Nekane Txapartegi: «Me torturaron por mis ideas y utilizaron la tortura sexista para castigarme como mujer»

Fui aprendiendo con los años, a saber dónde cuento, qué cuento y cómo lo cuento. Porque lo cuentas, y luego eres la persona marcada, la mujer violada, la mujer señalada”

Por Begoña Zabala / Viento Sur

Nekane Txapartegi ha pasado por Iruñea para presentar el documental Bi Arnas (Dos respiraciones), invitada por Sanfermines78gogoan, donde se narra la tortura sufrida por Iratxe Sorzabal, actualmente en prisión. La narración se hace, sobre todo, recurriendo a testimonios importantísimos que verifican las torturas tantas veces relatadas y negadas; entre ellas las de Iratxe Sorzabal y la de su madre:  Bi arnas (Dos respiraciones). Entre los testimonios de apoyo está el de Nekane, que en su detención sufrió igualmente torturas y violencia sexual.

Hemos querido recoger su propio testimonio, que va mucho más allá de los cinco días de detención, incomunicación y tortura en el cuartel de la guardia civil de Tres Cantos, en Madrid.

Begoña.- Para empezar me gustaría que nos contaras tu detención. En qué momento y en qué condiciones se produce, especialmente, cómo es el itinerario que realizas desde la propia detención hasta que ser produce la libertad provisional.

Nekane.- En el año 1999 para mí y para mi familia, empezó una nueva vida. Se detuvo una vida y empezó otra marcada por las secuelas de la tortura. Fui incomunicada durante cinco días, en el cuartel de la guardia civil de Tres Cantos, en Madrid, bajo la ley antiterrorista, y ahí fui brutalmente torturada.

En una escalada represiva, donde Garzón era uno de los que ejecutores de la teoría de todo es ETA, diferentes movimientos sociales y políticos fueron perseguidos y sus miembros detenidos. En este momento también hay una tregua de ETA. Son los tiempos de Lizarra-Garazi. Me detienen junto con más personas. A partir de ahí se suma otra lucha en mi vida, la lucha contra la tortura sistemática contra las personas vascas y contra el silencio frente a la tortura.

Durante los cinco días de incomunicación la guardia civil decidió sobre mi vida, decidió si me mataban o no. Convirtieron mi cuerpo en campo de batalla patriarcal. Me torturaron por mis ideas y utilizaron la tortura sexista para castigarme como mujer. Después de ese calvario, de ese sufrimiento, decidí, ya que sobreviví, colectivizar esos testimonios desde mi experiencia personal. Decidí asumir ese quehacer colectivo porque muchas no podían contarlo por diferentes razones: algunas porque las mataron, otras porque estaban en la cárcel y no tienen los recursos que tienes en la calle. Así que hice de la denuncia mi terapia contra la tortura, denunciando y sacando a la calle lo que pasa en las comisarías y cuarteles. Y eso es lo que sigo haciendo hasta hoy en día, allá donde estoy.

Begoña.- Entonces te detienen y después de esos cinco espantosos días te trasladan a la cárcel, y desde ahí mismo empiezas a contar lo que te ha pasado.

Nekane.- Sí, así es. Y tengo que decir que en ese momento me sentí aliviada porque pensaba que en la cárcel no me volverían a torturar. Era absurdo sentirte segura en un sitio represivo, pero pensar que volvía a esta en libertad, en la calle, y te pueden volver a torturar, era un horror, sentía terror.

Después de cinco días incomunicada, me incomunican otros cinco días en la cárcel de Soto del Real. La razón de esa incomunicación era, que las otras presas políticas vascas, no vieran las marcas que había dejado la tortura. Esa es la práctica. Pero en mi caso, uno de los pocos que se dan, parte de las secuelas quedaron documentadas. La médica de la cárcel se asusta un poco de mi estado. Entonces, hace un informe donde contempla las lesiones y justifica que no han pasado en la cárcel. No quería asumir la responsabilidad y me llevan al hospital de la cárcel para hacerme unas pruebas. Este informe médico lo hemos utilizado para la denuncia y el reconocimiento de la tortura, aunque a ese informe médico ninguna jueza ni juzgado le ha hecho caso hasta ahora.

