Pashinyan no solo adopta y acepta la narrativa de Azerbaiyán y Turquía, sino que propone una nueva interpretación de la historia y los acontecimientos que es aún más perjudicial para la lucha de Artsaj que la propia interpretación azerbaiyana
Por Diario Armenia
El 18 de abril, el primer ministro de Armenia Nikol Pashinyan pronunció un discurso frente a la Asamblea Nacional en el que declaró, como ya venía afirmando en otras ocasiones, que “Armenia reconoce plenamente la integridad territorial de Azerbaiyán”, lo que significaría reconocer a la República de Artsaj (Nagorno Karabaj) como parte de Azerbaiyán. Para justificar sus palabras, Pashinyan hizo una serie de argumentaciones falsas y que no están respaldadas por el derecho internacional.
Cabe señalar que sus argumentos, carentes de toda lógica y coherencia, no son utilizados ni siquiera por Azerbaiyán: es decir, el Primer Ministro coloca a Armenia en un peligroso callejón de difícil salida y legitima las demandas de los propios enemigos de Armenia. Pashinyan no solo adopta y acepta la narrativa de Azerbaiyán y Turquía, sino que propone una nueva interpretación de la historia y los acontecimientos que es aún más perjudicial para la lucha de Artsaj que la propia interpretación azerbaiyana y que tampoco era apoyada por los países mediadores.
Para justificar su posición y afirmar -de forma falsa-, que Armenia ya había reconocido a Artsaj como parte de Azerbaiyán antes de su gobierno, Pashinyan utiliza dos argumentos: el Protocolo de Almá-Atá y los Principios de Madrid.
A raíz de diversos comentarios y publicaciones periodísticas con poco rigor sobre este delicado tema, el equipo de redacción de Diario ARMENIA elaboró un texto para profundizar la historia y las discusiones jurídicas de los documentos citados para explicar qué implica la postura tomada por el primer ministro Nikol Pashinyan en un momento en el que la nación armenia se encuentra en un punto de no retorno y cada decisión tomada impactará de manera decisiva sobre Armenia y Artsaj poniendo en peligro su existencia.
El Protocolo de Almá-Atá
La primera frase, “Armenia reconoce plenamente la integridad territorial de Azerbaiyán”, es defendida por Pashinyan por una extraña lógica: según él, al firmar el Protocolo de Almá-Atá junto con Azerbaiyán, eso solo ya bastaría para que Armenia reconociera su integridad territorial.
El Protocolo de Almá-Atá fue una declaración internacional para la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) firmado el 21 de diciembre de 1991 por Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán. El artículo que utiliza Pashinyan es el preámbulo que anuncia que los Estados se comprometen a desarrollar sus relaciones “sobre la base del reconocimiento mutuo y el respeto a la soberanía estatal y la igualdad soberana, el derecho inalienable a la libre determinación, los principios de igualdad y no injerencia en los asuntos internos, el rechazo del uso de la fuerza, la amenaza de la fuerza y la presión económica y de otro tipo, la solución pacífica de controversias, el respeto de los derechos humanos y las libertades, incluidos los derechos de las minorías nacionales, el cumplimiento consciente de los compromisos y otros principios y principios generalmente reconocidos normas del derecho internacional”, como así “reconociendo y respetando la integridad territorial de cada uno y la inviolabilidad de las fronteras existentes”.
Hay cuatro problemas con esta argumentación. El primero es que la firma del documento internacional fue posterior a la declaración de la independencia de Artsaj del 2 de septiembre de 1991 y el referéndum del 10 de diciembre de 1991, que se realizó según la normativa del derecho internacional y la legislación de la Unión Soviética. Es decir, Artsaj ya se había declarado independiente en el momento en que se firmó la declaración. Esta idea fue rechazada por el canciller de Rusia Sergey Lavrov en diciembre de 2022 y, desde el momento que comenzó a ser utilizada por Pashinyan, fue uno de los argumentos que empezó a usar Azerbaiyán a su favor. Asimismo, la constitución de la Azerbaiyán independiente no acepta la herencia legal soviética ya que considera ilegal ese período, por lo que los tratados internacionales por los que recibió al Óblast Autónomo de Nagorno Karabaj (el Tratado de Moscú del 16 de marzo de 1921 y el Tratado de Kars del 13 de octubre de 1921) quedan sin efecto, mientras que la República de Azerbaiyán de 1991 es considerada la sucesora política y legal de la República Democrática de Azerbaiyán de 1918 a 1920.
