“No quería ser bombardeado, quería seguir jugando”

“De pronto la tierra explotó, antes no pude oír nada. No estábamos haciendo nada especial, vivimos allí”

Por Mauricio Centurión / LQSomos

El cielo está repleto de agua, es una mañana aburrida. Cuatro niños buscan un lugar donde refugiarse de la lluvia y matar el tiempo. Sus padres les dicen que no vayan muy lejos y que no tarden en volver, “que la situación está peligrosa”. Desde el 20 de noviembre que los pueblos que viven cerca de la frontera turco-siria reciben ataques diarios de aviones de guerra y drones, luego de que, a través de una misión llamada “Garra-Espada”, Turquía le declaró una nueva guerra al pueblo de Rojava, que hace diez años liberó su región para crear un proyecto autónomo de gobierno en el Kurdistán sirio.

Piernas heridas de Ali luego de ser herido por el bombardeo de un avión Turco en la ciudad de Til Temer

Ocho huellas se imprimen constantemente en el barro arenoso de El-mucibra, una aldea cercana a la ciudad fronteriza y multiétnica de Til Temir. Dos parejas de hermanos que son primos, vecinos y mejores amigos, recorren la tierra que, cuando no llueve, es trabajada por su padres. Suliman tiene doce años y una mirada profunda, durante el camino va último, callado y observando todo con una pequeña rama en la mano. Su hermano mayor se llama Ali, tiene trece años. Bedran tiene quince años, pero parece de menos edad; es quien lidera el grupo y con quien mejor se lleva Ali. Hale es el más pequeño, tiene ocho años, va primero en la fila, inquieto, levantando todo lo que encuentra y volviéndolo a tirar.

Bedran muestra sus heridas

Bedran escucha un ruido, es un avión, es un sonido conocido, pero esta vez lo percibe más cerca, mira hacia atrás y arriba, y siente un ruido que lo ensordece. Abre los ojos, su cuerpo está en el suelo, su mano quemada, su panza y piernas llenas de esquirlas de bomba, el ruido no se va y no se va a ir por tres días. “El ruido que sentí aún está en mis oídos, se quedó ahí y no me deja dormir. Hace tres días que no puedo dormir por el dolor, el doctor dijo que me van a operar. Me duele la cabeza, la pierna, estoy confundido. Estamos cansados de no poder vivir bien, dice Bedran, acostado sin poder moverse, pero entusiasmado por contarnos cómo fue lo que vivió. Bedran agrega: “Queremos vivir en paz, pero cómo podemos hacerlo si destruyeron nuestra casa, si nuestra tierra es atacada, si nosotros estamos heridos. Siempre caen bombas, tantas que siempre decíamos que algún día iba a caer una sobre nosotros, pero aun así no esperábamos que pase”.

Hale y su padre Muhammad

“De pronto la tierra explotó, antes no pude oír nada. No estábamos haciendo nada especial, vivimos allí”, dice Suliman tres días más tardes, en el hospital de Heseke; es el único de los cuatro que puede caminar, pero es el que tiene la herida más grande en la cabeza. Mira hacia afuera desde la ventana de la pieza que comparten los cuatro en el hospital, y les cuenta a los otros niños las cosas de la ciudad que se ven desde la ventana. “No quiero abandonar mi tierra, quiero nuestra libertad, estoy cansado y asustado que tengamos que vivir así”.

Muhammad, el padre de Hale y Bedran, cuenta: “Cuando llegué y vi que estaban llenos de sangre, me asuste muchísimo. El ejército turco aplica una política terrorista contra nosotros y toda la población”. La madre de los niños lo interrumpe: “Somos sirios, sufrimos continuamente, somos gente del pueblo que quiere trabajar y vivir en paz, somos campesinos, ellos son niños, no le pueden hacer esto. Somos sirios, no hicimos nada, trabajamos nuestras tierras, ni siquiera entendemos nada de política. A la población mundial no les interesa lo que sucede. Los campos de refugiados están llenos de personas que fueron atacadas y desplazadas. ¿Cuál es el futuro que les espera a esas familias?

Nosotros ahora iremos a un campo de refugiados, porque nuestro lugar quedó destruido, pasamos hambre y frío. ¿Cuál es el futuro que nos espera?”.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan declaró después de comenzar su operación militar: “Llevamos unos días encima de los terroristas con nuestros aviones, cañones y drones. Si Dios quiere, pronto los erradicaremos a todos con nuestros tanques, artillería y soldados”. Desde que comenzó su proyecto “antiterrorista”, muchos de sus misiles caen sobre la población, destruyendo escuelas, centrales de luz, estaciones de petróleo, panaderías populares y acabando con la vida de muchos civiles que viven en Rojava.

Hale de ocho años

Ali, desde su lugar y mirando hacia el lado opuesto al que estamos, dice: “Mi primera reacción fue de mucho miedo. Sobre todo cuando vi que no era el único que estaba herido, todos estábamos llenos de sangre, estábamos buscando un lugar para jugar donde no haga tanto frío. Ahora estamos asustados y desprotegidos, no quiero ir a un campo de refugiados”.

El cuerpo herido de bedran

La madre de Hale, el más pequeño de los niños, le comenta a su hijo: “Vos fuiste el único que no dijo nada, ¿queres decir algo?”.

“Estoy cansado. Solo quiero decir que no queríamos ser bombardeados, queríamos seguir jugando”, resume Hale como respuesta.

-Todas las fografías son obra de Mauricio Centurion.

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