No despertéis a Pedro Sánchez, que llora

Por Luis Aneiros | Ilustración de Manel VIZOSO


En los mundos de Pedro Sánchez, las cosas no son como son, sino como él quiere que sean. En el onírico universo del secretario general del Partido Socialista Obrero Español y Presidente en funciones del Gobierno de España, si mira a otro lado, las cosas desaparecen para aparecer, cuando vuelve a mirar, exactamente como él deseaba que fueran. Es por eso por lo que se imagina a sí mismo presidiendo un nuevo ejecutivo sin ningún tipo de ataduras ni concesiones, ajeno al tozudo hecho que las matemáticas se empeñan en mantener presente: 123 diputados no conforman una mayoría absoluta en un parlamento de 350. No, señor Sánchez, 123 no es más de la mitad de 350, revise la calculadora de su Iphone, verá.

Por algún extraño motivo que no alcanzo a comprender, Pedro Sánchez entiende que los desastrosos resultados de Unidas Podemos en las elecciones autonómicas y municipales restan valor a los 42 diputados que tienen en el Congreso. Son los mismos 42 diputados que tenían cuando el PSOE reconocía a UP como socio natural y prioritario para lograr poner en marcha políticas de izquierdas. Son los 42 diputados que permitían a los portavoces socialistas reconocer que estaban estudiando la posibilidad de permitir la entrada de algún miembro del partido de Pablo Iglesias en el gobierno. Pues bien, ya no son tan necesarios, ya se pueden estudiar otras alternativas. Los socialistas han llegado a la conclusión de que apelar al sentido de la responsabilidad del Partido Popular y de Ciudadanos es suficiente argumento como para que ambos partidos se abstengan en la sesión de investidura y permitan un gobierno del PSOE sin negociaciones previas y con las manos libres para hacer lo que quieran. Gobernar con 123 diputados y sin el apoyo de UP ni de los nacionalistas, ése es el mundo de Pedro Sánchez, ése es su sueño y su objetivo político para esta legislatura.

¿Acaso el PP podría permitir un gobierno socialista a cambio de no profundizar demasiado en las reformas de la Ley Mordaza, la Reforma Laboral o la LOMCE?

Pero las dudas no dejan de surgir. Por ejemplo, sería importante saber cuál es el motivo de ese cambio de actitud. ¿Acaso fue tan duro tener que aceptar la subida del SMI a 900 euros, que nunca fue uno de sus compromisos electorales? ¿Cuáles son los planes de Sánchez respecto a la derogación de las canalladas cometidas por el gobierno de Mariano Rajoy? ¿Acaso el PP podría permitir un gobierno socialista a cambio de no profundizar demasiado en las reformas de la Ley Mordaza, la Reforma Laboral o la LOMCE? En realidad, hay una pregunta que se plantea por sí sola y que podría ser la raíz de la actual posición del PSOE en materia de pactos de gobierno: ¿No será que Pedro Sánchez no tiene ningún interés en hacer políticas de izquierdas con este gobierno? Si, lo se… hace tiempo que la palabra “izquierda” en la boca de Sánchez y de su actual equipo responde sólo a una de las muchas alucinaciones que conforman ese mundo en el que se empeñan en vivir, como si tener carnet del PSOE fuera garantía de ser de izquierdas, tomando como ejemplo la trayectoria de dirigentes históricos como Bono, Paco Vázquez o Rodríguez Ibarra.

Ir de la mano de Unidas Podemos supondría necesitar apoyos complementarios de formaciones que ahora mismo están malditas a los ojos de esa España patriótica no practicante, para la que nacionalismo e independentismo son sinónimos de terrorismo. Se buscan alianzas impensables en comunidades autónomas y ayuntamientos con el único fin de que “no gobiernen los independentistas”, como si el lícito deseo de independencia se acompañara necesariamente de ruina y destrucción para los ciudadanos. La trampa de PP y C’s de calificar a los socios de Pedro Sánchez de filoterroristas, ha calado más hondo en la cabeza del propio presidente que en las de los españoles, que no somos tan pollinos como ellos nos suponen. Y en ese universo paralelo de Pedro Sánchez, la foto de Plaza de Colón es más soportable que la de la firma de un acuerdo con izquierdas y nacionalistas. Que Rivera y Casado hagan su viaje político actual de la mano de la extrema derecha no le supone un problema a nuestro presidente, siempre y cuando le liberen de sus presiones personales, que para algo la política actual en España es un mercado de votos, no un servicio a los ciudadanos.

