“La misma justicia que no condena por violación a la Manada es la que condena raperos y twitteros por cuestionar a la corona y deja libres a los agresores de la Blanquerna de la Falange y Alianza Nacional. Es la misma justicia que está al servicio de la represión y persecución a cualquiera que cuestione el orden, la impunidad del fascismo, o los ataques al conjunto de la clase trabajadora. Hablamos de un aparato judicial heredero del franquismo, con una Audiencia Nacional que antes era el Tribunal de Orden Público y plena de juzgados que nunca han sido depurados. Por eso afirmamos que la lucha feminista está totalmente ligada a la lucha contra el Régimen del 78. Un Régimen que refuerza cada vez más su carácter reaccionario”
(Fragmento de una declaración de Lucha Internacionailsta, Sección de la UIT-CI en el Estado Español, publicada en el medio digital Rebelion.org)
Las manifestaciones del Patriarcado están presentes, desgraciadamente, en todas las facetas de nuestra sociedad capitalista. Sus vestigios culturales son mucho más profundos y antiguos que el capitalismo en sí, pero como buenos aliados en la consecución de sus objetivos, se necesitan y se complementan el uno al otro. Capitalismo y Patriarcado forman esa criminal alianza que nos ahoga, nos explota y nos oprime, y cuyos coletazos llegan a todos los ámbitos de nuestra arquitectura política, social, económica y cultural: nuestras relaciones laborales son machistas, nuestra justicia es machista, nuestros comportamientos íntimos y cotidianos son machistas. Son machistas nuestros modelos de relación y de familia, son machistas las respuestas institucionales, y son machistas las concepciones que se tienen sobre los trabajos y la reproducción. Es machista, en fin, nuestra visión del mundo y de la sociedad. Todo está delimitado en nuestra sociedad desde el capitalismo heteropatriarcal, que proyecta los modos y formas de pensar, de actuar y de comportarnos, así como nuestras visiones y enfoques del mundo en que vivimos. Y si tuviéramos que resumir en una sola palabra la naturaleza de dicha visión, esa palabra sería violencia. Porque tanto el patriarcado como el capitalismo generan violencia en todas sus estructuras y manifestaciones. Y no solo ello, sino que estos dos sistemas defienden a los violentos, a los corruptos, a los especuladores, a los que esquilman el planeta para seguir obteniendo beneficios.
Y así, violencia laboral, violencia doméstica, violencia de género, violencia medioambiental, etc., son las diversas manifestaciones en las que el patriarcado y el capital se expresan. La violencia es consustancial a ellos. No es posible disociarla de ellos. Capitalismo y patriarcado constituyen las dos caras de una misma moneda. Ambos deben ser abolidos, erradicados de las estructuras de nuestras sociedades. El problema es que llevan con nosotros mucho tiempo, y han generado tal cantidad de dogmas, valores, principios, esquemas, tendencias y enfoques, individuales y comunitarios, que es muy difícil combatirlos con éxito. Tanto el patriarcado como el capital poseen sus propios mecanismos de defensa, en un mundo globalizado bajo el enfoque neoliberal. Las grandes corporaciones transnacionales, paradigma del capitalismo globalizado, poseen toda una legislación ad-hoc para defender sus intereses, que se coloca por encima de leyes nacionales, Constituciones y tratados internacionales. La ley de las empresas es más poderosa que los derechos humanos. Todo ello ha ido desarrollándose con la connivencia de estas grandes empresas con instituciones y gobiernos de carácter neoliberal, que nos han traído al perverso escenario que sufrimos hoy. Lo que debemos entender, por tanto, es que los planteamientos capitalistas y patriarcales viajan en el mismo tren, son parte de un mismo todo, de una concepción del mundo, de la vida, de las personas, de los animales y de la naturaleza absolutamente irracional y aberrante.
Por eso, la misma lucha de las mujeres es la lucha que demanda más democracia, la lucha feminista está integrada con la lucha por los servicios públicos, por la defensa de los derechos humanos, por una política pacifista e internacionalista, por una educación y una sanidad públicas, laicas, gratuitas y de calidad. La lucha contra la precariedad laboral es la misma lucha por la que se identifican las Kellys, el servicio doméstico o las que reivindican la abolición de las terribles leyes de extranjería. La lucha contra la corrupción es la misma lucha donde están integradas las reivindicaciones para una democracia más profunda, más plena, más completa, más intensa. La lucha que reivindica la recuperación de la soberanía popular, de los Estados y de los Gobiernos contra los corsés antidemocráticos de la Unión Europea (del Capital) es la misma lucha que reivindica el derecho de autodeterminación de todos los pueblos de Europa y del mundo. Todas ellas son las mismas luchas. Comparten y respetan los mismos ideales, anhelan unos mismos modelos de sociedad. Por ello no es posible erradicar el patriarcado ni la violencia machista que nos ahoga sobre la base del nacional-catolicismo del Estado monárquico y borbónico, que desprecia la democracia y hace oídos sordos a las manifestaciones populares. Todas las luchas, por tanto, deben ser unificadas. Todos los colectivos afectados deben unir sus luchas y sus demandas, porque al final, estamos demandando parcelas o ámbitos diferentes de un mismo modelo de sociedad: una sociedad republicana, laica, participativa y solidaria, enmarcada en un Estado Federal. Una sociedad donde se respeten los servicios públicos, donde los derechos políticos, sociales, económicos, culturales y medioambientales estén blindados para que no sea posible su recorte ni su privatización. Una sociedad moldeada por tintes democráticos en todas sus instancias: políticas, judiciales, económicas, comunitarias, mediáticas y culturales.
Por todo ello, es absolutamente necesario unificar las luchas feministas (es decir, contra el patriarcado) con el resto de luchas obreras (para recuperar las conquistas y derechos perdidos) y del resto de colectivos afectados (pensionistas, estudiantes, parados, dependientes, etc.), así como con la lucha del pueblo catalán por su soberanía (que no por su independencia, eso lo deberá decidir el propio pueblo manifestándose en referéndum). El patriarcado y el capital llevan siglos aliados para desmantelar la soberanía de los Estados, para socavar la democracia y para aniquilar los avances y conquistas de la clase trabajadora. Al patriarcado y al capital le vienen grandes los servicios públicos, y los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y medioambientales del conjunto de la sociedad, así como los derechos de las mujeres, porque quieren seguir sometiéndolas y controlando su fuerza de producción y de reproducción. También le vienen grandes los derechos de la naturaleza y de los animales, a los que llevan explotando igualmente durante siglos. No podemos cambiar la esencia depredadora del capitalismo ni la esencia explotadora del patriarcado. Sólo enfrentándonos decididamente a ellos alcanzaremos una sociedad más justa, equitativa, igualitaria, democrática y avanzada. Aunemos las luchas contra el patriarcado y contra el capital. Nos va la vida en ello.
SI LA CAUSA DE TODOS LOS MALES ES EL CAPITALISMO…….COMO PUEDE SER QUE LA SOLUCION CONSISTE EN ACABAR CON LA MONARQUIA Y ESTABLECER UNA REPUBLICA CON SU BURGUESIA Y LA SOCIEDAD DIVIDIDA EN CLASES.TOTALMENTE INCOHERENTE.
Molt per fer ❗❗