El segundo problema con este acercamiento es la cuestión de la legitimidad de tal declaración. Uno de los errores más grandes que cometió el gobierno de Armenia fue confundir (intencionalmente o no) el derecho internacional con el derecho al interior de los Estados. El derecho internacional está compuesto por tratados interestatales y no por normativas jurídicas, ya que no hay un organismo para hacer cumplir esos tratados. El ejemplo más reciente es la decisión del Estado de Azerbaiyán de incumplir con la determinación vinculante de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, de permitir el paso por el Corredor de Lachin. Según la lógica de Pashinyan, la propia Azerbaiyán incumplió básicamente todos los puntos del Protocolo de Almá-Atá, incluidos el respeto a la integridad territorial (durante sus reiteradas invasiones a territorio de Armenia), el respeto a la libre determinación (no permitiendo la autodeterminación de la población de Karabaj), el uso o amenaza de uso de la fuerza (lanzando una guerra contra Artsaj y Armenia), el respeto de los derechos humanos, etc.. Armenia no tiene ninguna obligación -ni legal, ni política-, de aceptar al Protocolo de Almá-Atá -una declaración cuyos objetivos son distintos-, como la base para el reconocimiento de la integridad territorial de cualquiera de sus vecinos, menos de vecinos que tampoco la cumplen.
El tercer problema es la legitimidad de la figura del Primer Ministro en este asunto. El reconocimiento de Artsaj por parte de Armenia es lo que se conoce como un reconocimiento de facto, no de jure; es decir, es un reconocimiento a través de los actos y no de una legislación. El Estado de Armenia tiene sobradas muestras de este tipo de reconocimiento, del cual Pashinyan omite deliberadamente y confunde ambos términos. En ese sentido, un funcionario del poder ejecutivo de Armenia, en este caso Nikol Pashinyan, puede reconocer o no a la República de Artsaj de facto: de hecho, desde el final de la guerra, Pashinyan nunca visitó Artsaj, a diferencia de la situación previa a la guerra de 2020 cuando sí lo hizo. Es decir: la situación de jure nunca cambió, ya que Armenia nunca reconoció a Artsaj mediante la Asamblea Nacional o la apertura de una embajada. En cuanto al reconocimiento de facto por parte de un funcionario con un cargo por un período limitado de tiempo (en este caso, el Primer Ministro), este tipo de reconocimiento varió a lo largo de dicho mandato. Resumiendo, mientras estuvo en el poder Nikol Pashinyan reconoció y no reconoció a la República de Artsaj en momentos distintos.
Por último, hay una cuestión de la correspondencia acerca del Protocolo de Almá-Atá y el conflicto de Artsaj. El documento que “descubrió” Pashinyan nunca había sido utilizado ni nombrado en los casi 30 años de negociaciones del conflicto, que, por un tratado internacional, le correspondía mediar al Grupo de Minsk de la OSCE (copresidido por mediadores de Francia, Estados Unidos y Rusia). Entonces: Pashinyan aceptó negociar el conflicto de Artsaj por fuera del Grupo de Minsk de la OSCE a pesar del tratado de 1994 que estipulaba que ese sería el organismo para hacerlo y, a la vez, aceptó y de hecho propuso la utilización de un documento como base para la resolución del conflicto que perjudica directa y concretamente la posición histórica de Armenia. Por fuera de este argumento, cabe señalar también que Pashinyan declaró que “Armenia se autodetermina con el Protocolo de Almá-Atá” (firmado el 21 de diciembre de 1991), algo que, nuevamente, es falso ya que Armenia lo hizo a través de la declaración de la independencia del 21 de septiembre de 1991.
Los Principios de Madrid
El segundo argumento que utiliza Nikol Pashinyan para afirmar que Artsaj ya había sido reconocida como parte de Azerbaiyán son los Principios de Madrid. Declaró Pashinyan: “En 2007 surgieron los Principios de Madrid, que estipulaban que la determinación del estatus de Nagorno Karabaj y todo el proceso debe ser acordado con Azerbaiyán. ¿Por qué se debe acordar con Azerbaiyán si no reconocemos a Nagorno Karabaj como parte de Azerbaiyán? Hemos reconocido a Nagorno Karabaj como parte de Azerbaiyán con los Principios de Madrid”.
