradiel, Toledo, de 33 años, con domicilio en El Escorial, éste se abalanzó sobre un guardia civil, al que agredió e intentó desarmar, y en el forcejeo se disparó el arma, alcanzando al referido Pedro Patiño, que resultó gravemente herido, falleciendo durante el traslado al hospital.»

Esa misma noche las autoridades represivas se personaron en el domicilio de la familia Patiño para efectuar un registro. Fue entonces cuando Dolores pudo saber que el cadáver de su marido se encontraba en el Hospital militar Gómez-Ulla de Carabanchel, donde había ingresado a las once de la mañana. «Me llevaron al hospital Gómez Ulla para reconocer el cadáver. Entré en la morgue. El cuerpo estaba cubierto por una sábana. Tenía la esperanza de que no fuera él. Le destapé. Sólo llevaba puestos los pantalones. Todavía tenía los ojos abiertos. En su pecho no había ningún rastro de sangre. Supe que le habían disparado por la espalda».

La versión oficial de los hechos fue que «Patiño agredió a los agentes y a uno de ellos se le disparó el arma» y que el sindicalista falleció por «hemorragia aguda-choque hipovolémico». La prensa española apenas se hizo eco de la noticia. La prensa extranjera, que si divulgó el suceso, informó que Pedro Patiño murió de un balazo en la espalda. El cuerpo sólo presentaba un orificio de entrada en la espalda.

Muchos fueron los que se resistían a creer que el trabajador se hubiese lanzado contra un agente que se le acercaba con el arma en la mano. El abogado de la familia, Jaime Miralles, solicitó la entrega del cadáver para realizar una segunda autopsia, así como una investigación sobre las causas exactas de la muerte. Treinta y cinco abogados madrileños se unieron a esta petición, pero no pudo ser. Dos días después Dolores fue informada de que el cuerpo de su marido se encontraba en el cementerio y había que enterrarlo cuanto antes.

Bajo un fuerte contingente de agentes de la Guardia civil y numerosos asistentes, que secundaban la petición de una segunda autopsia exigida por la familia, el cuerpo de Pedro Patiño fue depositado en un nicho mientras que un capitán de la Guardia civil ordenaba el uso de la fuerza contra los asistentes, causando casi una docena de heridos.

Los tres compañeros que repartían propagando junto a Pedro Patiño aquel 13 de septiembre fueron condenados por el Tribunal de Orden Público por un delito de «propagandas ilegales» a dos años de prisión y multa de diez mil pesetas.

El agente de la Guardia civil que disparó contra Pedro Patiño nunca fue juzgado.

El asesinato de Pedro Patiño continúa impune.

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