Olatz Urkia: “El boicot a la cultura rusa no se puede justificar”

Entrevistamos a Olatz Urkia, periodista y escritora, quien acaba de publicar la novela “El búho de Ravel”.

Por Angelo Nero

Olatz nació en el barrio donostiarra de Aiete, estudió Humanidades y Comunicación en la Universidad del País Vaco y, posteriormente, se trasladó a Crimea, donde estudió filología rusa en la Universidad Tavriski Natzionalni. Vivió en Moscú varios años, y en 2016 fijó su residencia en China, desde donde ejerce como corresponsal para Asia y Pacífico de la cadena pública vasca EITB, colaborando también para varios medios escritos. Acaba de publicar con Txalaparta “El búho de Ravel”, “Una novela con toques impresionistas, que transmite multitud de sensaciones físicas, al mismo tiempo que profundiza en la psicología de sus protagonistas y nos hace preguntarnos si es posible elegir entre arte o amor como prioridad absoluta”.

En estos tiempos de rusofobia exacerbada por los medios de (des)información masivos, parece un ejercicio arriesgado publicar un libro que tiene mucho de homenaje a Moscú, que más que un escenario es una de las principales protagonistas de “El búho de Ravel”. Tu viviste varios años en la capital rusa, ¿es en parte este libro un inventario de nostalgias de las calles, las gentes y las sensaciones que poblaron esos días?

Si, siempre digo que esta novela nació por la necesidad de cerrar de alguna forma ese capítulo de los años que pasé en Moscú y Simferópol (Crimea). A pesar de que no sea autobiográfica en absoluto en los hechos que se narran y los personajes, si lo es en el escenario: salen calles en las que viví, los parques, las aves, las sensaciones… de mi día a día en los dos inviernos que pasé en Moscú.

Otra de las grandes presencias en el libro es la música clásica, de tal forma que intuimos que está escrito por alguien que tiene un profundo conocimiento de ese mundo, esto nos inclina a preguntar: ¿hay algo de autobiográfico en el personaje de Joane? ¿Cuál es tu relación con la música clásica?

Joane no es un personaje real, pero tiene, claro, pequeñas partes reales, mías o de otras personas que he ido conociendo. Conmigo tiene en común precisamente esa pasión por la música clásico. Para ella es una profesión, para mí solo un hobby, pero el piano tiene una gran importancia en mi vida, y los compositores rusos como Prokofiev, Tchaikovsky o Rachmanino están entre mis preferidos. En los tres años que pasé en Crimea dediqué muchas horas diarias al piano, tenía una profesora rusa, Natalia Yurchenko. Ahora en China, tengo un profesor maravilloso de Pekín.

Tu novela es una suerte de matrioska, que al ir abriendo cada muñeca rusa nos va mostrando un mosaico de ese Moscú de barrios obreros, de gastronomía tradicional, de geografía humana y, sobretodo, de sentimientos. ¿Quisiste mostrar ese Moscú oculto, que va más allá de las imágenes turísticas de la Plaza Roja?

Eso es. Yo cuando fui a Crimea tenía 22 años, terminé en un pueblo que los turistas no conocen, Simferópol, mi primer contacto con la cultura rusa, por lo tanto, no tuvo nada que ver con la de los europeos que van a San Petersburgo. Después cuando me mudé a Moscú también, a pesar de estar en la capital, mantuve ese contacto con la Rusia de segundo plano, por decirlo de alguna manera, y en esta novela he querido describir las escenas que te encuentras no en la Plaza Roja llena de turistas, si no en las calles más pequeñas, etc.

La historia de “El búho de Ravel” está escrita en clave de mujer, sus dos protagonistas principales, Joane y Olga, son mujeres de orígenes muy diferentes, que entablan una conflictiva relación, a la vez que afloran sus propios conflictos, heredados del pasado. ¿Con estos personajes pretendías ahondar en la sicología de los personajes y en sus propios debates internos?

Si, más allá de ser un homenaje a la música clásica y a Moscú, esta novela es un intento de profundizar en la psicología de varios personajes distintos. Siempre he admirado a los escritores que son capaces de profundizar psicológicamente en sus personajes, como Dostoyevski; me parece mucho más importante intentar construir personajes reales que, por ejemplo, ser rompedor o innovador en el estilo a la hora de escribir.

En cuanto a los personajes de la novela, esta vez he elegido a dos mujeres como protagonistas, pero sin un motivo concreto, tal vez simplemente para poder contar una historia de amor entre dos mujeres, sin que sea solo una historia de temática LGBTI+. Por otro lado, he elegido a personajes que tienen su punto oscuro, para reflexionar sobre la forma de relacionarse de las personas que tienen algo no solucionado en el pasado.

Hablando de conflictos, es inevitable no preguntarte, sabiendo que has vivido en Rusia y Ucrania, si hay tanta diferencia entre ambos pueblos como nos quieren señalar desde los medios todos los días, y por otra parte, cual es la visión que tiene la sociedad rusa sobre Europa, en general.

