Opinión | Las gráficas no explican el frío

Por Luis Aneiros

Lo sucedido estos días con el coste de la energía eléctrica sólo es entendible desde la aceptación de la diferencia entre pueblo y gobernantes, entendiendo como tales al conjunto de élites privilegiadas que no poseen la capacidad de comprender lo que ocurre más allá de los tintes negros de las lunas de sus coches blindados. No hay análisis económico, político ni técnico que pueda tumbar el análisis de las necesidades básicas no cubiertas. Cuando se habla de electricidad, oh señores de las alturas, no estamos hablando de la posibilidad de manejar el sistema domótico de sus hogares ni de que sus hijos puedan conectar la última videoconsola con realidad virtual a su televisor de 60 pulgadas de pantalla curva y sonido Chachisourround Ultimate… Cuando hablamos de electricidad, o de gas, o de agua corriente, nos referimos a subsistencia, a higiene, a alimentación y al mínimo confort  que un cuerpo humano necesita. Y una gráfica de consumos, de pérdidas o ganancias, de idoneidad de unas fuentes de energía sobre otras, o de presupuestos y balances no podrá jamás dar una explicación al problema de la pobreza energética. Pero lo más grave es que nada explica tampoco el problema más acuciante de España en estos momentos: la total falta de sensibilidad y escrúpulos de quienes manejan a su antojo nuestros dineros gracias a que nosotros los hemos llevado, voto a voto, a donde ahora están.

   Cuando miles de familias necesitan mantener apagadas sus calefacciones en fechas como las actuales, con temperaturas bajo cero en medio país, y muy bajas en el otro medio, ¿hacia dónde están mirando los políticos? Cuando una ducha es un lujo y encender una cocina un derroche, ¿cuáles son los problemas que nos están solucionando nuestros gobernantes? La imaginación que tan eficazmente se pone en marcha para solucionar cuestiones como el déficit del estado, y que encuentra las mejores fórmulas para paliar el daño que la devolución de las cláusulas suelo puede hacer a los bancos, se duerme preocupantemente cuando se trata del bienestar de la población más desfavorecida. Para el gobierno más despiadado de la democracia moderna, los problemas se sientan en despachos con mesas de caoba, y no alrededor de mesas de cocina sin mucho que poner sobre ellas.

Una ola de frío como la de estos días no puede venir acompañada de una subida del precio de la energía. No se puede consentir que se especule con la supervivencia de millones de familias. Y, sobre todo, no se puede demostrar la desvergüenza que demuestran cuando la respuesta es que el mercado energético es así, que no son ellos los que deciden, que se mantienen vigilantes pero que todo está en orden. Las cosas están reguladas como ellos han dispuesto y cuando ellos lo han dispuesto. Y también ellos pueden articular las medidas necesarias para que, al menos, las capas sociales más desprotegidas puedan tener acceso a la energía sin tener que elegir entre pasar hambre o pasar frío. Se le puede pedir a las compañías eléctricas que hagan esfuerzos para abaratar el coste de la luz, pero son empresas privadas que sólo piensan en su beneficio anual (que, por cierto, es mayor cada año que nos hundimos en esta crisis que sólo nosotros vemos), y que gozan de los privilegios que sus amigos del gobierno les proporcionan. Quien tiene que garantizar a los ciudadanos que podrán vivir dignamente gracias al esfuerzo de nuestros impuestos, es el estado español. Y los ciudadanos no vemos esa garantía, ni conocemos cuáles son las medidas que, ante lo ocurrido esta semana, se van a tomar para que no vuelva a darse la crueldad de alejar servicios básicos cuando más se necesitan.

¿Suministro estatal básico que permita esas garantías? ¿Una empresa pública que oferte electricidad, agua y gas a precios alcanzables para todos, y con precios que no fluctúen con el mercado, sino que se mantengan fijos a lo largo del año pase lo que pase con el crudo o las centrales extranjeras? ¿Por qué no? ¿Porque costaría dinero? ¿Nuestro dinero? ¿El mismo que se utilizó para rescatar bancos y autopistas en quiebra? ¿Se atreverían nuestros gobernantes a realizar una consulta a la población sobre cuáles son las necesidades a cubrir con nuestros impuestos, si las de los ejecutivos de grandes empresas o las de los necesitados? ¿Es una utopía todo esto que planteo? Es posible, pero no tengo ni la más mínima duda de que cada persona que sufre los despropósitos de nuestros políticos merece la búsqueda de una utopía y los beneficios que se puedan obtener por el camino.

20 minutos sin encender la luz. No se… casi prefiero 20 años sin repetir los últimos resultados electorales. Algo me dice que eso sí que podría funcionar.

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