Intervención en el acto realizado en el Ateneo de Madrid, y organizado por la Agrupación Republicana, el miércoles 25 de septiembre. Primer acto en Madrid desde la liberación del periodista Pablo González de su secuestro político en Polonia…
Por Iñaki Alrui | 1/10/2024
Ya que estamos hablando de Libertad de Expresión, de información, en mis palabras quiero tener presentes a los 170 trabajadores de la información asesinados en Palestina desde el 7 de octubre pasado, periodistas, fotógrafos, choferes… con lo que también buscan imposibilitar las pruebas de la barbarie. También me permito recordar el reciente cierre de la sede de Al Jazeera en Ramallah, justo este domingo, en Cisjordania, una Zona A delineada por estar bajo control palestino en los Acuerdos de Oslo.
En febrero de 2022, González estaba realizando su trabajo de reportero en Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, cuando fue detenido por las autoridades polacas, acusado de espionaje en favor del Kremlin, sin que la Justicia polaca ofreciese ningún detalle o prueba sobre esas presuntas labores, ni entonces ni hasta ahora, más de dos años y medio después.
El 1 de agosto quedaba en libertad Pablo González, después de un intercambio de prisioneros entre Rusia y varios países de la OTAN, una noticia sorpresa que me llenó de ilusión y alegría, al igual que a mis compañeras del grupo #FreePablo, con quienes hemos estado reclamando desde su detención que se respetasen sus derechos.
Puedo decir que desde el mismísimo día 1 de agosto, mientras unos celebrábamos la libertad de Pablo, otros pusieron la máquina de fango de la comunicación a trabajar para seguir acusando a Pablo de peligroso espía ruso. Pocos hablaron de Derechos Humanos, del derecho a la información, de la persona que estuvo recluida 886 días en régimen de semiaislamiento. Y de repente, infinidad de medios, pseudomedios y afines del estado español, internacionales, grandes, pequeños hablaban de Pablo González. Antes del 1 de agosto, en cambio, las noticias e informaciones veraces sobre Pablo salían con cuentagotas.
Me gustaría iniciar mi exposición con ocho puntos concretos:
1. Presunción de inocencia
Uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema de justicia democrático es la presunción de inocencia. Ningún acusado debe ser considerado culpable hasta que se haya demostrado tal con pruebas irrefutables en un juicio justo. Sin embargo, en el caso de Pablo González, ha habido una clara criminalización mediática, que ha sesgado la opinión pública, antes de que hubiera un veredicto y ni siquiera un juicio, lo que va en contra de los derechos humanos y del debido proceso.
2. Falta de pruebas claras
En el ámbito penal, la carga de la prueba recae sobre la acusación, no sobre el acusado. Pero hasta la fecha, las acusaciones contra Pablo González no han sido respaldadas con ningún tipo de prueba. Durante más de dos años, ni siquiera permitieron a su equipo jurídico acceder al sumario, por lo que no se sabía ni de qué en concreto lo acusaban, ni en qué supuestas pruebas se basaban. Cuando por fin el abogado tuvo acceso al sumario, poco antes del canje, lo que encontró fue paja (más referida a supuestas tramas grotescas del procés catalán que al propio Pablo González), y nada que estuviera relacionado con la acusación inicial de labores de espionaje que “ponían en peligro la seguridad nacional de Polonia”.
3. Derecho a un juicio justo
En el caso de Pablo González se debe insistir en que cualquier ciudadano, independientemente de la gravedad de las acusaciones, tiene el derecho a un juicio justo, que incluye la posibilidad de defenderse adecuadamente con acceso a pruebas, abogados y un proceso equitativo, cosa que no ha ocurrido en este caso, lo cual constituye una vulneración de sus derechos fundamentales.
4. Aislamiento prolongado
Pablo González ha estado detenido en condiciones de aislamiento prolongado, lo cual es considerado un trato inhumano y degradante por diversas organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional, que ha denunciado este caso desde el principio. Este trato genera un entorno donde es difícil para el acusado defenderse adecuadamente y se ha usado como forma de presión contra él.
5. Criminalización del periodismo
Es necesario destacar que González, como periodista, cubría temas delicados relacionados con conflictos internacionales y tenía acceso a fuentes en diversas partes del mundo, lo que puede haber sido malinterpretado o utilizado en su contra. En un clima de creciente criminalización del periodismo en varios países, es fundamental recordar que el ejercicio periodístico no debe confundirse con actividades de espionaje. Defender la libertad de prensa es crucial, y la cobertura de temas sensibles no debe considerarse un delito.