El panorama que tienen los socialistas ante sí no es nada gratificante. Por una parte, un pacto con UP supondría aceptar la entrada en el gobierno de alguno de sus miembros, aunque sólo sea en carteras sociales, como piden ahora. Eso permitiría que Pablo Iglesias pudiera presentar como logros personales algunas medidas que, de otra forma, este gobierno jamás pondría en marcha, como las encaminadas a paliar la pobreza energética, el impulso de la Ley de Memoria Histórica o los recortes de privilegios de estamentos como la iglesia católica. Malo para el futuro electoral de los socialistas por el flanco izquierdo, claro. Pero tener a UP en la oposición confirmaría a éstos como única fuerza de izquierda, frente a las políticas liberales y beneficiosas para los poderes económicos que realmente gobiernan España, que sin duda quiere mantener el PSOE, que de algo habrá que vivir cuando dejen la política, ¿no? Si los de Pablo Iglesias saben jugar bien sus cartas, el coyuntural ascenso socialista se podría convertir en beneficioso para ellos. Aunque jugar bien las cartas que tienen no sea precisamente algo que UP haya demostrado saber hacer, precisamente.

La trampa de PP y C’s de calificar a los socios de Pedro Sánchez de filoterroristas, ha calado más hondo en la cabeza del propio presidente que en las de los españoles

Y, por otro lado, tenemos ese sueño del que hablábamos en un principio. PP y C’s son iluminados por un rayo revelador y, al tiempo que destrozan todo avance social de igualdad y convivencia, guiados por la verde estela de VOX, en aquellos municipios donde pisen la moqueta de los despachos, reconocerán en Pedro Sánchez al único líder posible para España. Y sin contrapartidas, sin intercambio de cromos, sólo por responsabilidad. “Si ustedes no quieren que nos gobiernen comunistas, independentistas y filoetarras, dennos su apoyo en forma de abstención”. Y el PP, tan acostumbrado a renunciar al poder en pos del bien común, renunciará también a su hábito de entorpecer todo aquello que no salga de su ideario particular, y aupará a Pedro Sánchez a la presidencia de España. Todo un sueño, si… Y para aquellos que piden al PP el mismo comportamiento que el PSOE en 2016, cuando permitió con su abstención la investidura de Rajoy, les recuerdo que Pedro Sánchez renunció a su acta de diputado para no tener que seguir la disciplina del partido. O sea, los populares no le deben nada a él, sino a quienes lo echaron de la secretaría del partido. Irónico…

Y la última opción es la del adelanto electoral con el que ahora amenazan principalmente a Unidas Podemos, en un intento de que también acepten dar un apoyo gratuito. Y repetir la imagen, tanto interior como exterior, de un país en el que no se sabe hacer política. Ya lo hizo Rajoy en 2016 y lo podría repetir ahora Sánchez, incapaz como el anterior de aprender el noble arte de la democracia y la negociación. Pedro Sánchez ha cerrado ojos y oídos y se empeña en convertir sus 123 diputados en una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Y si se le vuelve a recordar que está equivocado, llorará y se tirará al suelo hasta que le den la razón. Y si no se le da, convocará unas elecciones en las que, de nuevo en su vaporoso mundo rosa, todos los españoles comprenderemos que la única salida será darle al menos 176 escaños. Porque es verdad, los españoles somos muy de premiar a quien demuestra su incompetencia, y nuestro presidente lo sabe.

No le envidio, señor Sánchez. Debe de ser muy desagradable vivir en un sueño y que tanta gente se empeñe en despertarle.

Es mi opinión.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.