Opinión | Teoría contra el terrorismo

Por Francisco Gallego. Ilustración de El Koko

El acto terrorista perpetrado en Barcelona y los cometidos en Finlandia y Rusia, han hecho palpable y notorio a niveles más generales lo que ya era una obviedad para quien se interesara mínimamente en el pensamiento de masas y, de manera más concreta, en la masa que constituye la clase trabajadora. Para los segundos era una obviedad porque la cuestión a tratar no surge de manera repentina, sino que es algo ya estudiado en profundidad hace más de un siglo por un tal Lenin por ejemplo, entre otros. Hablamos de la falta de teoría, de la inoperancia de la izquierda para combatir la espontaneidad de reacciones y pensamientos tras hechos tan terribles como los señalados anteriormente o las consecuencias de una crisis económica que aún sufrimos y seguiremos sufriendo.

Puede parecer absurdo establecer un paralelismo entre Lenin y el contexto teoríco actual, pero nada más lejos de la realidad. Ya el gran líder de la revolución bolchevique nos habló en su tiempo de la vital importancia de apartar el movimiento obrero del afán espontáneo del tradeunionismo, el sindicalismo anglosajón, de tendencia moderada y reformista, que no tenía un proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista, de hecho sus teóricos dedicaron esfuerzos a tareas menos ambiciosas. El peligro en este caso consiste en la asimilación de la clase trabajadora de una ideología que acaba buscando refugio bajo el ala de la burguesía, que se adapta a sus necesidades y que por su carácter reformista acaba contentándose, únicamente, con medidas económicas. Si tenemos claro que el socialismo debe plantar batalla en la lucha política, económica e ideológica, observamos que dirigiendo el pensamiento de las masas a un solo frente, la derrota ante el ideal burgués es inexorable. Los dirigentes bolcheviques, liderados magistralmente por Lenin, eran conscientes de que sin teoría revolucionaria no podía haber movimiento revolucionario y supieron constituir un partido regido por una teoría de vanguardia. Se definió un objetivo, se alejó a la masa de la simple protesta y se ganó un país que representó, y sigue representando, la eterna esperanza para la clase trabajadora del mundo entero de liberarse del yugo de la burguesía y el capitalismo.

No deja de ser paradójico que, mientras el lema oficial tras los ataques es “no tengo miedo”, el discurso que se impone es el que hace a la gente no entender el verdadero problema, e inapelablemente tendemos a tener miedo a lo que no comprendemos.

Desdeñando cualquier dogmatismo que nos aleje de la realidad y en un marco circunscrito a los atentados terroristas de Barcelona, podemos extrapolar parte del conflicto teórico de hace justo cien años en Rusia al contexto actual en España. Justo tras el atentado se desborda en un torrente incontenible la opinión de la masa, la gente busca desesperadamente datos, valoraciones de expertos, una explicación a lo sucedido porque mentalmente eso hace descansar nuestro cerebro. Los medios de comunicación nacionales, que se han demostrado arcaicos e incapaces ante la magnitud de lo sucedido, aprovecharon la circunstancia (si algo sabe un medio de comunicación a pesar de su trasnochado, añoso y envejecido estado es crear opinión) para influir sobre una población desorientada ante un conflicto geopolítico difícil de entender pero que tiene consecuencias locales que le afectan. Ya ha debido quedar claro, antes de proseguir, que cuando hablamos de falta de teoría nos referimos a la teoría revolucionaria, pues la burguesa es la que abunda, la que tenemos más a mano podríamos decir coloquialmente. Bien, decíamos que los medios de comunicación como “El País”, “El Mundo”, “TVE”, “Antena 3”, “La Sexta”, “ABC”, o “13TV”y su personificación en adalides terroristas de la información que todos conocemos, por supuesto trataron y tratan de influir y no precisamente con teoría revolucionaria. Sus métodos en esta ocasión debo añadir que han sido repugnantes hasta el extremo. Constante búsqueda del morbo, del espectáculo, sensacionalismo con portadas de periódicos, tanto digitales como impresos, mostrando imágenes explícitas de fallecidos, son solo algunos ejemplos de una infinita muestra de indignidad y de cuán abyecto ha sido su proceder, esto en el plano mediático.

