Pablo Hasél: mientras dure la guerra

Por Daniel Seixo

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar
».

Martin Niemöller

La libertad es algo que muere a menos que se utilice.”.

Hunter S. Thompson

 

El Gobierno español ha pedido este domingo la liberación inmediata del líder opositor ruso Alexei Navalni“. Así comenzaban hace unos días muchos de los informativos que hoy guardan silencio acerca de la inmediata encarcelación del rapero Pablo Hasél. Supongo que en cierto sentido tiene “gracia”, si uno se muestra por un momento capaz de renunciar a la racionalidad y logra esquivar el dolor que produce entre tantos y tantas compañeras un estado profundamente cínico y represivo, en cierto sentido el sistema policial y judicial español llega a tener gracia.

Sobrevivimos a duras penas en un estado que acoge en un lujoso barrio de su capital al líder golpista venezolano Leopoldo López, pero al mismo tiempo mantiene en prisión a diversos líderes políticos y sociales catalanes por su participación en el procés. Un estado capaz de exigir contundentemente la libración de un líder ultraderechista ruso y al mismo tiempo insiste en retorcer la legalidad, la separación de poderes y se muestra profundamente vengativo en su concepción de la justicia para lograr perseguir a Arnaldo Otegi por unos actos por los que ya fue juzgado en su momento en un juicio que el Tribunal de Estrasburgo consideró que no fue justo. Y es que esa es España, la tierra en la que Manuel Pérez Martínez se pudre en la cárcel ante el silencio cómplice y ensordecedor de la clase política de su país, los independentistas gallegos se enfrentan a la continua amenaza de juicios farsa como la Operación Jaro y en la que continuamente se acusa de persecución política al Kremlin o a Venezuela por actuar contra ultraderechistas, mientras la Audiencia Nacional condena a un militante comunista por tildar de ladrón a un ladrón.

Superemos la sombra del miedo a la represión y sigamos siendo solidarios y bravos. Al menos, mientras dure la guerra.

Seamos claros, en el estado español el Tribunal de Orden Público nunca ha desaparecido, sigue vivo y actuando. Y en esa performance represiva y antidemocrática que ha ocupado su lugar, ser comunista y expresar tu opinión, tiene serias trazas de terminar convirtiéndose en un delito. La farsa parlamentaria y esa soluble actitud democrática privada de firmeza ideológica y adoptada por nuestros partidos estratégicamente durante la transición, se muestran ahora sumamente débiles frente a un mundo líquido, cambiante y tremendamente cínico. Un mundo en el que bajo la mascarada de combatir al terrorismo se ha ocultado la privación de libertades a la ciudadanía y la ampliación de una concepción represiva de la justicia que poco a poco avanza digiriendo en sus profundas raíces reaccionarias la escasa rebeldía que todavía algunos miembros de nuestra sociedad muestran frente a esta visión del mundo.

Cinco años después de la aplicación de la llamada “Ley mordaza”, su peso se deja sentir con más virulencia que nunca en nuestra sociedad, sirviendo hoy un instrumento habitual para la represión y el amedrentamiento político frente a la disidencia al parlamentarismo burgués. Todo ello sin que el ministro Fernando Grande-Marlaska parezca ver riesgo alguno en los numerosos abusos cometidos en su nombre. Pero claro, si la tortura parecía invisible a sus ojos, inútil sería esperar condena o reflexión alguna ante la institucionalización de la represión, la censura y el abuso de autoridad. Complementa el cuadro una alternativa que nunca fue tal y que hoy gobierna bajo un tapiz represivo, mientras en redes sociales muestra su estupor y solidaridad. El cinismo y el cretinismo de ciertos políticos, parecen no tener fin, apenas rozado el cielo del poder, al lobo apenas le queda ya nada de cordero.

En el estado español el Tribunal de Orden Público nunca ha desaparecido, sigue vivo y actuando

Diez días para ingresar en prisión por denunciar los desahucios, la violencia policial en Tarajal o a una monarquía que a estas alturas habría que estar muy ciego para no considerar ladrona, caduca y antidemocrática. Diez días para entrar en prisión mientras el Borbón se encuentra fugado, nuestros políticos roban dosis de vacunas que no les corresponden o los empresarios explotan a los trabajadores en medio de una pandemia que arroja la escalofriante cifra de 500 muertos diarios y de la que nadie parece querer hacerse responsable. Quizás a Pablo lo condenen por hacer uso de su libertad de expresión para expresar sus deseos de quemarlo todo. Derribar el sistema. Quizás el verdadero delito sea entonces que en una sociedad profundamente desigual, represiva e injusta, haya sin embargo tan pocos culpables.

Superemos la sombra del miedo a la represión y sigamos siendo solidarios y bravos. Al menos, mientras dure la guerra.

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