Por Angelo Nero
Contra todo pronóstico, el primer ministro Nikol Pashinyan, y su partido K՛aghpaymanagir, Contrato Civil, han sido los ganadores de las elecciones parlamentarias celebradas en Armenia este domingo, 20 de junio, con una participación de más del 50%, un porcentaje más alto del esperado.
Pashinyan, de 46 años, que comenzó a ganar popularidad como editor del periódico Haygagán Zhamanag, se pasó a la política con el Congreso Nacional Armenio, bajo el liderazgo el expresidente Levon Ter-Petrosián, y adquirió un fuerte protagonismo en las protestas que siguieron a las elecciones presidenciales de 2008, tras las que el presidente saliente Robert Kocharyan, en apoyo del ganador Serzh Sargsyan, declaró el estado de emergencia intentando atajar las manifestaciones que denunciaban el fraude y en las que murieron bajo las balas de la policía y los militares al menos diez personas, a lo que siguieron arrestos en masa y la prohibición de protestas antigubernamentales.
Decía Marx que “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, y si hay alguna historia plagada de tragedias esa es la Armenia, desde el Genocidio que los turcos perpetraron contra este pueblo entre 1915 y 1923, en el que masacraron a dos millones de armenios (también a griegos pónticos y asirios), pasando por la primera guerra de Nagorno Karabakh entre 1988 y 1994, y la segunda, que duró apenas dos meses, entre finales de septiembre y mediados de noviembre del año pasado, en la que la República de Artsakh perdió dos tercios de su territorio en favor del agresor azerí.
Como farsa aparece ahora, después de la capitulación Nagorno Karabakh de Pashinyan, obligada por la traición del aliado natural de los armenios, Rusia, que prefirió dejar a la vetusta defensa antiaérea karabají a expensas de los drones turcos e israelís, para después aparecer como fuerza pacificadora, la denuncia del expresidente Korcharián, el candidato de Moscú, y principal opositor al líder de la “Revolución de Terciopelo”, que se apresuró a no reconocer los resultados y a señalar el fraude en unos comicios en los que todas las encuestas daban, al menos, un empate técnico entre las listas de Contrato Civil y la coalición Alianza Armenia.
Los primeros resultados ofrecen un panorama clarificador de los apoyos que tiene Pashinyan en su pueblo, pese a las masivas manifestaciones en su contra, lideradas por los simpatizantes del expresidentes Korcharián, algunas tentativas de golpe de estado para desalojarlo del poder, e incluso la reciente invasión de tropas azerís de territorio armenio, en la región de Syunik, al alcanzar su lista cerca del 54%, lo que le daría una mayoría absoluta en el parlamento, muy lejos de su principal competidor, la Alianza Armenia, con un 21% de los votos emitidos. Ni tan siquiera la coalición de Korcharián podría hacerle frente aliándose con el también ex primer ministro Serzh Sargsián, cuya coalición Yo Tengo el Honor superaría el 5% necesario para entrar en el parlamento.
El carismático Nikol Pashinyan, que estuvo encarcelado entre 2009 y 2011, y que finalmente lideró la “Revolución de Terciopelo” contra el tercer mandato consecutivo de Serzh Sargsián, al que desbancó en las elecciones de 2018 con el 70% de los votos, ha vuelto a revelarse como un ave fénix de la política, a pesar de la complicada gestión de la pandemia, de los intentos de desestabilización por parte de Rusia y, especialmente, de Turquía, que utilizó a su aliado azerí para reactivar la disputa en Nagorno Karabakh, y que lo sigue utilizando en el reciente ataque a la soberanía armenia en la invasión de Syunik.
“El pueblo de Armenia ha dado a nuestro partido un mandato para dirigir el país y a mí personalmente para hacerlo como primer ministro. El pueblo de Armenia tomó su decisión, el contenido es claro, se formuló durante el periodo preelectoral. Lo que se esperaba sucedió: el ciudadano de Armenia definitivamente ganará, y nosotros ganamos”, ha declarado Pashinyan cuando, en la noche del domingo, se avanzaban los resultados de escrutinio que le daban una victoria sin ambages.
Mientras el candidato del Kremlin, líder de la conservadora Alianza Armenia denunciaba: “Cientos de señales de los colegios electorales que atestiguan falsificaciones organizadas y planificadas sirven como una razón seria para la falta de confianza. No aceptaremos los resultados de las elecciones hasta que se aclaren todas las cuestiones problemáticas y se disipen las dudas. ” En un claro intento de cuestionar los resultados que puede generar nuevos enfrentamientos en las calles entre los partidarios de Pashinyan y Korcharián, y aumente las disensiones en el ejército armenio, donde también existe una fuerte polarización que el expresidente ha querido aprovechar en una campaña centrada en el refuerzo de las fronteras y en su propia experiencia al haber participado en la primera guerra de Nagorno Karabakh, que ganaron los armenios.
Pashinyan prometió, durante la campaña “cambiar el mandato de terciopelo por uno de acero”, asegurando que, de ganar, acometería una purga en la administración pública: “habrá purgas contra los funcionarios que aprovechándose de las oportunidades que brindó la revolución de 2018 se enquistaron en el poder y todo este tiempo han actuado como un caballo de Troya”, declaró, “serán expulsados de la administración pública todos los canallas, aquellos que se aprovecharon del perdón del pueblo para actuar contra él durante tres años”, a la vez que blandía un martillo en sus mítines, como símbolo como la corrupción que salpicó a los gobernantes que le precedieron, entre ellos a su oponentes Korcharián y Sargsián.
La situación de los soldados armenios encarcelados en Azerbaiyán también ha sido clave en una campaña brusca, donde Pashinyan llegó a ofrecer a su propio hijo para intercambiarlo por los combatientes capturados en la reciente guerra de Artsakh. En el punto álgido de la campaña, cuando las encuestas auguraban un empate técnico, e incluso una cierta ventaja para su rival, el primer ministro en funciones negoció la liberación de quince soldados armenios, a cambio de los mapas donde estaban señaladas las ubicaciones de cerca de cien mil minas diseminadas por las fronteras de Nagorno Karabakh.
“Dejemos constancia de que el pueblo de Armenia ha hablado y ha tomado una decisión clara. Quiero dar una vez más palabras de agradecimiento y homenaje a todos los ciudadanos del país, que después de pasar por momentos difíciles, nos encontramos en el momento de restaurar la unidad pública y nacional”, ha declarado Pashinyan, “el Gobierno en Armenia estará formado sólo por el libre albedrío del pueblo”.
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