En la teoría datos absurdos y de nula importancia sobre la vida pasada de los terroristas (sabemos que uno de ellos fue delegado de clase en el colegio), horas y horas de televisión cubiertas con palabrería y frases vacías, sin ahondar en nada. La explicación es que no hay explicación, el fascismo y los fascistas más deleznables, aupados por medios burgueses que les dotan de su potente altavoz, nos han justificado y pretenden hacernos pasar por la más veraz de las teorías de que todo proviene de la irracionalidad de los propios terroristas, de su psicopatía y locura estimulada por la maldad inherente que atribuyen al Islam, tratando de envilecer a la población contra quien profese esta fe, generando odio. No deja de ser paradójico que, mientras el lema oficial tras los ataques es “no tengo miedo”, el discurso que se impone es el que hace a la gente no entender el verdadero problema, e inapelablemente tendemos a tener miedo a lo que no comprendemos.

¿Cómo va a informar una empresa como “El País” o “La Sexta”, controlados por bancos, que Arabia Saudí nutre el terrorismo internacional? ¿Cómo ABC va a explicar que el país donde el Rey de España es premiado y recibido con honores (Arabia Saudí) figura como financiero del ISIS según el FSB? En el fondo hay a quien le interesa que el terrorismo yihadista siga causando muertes y sufrimiento tanto en oriente medio como en Europa. No es casualidad la desinformación, hacer pasar a los verdugos por víctimas, al liberador por el opresor. Con una Europa sembrada de terror se podrán justificar el intervencionismo de la OTAN en determinados países, el irrefrenable auge de la venta de armamento militar, las restricciones en libertades fundamentales en beneficio de nuestra seguridad, el endurecimiento del código penal, que en última instancia servirá para encarcelar a disidentes políticos, promulgar la unidad del país en bajo la protección del estado, el estado burgués.

Tal cantidad de factores acaban convirtiéndose en un eje ideológico inabarcable que cuenta con el don de la ubicuidad, está en todas partes y es imposible escapar de él, y además, aunque pudiéramos, no deberíamos hacerlo. El discurso burgués acaba atrayendo a la masa que constituye la clase trabajadora y para que esto no ocurra debe ser refutado por una teoría contrapuesta que busque de forma racional y valiéndose de la verdad, argumentos que expliquen el origen del ISIS, quien lo financia, cómo se financia, qué países difunden la ideología fundamentalista con la que se sustenta. Hoy en día esto se llamaría teoría revolucionaria pues supone estar diametralmente opuesto al sistema.

¿Podemos encontrar dicha teoría revolucionaria en algún lugar? Es una cuestión fundamental, y donde radica un problema de fondo. En los partidos políticos la encontramos en pocos casos y en la mayoría de ellos con matices, demasiados para que estas organizaciones convenzan de que su pretensión es eliminar el orden imperante. Lamentablemente donde la encontramos en mayor grado es en personas anónimas o periodismo independiente que tiene más complicado hacer llegar su mensaje. Si estos días hemos estado mejor informados y hemos encontrado opiniones mejor formadas en las redes sociales que en los medios de masas deberíamos plantearnos no creerlos nunca más. Si un profe rojo en Twitter te ha hecho conocer un relato diferente y aprender más en un “hilo” sobre wahabismo y yihadismo que incontables horas de televisión, utilizando unas palabras ahora de moda, AHÍ PASA ALGO. Ante la falta de una organización y un líder político que nos hablen en global de ese algo, depende de uno mismo buscarlo, encontrarlo y entenderlo. Eso te hará no solo protestar, sino saber QUE HACER.

Me gustaría terminar con unas palabras que resumen muy brevemente toda la situación; SUS GUERRAS, NUESTROS MUERTOS.

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