Opinión | Que viva el rico

Por Earl Kiji

La única manera de regular las prácticas de los grandes grupos farmacéuticos (SORPRESA) es el mercado: pueden comercializar sus productos al ABUSIVO precio que consideren mientras su patente sea efectiva, después otros laboratorios pueden producir la molécula idéntica (genérico) y el precio cae drásticamente por la competencia.

El resultado es que tenemos medicamentos que salvan vidas a precios inaccesibles, grupos de investigación pequeños que dependen de la financiación de grandes multinacionales para hacer descubrimientos y estas empresas que los compran con el fin último de sacarles todo el rédito económico posible, no el de poder curar enfermedades.

El proceso de descubrimiento de nuevos principios activos, su aislamiento, pruebas de eficacia y toxicidad, hasta llegar a la producción, resultan extremadamente caros y la mayoría de las moléculas estudiadas no llega a la clínica. Ahora bien, que del éxito de encontrar la molécula terapéutica dependa el futuro de humildes investigadores  y pequeñas compañías farmacéuticas que tendrían que hipotecarse apostando a todo o nada con su complejo, por razones meramente económicas, hace desconfiar del sistema.

Se está hablando de avances biomédicos que podrían alargar significativamente la vida, pero parece que la salud será algo más que poder adquirir con dinero

El futuro nos trae terapias muy personalizadas basadas en la genética del paciente, información que está empezando a aparecer en los prospectos. Las aberraciones por venir: recetar a ciegas por no poder costear los test genéticos y el uso de fármacos en poblaciones que respondan diferente, por genética, a aquellas en las que se han realizado los análisis clínicos. Y todo ello en un panorama actual en el que la mala medicación está escalando posiciones aceleradamente como causa de muerte a nivel mundial.

La conclusión es evidente. O la sociedad deja de depender así del dinero o sólo se podrá garantizar el tratamiento de los acaudalados, de los muy acaudalados si se tienen en cuenta los estudios genéticos para predecir respuestas a los tratamientos relativamente personalizadas. Se está hablando de avances biomédicos que podrían alargar significativamente la vida, pero parece que la salud será algo más que poder adquirir con dinero y vivir una buena suma de años más, puede depender totalmente de nuestros recursos, justo lo que se critica en In time.

Se necesita dar más voz a los científicos en los medios, porque si nuestro conocimiento y nuestra opinión dependen de las ocurrencias de personajes como Mariló Montero o Javier Bárcenas (Cárdenas, me pasa siempre), hacemos un flaco favor a los profesionales que se dedican a la ciencia con el fin de hacer descubrimientos de valor añadido para la sociedad, entre ellos medicamentos que salven vidas. Corremos el peligro de acabar recetando homeopatía para todo, comprimidos de agua con azúcar, que podrá venir relativamente bien para las agujetas; pero no le confiaría mi vida a curarme una infección con eso y un rosario.

 

Recomendación Cultural:

¡El soplón! (2009)

Basada en hechos reales. Sobre especulación en multinacionales agrícolas.

Gattaca (1997)

Escenario de ciencia ficción my acertado para haberse planteado ya hace dos décadas. Indaga en la brecha social establecida entre las personas que nacen después de la modificación genética de un embrión (superhombres) y las personas que son concebidas de forma natural, expuestos a la posibilidad de desarrollar enfermedades genéticas o simplemente no tener ciertas cualidades potenciadas.

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