Ni locas ni histéricas: la salud integral de las mujeres.

Alrededor del 60% de las mujeres tienen mayor riesgo de sufrir efectos secundarios adversos derivados de los medicamentos que los hombres.

Por Laura Isabel Gómez García

En 2004, dentro del marco de la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,  como respuesta a las recomendaciones de la Unión Europea, y tal y como como insta la comunidad internacional sobre la inclusión de la perspectiva de género dentro de las políticas de salud pública, se creó el Observatorio de Salud de las Mujeres de la Dirección General de Salud Pública, cuyo fin era trabajar en la elaboración de líneas de actuación para acabar con las desigualdades y desequilibrios dentro del ámbito sanitario y de la salud integral que se producen por razón de sexo.

Este observatorio tenía una metodología de trabajo participativa con la colaboración de todos los agentes implicados dentro de la sanidad, con el fin de crear mecanismos y difundir amplios conocimientos de modo que permitieran analizar las diferencias en la salud integral existentes entre mujeres y hombres, promoviendo así el estudio de las peculiaridades diferenciales entre las biologías de ambos sexos.

Este observatorio desapareció en 2014 por decisión del Gobierno conservador como consecuencia de los recortes y ajustes derivados de la crisis económica de 2008.

Más recientemente, en 2019, el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad volvió a crearlo para el mismo fin para el que fue creado en la fecha de su primera creación y actualmente lleva en pleno funcionamiento desde el 24 de abril de 2019.

Este re-creado organismo está adscrito al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Según el BOE describía, este observatorio “es un organismo que permitirá el análisis de las políticas de salud y proponer acciones para reducir las desigualdades en este ámbito, a través del conocimiento y comprensión de la salud de las mujeres y de los hombres, de sus problemas y de sus necesidades, para la mejora del funcionamiento del sistema sanitario, de la salud y calidad de vida de los ciudadanos”.

El observatorio de la salud de las mujeres además da soporte al Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud para desarrollar indicadores, metodología y procedimientos para el análisis por sexos de las políticas sanitarias del SNS; y colaborar con la Comisión contra la violencia de género del CISNS dado que esta violencia tiene un efecto devastador en la salud de las mujeres que la sufren y que demasiado a menudo no se tienen en consideración dentro del ámbito sanitario cuando éstas acuden a consulta, como por ejemplo sucede con muchas mujeres que acuden a consultas de atención primaria con sintomatología depresiva y cuya consecuencia está en una relación de malos tratos y no en una depresión endógena per sé.

El caso de Olatz Vázquez

La madrugada del 3 de septiembre falleció como consecuencia de un cáncer de estómago, la fotógrafa y periodista Olatz Vázquez a la edad de 27 años. Aunque como ella misma contó a lo largo de todo el proceso, no fue solo el cáncer lo que la mató. En sus propias palabras, la causa fue “el paternalismo machista”. Esto se entiende mejor cuando se lee toda la historia de Olatz, que lamentablemente es la historia de muchas mujeres entorno a su salud.

El periplo de Olatz comenzó un año antes de su diagnóstico definitivo, (cáncer gástrico), pues durante todos esos meses previos al tratamiento, fue diagnosticada con un sinfín de dolencias varias desde gastritis, a síndrome premenstrual, etc. ¿Por qué? Pues porque todos los facultativos que pasaron por ella le decían que “no entendía su propio cuerpo”, que no sabía discernir si lo que tenía era dolor menstrual o dolor gástrico. Pero a alguien “se le iluminó la bombilla” y por fin le hicieron la colonoscopia y la gastroscopia que debió hacerse la primera vez que Olatz pisó la consulta, pues ella misma sabía que ese dolor no era menstrual ni era un dolor “normal”, pero los profesionales que la trataron, como he dicho anteriormente decían que ella “no entendía su cuerpo y que no sabía diferenciar de donde le provenía el dolor”. Además, para peor suerte, a la ineptitud y estrechez de miras machistas que siempre hay entorno a la salud y dolencias de las mujeres, llegó la pandemia con los consecuentes daños colaterales para el resto de dolencias que hizo que todo se retrasara y que los tratamientos no llegaran a tiempo. Todo ello le costó la vida a Olatz.

