No other land, cuando el mundo despertó el apartheid seguía allí

El documental ‘No other land’, dirigido por Basel Adra, Rachel Szor, Yuval Abraham y Hamdan Ballal, pone en el foco uno de los muchos aspectos de ese régimen de apartheid.

Por Angelo Nero | 30/12/2024

Apartheid es un término afrikáans, que significa separación, y que se utilizó para definir el sistema de segregación racial en Sudáfrica, que se impuso entre 1948 y 1991, y que no solo tuvo una fuerte oposición interna -liderada por el Congreso Nacional Africano-, por parte de la mayoría negra que sufría esta discriminación, sino de la comunidad internacional, especialmente a partir de los años setenta, con una campaña que consiguió apartar al régimen racista sudafricano de las competiciones internacionales, boicoteando sus productos y promoviendo la desinversión, con lo que, a principios de los noventa, el gobierno de Sudáfrica, tuvo que comenzar a desmantelar el sistema legal en el que se apoyaba el apartheid, liberar a aquellos que los habían combatido, como Nelson Mandela, y tras unas elecciones libres, en las que ganó su formación política, el CNA, traspasarle el poder.

Cuando se instauró el apartheid en Sudáfrica, en 1948, sucedía en Palestina la Nakba, término árabe que significa desastre, y este fue de tal magnitud que adquirió la categoría de limpieza étnica, cuando organizaciones armadas sionistas -como la Haganá y el Irgún- tras la creación estado de Israel, mediante masacres y hostigamientos, expulsan a cerca de 800.000 palestinos, incautan sus propiedades y tierras, y destruyen alrededor de 500 pueblos. Ese fue el principio del fin del sueño de la creación de un estado palestino, en el territorio que, hasta entonces, había estado bajo administración británica. Lo que siguió fue, como en Sudáfrica, un sistema de segregación racial, con la intención de separar a un pueblo, el palestino, de una comunidad religiosa, la judía, que iría llenado el territorio con oleadas de judíos europeos, americanos e incluso africanos, como los falashas, colonos para lo que ellos definían como “una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra.”

El documental No other land, dirigido por Basel Adra, Rachel Szor, Yuval Abraham y Hamdan Ballal, no hace sino poner el foco en uno de los muchos aspectos de ese régimen de apartheid, el de la ocupación de las tierras por medio de un hostigamiento constante, que, desgraciadamente, ahora se nos antoja el menos traumático, ya que asistimos a algo mucho más grave, el genocidio en directo, por todos los medios imaginables. Israel ahora, con la comunidad internacional sin atreverse a emprender una campaña en contra de la segregación racial, como hizo con Sudáfrica, incluso a normalizado el genocidio, bombardeando escuelas, guarderías y hospitales.

Pero es importante poner cara y nombre a los que sufren, día a día, esta situación, y No other land, pone el foco en uno de tantos pueblos palestinos, que los sionistas quieren anexionarse, haciendo la vida imposible a sus habitantes, para construir nuevas colonias que sigan apuntalando un régimen racista y genocida.

Basel Adra es un joven palestino de Masafer Yatta, en las montañas de Cisjordania, que, cámara en mano, documenta no solo las constantes incursiones del ejército israelí en su pueblo, el desalojo y la demolición de sus casas, sino que nos va mostrando una radiografía de sus emociones, su falta de horizonte, y sin embargo, su enorme resilencia, su oposición a un gigante de proporciones bíblicas, como lo era la Sudáfrica racista, y los aliados que va encontrando en su lucha, como Yuval Abraham, un joven periodista israelí, con quien mantiene reveladoras charlas. Basel se enfrenta a los tanques, a los buldozer, a los soldados y los funcionarios que ejecutan los desalojos, pero sobretodo se informa al silencio informativo que es el que hace posible que el apartheid se perpetúe. Un enfrentamiento que le puede suponer la cárcel, como la que sufrió su padre, o incluso ser tiroteado, como le sucedió a Harum, al que disparan los soldados en una protesta contra los desalojos de Masafer Yatta.

El documental también nos muestra los márgenes en los que se mueven los palestinos en su propia tierra ocupada, no pueden utilizar las carreteras reservadas exclusivamente para los judíos, sufren constantes cortes del suministro de luz y de agua, sus casas y escuelas son demolidas, mientras los soldados se llevan a los habitantes que se resisten a ser desalojados.

Tras un año de genocidio televisado, más de 45.000 muertos, 108.000 heridos y 11.000 desaparecidos -la cifra es provisional, porque no para de crecer- en Gaza, donde más del 80% de sus viviendas e infraestructuras ha sido demolido; y de miles de muertos, heridos y desparecidos también en Cisjordania, -además de las víctimas que Israel va cosechado en los países de la región como Libano, Irak y Siria-, el drama de Basel Adra y de los habitantes de Masafer Yatta puede parecer menor, pero es, en realidad, parte de una campaña de exterminio de un pueblo, el palestino, que no deja de sorprender por sus muestras de resistencia. No other land es una esas muestras, que quizás no evite que se complete la limpieza étnica en Palestina, pero que nos impide mirar hacia otro lado, como hacían los alemanes durante el régimen nazi, cuando vivían al margen en su propia zona de interés.

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