“Ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”

Estamos donde estamos por el apoyo de la gente que nunca nos ha dado de lado, por políticas y políticos decentes que caminan por el sendero de la defensa de las víctimas y del esfuerzo, y por esas personas sindicalistas, de asociaciones sociales o activistas que nos han enseñado que “ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”.

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”. Esta frase, que usamos mucho por convicción, la dijo Marcelino Camacho, un preso franquista que fue sindicalista, un luchador por la democracia y la libertad. Es una frase que representa a toda persona que lucha por la democracia, por la libertad, por sus derechos y los de las demás personas.

Hay personas que no soportan no poder poner en vereda a otras, no poderles llevar por el camino que consideran correcto o que más les conviene a las primeras. No pretenden cautivarte: en el momento en que te imponen algo descabellado como una obligación y por ética te niegas a hacerlo rompen la comunicación, el diálogo, y pasan directamente a la coacción, ya sea mediante el dinero o, si ven que esta primera medida de presión no surte efecto, mediante las amenazas.

Cuando ven que ambas medidas de presión son como brisa en tu cara y que, también por ética, hacemos públicas esta serie de coacciones, pasamos a ser considerados un enemigo público: se dice que somos “el diluvio universal”, personas rebeldes, unos radicales, se nos considera personas non gratas, gente problemática… Una persona siempre es problemática cuando alguien no logra, por activa y por pasiva, domesticarla: “¿No haces lo que yo quiera? ¿No acatas mis normas sin rechistar? ¿No te domestico? Entonces eres problemática, solo generas problemas”.

Defender tus derechos, los derechos de tu gente, ser alguien que tiene los ideales muy claros y la ética muy firme no es ser una persona problemática: es ser una persona coherente, disciplinada, que sabe lo que defiende, que sabe de dónde viene y sabe lo que busca. No se puede domesticar a una persona para que sea como alguien quiere o haga lo que alguien quiera: a la gente hay que darle la libertad de actuar como lo considere en base a la ética y a sus ideales, siempre y cuando no perjudique a nadie. Grandes referentes de la lucha memorialista en el País Valencià nos han enseñado esto mismo otorgándonos dicha libertad.

Que alguien trate de conducir a determinadas personas por la senda de su verdad, forzándoles a que hagan lo que solamente ese alguien quiere hacer, amedrentarles y amenazarles con tono imperativo si no lo consigue y adjudicarles una etiqueta de problemáticas o generar una opinión en su contra es la dinámica de una persona déspota e intransigente, que siempre quiere que se haga su voluntad. No obstante, tratar de hacer esto a quienes siempre han regido su trabajo por la ética y a quienes defienden los valores democráticos es, ya de entrada, una imprudencia.

La demagogia en los derechos humanos, especialmente en la memoria histórica y democrática, tiene los pasos contados. Aquí se viene a la lucha y a dejarse el alma, nosotros cometeremos errores pero jamás seremos demagogos. Amedrentar a personas que luchan por los derechos humanos, imponerles que narren la historia como tú quieres mediante coacciones, sin atender a objeciones con razones, por el hecho de estar en una posición de poder y por creerte por ello con el derecho inherente de que todos a quienes consideras inferiores tienen que hacer lo que tú quieras, nunca puede conllevar nada bueno. El autoritarismo pretende la sumisión, tilda de rebeldía cuando no se le concede y represalia si tiene oportunidad.

Por eso siempre decimos que “ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”, porque tenemos claro a quiénes les debemos nuestra lucha. Tenemos muy claro a quién defendemos y quién defiende verdaderamente la memoria. Tenemos muy claro que no se nos censura, que no se nos controla como títeres y que si estamos donde estamos es por la gente, por muchas políticas y muchos políticos que defienden los derechos y las libertades. Estamos donde estamos por el apoyo de la gente que nunca nos ha dado de lado, por políticas y políticos decentes que caminan por el sendero de la defensa de las víctimas y del esfuerzo, y por esas personas sindicalistas, de asociaciones sociales o activistas que nos han enseñado que “ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”.

¿Cuántas veces habremos escuchado “es un poco rarita”, “es un problemático” o “es una persona muy radical” cuando la persona en cuestión tiene unos fuertes ideales, unos principios firmes y una ética que va más allá de su ego? Innumerables, seguramente. Aparece una persona que se cree que con su poder y su relevancia puede hacer lo que quiera con estas personas, a las que considera inferiores, ya que da por supuesto que no tienen su relevancia ni su poder. Cuando ve que no lo logra, se apoya en otras personas a las que sí les supone poder para ver si entre todas juntas pueden amedrentarle, presionarle, para que esta persona vuelva al camino que ellos le habían trazado. Cuando la persona, que conoce bien el terreno, les dice que ese no es el camino correcto, le cuelgan la etiqueta de “rara”, de “radical”, de “problemática”.