Pero el caso de Olatz no es un caso aislado, como suele ser siempre habitual cuando las mujeres nos ponemos a hablar de los problemas que nos atañen. Pensamos que son cosas que solo le pasan a una y cuando te pones a hablar con otras mujeres resulta que esa experiencia es común sino a todas, sí a la gran mayoría.

Habrá quien niegue esto y quiera minimizar nuestras experiencias con el clásico “eso le pasa a mucha gente, no solo a las mujeres por ser mujeres”. Pues miren no, no porque haya quien quiera negarlo o minimizarlo va a ser que no es cierto, pues indicadores, estadísticas, estudios y entrevistas con cientos de miles de mujeres de todo mundo acreditan que esto es así y que no, no estamos locas cuando decimos que ser mujer y acudir a consulta es radicalmente diferente a ser hombre y acudir a consulta con la misma sintomatología inclusive. No son datos e información de las feministas radicales “feminazis”, sino que son datos de organismos tan poco sospechosos de ser feministas como la UE, la OMS, o la ONU que afirman según las conclusiones de los diversos estudios e investigaciones llevadas a cabo, que las mujeres si bien viven más lo hacen en peores condiciones porque normalmente son atendidas de manera sesgada y ante cualquier dolor o malestar, a priori siempre se las diagnostica con dolor menstrual, estrés, depresión… y se las envía a casa sin más, sin contemplar la posibilidad de que es muy probable que estemos ante un infarto, un cáncer u otra enfermedad, y que sea preciso realizar pruebas diagnósticas específicas como un TAC, una resonancia o una ecografía. Todo ello da como resultado que se haya detectado que las mujeres tengan el doble de posibilidades de ser diagnosticadas erróneamente que los varones por razón de sexo.

Por no hablar de medicamentos, vacunas, y tratamientos que rara vez son probados en mujeres porque no se tiene en cuenta que la biología y anatomía de mujeres y hombres son totalmente diferentes.

Nuestros cuerpos no son biológicamente iguales. Ambos tenemos características específicas propias de nuestro sexo, a nivel hormonal, reproductivo, biológico (menstruación, embarazo, lactancia…). Diferencias hormonales y biológicas que en consecuencia tienen una expresión y función génica en los cromosomas sexuales que varían respecto a la prevalencia y presentación de dolencias asociadas con regulación autonómica, hipertensión, diabetes, sistema vascular y la función cardiaca.

Así como diferencias psicosociales en el día a día que hace que mujeres y hombres tengan aun hoy roles diferentes (tipo de contratos laborales, trabajo doméstico, cuidado de la familia, desigualdades varias, etc.) lo que hace que los efectos sean también diferentes entre los dos sexos, de hecho alrededor del 60% de las mujeres tienen mayor riesgo de sufrir efectos secundarios adversos derivados de los medicamentos que los hombres, porque no se tiene en consideración que las mujeres menstruamos y que tenemos un sistema hormonal diferente; nunca “ser mujer” es un factor a tener en cuenta en estudios e investigaciones y una vez nos topamos con el androcentrismo que impera en todos los ámbitos, también en el sanitario, en el que los hombres son la medida universal para todo, solo que cuando se trata del ámbito sanitario cuesta vidas.

Lo hemos visto recientemente con las vacunas del Covid. Como se han producido muertes de mujeres embarazadas, incluso de bebés, así como alteraciones menstruales en las mujeres, por falta de tener en cuenta estas variables durante el proceso de investigación, testado de la vacuna, y por no diferenciar el estudio por sexos. Algo de vital importancia porque que tu sexo sea masculino o femenino hace que las reacciones a los medicamentos, vacunas y tratamientos no siempre sean iguales por lo que no contemplar esto es una irresponsabilidad que atenta contra la salud integral de las mujeres.