Los Principios de Madrid de 2009 fueron un paquete de soluciones del conflicto de Artsaj propuestas por el Grupo de Minsk de la OSCE a las autoridades de Armenia y Azerbaiyán. Se presentaron “principios básicos” para la solución del conflicto basados en el principio de no uso de la fuerza del Acta Final de Helsinki, y los principios de integridad territorial, igualdad de derechos y autodeterminación de los pueblos. El documento propone “devolución de los territorios que rodean Nagorno Karabaj al control de Azerbaiyán; un estatus provisional para Nagorno Karabaj que proporcione garantías de seguridad y autogobierno; un corredor que una Armenia con Nagorno Karabaj; determinación futura del estatus legal final de Nagorno Karabaj a través de una expresión de voluntad legalmente vinculante; el derecho de todos los desplazados internos y refugiados a regresar a sus antiguos lugares de residencia; y garantías de seguridad internacional que incluirían una operación de mantenimiento de la paz”.
El argumento de Pashinyan es que, al proponer un nuevo referéndum legalmente vinculante, Armenia habría reconocido que la población de Artsaj debía secederse de Azerbaiyán y, por lo tanto, ese territorio formaba parte de Azerbaiyán. Este argumento tiene dos problemas. El primero es que en ningún momento el documento reconoce a Artsaj como parte de Azerbaiyán. De hecho, se hace una clara distinción entre “Nagorno Karabaj” y “los territorios que rodean Nagorno Karabaj” y que debían ser “devueltos” a Azerbaiyán. El segundo problema, y más relevante, es que el documento no fue ratificado ni adoptado por ninguna de las partes: fue una propuesta formulada por los países mediadores. Ni Azerbaiyán ni Armenia aceptaron este camino, por lo cual no puede utilizarse como argumento jurídico en el presente.
En un video publicado en abril de 2023, el excanciller de Armenia Vartan Oskanian explicó que él mismo fue uno de los autores de los documentos que se utilizaron en las negociaciones. “Todas las disposiciones pro-armenias, la parte del referéndum, el estado provisional, el corredor, las cuestiones de seguridad, todas ellas se incluyeron en ese documento por nuestra iniciativa”, detalló. “Nikol Pashinyan, criticando el documento de Madrid, dijo que en esos días, las autoridades armenias, aceptando ese documento como base para las negociaciones, en realidad reconocieron que Nagorno Karabaj era parte de Azerbaiyán, alegando que al hacerlo, se había declarado el referéndum de independencia de Nagorno Karabaj de 1991 como inválido. Pero el documento de Madrid dice exactamente lo contrario de lo que dice Nikol Pashinyan. Al aceptar ese documento como base para las negociaciones, los azerbaiyanos, de hecho, reconocen que Nagorno Karabaj no es parte de Azerbaiyán, y que el pueblo de Nagorno Karabaj debe decidir su destino a través de un referéndum”. “Con ese documento, logramos asegurar el derecho a la autodeterminación del pueblo de Nagorno Karabaj. El documento de Madrid fue uno de los logros importantes de nuestra diplomacia”, aseguró Oskanian. “Hoy, las autoridades en ejercicio están pulverizando ese logro nuestro para justificarse. Tenga la seguridad de que si la diplomacia se usa correctamente, ese documento aún no perdió su poder. Es un documento fundamental con el que podemos lograr un gran éxito”.
Los paralelismos entre Ilham Aliyev y Nikol Pashinyan: mismos objetivos, métodos opuestos
Hasta acá, se realizó un análisis técnico y jurídico de las decisiones de Nikol Pashinyan, pero no alcanza para explicar exactamente qué pasó, explicación que necesita una respuesta con un análisis político. La pregunta que surge entonces es “¿por qué?”. ¿Por qué Nikol Pashinyan siendo Primer Ministro de Armenia tomó la decisión de apoyar abiertamente y proveer de nuevos argumentos a la postura azerbaiyana en el conflicto de Artsaj? La respuesta no está en la política exterior, sino en la interior. Tanto Ilham Aliyev como Nikol Pashinyan tienen el mismo objetivo: mantenerse en el poder.
