Nagorno Karabaj intenta sobrevivir tras dos meses de bloqueo de Azerbaiyán

Una mujer y su hijo cenan en su casa en Stepanakert, la capital de la región separatista de Nagorno Karabaj, el miércoles 18 de enero de 2023. © Edgar Harutyunyan / PAN Photo vía AP

El escenario se mantiene inmutable en el corredor de Berdzor-Lachin luego de dos meses de bloqueo en Nagorno Karabaj. El pasado 12 de diciembre un grupo de supuestos eco-activistas de Azerbaiyán se instaló en la carretera Goris-Stepanakert, que conecta a Nagorno Karabaj con Armenia, y desde entonces 120.000 armenios se encuentran bajo el total asedio.

Por Beatriz Arslanian / France 24

De acuerdo a los manifestantes, el origen de la protesta responde a reclamos ambientales, particularmente por el manejo de minas de oro, cobre y molibdeno instalados en el terreno de Nagorno Karabaj, bajo control armenio. Azerbaiyán reclama estos territorios como propios y ya ha cedido los derechos de explotación de estos recursos a la compañía británica Anglo Asian Mining. A su turno, la parte armenia cuestiona la índole ecologista de estas protestas y denuncia un plan de limpieza étnica planificado por el gobierno azerbaiyano.

Al comienzo de esta movilización, medios armenios revelaron las identidades de algunos manifestantes y concluyeron que son integrantes de los servicios especiales de Azerbaiyán o entidades vinculadas a su Gobierno. Además, la hipótesis del argumento ecologista como motor del bloqueo tambaleó cuando los manifestantes se retiraron de la zona del corte de la carretera debido a las bajas temperaturas y fueron reemplazados por unidades de las Fuerzas Armadas azerbaiyanas en varias oportunidades.

El 27 de diciembre de 2022, supuestos activistas medioambientales azerbaiyanos ondean una bandera nacional durante una protesta contra lo que consideran minería ilegal en el corredor de Lachin, el único enlace terrestre con Armenia de la región separatista de Nagorno Karabaj, poblada por armenios. © AFP

Por su parte, las tropas pacificadoras de Rusia, instaladas en la región desde el fin de la última guerra de Nagorno Karabaj, han asumido desde entonces la misión de garantizar la estabilidad del conflicto. Entre las obligaciones previstas en la declaración tripartita del 9 de noviembre de 2020, el contingente ruso debe asegurar el control del corredor de Lachin y así, la conexión del territorio de Nagorno Karabaj con Armenia. Desde el inicio del bloqueo, la parte rusa certifica que ha entablado negociaciones con Azerbaiyán para dar fin a este contexto de sitio; sin embargo, no se registran cambios en la situación desde hace 60 días. En consecuencia, el Gobierno de Armenia evalúa este bloqueo como una violación al acuerdo, al tiempo que el primer ministro Nikol Pashinyan cuestiona la inacción de Rusia.

A su vez, Armenia acusa a Azerbaiyán de manipular la importancia del corredor de Lachin para ejercer presión sobre los habitantes armenios de Nagorno Karabaj. El funcionamiento de esta ruta es vital para la actividad económica del enclave, que depende de su lazo con Armenia. En consecuencia, la prolongación del corte del «corredor de la vida» profundiza la crisis humanitaria.

El drama cotidiano por el bloqueo de Azerbaiyán

Los alimentos escasean. Los comercios han cerrado sus puertas por falta de mercadería. Los productos locales del trabajo agrícola-ganadero no son suficientes para abastecer a toda la población. El acceso a Nagorno Karabaj está totalmente denegado. La excepción corre para la Cruz Roja y el contingente ruso, los únicos capaces de cruzar la barrera de manifestantes azerbaiyanos para trasladar provisiones o pacientes en estado grave de salud. Por su parte, las autoridades armenias afirmaron que lo transportado hasta el momento es solo una pequeña parte de lo recolectado, mientras toneladas de ayuda humanitaria han quedado estacionadas en la ciudad de Goris, al sur de Armenia.

La oficina de la Defensoría de los Derechos Humanos de Nagorno Karabaj ha denunciado la violación de una larga lista de derechos: a la educación, la libre circulación, la salud, la vida privada, entre otros. Los registros de esta entidad dan cuenta de que la mayor parte de las esferas de la vida de los ciudadanos se encuentra perturbada por la crisis.

Dos niños encienden una estufa para calentarse sentados en su casa en Stepanakert, la capital de la región separatista de Nagorno-Karabaj, el 18 de enero de 2023. © Edgar Harutyunyan / PAN Photo vía AP

El ombudsman Gegham Stepanyan asume que su oficina, junto con la Defensoría de los Derechos Humanos de Armenia, ha hecho un gran esfuerzo para obtener reacciones globales. De acuerdo con el funcionario, las tres principales organizaciones internacionales de derechos humanos -Human Rights Watch, Freedom House y Amnistía Internacional- han emitido declaraciones exigiendo a Azerbaiyán la reapertura del corredor y el respeto de los derechos del pueblo armenio.