Estuve nueve meses en la cárcel de Soto del Real: política de dispersión, alejada de familia y amistades. Ahí es muy difícil (en un sitio donde te recuerda la tortura, donde estás encerrada, en un ambiente torturador, que legitima la tortura, que la protege, que la esconde) contar lo que te ha pasado. Para mí fue muy importante primero, hablar con mis compañeras, poder sentirme entendida y creída. Porque hasta ese momento, nadie me creía, sino que tapaban la tortura: el forense no ve nada, no dice nada, peor todavía, escribe que los moratones que tenía son de suciedad. No confías en nadie, te obligan a declarar y te dicen que es una abogada y tú no sabes si es una abogada o una guardia civil disfrazada. Sientes que tienen total impunidad para hacer contigo lo que les da la gana, todas las piezas son cómplices y parte de ese aparato torturador que está en tu contra. Nadie te cree, todos intentan tapar lo que está pasando.

Después, me encuentro en un patio, en una cárcel, donde mis compañeras me dan todo. Me sentía cerca de ellas, pero había una, que también había sido torturada y sufrido violencia sexista, que había sido violada, y ahí sobraban las palabras. Ahí soy consciente de que lo que me ha pasado no me ha pasado solo a mí, porque soy Nekane, sino que detrás hay un aparato de tortura, que practica la tortura sexista contra nosotras, las detenidas y presas vascas. Sentirme comprendida, me hizo ver que esto es estructural, sistemático, que no estoy sola, soy parte de ese sufrimiento y lucha colectiva.

En ese momento tenía 26 años, era joven, tenía fuerza física para intentar sobrevivir, seguir luchando. No me había planteado de forma cerrada si iba a tener hijas o hijos. Pero después de la tortura esa pregunta, estaba muy presente. Porque en comisaría me dijeron más de una vez que iban a hacer todo lo posible para que no pudiera tener hijas ni hijos, y me violaron. Textualmente, “para que no tengas hijas de puta como tú”. Luego he tenido una hija y no quiero verlo como el triunfo frente a la tortura, pero sí es un paso grande en mi proceso personal. Había una pregunta en el aire, ¿podré tener? Esas preguntas que surgieron en comisaría se han ido aclarando a lo largo de mi lucha. Pero una parte de mí quedó ahí, en esa comisaría y la quiero recoger. Eso lo podré hacer cuando haya un reconocimiento político de la tortura, no sólo individual, sino el reconocimiento colectivo de que el Estado español ha utilizado la tortura sistemática como arma terrorista contra la disidencia política vasca. En ese camino, en esa lucha he aprendido mucho. Cada denuncia es un paso personal, también colectivo, lo personal es político.

Begoña. Después de la cárcel, donde permaneces nueve meses, sales en libertad provisional, y viene un período de espera, de preparación del juicio, en el que supongo que sigues activa y luchando. Es, además, un tiempo bastante largo

Nekane. Si, salgo en libertad provisional con una fianza alta. Con la tortura, no me quitaron mis convicciones sino que las acentuaron. Para mí era y es importante seguir luchando como sujeto político y no quedarme con el estigma de víctima de tortura. Había y hay un aparato de tortura preparado para seguir torturando y como sobreviviente de tortura sentía la obligación de luchar para que nadie más sufra.

Tomé el camino de la denuncia y creo que fui una de las primeras mujeres que hicieron pública la tortura sexista. En concreto conté que me habían violado. Pero tengo que decir que lo hice con muy pocos recursos colectivos o de acompañamiento. No me daba cuenta en ese momento qué efecto tendría el hacer público lo que me habían hecho como mujer en esa comisaría. Cuando hago visible ese cuerpo que lo han violentado patriarcalmente en los medios, también expongo el cuerpo de mi familia. Y no se hablaba de la utilización política y del aspecto sexista de la tortura, sino de detalles morbosos de cómo me habían violado. Entonces no era consciente del efecto boomerang.

Personalmente yo quería sacar la tortura de las mazmorras. Pero en ese contexto en que se negaba rotundamente la existencia de la tortura, nuestro objetivo colectivo era demostrar que se tortura, e incluso contarlo con todo el detalle posible, para que nos crean. Eso es muy duro, porque es abrir la herida de la tortura y lo estás contando en un sitio que no es de confianza, que no sabes cómo van a manejar esa información. Y además duele ese sensacionalismo, ese amarillismo. Al final cuentan cómo te han violado, pero a mí lo que me importa es por qué me han violado, porque no me tenían que violar. Que se hable del trasfondo de lo sistemático de la tortura, que no es que cuatro policías han perdido la cabeza y me han violado, sino que hay una estructura.