Acusar a periodistas de espías no es nada nuevo: es una táctica que se repite en todos los conflictos siempre hay periodistas acusados de todas las nacionalidades. Lo de Pablo por tanto no es una novedad, lo saben los corresponsales de cualquier medio, la diferencia es que su encarcelamiento sin pruebas ha tenido lugar dentro del territorio de la Unión Europea, donde supuestamente se respetan los derechos humanos.
6. Contexto político internacional
Las acusaciones de espionaje contra Pablo González deben verse dentro del contexto geopolítico actual, marcado por las tensiones entre Rusia y Occidente en el marco de esta “nueva guerra fría” de la que hablaré luego.
7. Manipulación mediática y el papel de los medios
La campaña mediática en contra de Pablo González parece estar alimentada por un relato que criminaliza rápidamente sin someter las acusaciones a un análisis riguroso. Los medios deberían cumplir un papel de vigilancia imparcial sobre los derechos y el debido proceso, en lugar de sumarse a la condena sin pruebas concluyentes. Y las fuentes de la información que se ha publicado en España a lo largo de todo este tiempo son bastante dudosas (principalmente Agenstvo, una agencia de noticias en ruso financiada por EEUU y cuyo objetivo expresado sin pudor alguno en su apartado “Quienes somos” es publicar todo lo que Putin hace mal).
8. Implicaciones para la libertad de prensa
Hay que advertir de las implicaciones de este caso para la libertad de prensa. Si periodistas que cubren conflictos internacionales y temas sensibles son criminalizados sin pruebas sólidas, se envía un mensaje claro a los medios: que informar sobre ciertos temas puede tener consecuencias personales graves, lo que puede conducir a la autocensura y a un debilitamiento de la función de control democrático que deberían ejercer los medios.
Comparando que es gerundio
Pero también es útil comparar el caso de Pablo González con el del periodista del Wall Street Journal, Evan Gershkovich, detenido en Rusia, y el de los presuntos agentes del CNI detenidos en Venezuela. Ambas situaciones presentan diferencias en términos de tratamiento legal, diplomático y mediático, lo que pone de manifiesto la desigualdad con la que se gestionan estos casos en función del contexto político.
a. Caso de Evan Gershkovich, periodista del Wall Street Journal
Evan Gershkovich, periodista del Wall Street Journal, fue arrestado en marzo de 2023 en Rusia bajo acusaciones de espionaje, pero cuidado: su acusación no era similar a la de Pablo González. Mientras que a Pablo se le ha acusado de espionaje en general, sin decir nunca de qué acción o hecho en concreto lo acusaban, a Gershkovich se le acusó de actos muy concretos: haber recopilado información confidencial sobre una importante fábrica de tanques rusa. Sin embargo, el caso de Gershkovich recibió una cobertura mediática y diplomática significativamente distinta. Desde el principio, hubo una campaña internacional coordinada de medios y gobiernos occidentales exigiendo su liberación, destacando la importancia de la libertad de prensa y denunciando las acusaciones como infundadas y políticamente motivadas.
En el caso de Gershkovich:
Mediáticamente, se hizo un fuerte énfasis en que el periodista estaba siendo criminalizado injustamente por realizar su trabajo en un contexto político hostil.
Diplomáticamente, tanto el gobierno de Estados Unidos como la comunidad internacional se movilizaron rápidamente para exigir su liberación, presionando a Rusia y asegurando que su caso estuviera en el centro de la agenda bilateral entre ambos países.
Legalmente, se denunció el juicio como una maniobra política, cosa que probablemente es cierta.
En el caso de Pablo González, nadie ha podido denunciar el juicio como maniobra política, porque no ha habido juicio. No hubo en dos años y medio ni acusación concreta, ni pruebas, ni juicio. Sin embargo el tratamiento mediático occidental lo condenó en el aire y nadie movió un dedo por que se respetaran mínimamente los derechos que tiene cualquier persona, independientemente de la acusación que pese sobre ella.
b. Caso de los supuestos agentes del CNI detenidos en Venezuela
En otro contexto, los supuestos agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia español) detenidos en Venezuela bajo la acusación de espionaje, también muestran un tratamiento diferente.
