Opinión | Democracia con más tanques que urnas

Por Luis Aneiros

España es un país preocupado. Y la preocupación principal de los españoles es, a fin de cuentas, la falta de preocupación de nuestro gobierno. La corrupción no le preocupa porque son casos aislados que no le afectan, ni como gobierno ni como partido; el paro no le preocupa porque se está mejorando la situación… ¿con empleos precarios y rayanos en la esclavitud? Sí, pero los números molan; la economía no le preocupa porque lo macro va bien… de lo micro que se ocupe Cáritas, que para eso está. Y después está Cataluña.

Cataluña es un tema que sólo preocupa al 1,7% de los españoles, según el CIS de junio de 2017. Entonces… ¿cuál es la importancia real que el tema catalán tiene en la política española? ¿Por qué, en la reunión de hoy de Pedro Sánchez con Rajoy, se supone que el principal tema a tratar es Cataluña, su referéndum y las pretensiones independentistas del Parlamento catalán? Y lo más importante, ¿cuáles serán las consecuencias de los movimientos que se produzcan en los diferentes escenarios que se nos presentan como posibles?

Si cuatro décadas de dolor por el terrorismo de quienes utilizaron el sentir de miles de vascos sobre su identidad y sobre la respuesta del gobierno central, no hacen ver la importancia del diálogo, es que la historia de un país no sirve para nada

Lo más inmediato es pensar que estamos hablando de la unidad de España, de su soberanía, su identidad como nación y, por encima de todo, el respeto a las leyes y la Constitución. Temas todos ellos que necesitan de la unidad de todos frente al peligro secesionista y desintegrador que suponen los independentistas… Pero pocas veces lo más inmediato es lo verdadero. Y en política, menos aún. Para el Partido Popular lo importante es la imagen que puede dar en el resto de España defendiendo la “unidad de la patria”. En una autonomía donde son poco más que anecdóticos, con 11 escaños de 135 (y donde el PSC sólo dispone de 16 representantes), no tienen nada que perder si se oponen al sentir general de una población a la que dan por perdida electoralmente. Pero, con respecto al resto de España, esa postura de unidad nacional frente al separatismo les genera votos y apoyos de un sector que todavía ve a nuestro país como el necesario rescoldo de un pasado que se está poniendo en cuestión por las nuevas generaciones. Un señor de Extremadura no puede entender la necesidad de cierta parte de los catalanes de ser independiente. Y, como no lo entiende, lo condena y se cree legitimado para ser tenido en cuenta. Cuando se dice que todos los españoles deberíamos tener derecho a opinar sobre la independencia catalana, decimos que quien no entiende algo puede decidir, desde su ignorancia del problema y desde su concepción de España como Una, Grande y… ¿Libre? No se… por lo que se ve, libre de opinar sobre su futuro, no.

Bien, este es el presente, así están las cosas. El independentismo se ha triplicado en los últimos diez años , producto del inmovilismo del gobierno de España y de las manifestaciones públicas de sus dirigentes, junto con los de Ciudadanos y destacados miembros del PSOE, en el camino de la utilización extrema de la Constitución y su artículo 155. La imagen de Felipe González calcando las palabras de María Dolores de Cospedal, amenazando con la posibilidad de utilizar la fuerza donde debería de haber palabras, sólo da alas a quienes creen que su  sitio, como catalanes, no es España. Si cuatro décadas de dolor por el terrorismo de quienes utilizaron el sentir de miles de vascos sobre su identidad y sobre la respuesta del gobierno central, no hacen ver la importancia del diálogo, es que la historia de un país no sirve para nada. España está falta de diálogo en todos sus ámbitos porque tenemos un gobierno convencido de que la verdad está de su lado porque la UE, Alemania y Dios están de su lado. Y por ese motivo, millones de españoles sufren  desempleo y hambre. Y por ese motivo, los catalanes no tienen derecho a expresar su voluntad en un referéndum.

De acuerdo, señora Cospedal, señor González y señor Catalá (entre otros), apliquen el artículo 155 de la Constitución. Suspendan la autonomía catalana y pongan, después de seguir el procedimiento establecido para este caso, en manos del gobierno central y del Parlamento la gestión de Cataluña. Me surgen un buen montón de dudas, que se resumen en una sola pregunta: ¿y después? Evidentemente, la situación de una Cataluña sin autonomía es temporal. ¿Qué creen que ocurrirá después? ¿Alguien podría pensar que el independentismo catalán desaparecerá después de un tiempo (no sé cuánto), de gestión desde Madrid de sus asuntos? ¿Podrán los partidos independentistas presentarse a las siguientes elecciones autonómicas que se convoquen? ¿Piensan adoctrinar a los catalanes en el patriotismo español mientras tanto? ¿No están de acuerdo en que, más bien al contrario, el sentimiento independentista se verá armado de razón por la acción militar del ejército español?  ¿Descartan ustedes la posibilidad del surgimiento de una facción violenta que crea en la necesidad de dar una respuesta armada a la supresión del derecho al autogobierno de Cataluña? ¿Realmente merece la pena llevar al extremo algo tan fácilmente solucionable, tan sólo por afianzar sus votos en el resto del estado español?

Los resultados electorales en Cataluña en las últimas elecciones generales han dado la mayoría a ECP, favorable a un referéndum, pero no a la independencia. Por tanto, y haciendo caso a otras encuestas realizadas, la realidad es la de una Cataluña no independentista. ¿Por qué ese miedo? Y, en cualquier caso, fuera cual fuera el resultado de la consulta, ¿realmente ven más halagüeño un futuro tras una intervención militar que tras una consulta en referéndum? Pues lamento decirles, señores del gobierno español del Partido Popular, que la postura de las armas y la fuerza antes que las urnas es lo menos democrático que se puede presentar, no sólo ante el pueblo catalán o español, sino ante la comunidad internacional. ¿Se imaginan que en Escocia hubieran entrado tanques en lugar de urnas? Pues no se engañen, su imagen será igual de deplorable si lo hacen en Cataluña.

El resumen de lo dicho es muy simple: si el gobierno español entabla las conversaciones necesarias para evitar el choque de trenes y, sobre todo, si se llega a algún tipo de forma de consulta que contente a todas las partes, se podrá evitar un crecimiento del independentismo que, a partir del imperio de la fuerza, con o sin razón constitucional, será inevitable. La juventud catalana se posicionará claramente hacia la secesión, como la juventud vasca lo hizo ante la represión a la que se vio sometida su identidad como pueblo durante el franquismo. ¿O es eso lo que, precisamente, quieren algunos que suceda en España?

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