Así que fui aprendiendo con los años, a saber dónde cuento, qué cuento y cómo lo cuento. Porque lo cuentas, y luego eres la persona marcada, la mujer violada, la mujer señalada. No solo yo, sino que mi ama, por ejemplo, iba por la calle y todas piensan “es la mamá de la chica torturada y violada”. La tortura no es solo algo en contra de la persona torturada, sino que es, también, un mensaje a la comunidad, a la sociedad, a tu entorno. Por ello, la lucha contra la tortura no puede ser es una lucha individual. Tiene que ser colectiva.

Begoña. Cuando dices que hiciste la denuncia, ¿te refieres a la denuncia pública? ¿También a la judicial?

Nekane. Sí, la hice públicamente ante los medios, en una rueda de prensa. Pero también hice denuncia judicial con un testimonio escrito, que me costó mucho, por cierto, en la cárcel.

Tuve que contárselo por escrito a mi abogada para que ella pudiese presentar la denuncia. Cuanto más detalles mejor, pero contarlo de nuevo era volver a revivirlo y en la cárcel sola en tu celda. Todavía el miedo, lo sobrevivido estaba presente, tenía flash-backs, me venían las imágenes. Todavía no había pasado tiempo para asumir lo que me había pasado, estaba disociada. Era una protección, para no romperme. Porque cuesta aceptar que esa persona torturada eres tú. Era un escudo, para poder contarlo sin volver a la comisaría y no revivirlo. Pero sabía que tenía que hacerlo, por los plazos, para la credibilidad y para la tramitación judicial, que urgían. Era difícil.

Lo hice de forma escrita y esa denuncia llegó al juzgado de Tolosa. Empezaron a pasarlo de un juzgado a otro, y siempre alegando que no eran competentes, que era otro juzgado, que era Madrid… Y no llegó a nada, se cerró.

Jurídicamente se iban cerrando puertas y yo iba denunciando políticamente y públicamente, y luego organizándome en el TAT (Comisión contra la Tortura, siglas en euskera, ndr). Para mí era muy importante, como persona torturada, hacer algo cada vez que detenían a alguien. Luchar activamente contra la tortura sistemática me ayudó en el camino personal. Pero hasta que llegó el proceso 18/98, la vista pública, que fue el macro-juicio político contra Euskal Herria, ningún juzgado me tomó declaración. Fue en la Audiencia Nacional la primera vez que pude dar testimonio oficial[1].

Begoña. Entonces por fin te pidieron que testimoniases y te interrogaron sobre este tema, pero en este caso no fue porque tú habías denunciado sino porque estabas acusada en ese juicio, como has dicho.

Nekane. Por fin encontré un espacio en el que poder contar, relatar, aunque ese espacio era la Audiencia Nacional, donde se protege y se intenta tapar la tortura. Si no, ¿para qué iba a ir a un juicio político donde la sentencia estaba dictada? Para mí era importante aprovechar ese momento para alzar la voz y llevar la denuncia de las mujeres torturadas vascas al corazón del aparato de tortura. Esa fue mi declaración de defensa, contar lo que me habían hecho los torturadores durante la incomunicación.

Hasta el documental, Bi Arnas, nunca había podido contar en euskera las torturas. Al ser mi lengua materna, las vivencias, emociones son en euskera y las expreso mucho mejor. Cuando hablo en euskera voy hasta adentro. Hacer la denuncia en otros idiomas ha supuesto una defensa, un escudo que no me deja ir hasta adentro. Por ello, y por motivos de una traducción no fiable, lo hice en español. Para mí la denuncia no es algo individual o personal, sino un quehacer colectivo. No quiero representar ni suplir a nadie, sino dar voz a las torturas específicas de las que hemos sobrevivido como mujeres. Nunca he denunciado la tortura como un caso aislado que se ha hecho contra mí, sino contra una estrategia política, por lo que tengo que denunciarlo como colectivo.