Recomiendo el libro de Carme Valls, “Mujeres invisibles para la medicina” en el que se abordan diferentes cuestiones de índole médica entorno a la salud de las mujeres y su atención médica como por ejemplo el por qué cuando un varón presenta dolor en el pecho se le realiza un electro y sin embargo a una mujer automáticamente se le da diazepam para “el estrés”; o de donde viene el cliché de que una mujer con ansiedad o con estrés es “una histérica”, así como la cuestión de la enorme presión social que sufren las mujeres por el físico, la belleza, la perfección y la eterna juventud junto a unos cánones imposibles, mientras que los varones de más de 40 son “maduros sexys”. Por todo ello, Carmen Valls aboga por una medicina que esté realmente adaptada a las necesidades específicas de la mujer porque aun a día de hoy en la medicina seguimos siendo invisibles y no se nos toma en serio. En este libro Carme Valls aborda esta problemática y arroja algo de luz al por qué esto es así y la raíz del problema que no es otra que la base teórica misógina de Freud que aún colea a día de hoy y por la cual las enfermedades “de mujeres” como las mentales, la endometriosis, la fibromialgia y algunos cánceres, están dentro de un saco histérico freudiano que las deja en muchos casos sin un tratamiento adecuado o un diagnóstico temprano, o como las enfermedades que se asocian a la menopausia, que no tienen una medicina aplicada y adaptada a la biología de la mujer y su situación dentro de la sociedad y los roles de género que en ella desempeñan que en muchos casos son factores de riesgo y detonantes que las predisponen a toda esta serie de enfermedades; junto con las derivadas por la tiranía del culto a la perfección física y eterna juventud como los trastornos de la conducta alimentaria en la que los pacientes son en su mayoría mujeres.

“Se nos rompió el corazón de no tratarlo…”

Vamos ahora a hacer un experimento, si digo “Murió de un infarto”, seguramente la persona que os venga a la mente sea un hombre de mediana/tercera edad porque por regla general asociamos de forma automática un infarto a los hombres y esto es un grave error, porque aunque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en ambos sexos, pero son las mujeres quienes fallecen más por esta causa. Ello es debido a que el infarto frecuentemente pasa desapercibido en el caso de las mujeres porque la sintomatología que presentan no son los clásicos que se dan en los hombres (dolor en el pecho, sudor frío, dolor en el brazo izquierdo…) y esto es así porque los síntomas típicos de un cuadro de fallo cardiaco y las indicaciones para tratarlo están basados en estudios realizados en su mayoría con varones. No ha sido hasta hace relativamente poco que se ha observado que la sintomatología es totalmente diferente en mujeres y hombres.

Esto podríamos denominarlo “sexismo en la investigación y praxis médica” una especie de techo de cristal que perdura de forma latente en pleno S.XXI y que ello hace que demasiado a menudo los infartos en las mujeres no se detecten o se haga de manera tardía, y que tratamientos e intervenciones quirúrgicas no sean los adecuados y como consecuencia de ello siguen siendo las mujeres las que sufren graves consecuencias, pues aunque se ha reducido muchísimo la mortalidad por fallo cardiaco en ambos sexos, las mujeres son las que estadísticamente mueren en mayor número.

Un ejemplo típico de enfermedad cardiovascular que puede provocar un infarto es la cardiopatía isquémica. Ésta sucede cuando los vasos sanguíneos que llevan la sangre al corazón se bloquean. El motivo frecuente por el que esto sucede es por la arterioesclerosis (placas de grasa en las arterias del corazón). Pero en el caso de las mujeres que padecen esta enfermedad (cardiopatía isquémica) más de la mitad de ellas no presentan este bloqueo en las arterias como sí sucede en los hombres. 

Existe un estudio llamado “Evaluación del Síndrome Isquémico en las Mujeres”, (el Estudio WISE), en el cual se descubrió que la cardiopatía isquémica en las mujeres se produce por daños y/o obstrucción en los vasos sanguíneos de la microcirculación.

Los ataques al corazón en su mayoría no se producen de forma súbita y fulminante, sino que suele presentarse con un dolor gradual que puede confundirse con dolores musculares sin importancia o con una gastroenteritis típica. Si bien es cierto que el fuerte dolor torácico es el síntoma más común en ambos sexos, también hay otra sintomatología que se produce en mayor medida en las mujeres, tales como: dolor en el estómago, fatiga, vómitos, punzadas en la espalda o ausencia total de dolor y simplemente presentar un malestar general que no se sabe explicar.