En septiembre de 2020, Nikol Pashinyan reveló que, en 2018, Ilham Aliyev le pidió específicamente que no hable de la situación política-social-económica de Azerbaiyán, por miedo a que la denominada “Revolución de Terciopelo” de Armenia pudiera tener un eco en la sociedad azerbaiyana, luego de décadas de la familia Aliyev en el poder. Meses antes de la guerra de 2020, la sociedad azerbaiyana organizó la primera movilización masiva en el país para exigirle al gobierno de Aliyev que vaya a la guerra contra Armenia y Artsaj. También, meses antes de la guerra fue el momento en que el barril de petróleo alcanzó un precio negativo, por lo que la economía de Azerbaiyán se encontraba tambaleante. La exigencia de Aliyev para que Pashinyan pronuncie la frase “Karabaj es Azerbaiyán” (“Qarabag Azerbaycandir”) se debe a la necesidad de humillar al líder armenio -al que cierta oposición azerbaiyana intentó muy tempranamente ver como un faro para derrocar a Aliyev-, ya que esa fue el lema de la guerra y la frase que los soldados azerbaiyanos hicieron repetir a los prisioneros de guerra armenios que torturaban y asesinaban. La política estatal de racismo contra las personas de origen armenio, la guerra y las invasiones contra Armenia y Artsaj son, sin dudas, uno de los métodos de Aliyev para mantenerse en el poder con el sostén de una sociedad que ve en un enemigo externo en común el culpable de todos sus males. Es por eso que la estrategia de las autoridades de Azerbaiyán son las de mantener un estado de conflicto permanente para poder continuar en un estado de excepción y guerra constante que justifique la necesidad de un gobierno autoritario, dictatorial y violador de los derechos humanos como el de la dinastía Aliyev.
Del otro lado, Pashinyan tiene el mismo objetivo: mantenerse en el poder, cueste lo que cueste. Nikol Pashinyan, al igual que sus votantes -que constituyen la mayoría de la población armenia-, entiende que las prioridades del país son intentar mejorar los niveles socioeconómicos, por eso la insistencia con la normalización de las relaciones con Turquía -algo que generará un alivio a corto plazo y una absoluta dependencia y sumisión en el largo plazo-, y la insistencia por la denominada “agenda de paz” con Azerbaiyán. La sociedad armenia, cansada de décadas de corrupción estatal, pobreza y guerra, prefirió apoyar a un político que propuso un panorama optimista (pero irreal) antes que continuar con una lucha (diplomática o militar) cuya victoria no se vislumbraba en el corto plazo. La agenda de paz es un objetivo simplemente imposible de cumplir por el solo hecho que los conflictos no se terminan unilateralmente y, hoy, las prioridades de Aliyev son mantener el estado de guerra.
Hoy, la paz es imposible simplemente. Armenia no tiene la capacidad bélica, ni económica, ni diplomática, ni geopolítica para imponerla. Azerbaiyán entendió que es el momento de ir por todo, ya que encontró una comunidad internacional (principalmente Europa) absolutamente dependiente de sus exportaciones de gas en el marco de la guerra entre Ucrania y Rusia. El régimen de Aliyev no hubiera soportado sanciones de la magnitud que el mundo le aplicó al gobierno de Vladimir Putin y a Rusia en general. La falta de una campaña a favor de sanciones contra Azerbaiyán fue uno de los grandes errores de la diplomacia armenia, como así también la desestimación, ninguneo y ataques contra las instituciones de la diáspora organizadas por el gobierno de Pashinyan. Todas las concesiones y entregas del gobierno de Armenia, como así también la aceptación de la narrativa enemiga son vistas como un signo de debilidad por Azerbaiyán, cuyo régimen continuará exigiendo impunemente cada vez más. El problema llegará cuando ya no haya más nada para entregar.
Anexo
La independencia de Artsaj
La República de Artsaj declaró su independencia en 1991 en base a la legislación correspondiente de la entonces Unión Soviética, utilizando los mismos mecanismos jurídicos por los que se independizó la propia República de Azerbaiyán ese año, por lo que constituyó un hecho legítimo desde el punto de vista del derecho internacional por más que esa independencia no fuera reconocida por terceros países, mientras que de la Convención de Montevideo de 1933 otorgó el marco legal para constituir a Artsaj como un Estado.
