Nunca enamores a un forastero, mi puerta de entrada al universo de Ramón Díaz Eterovic

Foto: Raúl Goycolea

Eterovic hace una radiografía certera de la sociedad chilena, de sus desigualdades aberrantes, de los huecos de la democracia, por donde hacen negocio los traficantes y los explotadores sin escrúpulos.

Por Angelo Nero | 25/11/2024

“La novela policial que escribo está estrechamente ligada a los crímenes políticos que han asolado a Chile y a Latinoamérica. Un crimen que abandona el cuarto cerrado o las motivaciones individuales, y se relaciona al poder del Estado, a los negociados políticos y económicos, a la falta de credibilidad en la justicia, a la búsqueda de verdad. La novela policial ha sido para mi una perspectiva para hablar de temas sensibles en la sociedad chilena, como los detenidos desaparecidos, el narcotráfico, la carencia de una democracia real, las traiciones. Mis novelas las siento como una crónica de la historia chilena de los últimos 20 o 25 años, y con las novelas ya escritas y otras que escribiré, deseo construir una suerte de comedia humana chilena, abordando temas y historias que reflejen diferentes aspectos de nuestra sociedad.” Con esta declaración de intenciones hablaba Ramón Díaz Eterovic ((Punta Arenas, 1956), de su extensa obra, gran parte de la cual está escrita en negro, con la serie que sigue, a lo largo de más de veinte novelas, las tribulaciones del detective Heredia, que además fue adaptado para la televisión, en 2005, con el título de “Heredia & Asociados”, aunque yo sigo prefiriendo los libros de Eterovic, que rezuman por todos los poros la mejor herencia de Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Chester Himes.

Gracias a la editorial Txalaparta, podemos disfrutar en el estado español de tres de sus novelas, “Nunca enamores a un forastero”, “Ángeles y solitarios” y “La oscura memoria de las armas”. Yo descubrí a Eterovic, y con él a Heredia, a través de la quinta novela de la serie, “Nunca enamores a un forastero”, donde el detective viaje a la ciudad natal del escritor, Punta Arenas, para atender al llamado de su antiguo compañero de la Universidad, Severino Caicheo, un defensor de la comunidad, y se encontrará con un montón de callejones sin salida, con una atmósfera pesada y violenta, y un clima desapacible, todo ello salpicado de una buena provisión de palizas y asesinatos, hacen que cuando acabas un capítulo no te puedas resistir a leer el siguiente. Para sus pesquisas en Punta Arenas, Heredia cuenta con la ayuda de un simpático policía local, Drago, y de un ex boxeadora argentino, Firpo Rondinoni, que le ayudaran a desenmarañar la trama de policías corruptos y ricos empresarios.

Eterovic hace una radiografía certera de la sociedad chilena, de sus desigualdades aberrantes -fruto de la dictadura y de la doctrina de los Chicago Boys-, de los huecos de la democracia, por donde hacen negocio los traficantes de droga y de armas, los proxenetas y los explotadores sin escrúpulos, a través del cínico Heredia, pendenciero y bebedor, que nunca deja de perseguir una injusticia, ni de eludir una pelea o de sucumbir ante el deseo, como el que le provoca Yasna, aún a sabiendas que la palabra futuro no está en su diccionario. Heredia es un forastero en su propio país, pero en Punta Arenas todavía lo es más, nostálgico incorregible de Santiago, que dispara con diálogos afilados como cuchillos, tal vez por su adicción a las novelas de Onetti y Hemingway, mientras se tropieza con milicos y con pacos, con los uniformados que secuestraron a toda una generación, y también con gorilas, con los brazos violentos del lumpen, al servicio del poder y del dinero. Heredia no es Philip Marlowe ni Sam Spade, pero quizás es más auténtico, más cercano, y para aquellos que todavía no sabían que una buena novela negra también se puede escribir con acento chileno, “Nunca enamores a un forastero” es una buena puerta de entrada, para descubrir a un escritor tan notable como Ramón Díaz Eterovic.

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