No os quedéis en casa

Por Beatriz Rubio con ilustración de Manel VIZOSO


Este 28 de abril tenemos elecciones generales y el 26 de mayo elecciones municipales y europeas.

A raíz del alto nivel de absentismo en las últimas elecciones autonómicas andaluzas, se ha desatado un debate: ¿Hay que ir a votar o no?

Sinceramente, nunca pensé que llegaríamos al punto de discutir si debemos participar o no en unas elecciones, menos aún en los tiempos que vivimos ahora y los que están por venir.

Dentro de este debate me encuentro con que una buena parte de las personas que prefieren no votar son personas jóvenes, como yo. También tienen, normalmente, un perfil ideológico de izquierdas, como yo. Y entonces nos encontramos con otros dos tipos de abstención: la del “nada me convence” y la del “las elecciones no sirven para nada”.

Vamos a empezar por quienes piensan que absolutamente ninguna formación política les representa. Antes hacía hincapié en esto de que son muchas veces gente joven, como yo, porque recuerdo cuando en mis primeras elecciones (20D) tuve un momento de colapso cuando leí una propuesta de la formación a la que iba a votar (Izquierda Unida) que no me convencía mucho. Entonces pensé: ¿voy a dejar de votar por no coincidir en absolutamente todo? Evidentemente que no.

Soy militante no de una, sino de dos formaciones políticas (PCE e IU) y, por añadir más diversión, participo dentro de la confluencia. ¿Pensáis de veras que quienes militamos no tenemos absolutamente ninguna contradicción? Por supuesto que las tenemos, y debatimos internamente para suplir las que sean posibles, pero muchas veces hay que asumir contradicciones.

Por otra parte, votar cada cuatro años eligiendo entre varias formaciones y partidos políticos puede que no sea lo más revolucionario (de hecho, no lo es), pero es un arma que tenemos a nuestra disposición. Es más, ¿acaso es revolucionario no votar? Personalmente no lo creo.

Sabéis perfectamente quiénes sí van a ir en masa a votar: la derecha. No podemos permitir que por considerar poco eficaces las elecciones, las instituciones sean controladas por la derecha. No podemos permitir que desmantelen el sistema público de pensiones; que no haya leyes que nos amparen a las mujeres cuando sufrimos violencia machista pero que sí las haya para no permitirnos abortar; que sigamos teniendo trabajos precarios y que además salga barato despedirnos; que no se respeten los derechos del colectivo LGTB… No nos lo podemos permitir.

Lo que desde luego no va a cambiar las cosas es quedarte en tu casa –sintiéndote muy revolucionario y muy de izquierdas- y quejarte después de los resultados mientras piensas “¡¿cómo ha podido ocurrir?!” o “¿es que somos tontos y no aprendemos?”, lamentándote con cada titular de las nuevas medidas de un gobierno reaccionario que te va a seguir jodiendo la vida.

El derecho a voto no ha caído del cielo. El derecho a voto es algo por lo que pelearon nuestros abuelos y nuestras abuelas, la clase trabajadora, con mucho esfuerzo, como para que ahora nos dediquemos a escupir en el mismo, porque luego el viento nos vendrá de cara.

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