Estas diferencias sintomatológicas si no se tratan adecuadamente y el profesional facultativo no es capaz de darse cuenta que está ante una mujer y que es de vital importancia contemplar la posibilidad de que la paciente esté sufriendo un infarto, sin el consecuente diagnostico a tiempo el tratamiento puede no ser el correcto provocando así un fatal daño en el corazón o incluso la muerte.

Por ello existe un protocolo sanitario que establece una serie de pruebas y tratamientos diagnósticos pero que rara vez contempla la sintomatología especifica del sexo femenino. La organización canadiense “Heart and Stroke Foundation of Canada”, en un estudio concluyó que en los 10 minutos tras la llegada a urgencias a las mujeres se las sometía en menor frecuencia a un electrocardiograma, una prueba imprescindible para detectar a tiempo un fallo cardiaco.

Otra disfunción dentro de las pruebas diagnósticas para determinar el daño en el corazón, es el nivel de proteínas troponinas (proteínas que se liberan cuando se produce un fallo cardiaco), de hecho, este es el biomarcador estándar más valioso para diagnosticar un ataque al corazón. En cambio, nos encontramos con que el criterio seguido para establecer los niveles de troponinas en sangre fue estudiado mayormente en hombres, cuyo nivel es 2’4 veces mayor que el de las mujeres. Lo que significa que cuando una mujer sufre un infarto de miocardio la subida de las troponinas puede no superar el umbral diagnóstico establecido, y esto se traduce en que más del 20% de los infartos en mujeres no son detectados.

En cuanto a las angiografías que detectan las arterias coronarias que se han bloqueado en el transcurso de un infarto, y que son las mayoritariamente utilizadas, dejan de lado la obstrucción en la microcirculación que es generalmente la que se produce en las mujeres. En cambio, los diagnósticos por imagen, como la tomografía que es una técnica precisa que permitiría detectar los infartos en las mujeres, es una técnica que rara vez se utiliza. Es por eso que las mujeres no son diagnosticadas correctamente solo con una angiografía con el consecuente riesgo para su salud.

Por otro lado, cabe mencionar que a todo ello hay que sumar que nos encontramos con otra peculiaridad con las mujeres y su salud, y es que, según diversas investigaciones, las mujeres acuden más tarde al médico lo que hace que los diagnósticos sean tardíos y con peor pronóstico. Además de que se produce el fenómeno del abandono de la terapia de rehabilitación cardiaca tras un infarto. Generalmente, porque las cargas del trabajo dentro y fuera del ámbito doméstico, de los cuidados del hogar y la familia, hace que las mujeres “no tengan tiempo” para seguir los programas.

En cuanto a tratamientos encontramos algunos datos muy interesantes hechos en recientes estudios europeos. Por ejemplo, solo el 15% de las mujeres recibieron un stent, en comparación con el 34% de los hombres. Un 26% de las mujeres, frente a un 43% de los hombres, fueron sometidas a terapia trombolítica, y solo un 16% de las mujeres recibieron medicina preventiva.

 

Investigaciones y estudios médicos: el ninguneo a las mujeres

El gran problema es que la medicina ha contemplado y contempla aun hoy a las mujeres bajo el prisma de la universalidad masculina ignorando así los problemas de salud y enfermedades propias de la biología de la mujer, salvo en el ámbito de la salud reproductiva que es casi el único ámbito en el que se centran las investigaciones en torno a la salud de las mujeres, como si ahí radicara todo. Es la “visión freudiana” que he mencionado en líneas anteriores. 

Es de vital importancia que de una vez por todas las investigaciones y estudios sobre la elaboración de los tratamientos, técnicas de detección temprana y medicamentos sean realizados atendiendo a la diferencia entre sexos, con datos segregados y paritarios porque a día de hoy eso no se está produciendo lo que hace que resultados y datos obtenidos están sesgados con la consecuente peligrosidad y riesgo para la salud de las mujeres. Para que esto cambie es imprescindible la inversión económica en la investigación de las diferencias en salud y enfermedad entre mujeres y hombres. Así se posibilitaría el desarrollo de terapias específicas para cada sexo; por no mencionar la urgente necesidad de incluir a las mujeres de forma paritaria en todos los ensayos, investigaciones y estudios clínicos de modo que hubiera una sustancial mejora en la salud de las mujeres.

