«Los desplazados son hacinados en campos de refugiados, por lo que, en su gran mayoría, se sumarán a los millones de africanos que buscarán llegar a Europa».
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Dos cuestiones priorizan la lucha contra el terrorismo integrista musulmán, en el Sahel, por parte de los diferentes ejércitos europeos, que junto a fuerzas norteamericanas intentan contener a las khatibas de Jama’at Nasr al-islam wal Muslimīn (Grupo de Apoyo al-islam y los Musulmanes (JNIM)), afiliado a al-Qaeda global, y al Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS), que operan libremente en la vasta región que carece de fronteras seguras y escapa al control efectivo de sus estados: la primera es evitar el desplazamiento de más población civil, que dada las acciones de los muyahidines que reclutan de manera compulsiva a los hombres de las comunidades y los cada vez más onerosos zakat (diezmo) exigidos por los terroristas, que de no ser cumplidos dan origen a matanzas, destrucción de sus aldeas, el incendio de sus sembradíos y las matanza de sus animales, que hacen que miles de estos campesinos se vean obligados a abandonarlo todo y desplazarse a lugares más seguros, pero sin posibilidades de ganarse la vida, dependiendo de la asistencia de los gobiernos o instituciones internacionales.
Sin posibilidades de volver a sus lugares, los desplazados son hacinados en campos de refugiados, por lo que, en su gran mayoría, se sumarán a los millones de africanos que buscarán llegar a Europa. El segundo motivo de la reactivación por parte de las naciones europeas junto a los Estados Unidos, es cortar el paso a la cada vez más importante presencia rusa en el continente, que fundamentalmente en el campo militar, parece dar más confianza a sus gobiernos como son los casos de la República Centroafricana y Mali.
La ineficacia o la mala voluntad de las potencias occidentales, con operaciones como la francesa Barkhane, a levantarse durante el año próximo que será reemplazada por la Fuerza de Tarea Europea Takuba, compuesta por varias naciones de la Unión Europea, que luchan contra los rigoristas, desde 2012 no han podido ni siquiera contener a estos grupos, que, desde una pequeña revuelta en el norte de Mali, en 2012, se han irradiado a numerosas naciones del continente, llegando a lugares tan lejanos como Mozambique, República Democrática del Congo (RDC) o recientemente Uganda, cuya capital Kampala, está siendo sometida a constantes atentados.
Pero quizás sea Burkina Faso, el caso más emblemático, (Ver: Burkina Faso, especulaciones sobre el terror) donde los terroristas obligaron a las fuerzas federales a prácticamente abandonar la región norte y ya utilizan el resto del territorio para atacar otras naciones más al sur.
Ese mismo camino se encuentra Níger, donde desde 2016 las bandas wahabitas, llegadas desde Mali, iniciaron acciones militares en el oeste del país en la región de Tillabery, formado un segundo frente de guerra contra el terrorismo ya que Niamey, combatía con la insurgencia nigeriana de Boko Haram en el sureste del país.
Pero el asesinato de cientos de civiles en los últimos meses, hace replantear la crisis de seguridad, que saltó al conocimiento internacional, tras la muerte de cuatro boinas verdes norteamericanos en la aldea de Tongo-Tongo, Tillabery, dejando al descubierto maniobras secretas de Washington en el país.
Entre fines del 2019 y principios del 2020, el ejército de Niger debió abandonar sus bases a lo largo de la frontera con Malí, tras los sangrientos ataques terroristas, que produjeron numerosas bajas en la tropa, dejando sin protección a decenas de aldeas.
Los ataques contra las comunidades están obligando a un cambio de estrategia gubernamentales, que no han podido hasta ahora impedir, a pesar de ser presionadas por tropas gubernamentales, que decenas de miles de personas abandonen sus tierras, particularmente en Tillabery, una de las zonas más afectadas por la violencia, a consecuencia de tener fronteras con Burkina Faso y Mali.
