Entrevista a Patxiku Kintana, el payaso que ha viajado en los últimos años a diferentes lugares de África llevando una sonrisa a los lugares más desfavorecidos.
Por Iosu Urrutia | 1/03/2025
Cuántas vueltas te ha dado la vida, de empleado de una multinacional automovilística a compaginar tu nuevo oficio de instructor de vuelo con parapente y ala delta, con la hermosa labor de payaso. ¿Cómo nacen estas pasiones?
Pues si, es muy curioso esto, primero lo del ala delta, el vuelo libre, es flipante la libertad que se siente allá arriba. Pero, claro, yo doy clases en verano, con el buen tiempo, y en invierno no puedo trabajar en esto, y me gusta viajar, conocer nuevas culturas, y me dije ¿porqué no practico el inglés y puedo echar una mano, a la vez? Y hace seis años me fui a Kenia, a un orfanato pequeñito -allí hablan el inglés- y me llevé unas narices de payaso, porque aquí, en Iruña, justo unas semanas antes, vi un festival de payasas, donde había 15 o 16 payasas, y me encantó. Y como a mi me gusta hacer reír a los demás, me llevé al viaje esas narices, y empecé a jugar con los niños, imagina, el único blanco en 50 kilómetros a la redonda, me tenían miedo, pero yo hacía que me perseguía alguien, y los metía en ese juego. Y me gustó esa sensación.
En ambas el proceso de aprendizaje habrá sido interesante y costoso a la vez. Háblanos de ambos procesos, sobre todo del de payaso, que es donde nos vamos a centrar.
El vuelo es algo que tienes que aprender en una escuela. La historia del payaso viene del circo, de cuando los acróbatas se hacían mayores, no podían seguir con ese oficio, entonces se hacían payasos. Actualmente se les llama clown, porque se estudia, para diferenciarlo del que viene del circo, pero para mi es el mismo. Yo si que me he preparado para hacer un espectáculo.
Cuando fui a Kenia, me dije que quería hacer un espectáculo que no fuera dramático, por la necesidad que tienen en ese orfanato de 400 niños, de arreglar una bomba de agua que no funcionaba, para quitar dinero para arreglarla. Y utilizar al payaso, utilizando el humor, pero que a la vez diga la necesidad que tienen estos niños.
Por eso empecé a formarme con distintos payasos, maestros y maestras, y ya estuve aprendiendo con 24 payasos diferentes. Ahora ya estoy preparando este espectáculo, pero detrás están seis años de formación. En medio he estado haciendo shows para ancianos, con el tema del Covid, porque los mayores necesitaban salir de esa tristeza y esa soledad en la que estaban, y por lo menos un día llevarles algo de alegría.
Después de ahí, he ido a distintos países, a ofrecerme en varios orfanatos, y también he estado en el Sáhara. Al final son los niños los más perjudicados y los que tienen más problemas después de una guerra. Los niños padecen lo que hacemos los mayores. Y el payaso hace una labor muy bonita de sacarles una sonrisa, y darle un punch de energía, y verles reír es algo muy bonito para mí.
Si que hay que tener una sensibilidad, porque a la mayoría de los sitios que voy, en África, no han visto nunca un payaso, y tienes que ir poquito a poco, vas con una nariz roja y un poco pintado, con un traje raro, pero todos los niños son curiosos, todos los niños sonríen en el mismo idioma, pero hay que ir a poquitos para ganarlos, y cuando te los ganas, es una gozada verles, reírse tan libremente, que muchos no habrán sonreído así en muchos años. Y más estos niños, que muchos estaban en la calle y son acogidos por orfanatos.
Dos labores interesantes ocupan tu tiempo. ¿Cómo compaginas ambas y de dónde obtienes los recursos necesarios para llevarlas adelante?
Para formar mi escuela de parapente, ala delta y paramotor, aposté por esto, porque me parece que es un sueño dejar los problemas en la tierra, es un sueño que no se puede perder, las escuelas que había aquí dejaron de existir, y pensé que había que mantenerlo. Así que saqué las licencias, y me hice instructor, y en eso estoy desde mayo hasta octubre, menos Sanfermines y fiestas de la Txantrea, de mi barrio, que eso es sagrado. Además soy corredor del encierro desde los 17 años, aunque me gustan mucho los animales, si hay algo que me gustaría en la vida es saber su idioma, y me pongo al lado del toro y le miro a los ojos, y me dan ganas de abrazarlo, aunque se que tiene mucho miedo. Me gusta mucho correr en Sanfermines, aunque no me gusta que maten a los toros.
Cuando aquí se acaba el buen tiempo, me pongo en la piel de payaso, siempre intentando aprender, aunque lleve muchos años formándome con muchos payasos diferentes, me gustaría aprender para tener la sensibilidad suficiente que con nada pueda crear un ambiente, hacer una escena para hacer reír, y hacer olvidar a esos niños la situación en la que están. Me gustaría crecer como payaso.
En octubre me voy, si me sale algún sitio a donde ir, de manera altruista, porque los viajes me los pago yo, aunque me gustaría que me los financiaran, pero es complicado. De hecho, hicimos una asociación entre tres payasos, por si podíamos optar a alguna subvención, y creamos Payasmundi, Payasos para el Mundo. Está Payasos sin Fronteras, pero estos se nutren con payasos profesionales, yo intenté hablar con ellos, pero no soy profesional, yo ya tengo mi profesión que es instructor de vuelo, y de esto voy a ser principiante toda mi vida, aunque soy un payaso que no tiene fronteras, porque me llamen de donde me llamen, voy a ir a ayudar. En el Sáhara he estado tres veces, y solo el billete vale 600 euros, es complicado, pero bueno.