La medicina no puede ejercerse a espaldas de una perspectiva de género que contemple el hecho de que la salud es diferente según el sexo por los factores biológicos tales como los genéticos y/o fisiológicos, además de que es también desigual dado que existen los roles y estereotipos de género que influyen de manera determinante en todas las personas, y las mujeres por los suyos, las hacen especialmente vulnerables a determinadas afecciones y enfermedades diferentes a las que afectan a los hombres, y que son éstas las que no son estudiadas como se debiera.

Ya en el año 2006, en la encuesta Nacional de la Salud los datos reflejaron claramente que las mujeres tenían peor salud, y en concreto despuntó que tenían peor salud mental que los hombres.

Por otro lado, la salud física, psicológica y social de las mujeres se ve afectada especialmente por factores socioeconómicos. Esto es debido a que sobre las mujeres recaen los mayores estragos del desempleo, la precariedad, la temporalidad laboral, niveles más altos de exclusión social, salarios más bajos, pensiones paupérrimas y la doble carga de trabajo dentro/fuera del ámbito doméstico, familiar y de los cuidados, todo ello adscrito al sexo femenino como consecuencia del rol de género asignado a las mujeres. Todos estos factores hacen que la salud de las mujeres debiera tener una mejor atención por parte de la comunidad médica, científica y farmacológica. Además, no deja de resultar algo paradójico si lo pensamos bien, pues sobre quienes recae el rol de cuidadoras de la familia y personas dependientes, son las que a su vez se olvidan de su propio bienestar y salud, y además son también las grandes olvidadas por la medicina cuando recordemos que las mujeres representamos más del 50% de la población mundial, y no somos un colectivo como parece que a algunas personas se les olvida.

Según datos de la OMS las mujeres representan más del 70% del personal sanitario en la mayoría de los países, además de ser las principales profesionales en el trabajo doméstico y de cuidados remunerado (y no remunerado) pero en cambio como sucede siempre, están infrarrepresentadas en puestos de toma de decisiones y directivos del sistema sanitario, y en cuanto a los sueldos si en general la brecha salarial entre mujeres y hombres es del 20%, en el ámbito sanitario alcanza el 30%. 

En resumen, no es solo la necesidad de incluir a las mujeres en los datos, sino que hacerlo con perspectiva de género es vital para ofrecer una mejor atención sanitaria integral y para eso, los estudios/investigaciones/análisis médicos, la diferencia sexual tiene que ser una categoría de análisis central porque es hora ya de que el ámbito sociosanitario entienda lo importante que es ser mujer o ser hombre dentro de la medicina si queremos que ésta sea beneficiosa para todas las personas independientemente de su sexo.

 

Roles y estereotipos de género dañan la salud.

Para aquellas personas que disienten, dudan o no creen en que la manera en que se socializan hombres y mujeres es diferente y que derivado de ello las mujeres estamos en una posición desigual y subordinada, aun hoy, a la de los hombres, deberían estudiar algo de Sociología. No se trata de ser/no ser feminista. Se trata de saber de qué se habla cuando decimos que la forma en que las personas dependiendo de su sexo son socializadas en un género u otro y que esto lleva parejo una serie de consecuencias que se reflejan a lo largo de toda la vida en los diferentes ámbitos vitales. Por eso, los estudios sociológicos y la psicología social han constatado, probado y evidenciado que la manera en que nos socializamos las personas influye en nuestra forma de vivir, relacionarnos y concebir el mundo, el entorno, las personas que nos rodean y a nosotros mismos, añadiendo a ello que dicha socialización es radicalmente distinta según nazcamos con un sexo u otro.