Lo hice y fue un momento duro, también para la gente que me conocía, que durante meses estaba conmigo, porque tampoco había hablado con la gente cercana, con detalles. Esta gente sabe que me han torturado, pero cómo se lo vas a decir a tu familia. ¿Para qué? Ya sé que me creen. Se imaginan lo que ha pasado. No les tengo que convencer. Yo quiero contar a esa gente que niega la tortura, que no quiere creer. Quiero que esa gente escuche. Me acuerdo que a mi hermana y hermanos les dije que viniesen a Madrid, porque igual era mejor oírlo directamente de mí, que no al día siguiente leerlo en un periódico. Vinieron al juicio y no hicieron falta palabras. Ni tampoco con la gente enjuiciada. Fue un momento muy fuerte, pero para mí fue un momento de empoderamiento. En esa comisaría me sentí tan nada, tan pequeña, rota,… ahora era como sentir, estoy aquí, sigo luchando y soy capaz de denunciarlo. Un momento en mi lucha personal muy importante, y no solo por esa denuncia, sino también porque reconocí a dos de los torturadores durante el juicio. Y eso fue como una afirmación de la lucha que estoy haciendo, contra la tortura, de no esconderme, de dar la cara y el cuerpo. Supone mucha energía, pero siempre encuentro algo que me afirma y me confirma que merece la pena.

Begoña. Finalmente se dicta sentencia, y aunque te condenan, ya no vuelves a la cárcel ¿no?

Nekane. Viendo cómo fue el juicio, sin garantía de nuestros derechos de defensa ni políticos, para mí estaba claro que la condena estaba escrita, por ello decidí escaparme. Para mí, aceptar esa condena, era aceptar la tortura. Mi defensa fue denunciar las brutales torturas que sobreviví y mi condena se basó en las autoinculpaciones. También tenía miedo de que me volvieran a torturar, porque la guardia civil no iba a perder oportunidad en otra detención. Así que decidí huir, sin saber cuándo volvería.

Durante este tiempo en el que la mayoría de las procesadas del 18/98 estaban en la cárcel, yo hice otro camino, otra experiencia muy larga.

Fui mamá. Tenía que aclarar algunas preguntas conmigo misma. A raíz de la tortura sexista se repetía la pregunta, ¿podré ser mamá? Y la otra, en qué condiciones quiero ser mamá. En la cárcel, no. Quiero que nazca en libertad y para vivir con ella, luchando. Así nació en unas condiciones muy difíciles, ser mujer en el exilio y en la huida, y luego en la cárcel, en un sistema racista y patriarcal dificulta el día a día. También en las condiciones de la clandestinidad, o de la ilegalidad. En gran parte porque no están acostumbrados a que una mujer tome decisiones de luchar y para ello deje todo. Siempre se nos quiere ver como acompañantes. En mi caso fui yo la que tomé la decisión y pasé de ser yo a ser dos, y responsable de una vida que depende de mí. No había lugar para momentos de flaqueza de mirar atrás, sino siempre adelante. Y así vivimos hasta el 2016.

Begoña. En el 2016, digamos, se abre una nueva etapa, también bastante dura. Es la detención en Suiza, que sin embargo te dará una oportunidad increíble de seguir luchando y conocer muy de cerca las luchas solidarias.

Nekane. Sí, una situación muy dura. Dos años antes la policía española me había perseguido dentro del territorio suizo, rompiendo la soberanía de otro país. Y eso sí que me dio miedo. Me recordó a la guerra sucia. Ahí pude notar que la detención estaba cerca, pero cuando tienes una hija a la que tienes que cubrir necesidades, tampoco puedes estar desapareciendo todo el rato.

Me detienen en el 2016 delante de la escuela de mi hija. De ahí me llevan a la cárcel de Zurich. Estoy 17 meses en aislamiento, 23 horas al día encerrada en una celda, sin vises, sin contacto telefónico…

Con la nueva detención se abre la herida de la tortura. Cuando me detienen en el año 1999 era más joven, tenía 26 años. Y la situación era muy distinta a la de ahora, que era mamá. Mi hija, que estaba 24 horas conmigo y era su único referente, se queda sola. De un día para otro te detienen y te vuelven a atacar donde más duele, con la herida de la tortura abierta, el estrés, y así me meten en régimen de aislamiento a la cárcel; sin contacto con mi hija, a ver a dónde me agarro.

De ser cuidadora paso a ser cuidada en una cárcel que me quiere hacer desaparecer.

Por ello tenía claro que la cárcel es un espacio donde sigue mi lucha, con otros recursos. Decido, otra vez lo mismo: seguir denunciando con los instrumentos que tenía, un bolígrafo y papel. Así empecé a denunciar, de una parte, la persecución política del Estado español, y, a la vez, la colaboración de Suiza con el estado torturador español y la aplicación del aislamiento, haciendo así también suya la política de venganza contra las presas políticas vascas. Era volver a ser castigada por tus ideas, y esa justicia patriarcal, como mujer torturada y violada, no te cree y tienes demostrar que estás diciendo la verdad. Los torturadores nunca han tenido que demostrar que no lo habían hecho.