En este caso, las autoridades españolas se han movilizado para resolver la situación discretamente, sin que los detalles del caso sean ampliamente conocidos en la prensa ni que se haya desarrollado una campaña mediática notable. La diplomacia silenciosa ha sido el enfoque principal, evitando una exposición mediática que pudiera dificultar las negociaciones entre los dos países.
A diferencia del caso de Pablo González:
Mediáticamente, se ha tratado con una baja cobertura, manteniéndose gran parte de la información bajo discreción, evitando que los presuntos agentes sean objeto de una campaña mediática de criminalización.
Diplomáticamente, el gobierno español ha optado por un enfoque mucho más pragmático y silencioso, trabajando por la liberación de los agentes sin generar una crisis pública ni dejar que los medios exacerben la situación.
Legalmente, los agentes del CNI han sido tratados con las garantías de que recibirán un juicio justo o serán liberados como parte de negociaciones diplomáticas en curso, lo que contrasta con la situación de Pablo González, quien ha estado aislado y privado de sus derechos procesales básicos.
c. Comparación y Contrastes
La comparación de estos casos revela una doble vara en el tratamiento de individuos acusados de espionaje dependiendo del contexto político y mediático:
– Campaña mediática: En el caso de Gershkovich, los medios han sido un pilar de defensa, apoyados por gobiernos occidentales que han insistido en su inocencia. Sin embargo, en el caso de Pablo González, los medios han actuado en su mayoría como un vehículo de criminalización, reforzando la narrativa de culpabilidad sin un juicio justo. En el caso de los agentes del CNI, los medios han guardado un silencio estratégico, mostrando cómo el tratamiento mediático depende de los intereses en juego.
– Movilización diplomática: La diplomacia estadounidense se movilizó rápidamente para exigir la liberación de Gershkovich, subrayando la necesidad de proteger a los periodistas (mientras, simultáneamente, seguían presionando a Gran Bretaña para que les entregase a Assange, lo que nos lleva a preguntarnos a qué periodistas quiere proteger EEUU: ¿solo a los que no cuestionen su preponderancia?) y asegurándose que su situación fuera tratada a nivel internacional. Mientras tanto, el caso de Pablo González no ha recibido el mismo apoyo diplomático por parte de las autoridades españolas. De hecho, se ha mantenido en una posición marginal, con poca presión sobre Polonia para garantizar un juicio justo o mejorar las condiciones de su detención.
– Derechos procesales: En los casos de Gershkovich y los presuntos agentes del CNI, hay un esfuerzo activo por garantizar un juicio justo y, en algunos casos, utilizar canales diplomáticos para resolver la situación de manera favorable. En el caso de González, no solo ha estado sometido a un aislamiento prolongado, sino que tampoco ha tenido acceso adecuado a su defensa, lo que pone en tela de juicio las garantías procesales que merece cualquier acusado.
d. Conclusión
La disparidad en el tratamiento de estos tres casos refleja cómo las dinámicas políticas y mediáticas pueden influir profundamente en la forma en que los individuos acusados de delitos graves como el espionaje son tratados. En el caso de Pablo González, la falta de una campaña internacional clara en su defensa, el papel de los medios en su criminalización y la falta de movilización diplomática por parte del gobierno español contrastan con otros casos similares, donde se ha asegurado una mayor protección de los derechos de los acusados.
Pero en los dos años y medio que estuvo preso en el corazón de la Unión Europea, no solo se vulneraron sus derechos procesales, sino que se vulneraron los derechos humanos más básicos, como el de comunicarse con sus hijos, poder leer un libro o recibir ropa de abrigo ante el frío invernal. A Pablo González se le negaba en prisión todo, cualquier ínfima petición que hiciera, y eso en la Europa de los derechos humanos. Hasta en las peores dictaduras, como la franquista, los presos recibían visitas semanales de sus familias. Y sin embargo en nuestra Europa actual, tan “democrática”, la acusación de “espía ruso” ha valido para justificar todos estos atropellos.
Opinemos
A partir de aquí todos podemos dar opiniones, pero pido que sea partiendo de los puntos anteriores, tan reales como veraces, para hablar sobre el caso Pablo González. E insisto, repito que desde el 28 de febrero de 2022 a Pablo se le ha negado uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema de justicia democrático: la presunción de inocencia. Partiendo de esa negación, lo fácil ha sido acusarle, olvidando siempre la aportación de pruebas tangibles, datos.