No querer entender esto y “no bajarse del burro” de esa falsa sensación de “igualdad” que impera y que desde los poderes facticos se repite como un mantra para que cale en la sociedad y hacer creer que ya está todo logrado no hace, sino que negar algo que está ahí, que vivimos día a día todas y que las ciencias sociales han demostrado. 

Tradicionalmente la socialización del sexo femenino mal-enseña a las mujeres desde la primera infancia la importancia entorno a su físico (ser guapa, delgada…), de pensar antes en los demás y en los cuidados de los otros antes que en sí misma, de olvidar sus necesidades por las de los demás, no ser demandantes en exceso, ni desear la independencia como forma de vida deseable sino que su vida es para y por los demás (maternidad, matrimonio, cuidado de familiares, etc.); todo ello aprendizaje que se perpetua hasta la edad adulta y que hace muy difícil después el ser reeducada en la necesidad legitima del autocuidado, la independencia social y económica, la autonomía y desarrollo personal, pues cuando se trata de este tema en talleres con mujeres ya adultas en muchas aparece “la gran palabra”: CULPA. Cuando esto sucede hace falta mucha terapia con ellas para hacerles ver que no hay culpa en la autoestima, y el autocuidado sino SALUD Y VIDA. 

Hay todo un largo historial de estudios y de investigación en torno al malestar que sienten en el día a día las mujeres derivado de la doble jornada (dentro/fuera del hogar) y el esfuerzo por conciliar vida laboral/personal/propia, que acaba repercutiendo en su salud general ya que como he tratado de explicar antes la gran consecuencia de esta sobrecarga emocional y de trabajo se traduce en un menor tiempo libre y de ocio para su propio autocuidado. 

Cabe no olvidar la situación penosa de ser mujer y estar en la tercera edad pues esta circunstancia se convierte en una doble discriminación, por sexo/género y por edad. Pues como mencioné con anterioridad, si bien es cierto que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida respecto a los hombres, no tienen una vejez con mejor calidad de vida.

Y en este hecho influyen varios factores e indicadores económicos como son la cuantía de las pensiones, y el derecho a ellas; es un hecho de que la pobreza tiene rostro de mujer, pero rara vez se menciona que esto se vuelve peor cuando hablamos de mujer y tercera edad. Las bajísimas pensiones de las mujeres se explican por diversos motivos, pero en resumen ello se produce porque son las mujeres en mayor número quienes aparcan su vida profesional a la hora de casarse y tener hijos, o muchas otras optan por trabajos temporales, precarios y jornadas reducidas que hacen que posteriormente sus pensiones sean de una media de 400-600 euros, lo que implica menor poder adquisitivo, mayor dificultad para acceder a una buena calidad de vida, traduciéndose en peores condiciones de vida que llevan parejas más enfermedades y peor acceso a  tratamientos. 

 

El melón” de la salud mental

Atendiendo a la salud mental de las mujeres, la socialización de género femenino lleva asociado como consecuencia en mucha mayor medida problemas mentales como ansiedad, estrés, insomnio, depresión… Derivados de la doble carga de trabajo; así como los trastornos alimentarios derivados de la baja autoestima y presión por el culto a la perfección, la belleza y la juventud. A todo esto, cabe añadir que muchas de estas enfermedades y trastornos mentales están asociados a la violencia machista, que quiero recordar, que la sufren 1 de cada 3 mujeres. Cuando digo violencia machista no me refiero solo a la que sufren dentro de la pareja o expareja, sino a todo tipo de violencia: acoso/abuso sexual, agresiones sexuales/violaciones, violencia intrafamiliar, violencia psicológica, prostitución, etc.

Uno de los grandes problemas de la salud mental a la hora de ser tratadas es la alta frecuencia en la medicalización, algo que en el caso de las mujeres se produce en mayor medida en parte por sesgos de género a la hora de diagnosticar, de tratar y de investigar. Un claro ejemplo es lo que pasa cuando una mujer acude a consulta con dolor, agotamiento, nerviosismo, insomnio… Síntomas que son por los que las mujeres acuden mayormente a las consultas. Las mujeres quedan sin diagnóstico y con recetas de psicofármacos innecesarios ya que en muchos casos bastaría con una buena terapia psicológica.

