Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Mientras que desde hace setenta y cinco años el sionismo responsabiliza al mundo del genocidio nazi, como si los seis millones de judíos caídos bajo la barbarie nazi fueran las únicas víctimas, mientras que, por ejemplo, fueran simplemente una anécdota de la Segunda Guerra Mundial los 28 millones de soviéticos que se han inmolado para arriar a las Wehrmacht, desde las puertas de Moscú, hasta el bunker de la Wilhelmstrasse 77, donde Hitler vivió sus últimas y sin duda más angustiantes horas de su vida, consciente de que el Ejército Rojo había llegado hasta allí para liberar al mundo de su locura.
Desde el fin de aquella guerra, en septiembre de 1945, el sionismo se victimiza, para conseguirlo todo, sin que nadie se atreva a contradecirlo, por temor a caer bajo la estigmatización de rótulos como antisemita, negacioncita o definitivamente nazi. Con lo que no solo ha conseguido, hacerse con armas nucleares, por lo que ahora clama al mundo, una vez más, para que se le impida a Irán a acceder, ya no a armamento nuclear, sino a la utilización de esa energía para fines pacíficos, como muchos otros países en el mundo. En esa dirección, Tel-Aviv arteramente ha atacado en varias oportunidades sus laboratorios y asesinado a más de media docena de científicos iraníes. Habría que preguntarse qué hubiera pasado si el bombardeo hubiera sido por parte de Irán, o si algún científico judío hubiera sido ametrallado en pleno centro de Tel-Aviv.
Tampoco nadie responsabiliza al gobierno sionista del holocausto que junto a sus socios sauditas han y siguen produciendo contra el pueblo yemení, por no seguir con la larga lista de acciones, como en el Líbano, o su sociedad con regímenes neo fascistas como la dictadura de Pinochet, la Sudáfrica del apartheid o los gobiernos neoliberales, cuyas fuerzas de seguridad, con armas y entrenamiento sionista, torturan y asesinan a sus pueblos, como hoy sucede en Colombia y Chile, o colaborar con el latrocinio cometido por Mauricio Macri, en sus cuatro años (2015-2019) de gobierno en Argentina, o su estrecha alianza con el gobierno del ultra supremacista indio Narendra Modi.
Claro, todo es nada frente a lo sufrido por Palestina, cuyo país entero esa siendo robado cada día desde 1947, cuando un grupo de fanáticos religiosos, junto a gobiernos europeos y varias de las grandes fortunas internacional, entre ellas la banca Rothschild, coincidió en que arrebatar un territorio habitando desde el principio de los tiempo por un mismo y único pueblo, Palestina, era alguna forma de resarcimiento los crímenes padecidos por millones de judíos alemanes, polacos, franceses y de otras muchas nacionalidades, “regalándole” un territorio para la creación de un Estado Judío de manera tan arbitraria que entre los postulados junto a Palestina aparecía algún sector de Uganda o Argentina.
Desde entonces, las potencias occidentales, particularmente Estados Unidos y Reino Unido, las monarquías wahabitas y otras naciones musulmanas, encubren las atrocidades que el régimen sionista perpetra en Palestina desde 1947, habiendo provocado millones de muertos, millones de refugiados y exiliados, arruinado para siempre la vida de absolutamente todos los palestinos y generando guerras, masacres y una zona de permanente inestabilidad en Medio Oriente, de la que tanto los sionistas como sus aliados sacan inmensas ventajas políticas y económicas, y que a pesar de las casi veinte resoluciones de Naciones Unidas, que llaman a Tel-Aviv a volver a sus fronteras anteriores a 1967, algo que desoyen alegremente, sin pagar el menor costo.
El mundo calla frente a esta realidad incontrastable y solo atiende la cuestión cuando la resistencia palestina actúa en defensa de las permanente agresiones sionistas.
Con alguna frecuencia la tenaz resistencia palestina, consigue poner en foco, la atención mundial su causa, a pesar del alto costo en vidas que debe pagar tras las acciones de la bestia sionista, a la que no le causa ningún resquemor bombardear poblaciones civiles, escuelas, hospitales y los pocos centros productivos que han podido levantarse tanto en Gaza como en la cada vez más exigua Cisjordania.