Hay personas a las que si les toses ya “eres mala”, ya “eres problemática”. No importa que les muestres pruebas de que lo que dicen no es cierto, que te rijas por la ética y les digas “esto es lo que quieren las familias, esto es por lo que se está luchando”. Les da igual: su opinión “va a misa”, mientras que la tuya es la de “un rebelde”, la de “un problemático” y tratan de hacer que te señalen o que te cierren puertas. Se piensan que así nos callamos, que así pueden hacer con nosotros lo que quieran. Lo que no entienden estas personas es que los principios, la ética, la honestidad y hacer las cosas de corazón, por y para la gente, es más fuerte que cualquier otra cosa.

No se puede ir por la vida sentenciando a la gente, intentando amedrentarle, hacerle quedar mal y ponerle la etiqueta de “problemática” cuando tus expectativas se tuercen. Cuando hay discrepancias, las personas nos sentamos a hablar para tratar de aclararlas punto por punto. Se dialoga, se debate y se intenta llegar a un entendimiento por ambas partes. Si hay suerte, a un acuerdo. Si no se llega a un acuerdo se puede buscar un punto medio, un “ni para ti ni para mí” que beneficie a todas y todos en cierta medida, aunque no sea totalmente de agrado común. Pero un “oye, teníais razón” o un “no lo hemos hecho bien, lo siento” nunca está de más, especialmente cuando las decisiones unilaterales y rotundas por querer imponerse frente a los demás pueden perjudicar a otras personas.

Hemos aprendido mucho de gente que nos da consejos, de gente que ha luchado antes de nosotros. Hemos aprendido mucho de quienes solo buscaban la libertad, de gente que fue torturada y defiende ahora esta nuestra democracia; de quienes murieron por defender esa libertad, de esas y esos familiares que defienden a quienes murieron por la libertad. Hemos aprendido y seguimos haciéndolo de muchas y muchos activistas de todo el globo terráqueo que no agachan la cabeza aunque un dedo que se piensa omnipotente haga presión hacia abajo. Hemos aprendido de esas y esos sindicalistas que se partieron y se parten la cara, como lo hemos hecho de esas personas que eran republicanas, de esos rojos. Su lucha es la que nos enseña.

Guste o no, vamos a tener siempre principios, ética y vamos a intentar llegar a los acuerdos que sean necesarios para que las circunstancias no perjudiquen a terceras personas afectadas por la privación de los derechos humanos; pero jamás vamos a dejar que nos domen, nos doblen ni nos domestiquen. Hemos cometido errores y aprenderemos de ellos para ser mejores y para ayudar mejor, jamás cerraremos puertas ni dejaremos de escuchar opiniones aunque con nosotros esto se intente hacer. Tenemos consejos, a veces muy duros, otras veces más moderados pero siempre bienintencionados. Tenemos, ante todo, nuestros principios, nuestra ética y nuestros ideales clarísimos. Queremos luchar por los derechos humanos, que se nos trate bien y brindar nosotros el mismo gesto.

Hay que buscar siempre la concordia, la lucha justa por los derechos civiles, por los derechos humanos y por la libertad. Hay que trabajar conjuntamente por la justicia, por la democracia, por un país mejor y cada vez más democrático. En España no hay una democracia plena y si desenfundamos las espadas para ver quién la tiene más grande esta democracia no funciona: hay que tender puentes, dialogar, entenderse, llegar a acuerdos y trabajar en allanar el camino para que la gente que fue víctima de la represión franquista pueda contar su historia, su acallada verdad, y logre dignificar a la figura que está defendiendo, enterrando dignamente a sus familiares cuando le sea posible.

Aquí no hay ningún artista oculto tras el escenario que maneje nuestros hilos para su espectáculo, por más que algunos así lo pretendan. Detrás del escenario únicamente están nuestros principios, la ética y nuestros ideales, firmes, claros y directos. Nuestra lucha por los derechos, la democracia y la libertad es sólida, constante y a nosotros “ni nos domaron ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”.

1 Comment

  1. Estoy de acuerdo, a mi tampoco me doblaran, manipularan ni me arrodillaran. No recuerdo quién dijo, de mi hambre mandó yo.
    Hacéis un gran trabajo.
    Un abrazo muy fuerte y muchos besos de colores

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