Durante la primera guerra de Artsaj -que culminó en 1994 con la firma de un cese del fuego entre Armenia, Artsaj y Azerbaiyán-, el Ejército de Defensa de Nagorno Karabaj logró liberar las regiones que se habían declarado independientes sumando territorios circundantes. Luego de la guerra desatada en 2020 por Azerbaiyán y Turquía contra Artsaj y Armenia, Azerbaiyán conquistó esos territorios y también ocupó de forma ilegal varias regiones de Artsaj que habían declarado su independencia en 1991, en particular la ciudad de Shushí (rebautizada Shusha por Azerbaiyán) y Hadrut.
Desde el fin de la guerra, el Gobierno de Azerbaiyán se niega a discutir cualquier tipo de estatus sobre Artsaj, ya que el régimen del presidente azerbaiyano Ilham Aliyev considera esos territorios como parte de Azerbaiyán.
Por el contrario, la realización de un referéndum nacional en el Óblast Autónomo de Nagorno Karabaj en 10 de diciembre de 1991 en base a la normativa de la Unión Soviética y la conformación de un Estado en base a la normativa internacional (tanto la Convención de Montevideo como el comité de arbitraje de Badinter en 1991) establece que es el propio Gobierno y Ejército de Azerbaiyán quienes ocupan parte de Artsaj y no respetan su integridad territorial.
El Gobierno de Artsaj aduce como argumento para su autodeterminación la secesión correctiva (“remedial secession”), un principio internacional del derecho que poseen los pueblos a la autodeterminación como única forma de supervivencia, en este caso, otorgada por la característica racista y genocida del Gobierno azerbaiyano contra la población de origen armenio, una política estatal confirmada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
El bloqueo genocida de Azerbaiyán contra Artsaj
Desde el 12 de diciembre de 2022, un grupo de operaciones especiales de Azerbaiyán disfrazado de civiles ambientalistas bloquearon la carretera Stepanakert – Goris del Corredor de Lachin. Durante el bloqueo, el grupo azerbaiyano recibió asistencia directa de las autoridades de Azerbaiyán, realizaron gestos de la organización racista Lobos Grises y provocaron a las fuerzas de paz de Rusia. Irónicamente, muchos de los autodenominados “ambientalistas” llevaban tapados de cuero animal y hasta mataron a una paloma en un video que se viralizó en las redes sociales. Las autoridades azerbaiyanas cortaron el suministro de gas natural a Artsaj durante el invierno, así como también las telecomunicaciones e internet, mientras que no permiten la reparación de la infraestructura de electricidad.
Un total de 120.000 personas en Artsaj son mantenidas bajo asedio y sin posibilidad de recibir alimentos, medicina o bienes básicos, mientras que 1.100 personas, incluidos 270 niños, no pudieron regresar de Armenia a Artsaj. El 14 de diciembre, el presidente de Artsaj, Arayik Harutyunyan, decretó la ley marcial en el territorio para garantizar la seguridad de la población y la correcta distribución de alimentos, medicamentos y bienes esenciales. Un paciente de 44 años murió el 19 de diciembre por no haber podido recibir atención médica necesaria. Hasta el momento, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Francia, Argentina, Uruguay, España, Chipre, Grecia, Canadá, Países Bajos, Luxemburgo, Noruega y Lituania pidieron a Azerbaiyán que desbloquee el Corredor de Lachin. El 22 de febrero, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, determinó que Azerbaiyán debe “tomar todas las medidas a su alcance para garantizar la libre circulación de personas, vehículos y carga a lo largo del Corredor de Lachin en ambas direcciones”, orden que fue inclumplida por Azerbaiyán a pesar de ser un fallo vinculante. El 21 de marzo se cumplieron 100 días del bloqueo genocida y la Defensoría de los Derechos Humanos de Artsaj publicó un informe en el que enumeró todas las violaciones a los derechos humanos que sufrieron las 120.000 personas de Artsaj. El 23 de abril, Azerbaiyán estableció un puesto de control en el puente del río Hakari y días después izó oficialmente la bandera azerbaiyana en esa zona. El 28 de abril se anunció que se suspendería la falsa protesta ambiental.
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