¡Importante! Los DDHH son para todas las personas, independientemente de los cargos.
Creo también que para tener en cuenta esta diferencia de tratamientos, hemos de tener presente que no vivimos al margen de la tensión geopolítica entre EEUU y Rusia/China, no lo estamos viendo “desde fuera” sino que vivimos en el campo estadounidense, atlantista. Por tanto todas las informaciones con las que nos bombardean mediáticamente están sesgadas, igual que las que reciben en el otro campo. ¡Ojalá pudiéramos analizar la situación desde fuera!
(como ejemplo palmario el titular de El Mundo del día del canje: “Rusia libera a presos políticos a cambio de sus espías y criminales”. Imaginemos el titular al revés: “Occidente libera a presos políticos a cambio de sus espías y criminales”. También podemos imaginar esto: “Rusia y Occidente intercambian presos políticos” o bien “intercambian espías”).
Desde luego, el de Putin es un régimen autoritario. Pero si Rusia se considera un adversario de Occidente, no es por ese motivo, porque en cambio las teocracias autoritarias de Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Qatar, Israel etc. son nuestros “amigos”. Los intereses geopolíticos mandan en todos los aspectos, y el tratamiento de la información-opinión no es ajeno a ello.
Y me permito leer, textualmente, una reflexión de Rafael Poch, un View Point (Punto de vista) publicado por la Universitat Pompeu Fabra:
“Si el capital occidental hubiera tenido libre acceso al control de los recursos energéticos y minerales de Rusia, y si en ese negocio la élite rusa se hubiera conformado con un papel subalterno y solícito para con los intereses extranjeros, no habría habido ampliación de la OTAN, ni se habría excluido a Rusia. Tampoco se habría demonizado al régimen de Putin, cuyas conocidas fechorías no lo hacen peor que los dirigentes de otros países “amigos”, como Turquía, miembro de la OTAN, invasor de Chipre e histórico maltratador de kurdos; o que Israel, Estado colonial, histórico masacrador de palestinos; o que Arabia Saudí, cuyo régimen teocrático descuartiza disidentes con sierra mecánica en sede diplomática; por citar solo algunos de los países con los que Occidente mantiene relaciones estrechas y cordiales…”
En esta situación, en el campo occidental del que (querámoslo o no) formamos parte, la acusación de “espía ruso” o “espía chino” se considera el pecado más grave, muchísimo peor que “espía israelí”, del mortífero Mosad, por ejemplo. En el caso de Pablo, la excusa ha sido el hecho de tener la doble nacionalidad rusa y española, ser considerado pro-ruso o no ser lo suficientemente anti-ruso que el clima social y político requería.
No me resisto a citar las palabras del compañero, en el sentido más amplio de la palabra, Juan Teixeira: “De momento la única prueba que tiene la derecha mediática o los grandes medios y demás, para culpabilizar a Pablo es que Putin le ha dado la mano, lo cual me parece un absurdo absoluto. Es una muestra de la situación complicada en la que se encuentra el periodismo, y de la podredumbre de gran parte del periodismo de masas, que se han lanzado contra Pablo con todo, desde El Mundo, El Español, El País […] por poner ejemplos evidentes de falta de profesionalidad total y absoluta por su parte, y de falta de compañerismo y humanidad”.
Pero en un procedimiento jurídico hay que presentar pruebas, y yo también me hago preguntas: ¿Tenían cargos concretos, tenían alguna supuesta prueba? ¿Por qué entonces no los han utilizado durante estos dos años y medio? ¿Por qué no han juzgado a Pablo González mientras estaba preso —lo que reclamábamos—, y pretenden hacerlo ahora que lo han liberado y está lejos de su territorio? ¿Por qué estuvo preso Pablo? Pues ahora vemos que uno de los motivos de mantenerle en reclusión, de “guardarle” en el lado de la OTAN, pudo ser precisamente para negociar. Si el canje se estaba preparando desde hacía un año y medio, según se dijo, puede ser el motivo de que deliberadamente pospusieran sine die el juicio: no querían juzgarle porque no tenían ninguna prueba en su contra, si lo juzgan lo hubieran tenido que absolver. Por eso era mejor mantenerlo en prisión “provisional”, sin cargos ni juicio, para poder usarlo para un canje. Porque mediáticamente queda bien lo de intercambio de periodista por periodista, Pablo González por Evan Gershkovich.
