Nuestro camino debe ser más grande que una manifestación. Manifiesto de buenas prácticas feministas

Por Marta HdlH

Hoy es el día en que las ciudades se verán abarrotadas de gente en favor de la mujer, de sus derechos y de su lucha, ¿pero y mañana? ¿Quedará algo más que el recuerdo de las fotos?

Que nadie malinterprete, ir a la manifestación es legítimo, es un gesto muy poderoso, una manera de decir “basta,” de visibilizar la lucha, de generar empatía y de renovar las fuerzas. Es un acto de movilización social que transmite un mensaje a nuestros gobiernos que ya no pueden evitar escuchar. Pero más allá de esa lucha global y visible quedan otras tantas que pasamos por alto en el día a día, y que, si permitimos que se perpetúen, seguirán aceptadas en el imaginario colectivo como “normales”.

En primer lugar los chistes. Da igual que sea “una broma”. Los chistes sobre mujeres tienen que acabar, no tienen gracia. Los refranes, los chistes, las anécdotas conforman los estereotipos sobre la mujer que se pretende evitar. Dan una imagen deformada sobre nosotras, no nos representan, y eso tiene que quedar claro. Los chistes tienen que acabar en cada una de las personas que se consideran feministas. Simplemente basta con mencionarlo, con decir, “ese chiste no tiene gracia”, o un “no entiendo por qué haces ese chiste”.

En segundo lugar, el lenguaje en general. Las cosas no son “la polla” o “un coñazo”. Las cosas no son de “puta madre”, la gente no es una “hija de puta” ni las mujeres están “malfolladas” (que curiosamente atenta sobe la mala práctica sexual del hombre, pero resulta que a las mujeres “nos follan”, no follamos). Y sobre todo, las mujeres no estamos “hasta los cojones” de las cosas. Basta ya de engrandecer los órganos sexuales masculinos y de usarlos como referencias positivas y basta ya de estigmatizarnos por ser putas, por follar mucho, poco, bien o mal. Es importante cuidad lo que decimos, y mucho mejor si se puede corregir con educación a quien usa esta terminología. Ligado a este tema, no pasa nada por hablar de la jueza, la médica, la ingeniera o la poeta. Nada hoy en día autoriza el empleo exclusivo del masculino para nombrar las profesiones y oficios. Decir que «Migdalia Suárez es médico» o abogado, ingeniero, odontólogo, etc. es intrínsecamente incorrecto y secuela de una larga tradición sexista afectada de impropiedad semántica, completamente desautorizada por la realidad[1].

Relacionado con lo anterior, no podemos seguir llamando a quienes trabajan en el servicio doméstico, de hoteles, en la limpieza o al cuidado de niños “la chica”, “la chacha” o “la de la limpieza”. Cuando hablemos de profesiones, hablemos con rigor, hablemos de sus tareas, pero no de su condición como mujer.

En tercer lugar, la conciliación laboral. Las mujeres no son las que tienen que conciliar y la ley permite a ambos padres la reducción de jornada. Basta ya de seguir luchando por “la conciliación familiar de la mujer”. Hay que empezar a hablar de la conciliación personal, laboral y familiar y defender las mejores condiciones laborales para ambos progenitores. Y yendo un paso más allá, creo que como mujeres tenemos la obligación de plantearnos con nuestras parejas este debate, que no se dé por hecho que es la mujer la que reducirá su jornada.

En cuarto lugar, fomentemos otros hábitos. Forcémonos a leer a más mujeres y a que las niñas y niños tengan otro tipo de libros que pongan en valor a las mujeres, veamos más cine producido por directoras, con papeles femeninos como protagonistas o que al menos superen el test de Bechdel. En plena era de la digitalización es muy sencillo buscar recursos alternativos. Sólo hay que hacer el pequeño esfuerzo de elegir productos feministas, cantantes, autoras, ver partidos de equipos femeninos, y por qué no, incluso practicar deportes como el roller derby (jugado casi siempre por equipos de mujeres) o el kin-ball (exige que el equipo sea mixto aunque empieza a haber sólo equipos masculinos por falta de mujeres).

En quinto lugar, hay que acabar radicalmente con el concepto “las mujeres son malas con otras mujeres”, “las mujeres son un bicho”, “las mujeres son vengativas”. Las mujeres somos vuestras hermanas, madres, hijas, novias y amigas. Con etiquetas tan lapidarias como esas sólo se generan odios, enemistades, futuras rivalidades y envidias. Si un hombre ama a cualquiera de las mujeres que tiene en su entorno no puede permitirse hacer estos comentarios, aunque solo sea porque al decirlo está etiquetando igualmente a sus seres queridos. Y las mujeres debemos ir aún más lejos, debemos romper ese concepto de mejor amiga, debemos tener y si no, crear manadas. Dar uso a esa palabra preciosa que es la sororidad y hacer que las mujeres que nos rodean sepan que pueden contar con nosotras, que entiendan que en una mujer tienen una aliada, no una enemiga. No hay nada como el ejemplo, y ante etiquetas como estas sólo nos queda estar juntas más allá de ir esta tarde a la manifestación.

Por último, simplemente miremos más allá del 8m. Y para ello hay que formarse. Estudiemos para entender el feminismo, conozcamos las teorías sobre el género, la construcción social, manejemos autores y antes de tener propuestas y soluciones mágicas sobre como hacer políticas para la mujer pensemos, reflexionemos. Existen un sinfín de cursos gratuitos, de libros, de foros de debate, de asociaciones en cada ciudad. Acerquémonos a esos círculos a debatir, a escuchar, a abrir la mente. Es fundamental que dejemos de pensar que el feminismo es una lucha asociada a una determinada ideología. Formemos parte de este colectivo. Hagamos que el 8m sea todos los días.

[1]https://www.fundeu.es/noticia/la-medica-o-la-medico-3763/

1 Comment

  1. personalmente el fallo qe veo a la hora de extender el feminismo
    es que algunas lo «explican» sin asertividad ni empatia
    ( no qiero decir que tengan qe hacer como maravillosas pero tampoco bordes )
    y es que asi es como se interpreta el feminismo como hembrismo=machismo= manipulacion borderio acoso

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