Opinión | El año que no ha pasado

Por Luis Aneiros

Hoy se cumple un año desde las últimas elecciones generales en España, aquellas en las que todo iba a cambiar. Serían, sin duda alguna, la puerta a una nueva España, una nueva sociedad, el fin de la oscuridad que Mariano Rajoy y su gobierno habían extendido por todo el país. Ya no más aumento de la crisis, se había terminado el gobernar a la manera de las “dictablandas”, a golpe de Decreto Ley y utilizando las instituciones para favorecer a los suyos y frenar el clamor popular. Ya no más Ley Mordaza, no más LOMCE, no más privatizaciones de los servicios más básicos… Aquella campaña electoral estuvo plagada de lemas, desde la derecha de Ciudadanos hasta la izquierda de Unidos Podemos, que en su absoluta totalidad anunciaban el fin del régimen totalitario del PP, instaurado con el único fin de hacernos retroceder en derechos y bienestar.

Y aquel 26 de junio de 2016, los españoles decidieron que ya estaba bien, y desposeyeron al PP de la mayoría absoluta con la que se permitía toda clase de desmanes, permitiendo los tan ansiados pactos parlamentarios con los que se podría, al menos, echar a los populares del gobierno. Sin duda alguna, después de todo lo que se había dicho en campaña, la decisión de quién y cómo gobernaría tendría que ser el fruto de intensas pero más que posibles conversaciones. Rivera no había dejado lugar a la duda: jamás apoyarían un gobierno del PP. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no podrían haberlo dejado más claro desde la obviedad. Y los nacionalistas… bueno, ya sabemos que con ellos importa más el grosor del gusano en el anzuelo que la ideología. En cualquier caso, la suerte estaba echada, y todos nos preparábamos para las duras negociaciones que traerían el cambio…

Se irán, dejando las sobras en banquillos de acusados y marcando con sus nombres los sillones de las empresas que tantos favores les deben.

Lo de Ciudadanos se veía venir, ¿para qué vamos a engañarnos? Sólo hizo falta tener la oportunidad para demostrar lo que ya todos nos temíamos: Ciudadanos se presentó a las elecciones generales para poder canalizar los votos de la gente decente de derechas y devolvérselos al PP. Hay muy poco que añadir a algo tan evidente. Pero, ¿es normal que, un año después, nada haya cambiado? No es sólo que Rajoy siga siendo el presidente de un país que no se lo merece, sino que la inutilidad del Parlamento empieza a ser muy preocupante. Dentro de muy poco se irán de vacaciones, que para eso el calendario sí que es importante, y no han podido solucionar ni uno sólo de los problemas importantes a donde nos ha llevado el gobierno. Ni en educación, ni en sanidad, ni en pensiones, ni en empleo, ni en derechos… Seguimos donde estábamos el 25 de junio de 2016, y yendo preocupantemente a peor, en vista de cifras como las del empleo de calidad, las listas de espera para operaciones o la calidad de la enseñanza.

Las aventuras y desventuras del PSOE han hecho mucho daño al país. Nunca un partido con la historia de los de Sánchez ha dado un espectáculo tan bochornoso, ridículo y lamentable. Las sucias uñas de los barones, arañando la piel de un secretario general elegido por las bases y dando de comer a su políticamente obesa reina, demostraron que la izquierda española había perdido su tradicional referente. Y han tenido que ser de nuevo las bases las que pusieran a cada uno en su sitio, pero… ¿podemos tener alguna esperanza en Pedro Sánchez, su nuevo proyecto y su nueva ejecutiva? Resulta irónico que un hombre con el currículum de Sánchez, más cercano al de un liberal que al de un socialista, levante el puño izquierdo y entone la Internacional como grito de guerra. Y asuntos como el CETA demuestran la lucha interna entre el líder de un partido socialista necesitado de un lavado de imagen urgente, y el economista convencido de las bondades del capitalismo. En cada ocasión que ha tenido se ha manifestado a favor de una opción distinta, y eso no ayuda a convencer a nadie… excepto a esos votantes que tradicionalmente han ido pasando del PP al PSOE, según iba conviniendo.

Ha pasado un año y las cosas siguen como en aquél momento. Asoma la posibilidad de una moción de censura presentada por el PSOE en otoño, que Unidos Podemos apoyará incondicionalmente… o no tanto, y que a Rajoy no le preocupa en absoluto, porque hace mucho que, para el PP, la inversión está amortizada y ya sólo siguen recogiendo intereses. ¿Se tienen que ir? Se irán, dejando las sobras en banquillos de acusados y marcando con sus nombres los sillones de las empresas que tantos favores les deben.

Pero no olvidemos que dicha moción depende de la voluntad de Pedro Sánchez, el mismo que presentó como opción de cambio un pacto de derechas con Ciudadanos, y que opina que hay que reconocer la plurinacionalidad de España, pero no el derecho a decidir. Y, ¿quién sabe?, en vista de su trayectoria, lo mismo decide abstenerse en su propia moción de censura.

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