Por Begoña Zabala / Viento Sur
Una de las imágenes que ronda constante por mis recuerdos de forma recurrente y que, de todas todas me hace sonreir, es la hermosa cabeza del Chato. Y cuando digo hermosa, pienso en el pelo abundante, contundente y blanquísimo, con trucos, quizá, de la cosmética. Pero también de lo que se entiende en euskera como ederra, que además de hermoso, bello o bonito, quiere decir de buen tamaño; digamos que de cabeza grande. Es histórico el reto que hubo en Iruñea en nuestra cuadrilla, para ver quién tenía el garbanzo más grande. En un conocido bar de la calle Estafeta había un medidor ad hoc, que era el hueco existente entre el expendedor de tabaco y el cerillero. Quien conseguía introducir ahí la cabeza, sin rasguños ni forzamientos, tenía un tamaño normal. Quien la introducía a duras penas, ayudándose de algún empujoncillo, eran, sin lugar a dudas, los de cabeza hermosa. El Chato se sometió con orgullo a la prueba y tuvo el honor de compartir primer puesto en pepino con algún otro, cuyo nombre dejaremos en el anonimato, no menos cabezón que él.
Pero esta cabeza, también en mis recuerdos, siempre viene acompañada de una cara sonriente, a veces de pillo cabezón, a veces de complicidad, y siempre de cabezonería resistente y contumaz.
La frase al inicio transcrita figura en el anecdotario del Chato. Sucedió cuando le fue a detener la policía al piso donde vivía, utilizando el cebo de la vecina para que les abriese la puerta. Al sacarle a hostias por las escaleras, la vecina, apiadada y preocupada, advierte a los secreta con temor cierto: “¡No le golpeen en la cabeza, que está estudiando!”. Presumía que lo iban a desgraciar mentalmente. Para ella, la cabeza del Chato era la de una cabeza importante, que merecía más cuidados, pues estaba destinada al conocimiento, al cultivo de la inteligencia. El mismo relato señala que la policía no le hizo caso, y le dieron a como diera lugar y en todas partes, también en la cabeza. En cualquier caso, el temor de la vecina no se convirtió en realidad. Y Chato salió con una cabeza más fuerte, más amueblada y sobre todo más humana, antítesis de la fuerza bruta que le golpeó y torturó.
En el año 1993, en plena crisis y final de la aventura de la unión LCR-MC, la cabeza de Chato sufrió un accidente en términos de salud. Le operaron de urgencia de un aneurisma, parecía que muy grave, que le puso en una situación muy complicada. Salió victorioso y con un esfuerzo y una lucha digna de encomio, una vez más su cabeza, a pesar de esta nueva hostia sanitaria, volvió a lucir hermosa sobre los hombros. Fue una señal inequívoca. La unión partidaria se fue al carajo, así que decidimos irnos los cuatro, Chato, Justa, Sabin y la suscribiente, a pasar un mesecito a Brasil. Nos sirvió de diversión, mucha, y de reflexión, algo. Asumimos que nos habíamos quedado sin partido, que era quien nos había presentado y hecho conocer. Aceptamos, y con mucho orgullo, que eramos una cuadrilla de cuatro, buen número para el chin-chón, la escoba y para los viajes ultramarinos. Y pasamos de ser camaradas, a ser, pues eso, cuadrilla, o como Chato diría, socios, delincuentes, sinvergüenzas, licenciados,… Así que seguimos viajando durante otras vacaciones por Mexico, Brasil, Ecuador, Costa Rica, Sicilia, Islas de Grecia…, y nos hemos querido mucho.
En cuanto a la experiencia partidaria, leí muy a gusto el libro dedicado a la LCR que editó Viento Sur. Del capítulo que escribe Chato sobre organización, entresaco una de las conclusiones que me parece precisa:
“Para entender nuestra forma de organizarnos en los primeros años hay que partir de las condiciones impuestas por la clandestinidad. El otro factor a tener en cuenta es el funcionamiento de los movimientos sociales que impulsábamos, tanto el movimiento obrero como el estudiantil se articulaban de forma asamblearia y era una tarea de la mayor importancia lograr un funcionamiento democrático y representativo.
Nuestro objetivo fue construir una organización eficaz para la construcción y la lucha de los movimientos sociales, que a la vez garantizara unas condiciones plenamente democráticas en su funcionamiento interno. Lo que resulta fácil de formular pero muy complicado de conseguir”.
Y entonces, ya casi terminando el siglo, lo que nos siguió uniendo, aparte de la amistad y la historia conjunta, fue la lucha. Ya no estábamos en una estructura partidaria, pero estábamos en lo de siempre, en los movimientos. En el feminismo, en el internacionalismo, en el ecologismo, en el sindicalismo, en el antirracismo,… ¿qué más se puede pedir?
En este momento creo que no tengo palabras, ni he asimilado lo suficiente, para describir lo que ha supuesto y está suponiendo la puesta en primera línea de la política el tema de la memoria, bajo el trinomio de Verdad, Justicia y Reparación. En este campo Chato es un referente esencial. Es más que un orgullo haber aprendido de él y haberle podido escuchar todo lo que nos tenía que contar. Por encima de los detalles terribles y crueles de la tortura y el trato sufrido en las detenciones y encarcelamientos, que es obligado conocerlos, a mí me han interesado mucho las reflexiones y los comentarios que ha ido haciendo sobre lo que iba sucediendo. Cómo se situaba en cada momento y qué recordaba de lo que pensaba según iba pasando.
No solo es escuchar cuentos de abueletes cebolleta, que son muy interesantes. La intransigencia frente a los crímenes impunes de la dictadura y de la posterior transición y la no rendición ante los cantos de sirena del poder constituido, creo que son dos elementos frontera que Chato ha sabido mantener. Por ahí no pasarán, no les dejaremos pasar.
Para ti Justa, en especial, para todas en general, la canción “By and by”, de Chumbawamba, tomada del libro de Belén Gopegui “Ella pisó la luna”, leída en la casa de Chato y Justa:
“No desperdicies los días cuando yo me muera
da cuerda al reloj, pide ayuda, persevera,
llama a los amigos, deja las flores y el llanto,
no era un final, sino un principio lo que cantaba mi canto.
Respira hondo, siente la vida en los huesos
disfruta del porvenir, no de lo que ya hicimos.
Guárdate tus oraciones, la pena y el dolor,
pone un estribillo a mi canto
mientra tanto, mientras tanto.
Olvídate del cielo que hay más allá del cielo
no llores, deja el llanto
mientras tanto, mientras tanto.”
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