Había una solicitud de extradición. Un abogado, intentaba pararla y a la vez la otra abogada tramitaba la petición de asilo político. Sabíamos que no nos lo iban a dar, porque si me lo daban, suponía el reconocimiento del conflicto vasco. Pero luchamos en todos los frentes y con diferentes estrategias.

El proceso de asilo tuvo un coste personal fuerte, ya que tuve que contar las torturas con todo detalle para que me creyeran, sabiendo que no me querían creer. En su estrategia quieren crear contradicciones esperando que yo relatara cronológicamente las torturas que me habían hecho en los cinco días de incomunicación.  Eso se esperaba de mí, aunque es sabido que el estrés post-traumático (que tengo y lo confirmaron con el protocolo de Estambul) es imposible. Ellos y ellas sabían que me habían torturado, pero lo que no podían hacer era confirmar que me habían torturado, entonces buscaban excusas para no creerme. Haces un esfuerzo terrible para abrir tus heridas y contarlo, es como volver a torturarte. Me decían, si has sobrevivido esa brutalidad, ¿cómo puede ser que sigas luchando?

Fue difícil, porque la tortura crea culpabilidad, no sólo durante los 5 días de incomunicación, sino toda la vida. Porque has perdido el control, porque has tenido que decir nombres, te has autoinculpado, y hay que aprender a reconciliarse consigo misma, porque no había otra manera de salir con vida de ahí.

Cuando abrí la herida de la tortura para el asilo, también aproveché para escribirlo para afuera. Porque en Suiza hay una mayoría de la sociedad que no ha oído hablar de torturas, que no sabe del conflicto político vasco, que no sabe que hay presos ni presas políticas, y las cárceles son un tabú. Sin policías ni control, las cárceles están en mitad de la ciudad, y la gente ni sabe que son cárceles. Tampoco les interesa porque están llenas con gente inmigrante, gente pobre, que los llaman criminales.

Me di cuenta, que en los movimientos de izquierdas tampoco había mucha información sobre la política carcelaria, ni ningún frente anticarcelario organizado. Entonces empecé a escribir a los movimientos para romper esos muros del silencio. De una parte, denuncié la política de asilo aquí y a la vez la utilización de la tortura sistemática y en especial la tortura sexista con una perspectiva feminista. También relaté lo que es ser mujer, migrante y mamá, en una cárcel hecha por los hombres para los hombres.

Voy nombrando las opresiones múltiples que se van añadiendo, porque en Zurich soy también migrante. Empecé a contar, empecé a pintar, a romper ese aislamiento.  Entonces vi que había un movimiento que me quería escuchar, que tenía en cuenta lo que decía y se estaba organizando. En este contexto en el que estábamos yo dije que quería que el movimiento feminista fuera el motor de la campaña. Y así fue, dicho y hecho. Las mujeres fueron las que tomaron la iniciativa, las que en las manifestaciones iban delante, y las que en los eslóganes decían “ninguna extradición al país español torturador”.

Aprovechamos el amplio movimiento de solidaridad para poner otros temas en la agenda política. Así incluimos el tema de que la tortura sexista y la violencia sexista tenía que ser reconocida para conceder asilo político. La violencia sexista que viven las mujeres en el camino de la huida, no se tiene en cuenta y no es una razón para conceder el asilo. Así abrimos esos temas, que a partir de mi caso podrían tener repercusión colectiva. Intentábamos crear precedentes. Ahí se fueron sumando otros grupos a la campaña “Free Nekane” y una amplia parte de la sociedad, empezando por la izquierda parlamentaria hasta la izquierda revolucionaria y el movimiento feminista. Con sus diferencias y un objetivo común, que era liberarme, fueron capaces de luchar conjuntamente durante 17 meses, un ejemplo inusual aquí.

Begoña. Esto que cuentas parece una experiencia ejemplar, sobre todo por las condiciones que cuentas de la sociedad suiza. Es importante que te hayas sentido acogida y apoyada en esa situación, cuando los intereses de los Estados y de sus gobiernos están tan lejos de preocuparse por los derechos humanos de las personas detenidas.