En el área de Darey Dey a cien kilómetros al sur de la ciudad de Balleyara, (Tillabery), los muyahidines que en marzo ya habían asesinado a 66 personas vidas, en agosto último volvieron a atacar asesinado a otras 37 personas, quemaron casas y graneros y se robaron ganado. Lo que ha llevado el número de civiles muertos a cerca de 450 en lo que va del año solo en el oeste de Níger.
Las poblaciones civiles no solo son víctimas de los ataques de los insurgentes, sino también sufren abusos y en muchos casos son asesinados por las tropas regulares, que están utilizando para beneficio propio las inversiones que países de la Unión Europea están haciendo en el campo de la seguridad, estimada en más de 800 millones de dólares, esperando convertir a ese país en la base principal de las fuerzas extranjeras en el Sahel; dado que Francia, se apronta a abandonar a Mali.
Por lo que en Tillabery y en la región vecina de Tahoua, han surgido grupos de autodefensas, no sólo para defenderse de los terroristas, sino también de las tropas federales. Lo que evidencia la ausencia del Estado y aproxima al país a una ya latente guerra étnica ya que los Zarma, el grupo mayor grupo racial de Tillabery, se han armado y organizado en patrullas al igual que los árabes y tuareg, después de que en marzo de este año fueran asesinados 130 de los suyos a mano de los pastores fulani, sospechados de haberse aliado al Daesh.
Armas y hambre
Dado estas circunstancias, la situación económica del país, uno de los cinco más pobres del mundo, se agrava todavía mucho más. Los desplazamientos han aumentado de manera exponencial tanto en Tillabery como en Tahoua, de los ochenta mil en diciembre del 2019 han pasado exactamente al doble hasta agosto pasado. En mayo de este año, tras ser atacados por las autodefensas, los terroristas asaltaron varias aldeas en el sector de Anzourou, obligando a doce mil personas a abandonar sus hogares, lo que se convirtió en el mayor desplazamiento producido en estos últimos cinco años. Mientras, muchas poblaciones de esa región ya se encuentran en crisis alimentaria.
Al tiempo que la población civil padece infinidad de penurias, desde la violencia armada tanto de terroristas como de unidades del ejército, hasta la crisis sanitaria y alimentaria, las inversiones militares en el país siguen en alza.
Estados Unidos el pasado día siete, durante una ceremonia en la Base Aérea de Níger 101 en Niamey entregó el segundo de los tres aviones C-130 Hércules, prometidos, el primero había sido entregado en enero pasado, para apoyar las operaciones humanitarias, los movimientos de tropas y vehículos, para contrarrestar las acciones extremistas.
Los “donantes” extranjeros han invertido más de 800 millones de dólares en programas, cursos de entrenamientos y entrega de armamento para nuevas unidades policiales y militares; construido varios centros de entrenamiento militar; además de haber entregado camiones, motos, helicópteros y drones de vigilancia.
El ejército nigerino, junto a miembros de las fuerzas del Grupo 5 Sahel, (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania) de la que también es parte, ha recibido enormes sumas que los países extranjeros, que utilizó de manera directa en sus operaciones en el Sahel, no ha logrado hacer retroceder a los integristas, que siguen embistiendo con operaciones cada vez más sangrientas.
Los aportes europeos, que dicen estar dirigidos también al control de los “mecanismo de seguimiento de los derechos humanos para la Fuerza Conjunta del G5 Sahel”, y cursos de formación en derechos humanos para soldados y policías nigerinos a través de la Misión de Fortalecimiento de Capacidades de la Unión Europea (EUCAP) en Níger, no han demostrado ser efectivos.
Entre marzo y abril del 2020 en una aldea de Inates, (Tillabery) 136 civiles fueron desaparecidos o asesinados por soldados nigerinos, apoyados por fuerzas francesas en la operación Almahaou, torbellino en lengua Zarma, compuesta por unos 2500 hombres de las tropas mejor equipadas de Níger. Ya cerca de cumplirse dos años de los hechos, la investigación legal no se ha expedido. Al tiempo que fuentes cercanas al gobierno, dicen que la comisión investigadora, sólo se ha conformado para complacer a los “donantes”, de una guerra cuyo principal objetivo parecen ser los civiles.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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