Paro Nacional en Ecuador: doce días después

María Burbano

Una semana y cuatro días. Eso fue lo que duraron las protestas en Ecuador que mantuvieron movilizados a diferentes grupos sociales y donde el movimiento indígena lideró las marchas y posterior diálogo.

El diálogo llegó tarde. Hasta la mañana del 13 octubre, Defensoría del Pueblo reportó 1152 personas detenidas, 7 personas fallecidas y 1340 heridas. La derogación del decreto 883 costó sangre del pueblo. La represión policial alcanzó niveles inimaginables.

Bombas lacrimógenas, perdigones y dispersadores resonaban sin tregua y el humo blanco nublaba nuestra vista.

Digo nuestra porque yo y el equipo periodístico de Radio La Calle, radio digital quiteña estuvimos en pie de lucha, muchas veces frente a la línea de fuego para que la ciudadanía sepa lo que pasaba en la ciudad.

El conflicto dejó heridas abiertas. El racismo y la diferencia de clase despertaron de las sombras y aparecieron en forma de tweets y publicaciones en Facebook. Un político en Guayaquil dijo que los indígenas vuelvan al páramo. Al contrario, la resistencia y la unidad formaron un puño llamado Ecuador.

Las imágenes del paro no abandonan mi cerebro. Veo la ciudad que anochece desde el edificio de la radio y recuerdo los sucesos del jueves, viernes y sábado. Mujeres, adultos mayores corriendo para alejarse de las bombas. Jóvenes golpeados con tolete por grupos de seis policías.  Violencia y miedo en los ojos de la gente. La policía y las FFAA tomaron el control de la ciudad con el anuncio del toque de queda a las tres de la tarde del presidente Moreno. Las calles se volvieron inseguras y la protesta simbólica en forma de cacerolazo llenó la noche de Quito.

Doce días pasaron para que Lenín Moreno llame al diálogo. Diálogo que demoró más de cuatro horas y un receso de 2 horas. Los líderes indígenas fueron claros, firmes y respetuosos. El gobierno manejó intervenciones tibias y reticentes. Finalmente el coordinador residente de ONU Ecuador anunció que el decreto 883 quedaría sin efecto en las próximas horas. Para cuando llegué al parque el Ejido la gente celebraba, lanzaba voladores y fuegos articiales.  Lo habían logrado y nos dejaba una gran lección: que no estamos solos y en la lucha del pueblo nadie se cansa.

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