Centrándonos en tu labor como payaso. Has viajado en los últimos años a diferentes lugares de África llevando una sonrisa a los lugares más desfavorecidos. ¿Por medio de quién o quiénes has llevado a cabo estos proyectos?
La verdad es que funciona por el boca a boca. Por la hermana de un payaso que estaba en Etiopía, de médica voluntaria, en un pequeño hospital que atendía a unos diez poblados, y donde había mucha necesidad, porque el hospital más cercano estaba a 40 kilómetros. Y le hablaron sobre mí, y de que no solo voy a payasear, que está muy bien sacar sonrisas, hacer talleres y juegos con ellos, sino que ofrezco mis conocimientos de fontanería, de electricidad, de albañilería, ya que me hice mi propia casa, no seré muy bueno, pero me atrevo con todo. Y en este hospital de Etiopía estuve mes y medio. Porque en estos sitios no aprecian solo que vayas a hacer de payaso, sino que puedas ayudar en algo más. Así que estaba de mantenimiento por las mañanas, y por las tardes con los niños, hice unos diez espectáculos de una hora en los poblados.
Al principio, como te decía antes, los niños te tiene miedo por ser blanco, pero yo tengo el truco del globo, hago figuras, y con eso atraes su atención, le das un globo a un niño, y empiezan a aparecer niños de todas las esquinas. Llevo muchos globos y muchas narices, y para que cojan esa nariz, ellos le tienen que echar un beso al viento, es un trueque, para que les ponga la nariz, y empiezo a cantar, y ellos repiten todo. Yo lo veo como el flautista de Hamelín, van detrás mía, repitiendo todo, y es una pasada como se divierten, es más que un espectáculo, es el momento, y eso me alimenta mucho. Y lo de la financiación, la verdad, es que me financio a mi mismo.
En este proceso de convertirte en payaso, ¿qué tipo de formación has recibido? ¿Existen escuelas para formar payasos?
Hay muchas escuelas, ahora estoy formándome como payaso de hospital. Hay cuatro provincias que tienen payasos de hospital profesionales. Hay también muchos payasos que van por el mundo dando clases. Aquí mismo, en Pamplona, hay tres escuelas, yo he estado en las tres, con distintos profesores. También hay cursos intensivos, de fin de semana, el que se quiere formar, lo encuentra.
¿Qué sensaciones traes de esos países, de su situación en general y de la situación de su infancia?
Donde viajo hay mucha pobreza, y los estados no ayudan nada, intentan robar a los orfanatos que están ayudando a sus niños, a su gente, con multas, se aprovechan de ellos, es muy triste. Ver como el que tiene mucho quiere más, y el que tiene poco no tiene nada.
Luego hay otros sitios como el Sáhara, donde he estado tres veces, donde a través de la guerra los expulsaron al desierto, donde no tienen nada para vivir, y viven de la ayuda internacional, y me parece muy triste que no tengan un horizonte vital.
Para terminar, ¿nos puedes adelantar cuáles van a ser tus próximos proyectos en tu labor como payaso?
Mi proyecto era hacer un espectáculo para quitar dinero para la bomba de agua del orfanato de Kenia, donde hay cuatrocientos niños, que la intenté arreglar pero no hubo manera, y entonces pensé en hacer algo para hablar de la necesidad del agua que tienen allí, pero que no sea triste, porque el payaso tiene que jugar con la imaginación y utilizar la magia, aunque sea para conseguir una bomba de agua. Ese es mi proyecto para este invierno. Yo no era payaso cuando fui por primera vez allí, pero ahora me gusta ir creando esa ilusión de sonrisas, ese idioma que es para todos igual. Ese es mi proyecto, pero estoy abierto a todo lo que me digan.
Ahora he dado unas charlas también a los niños de ocho a diez años sobre el voluntariado, y les gustó, porque los niños son sinceros con lo que piensan, y son muy curiosos, y es muy bonito verles tanto interés. Todo lo que va a venir, en el futuro, está en los niños. Y hay que trabajar con el ejemplo. En Etiopía, pedí permiso para limpiar varias habitaciones, recogía la basura del hospital, y cuando me fui me dijeron, “nos has enseñado mucho con el ejemplo”. Porque las palabras se las lleva el viento, pero lo que haces se queda.
En mi espectáculo hago un poco de todo, malabares, magia, y terminamos con una coreografía grupal, muy sencilla, y me meto entre ellos, y es la selva. Yo llevo una raqueta, una “raguitarra”, que tiene un bafle dentro, y y tengo que poner la música a tope, porque se monta una buena, y esto me viene que de pequeño me gustaba Fofó, y me hubiera gustado tocarlo, así que les dejo que me toquen, que me pellizquen, es una salvajada, pero a mi me entusiasma. En el Sáhara, en mi último viaje, se cruzaban conmigo y me llamaban “muharris” que es payaso en árabe, y me abrazaban, y eso es súper bonito. El payaso hace una labor humanitaria tan importante como la médica, porque también es terapéutica, y da un beneficio sanador al cuerpo, por eso son tan importantes los payasos en los hospitales, y deberían ser parte de la sanidad. Mira cuando hay guerras, y han ido allí, por ejemplo, Payasos sin Fronteras, que llevan con esa labor muchos años, y la gente les agradece por sacarle una sonrisa, después de tantos muertos, porque está dando algo de esperanza. Tenía que haber más payasos, porque la vida sería más agradable.
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