La reciente operación atribuida al grupo Hamas, una de las tantas organizaciones de la resistencia palestina, que desde el último lunes habría lanzado unos 1600 misiles contra distintos objetivos del enclave, en respuesta de un nuevo despojo a ciudadanos palestinos, ejecutadas por el gobierno del genocida Benjamín Netanyahu, tras doce años en el poder, ahogado en una profunda crisis política, donde solo le queda esta guerra como última oportunidad para mantener el gobierno, antes de que el opositor Yair Lapid, pueda armar gobierno antes del dos de junio, por lo que la actual situación, solo le conviene a Netanyahu, quien además de perder el gobierno, podría llegar a perder la libertad, dado los múltiples cargos de corrupción que deberá enfrentar.
La “amplia” moral del führer sionista, le permitiría sacrificar miles de palestinos, para mantener el poder, por lo que sin dudas, tuvo en consideración posible reacción de los palestinos a la hora de ordenar nuevo desalojos. Lo que obligaría los diferentes sectores políticos opositores, de extenderse el conflicto, a olvidar las disputas electorales, para concentrarse en resolver la nueva crisis, que entre tantas cosas ha dejado en duda la tan cacareada efectividad de la Cúpula de Acero, un sistema defensivo que intersecta los misiles dirigidos contra centros urbanos y construcciones estratégicas dentro del enclave, que sin duda preanuncia nuevamente masacres como las provocadas con las operaciones Plomo Fundido (2008), Pilar de Defensa (2012) y Margen Protector (2014), las que sin dudas volverán a ser acompañadas con el más estentóreos de los silencios.
Invulnerabilidades en juego.
La sociedad que ha acompañado todas las violaciones a los derechos humados perpetradas por el régimen sionista, lo hizo bajo la seguridad de un estado teocrático y militarista construido a lo largo de décadas, bajo la advocación de la seguridad, la que también permite el secuestro, la legalización de la tortura, incluido la de menores, detenciones arbitrarias sin juicio, que ha institucionalizado la venganza como un “bien jurídico”, donde no solo es castigado el supuesto “criminal” sino toda su familia, permitiéndose el estado en nombre de la seguridad, la demolición de sus casas, en los último años miles de viviendas han sido destruidas, dejando a familias enteras, donde se incluyen ancianos y niños sin vivienda, obligándolos a partir al exilio. El pueblo judío se ha permitido observar todas estas arbitrariedades, con una ajenidad, que no toleran cuando los afectados son ellos mismos, en el lugar que sea. Argentina, por ejemplo, paga con el escarnio internacional la supuesta responsabilidad política por los atentados a la Embajada del enclave en Buenos Aires de1992 y contra la mutual judía AMIA de 1994. Mientras miles de judíos seguían desde sus reposeras las imágenes trasmitidas en pantallas gigantes instaladas en las playas de la operación Margen Protector en 2014, las que eran festejadas y vivadas con ánimo deportivo.
Nadie puede estar de acuerdo con las últimas imágenes trasmitidas desde Tel-Aviv, donde se veía a muchos de sus pobladores correr desesperados, en busca de refugio tras la caída de la cohetería palestina que lograba vulnerar la defensa sionista, después de muchos años, lo que ha generado un número no revelado de muertos en el enclave, ya que jamás los sionistas, al igual que Daesh y al-Qaeda, blanquean sus bajas, mientras que en las últimas horas Palestina ha reconocido cerca de un centenar, que se agregan a la larga lista que el sionismo ha provocado a lo largo de la historia.
Se conoce que en diferentes barrios de población mixta, árabes y judíos, a lo largo del enclave han estallado enfrentamiento callejeros. Mientras el ejército judío prepara una acción en Gaza, donde sin dudas se incrementaran las muertes de uno y otro lado.
Sin dudas los planes de Netanyahu, cuya invulnerabilidad, al igual que la Cúpula de Acero está también en juego, seguirá alentando la guerra en defensa propia.
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