Nekane. Sí, yo creo que hablar tan abiertamente y públicamente hizo que la gente se animara a involucrarse. Yo tenía claro que esas personas no estaban luchando para liberarme a mí, sino que estábamos en la misma lucha y esto va más allá. Porque el conflicto político que me llevó a la cárcel, al exilio, sigue ahí. Y las cárceles siguen llenas.

Conseguimos que dos Estados me liberasen y tuviesen que buscar una solución a la que han disfrazado jurídicamente, diciendo que mi condena había prescrito.  Pero hoy en día en Suiza nadie pone en duda que a mí me torturaron. Aunque no tenga el reconocimiento político de asilo, sí tengo el reconocimiento social, y también más allá, ya que los medios hegemónicos han pasado de hablar de mi como terrorista, a calificarme como una torturada vasca.

Esto tiene mucha carga política. Con mi caso, en Suiza, a muchos se les rompió la credibilidad que tenían en el Estado suizo. No se podían explicar cómo Suiza, que al final no tenía nada que ver, se podía alinear con ese Estado, y además proteger e intentar esconder todas las pruebas. Porque en mi caso hay pruebas que se dan en pocos casos de tortura. También Amnistía Internacional lo había dicho, y además me aplican el Protocolo de Estambul, si bien lo hicimos privadamente, porque el gobierno se negaba. Lo realizaron, además, dos médicos que fueron los que crearon el Protocolo, que vinieron a hacerlo a la cárcel. Al Gobierno, desde luego, se le estaba poniendo imposible la extradición y se estaban exponiendo a una condena de Estrasburgo, por extraditar a una país que tortura.

Yo creo que hemos conseguido mucho, y gran parte es gracias al movimiento feminista. Y además desde ahí hemos internacionalizado ampliamente el conflicto y la lucha contra la tortura sexista. Para ello, la radio libre de Zurich, Radio Lora, fue un instrumento importante.  Para afuera, pues de las 300 personas que hacen la radio, muchas vivían en el exilio y eran gente migrante, con lo que se abría la información a Latinoamérica, a Kurdistan, a todos los sitios. Y para adentro, donde se me hizo posible estar en contacto con el mundo de afuera y para alimentarme de esa solidaridad. También las compañeras dejaban un espacio donde mi familia podía llamar y hablarme en euskera. Porque también me prohibían hablar en euskera con mi hija y era el único momento que podía escucharlo.

Begoña.- Ahora que vuelves a mencionar las medidas carcelarias, en relación al idioma, a las visitas, ¿cómo mantienes la relación con tu hija? ¿tienes visitas?

Nekane. Al principio me permiten visitas sólo a través de los cristales. Hicimos solo una, pero mi hija se negó a ello, porque en esas condiciones no quería hacerlo. Y yo lo tenía claro, porque ese era nuestro derecho y no iba a aceptar no poderme abrazar a ella. ¿Qué tiene que ver eso con la justicia?  Les decía, ya me han torturado, ya me han hecho mucho daño, pero no vais a lograr romper el vínculo con mi hija. Eso era un castigo social como mujer: “Tú no eres buena mamá”. Así el Estado decide sobre ti, sobre si eres mamá como debes ser y si tienes derechos. Encima yo me encontraba bajo un encarcelamiento administrativo. A mí ya me habían condenado, yo podía estar en la calle con mi hija esperando. Pero me tenían en las condiciones más duras. 23 horas en la celda, podía caminar una hora, podía ducharme dos veces a la semana. Se politizaba todo, mi cuerpo, mi hija, mi idioma. Así que tenía que seguir luchando con lo que tengo, papel y bolígrafo. Mi voz, mis ideas.

Begoña Zabala forma parte de la redacción de viento sur

Notas:

[1] El proceso 18/98 fue un proceso penal-antiterrorista, que llevó a la Audiencia Nacional a varias organizaciones vascas, dentro de un espectro amplio, del ámbito soberanista, cultural, juvenil, medios de comunicación, de la izquierda abertzale…. Se condenó finalmente a 47 personas en total, siendo absueltas o no acusadas varias personas de las inicialmente detenidas. Iniciado en el año 1998, es sentenciado en el año 2007. En este enlace de viento sur se puede ver un artículo de Mariano Ferrer https://vientosur.info/analisis-del-proceso-y-sentencia-del-sumario-18-98/ en el que analiza la sentencia, del año 2007.

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