Por André Abeledo
Yo solo espero que cuando pasé todo esto hayamos aprendido algo. Por lo menos que ciertos derechos no se negocian y que la salud, la educación, los servicios básicos y los sectores estratégicos no pueden ser un negocio y estar en manos de empresas privadas.
La mejor manera de combatir una pandemia es teniendo una sanidad pública, universal, gratuita y de calidad. Y la mejor manera de prevenir una pandemia es teniendo un estado del bienestar «sano» que garantice a la ciudadanía el acceso a los servicios básicos y una vida digna. No entender esto, es no entender lo que ocurre con el COVID-19 y no aprender nada del sufrimiento que está provocando este nuevo coronavirus.
Esta pandemia va a traer mucho dolor y sufrimiento a muchas familias, perder a un ser querido es siempre un trance terrible, pero sí le añades el no poder acompañarlo en sus últimos momentos, el no poder volver a verlo, el no poder despedirte cómo te gustaría, el dolor debe ser muy fuerte y no se lo deseo ni a mí peor enemigo.
La postpandemia también será difícil, volver a la «normalidad» es ya más una quimera que una utopía. Nos despertaremos poco a poco de la pesadilla y nos encontraremos un sistema en crisis, en depresión, a un capitalismo en descomposición.
Y en este mundo donde impera la ley del más rico, un mundo de capitalismo salvaje y desigualdades, los poderosos, las oligarquías, intentarán que seamos los más débiles los que una vez más paguemos la factura.
Va a depender de nosotros, de nuestra capacidad para organizarnos como clase que mundo empezaremos a construir después de la pandemia que ha frenado al mundo en seco.
Sí la clase trabajadora no se organiza y hace valer su fuerza, una fuerza que esta pandemia también ha demostrado, porque cuando la clase trabajadora para nada funciona y cuando decide caminar se mueven las ruedas de la historia, porque de no ser conscientes de que después de la guerra contra la pandemia, vendrá una guerra porque nuevo mundo va a nacer, ese mundo será nuestro infierno y no nuestra casa.
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