Yo he vivido tres años en Crimea y dos en Moscú, tal vez no es suficiente para llegar a entender realmente la cultura rusa y ucraniana, pero mi opinión es que no, que no son tan diferentes. Es verdad que yo he vivido en Crimea, una zona muy rusoparlante de Ucrania y bueno que ahora ya forma parte de Rusia, por lo que mi visión de Ucrania es limitada tal vez. En cuanto a la visión que la sociedad rusa tiene sobre Europa, hay de todo, pero creo que el estereotipo principal es que los europeos somos individualistas, egoístas, y bueno, algo de verdad si tiene el estereotipo no?

En relación a la guerra, y a las sanciones de todo tipo que se han promovido desde Occidente, ¿Qué opinas del boicot a la cultura rusa, al arte, y al mundo de la música clásica en particular?

Me parece muy triste. Aquí en Pekín tengo buenos amigos rusos y he visto cómo están sufriendo toda esta tensión. Los contrarios a Putin se sienten tristes, y tienen miedo; los partidarios a Putin se sienten juzgados, marginados. Todos ellos, los de una mentalidad y otra, se sienten malinterpretados y deshumanizados en general.

El boicot a la cultura rusa no se puede justificar. Para mí fue un shock saber lo que le había pasado a Valery Gergiev, por ejemplo: admirado a nivel mundial, es uno de los mejores directores de orquesta, y en octubre le expulsaron de la Real Academia de Música sueca, de la Filarmónica de Rotterdam y Munich, y varios más, por no criticar abiertamente a Putin. En una sola semana cancelaron todos sus conciertos y festivales; la cultura europea y estadounidense le expulsó de repente.

También hay una galería de personajes diversos en tu novela, ¿tal vez es una pequeña muestra del crisol de culturas que te encontraste durante el tiempo que viviste en Moscú?

Si, aunque novela no es suficiente para trasladar esa mezcla de culturas que he tenido la suerte de vivir desde que me fui de Europa hace 13 años. Pero bueno, he intentado al menos plasmar un poco esa mezcla de personajes: la protagonista es rusa-vasca, hay un personaje chino (secundario pero que tiene una gran importancia), un madrileño… Los demás son rusos, pero todos ellos distintos y de clases sociales diversas: desde el profesor de música clásica, al guía de equitación de las afueras; hay personajes positivos y negativos en distintas clases sociales y distintos orígenes; hay por ejemplo machismo en tanto en personajes rusos y europeos. Tal vez de esa forma he querido desidealizar al europeo de clase media que tiende a creerse moralmente superior. Pero más que eso creo que los personajes me sirven para hacer guiños varias partes importantes de mi vida: los caballos, China, Rusia, la música clásica.

Donostia, tu ciudad natal, aparece en el libro como un lugar lejano, poblado de recuerdos dolorosos, de heridas que Joane no ha conseguido cerrar. Tú, que llevas muchos años viviendo a miles de kilómetros, ¿qué relación guardas con tu ciudad?

Muy buena la verdad. Me encanta volver siempre que puedo. Aunque eso sí, me siento bastante extranjera ya en Donostia. Después de marcharme a los 22 tuve un shock cultural inverso a la vuelta, y durante varios años cada vez que volvía al País Vasco de vacaciones me daba una crisis. Más tarde ya pude hacer el proceso y ahora creo que es un trocito de paraíso, en Donostia se vive muy bien. Lo que me da rabia a veces es que la gente no lo valore. Me gustaría mucho llevar a Donostia a todas las personas que han entrado en mi vida estos últimos años.

En tu novela se trasluce una cierta homofobia en la sociedad rusa. Aquí siempre se incide en la persecución de la homosexualidad. ¿Como es de fuerte el peso del patriarcado en Rusia?

Si, la homofobia y sus consecuencias es también uno de los temas de la novela, pero diría que es más importante otra reflexión: la desigualdad que hay entre las dos protagonistas porque una proviene de un entorno más abierto y la otra de un entorno más homófobo.

En cuanto a la situación en Rusia, sin duda, la homofobia está muy presente todavía. Según en qué zona de Rusia es además una homofobia directa y agresiva. En China por ejemplo yo no he sentido miedo en el colectivo LGBTI+, si a veces presión por parte de familiares que no entienden, pero no miedo a ser agredido por ejemplo; en Rusia sí. En mi caso, sé que muchos de los que conocí en Crimea y Moscú reaccionarían muy mal si les dijera que no soy heterosexual.

Por último nos gustaría saber donde podemos encontrar la voz de Olatz Urkia, ¿para que medios estás trabajando?, y también si estás preparando un nuevo libro.

Muchas gracias por preguntarlo. Ahora vivo en Pekín y soy la corresponsal de Asia de EITB, la radio-televisión pública vasca, pero colaboro también con medios escritos como Berria y Gaztezulo. Y sí, ya se está preparando en mi cabeza la segunda novela, aunque necesitaré años para terminarla, me parece que mi ritmo es de un proyecto cada cinco años . Lo que puedo decir de la siguiente novela es que se ubicará en China, será más autobiográfica, y que en ella intentaré romper con los estereotipos que tenemos en Europa sobre los chinos.

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