Rusia nunca se manifestó antes sobre el caso de Pablo, como sí lo hizo con otros de los canjeados. Por cierto, que de los liberados en Rusia, Pablo es el único que ha concedido una entrevista a un medio de comunicación (RT, un medio prohibido en la Europa de las libertades, por cierto).
Reapertura o continuación del caso en Polonia
La reapertura (o continuación) del caso en Polonia, es ahora mismo un tema confuso, tanto que no está claro si la Fiscalía polaca ha abierto un nuevo caso o no, pues hasta ahora el equipo jurídico de Pablo no ha recibido ninguna notificación formal y lo único que hay es un comunicado de prensa. “Parece una especie de venganza, para impedirle viajar fuera de Rusia”, declaraba su abogado Gonzalo Boye, y contrasta con lo manifestado en la nota de prensa emitida tras la liberación:
“Las razones humanitarias han sido primordiales en esta decisión, reconociendo el valor y la importancia del periodismo en la sociedad. El intercambio ha sido posible gracias a intensas negociaciones entre las partes implicadas y a un exhaustivo trabajo jurídico que ha asegurado un marco legal adecuado para su materialización garantizando el respeto a los derechos y la dignidad de los periodistas involucrados”. Polonia daba por zanjado el caso y archivó el procedimiento, o eso afirmó que haría.
Para analizar este estrambótico proceder actual de las autoridades polacas, hay que tener en cuenta lo que está pasando en Polonia desde el canje, que también pilló por sorpresa a la opinión pública polaca. Hay un periodista polaco, Andrzej Poczobut, encarcelado en Bielorrusia y a quien Polonia, tal como comentan críticamente los periódicos locales (y la oposición), pretendía canjear inicialmente por Pablo González. En cambio, el primer ministro Donald Tusk cedió a las órdenes de Washington para liberar a Pablo a cambio del periodista Evan Gershkovitch, cambio muy criticado por la oposición. La iniciativa actual (si se materializa, que eso está por ver) quizá constituye un intento de demostrar a la opinión pública polaca que el país sí mantiene algo de “independencia” frente a Washington, o bien una forma de entrabar su regreso a España junto a su familia, a la Unión Europea.
El silencio da alas a todos los tenderos de la comunicación para esparcir bulos. Pero también es verdad que cabe hacerse la pregunta de por qué tener que justificarse ante la calumnia y el embuste…
Según la legislación polaca, es delito hablar de un proceso en medios, tanto el acusado como sus abogados. Si lo haces, te pueden acusar de “revelación de datos del sumario” y empeorar tu condena o, en el caso del abogado, sancionarte o incluso inhabilitarte. En un país como España estamos acostumbrados a que el “secreto de sumario” todo el mundo se lo salte a la torera, siembre hay filtraciones de los tribunales o la fiscalía a los medios de comunicación. Por eso, ya nos parece que no tiene importancia, pero en otros países se cumple a rajatabla. Por eso Pablo González no está dando entrevistas desde que las autoridades polacas anunciaron que abrirían el caso de nuevo.
Resumiendo…
Para concluir, creo que no se puede evaluar el caso de Pablo González al margen de esta “nueva guerra fría” que vivimos actualmente, en la que ambos campos están jugando sucio.
Ojalá surja pronto una tercera vía razonable, un movimiento de los no alineados al que me gustaría pertenecer.
En cuanto al caso de Pablo González, es un ejemplo claro de un aviso a navegantes en el campo occidental, donde las libertades son cada vez más teoría y menos práctica, un aviso que dice:
Cuidado con lo que informas, lo que dices, lo que opinas, te podemos meter preso de inmediato y hacer que caigas en el agujero del olvido, vivimos en una democracia vigilada y con unos niveles de manipulación que pueden dar a tu vida un giro de 180 grados; no importa que no hayas cometido ningún delito, lo importante es seguir la dirección de la corriente que marca el estado, no disentir, no cuestionar, y preguntas las justas.
Cada vez tenemos más ejemplos de represión y castigo en la Europa de las “libertades”. Recuerden “solo los peces muertos nadan a favor de la corriente”.
Iñaki Alrui es Miembro del Colectivo LoQueSomos. Activista en la iniciativa #FreePabloGonzalez
Se el primero en comentar