Opinión | Nadal e Iglesias, solos ante el peligro

Por Juan Manuel Vidal

Estos días dos nombres han concentrado la atención informativa española, y cada uno por motivos diferentes. Por un lado, el Decacampeón de Roland Garrós, Rafael Nadal y, por otro, el promotor de la tercera moción de censura de la democracia, Pablo Iglesias. El resultado de ambos es completamente dispar, pero así de antojadiza es la actualidad, capaz de combinar un buen dato de empleo basura con el penúltimo caso de corruPPción.

Ya anticipo que me lloverán palos por equiparar estos dos nombres, pero como casi siempre provendrán de quienes no leen el texto completo y se quedan con la anécdota del titular, convirtiéndolo en categoría, deporte muy español éste, pero si nos acomplejásemos por estas minucias no compartiríamos la maravilla de las redes sociales.

No seré yo de los que se apunten ahora el triunfo ni el mérito de haber respaldado a Nadal incluso en sus peores momentos. Pasó un bache muy malo con la separación de sus padres, que a cualquiera hubiera doblegado; las lesiones le dejaron la muñeca muy malparada; amén de otras afecciones músculo esqueléticas lógicas tras los esfuerzos titánicos por mantenerse primero en la ATP; todo lo cual derivó en una merma de su estado físico, anímico y mental.

Particularmente creí que su carrera había tocado a su fin, que todo lo grande que había sido quedaría conformando un palmarés de ensueño que ni todos los tenistas españoles que le precedieron juntos, podrían igualar. Verle jugar era un sufrimiento para los aficionados y por supuesto para él, porque era un ganador nato.

Ave Fénix Nadal

Llega mi momento de la retractación, de entonar el “mea culpa” por no haber intuido que quien fue el mejor deportista español, ha vuelto por sus fueros, cual ave fénix, resurgiendo de sus cenizas, con el mejor tenis jamás visto a mortal alguno, arrollando a sus contrarios como si de noveles aprendices se tratara. El paso de Nadal por París ha sido como el de Atila, “no ha dejado títere con cabeza”, causando la admiración de sus rivales.

Nadal es un ejemplo de superación. Hace años, inmortalicé para mi recuerdo tres mensajes que leo cuando peor ánimo luzco. Hoy los compartiré con Vds.: 1. Si cuando juegas mal te acostumbras a perder, estás mostrando tu debilidad. 2. Uno no tiene ni ansiedad ni mala suerte eternas. 3. No te preocupes por las rachas en contra, sino por hacer las cosas bien. Así se gana siempre.

Muchos hemos visto a Nadal salir de partidos infernales, pero ahora ha resurgido del mismísimo infierno del olvido al que algunos injustamente le condenamos

Les sugiero aprendérselas y recordarlas cuando vengan mal dadas, porque esto es mejor que el ibuprofeno y el paracetamol juntos, porque no tiene efectos secundarios, porque ayuda a superarse y a sacar lo mejor de cada uno. Si el replicante de Blade Runner había visto cosas que nosotros no creeríamos, muchos hemos visto a Nadal salir de partidos infernales, pero ahora ha resurgido del mismísimo infierno del olvido al que algunos injustamente le condenamos ¡Gracias Rafa por recordadnos que tú eres gloria viva del deporte!

Respecto a nuestro segundo protagonista diré que no ha participado en gesta similar, pero como ya dije semanas atrás el suyo ha sido “un gesto” de valor inconmensurable, aun a sabiendas de que saldría escaldado, pero alguien le tenía que poner “el cascabel al gato” de la corruPPción, de la PPillería, de la maniPPulación. No es tipo que se arredre fácilmente, pero puede quedar “tocado”.

Gesto valiente

Su acto ha sido valiente, pero alocado, como lo son casi todos los actos de esa naturaleza, un tanto inconsciente, quizá motivado por su bisoñez política, por su escasa práctica en las tablas del Congreso. La Universidad es un magnífico lugar para aprender a hablar en público, se lo digo por experiencia propia, pero no es suficiente para curtirse en el “cuerpo a cuerpo” dialéctico que demandan las cámaras, las políticas y las de Tv.

Este gobierno en curso ni puede ni debe circunscribir sus acciones al escaso año que lleva ejecutando sus proyectos, porque son los mismos que arrancaron en 2011, y muchos de sus cargos y sobre todo de los integrantes del partido afecto, venían de muchísimo más atrás, porque renovar, lo que se dice renovar, no puede porque la justicia arrampla con su banquillo.

Jugó la baza del mal estado del PSOE, en medio de unas primarias, olvidando que necesitaba sus alforjas para este viaje

Solo en enumerar los casos de corruPPción la portavoz de Podemos se ha tirado minuto y medio ¿Saben cuántos casos, vinculados a otros tantos presuntos y/o condenados nombres, se pueden citar en 90 segundos? No les abrumaré con datos, solo les sugiero que repasen la hemeroteca para comprobarlos y si les parece que “son casos aislados”, de “eso señores que Vds mencionan”, es que comparten el mismo problema que el Presidente del Gobierno.

A mi juicio, y creo que muchos estarán de acuerdo, se ha precipitado esta medida ¿Era necesaria? ¡Sí, por supuesto! ¿Era este el mejor momento? ¡No, de ninguna manera! Solo había una “bala de plata” en el cañón y Pablo Iglesias ha errado el tiro, ha malgastado la munición, ha perdido una oportunidad de oro de abatir políticamente a su peor adversario ¿Pedro Sánchez? ¡No, Mariano Rajoy! Solo les advierto que estén atentos a Irene Montero, puede que el oeste le reserve grandes momentos.

Iglesias no calculó bien cuándo debía presentar la moción. Jugó la baza del mal estado del PSOE, en medio de unas primarias, olvidando que necesitaba sus alforjas para este viaje, al menos para cuestionar entre ambas formaciones que había un germen de opinión muy creciente contra el estado de putrefacción en que los populares han sumido a España por doquier en los últimos años. Pero a Iglesias le pudo la prisa, la precipitación. Y para colmo sus afines descomponen el mensaje nacional integrador con diatribas soberanistas la noche antes.

Dos nombres, sí, dos nombres, pero no un mismo destino: uno para la gloria, Rafael Nadal; otro para el recuerdo, de lo que pudo haber sido y probablemente nunca llegará a ser…Pero quién sabe, si erré con el primero, quizá yerre también con el segundo. Tranquilos que, si así sucede, no tendré comedimiento en hacer idéntico propósito de enmienda ¡Nadie es perfecto!

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