No faltará el señor que dirá, “Sí, pero los hombres se suicidan más”, y si bien ese dato es cierto, esto es debido a que no todo es negativo en cuanto a la salud de las mujeres. La socialización en el rol de género mujer favorece que las mujeres desarrollemos aspectos saludables como: resiliencia, la sensibilidad, la comunicación y expresión de sentimientos como es el llorar, algo que no es baladí pues llorar nos libera, nos hace humanos y ayuda a la superación de los problemas, permitirnos sentir y empatizar, es parte fundamental para la superación de adversidades y problemas mentales, algo que la socialización de género masculina tiene “castrado”. Recomiendo muy mucho a los hombres el documental de 2015 “The mask you live in” donde claramente se ve como el patriarcado daña también a los hombres con ese “Se un hombre”, algo que el Feminismo trata también de hacer ver a los varones. El Feminismo no es “el enemigo”, el enemigo es el patriarcado.

La socialización de las mujeres en cierto modo propicia el apoyo social entre mujeres como forma de afrontar los problemas, con nuestras amigas y compañeras solemos tejer una red de apoyo en la que encontramos la manera de afrontar de manera saludable las venturas y desventuras que nos han tocado vivir, encontrando en nuestras iguales los ejemplos de fortaleza, superación y resiliencia que necesitamos, siendo todo esto un gran factor de protección ante el suicidio.

Informe SESPAS 2020

La peor salud mental de las mujeres ha sido demostrada tanto en encuestas de salud como en estudios de base clínica. La hipótesis acerca de una mayor vulnerabilidad biológica de las mujeres es inconsistente, sino que son las condiciones de vida desiguales entre hombres y mujeres, junto con los modelos imperantes de masculinidad y feminidad hegemónicos, lo que puedan estar explicando estas desigualdades de género en la salud mental.

El Informe SESPAS 2020 mostró la existencia de desigualdades de género en la salud mental, la relevancia de la intersección de diferentes ejes de desigualdad y un posible proceso de sobre medicalización de la salud mental de las mujeres, por el cual los/las profesionales de la salud están etiquetando con más frecuencia como depresión y ansiedad estados de salud mental similares en hombres y mujeres, y prescribiendo con mayor intensidad psicofármacos a las mujeres.

Esta realidad, además, parece ser desigual en función de la edad y del nivel socioeconómico de los/las pacientes. En los últimos años se están desarrollando diferentes experiencias dirigidas a afrontar la creciente medicalización de la salud mental desde una perspectiva de género. En la medida en que el fenómeno de las desigualdades de género es complejo, resulta necesario actuar y promover cambios en los sectores político-estructural, cultural y asistencial, que reviertan en su conjunto en la reducción de las desigualdades de género en las sociedades y en una atención sanitaria sin sesgos de género.

Voy a cerrar la columna de esta semana con unas reflexiones de Anna Freixas respecto a las mujeres, nuestra salud y bienestar: 

“Si queremos salir adelante las mujeres debemos tomarnos en serio. Eso requiere valorar nuestra mente y sus producciones, sin pedir perdón por si acaso no están a la altura; nos invita a no estar siempre disponibles, como si el tiempo nos sobrara; supone anteponer nuestras necesidades a las de quienes colonizan nuestro tiempo y, por supuesto, nos insta a respetar nuestro cuerpo, nuestra salud, nuestros sueños y nuestros deseos. Tomar en consideración la perspectiva de género en la salud abre la puerta al logro de nuestras expectativas vitales.”

3 Comments

  1. Hola a todos. Lo primero que quiero hacer es mandar todo mi ánimo a todas parejas que quieren tener hijos y no pueden por problemas de salud. Yo he sido mama gracia al método de la ovodonacion y soy muy feliz . Conseguí serlo con una clínica ucraniana (de Feskov) u se que ahora mismo están ofreciendo programas muy variados y nuevas técnicas para conseguir lo que todo buscamos -el bebé sano . Estoy feliz con todo lo que tengo, con lo que me ayudaron a conseguir y se lo debo a ellos ! Todo camino que hay que hacer para tener el bebé sano merece la pena y más …!

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