La población de Nagorno Karabaj intenta amoldarse a una nueva realidad. Hace días se ha implementado un sistema de cupones para abastecer de alimentos a los ciudadanos. Estos bienes se limitan a víveres no perecederos como arroz, harina y trigo sarraceno. En la incipiente escena de las calles de Stepanakert predominan las filas de espera frente a comercios que han sido provistos de estos alimentos por parte del Gobierno de Nagorno Karabaj para intercambiar por cupones. Se registran más de 200 puntos seleccionados de distribución de alimentos en la capital y otro tanto en las regiones.

En general, los testimonios de los habitantes son positivos en torno a este sistema de abastecimiento. Gevorg Iskajyan, un joven residente, asegura que el funcionamiento de los cupones es favorable, aunque no incluye comestibles como frutas y verduras, que cubran las necesidades nutricionales de la población, por lo que permanece el riesgo alimenticio de segmentos sociales más vulnerables, como niños y ancianos.

En las últimas semanas, las consecuencias del asedio se profundizaron con suspensiones en el suministro de electricidad y gas. Estos servicios básicos que provienen de Armenia son interceptados al atravesar territorios bajo el control de Azerbaiyán. El Gobierno armenio ha intentado organizar el servicio en función de los limitados recursos internos y ha ordenado medidas para ahorrar energía. En consecuencia, hay cortes programados de electricidad seis horas por día.

Los clientes visitan una tienda de alimentos casi vacía en Stepanakert, la capital de la región separatista de Nagorno-Karabaj, el 7 de enero de 2023. © Edgar Harutyunyan / PAN Photo vía AP

Mariam Saryan es dueña de una tienda de verduras que cerró la primera semana de bloqueo, ya que no podía ser abastecida. Relata que la vida parece haber regresado a los años 90, cuando Armenia apenas se había independizado de la Unión Soviética y era castigada por el contexto de la primera guerra de Nagorno Karabaj. «Tan pronto como se apagan las luces, sacamos los juegos de mesa y nos entretenemos de esa forma», asegura Mariam.

En suma, los habitantes denuncian reiterados cortes en el suministro de gas por parte de Azerbaiyán, que se han convertido en moneda corriente en la actual temporada invernal. Mariam sostiene: «En este momento tenemos gas, pero no sabemos cuándo decidirán cortarlo de nuevo». A su vez, las interrupciones en el suministro paralizan la actividad de sectores que utilizan combustible para vehículos, como el transporte público o la esfera agrícola por el impedimento de utilizar tractores.

Gevorg Iskajyan cree que la denominación correcta a la realidad es ajuste. «Estamos ajustando nuestras rutinas y patrones de vida en torno a las condiciones que existen -alimentos escasos, cortes de electricidad y gas. La forma en que trabajamos, lo que comemos, nuestra movilidad, todo se ha visto afectado», señala.

A su turno, Tatev Petrosyan, una habitante del pueblo de Chartar, desconoce cuánto más podrá soportar estas dificultades. «No imaginaba que el bloqueo duraría más de unos pocos días. De todos modos, nos mantenemos firmes, trataremos de superar todos los obstáculos», manifiesta la mujer.

Los residentes locales se reúnen en una tienda de alimentos en Stepanakert, la capital de la región separatista de Nagorno Karabaj, el 20 de enero de 2023. © Edgar Harutyunyan / PAN Photo vía AP

A pesar de las complicaciones de alimentación y acceso a los servicios básicos, Tatev cree que la presión psicológica que intenta ejercer Azerbaiyán sobre la población de Nagorno Karabaj es lo que más pesa: «Si nos sentamos dos minutos a pensar lo que está ocurriendo, lo que están haciendo con nosotros y qué podría pasar próximamente, enloqueceremos».

Considera que, de todos los servicios básicos, los cortes de internet son los que mayor tensión provocan en la población. “Conociendo los planes de los azerbaiyanos, entramos en pánico, porque no sabemos si pueden hacernos algo mientras estamos aislados e incomunicados», alerta.

El asedio poblacional también azotó la actividad escolar. Mary Asatryan, asistente del ombudsman de Nagorno Karabaj, afirma que la mayoría de las instituciones formativas fueron suspendidas, por lo que alrededor de 20.000 niños están privados de recibir educación. Mary denuncia que esta es «una grave violación del derecho universal y fundamental de los niños a la educación, previsto en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, de la que Azerbaiyán también es parte».

Heghinar Grigoryan, maestra en una escuela primaria de Stepanakert, sufre las consecuencias del bloqueo en su trabajo.»Las escuelas no funcionan normalmente y es imposible hacer clases virtuales por los constantes cortes de electricidad e internet», manifiesta la docente y agrega que en ausencia de gas, los niños no soportan las bajas temperaturas en las aulas.

Por su parte, el Ministerio de Empleo afirmó que 5.301 personas han perdido su trabajo o su fuente de ingreso. El gobierno de Nagorno Karabaj ha establecido medidas de apoyo financiero para ciudadanos que han sido despedidos en el periodo de bloqueo.

Solidaridad en tiempos de crisis y un futuro incierto

El bloqueo ha derivado en una alteración absoluta de la cotidianeidad de la sociedad armenia de Nagorno Karabaj. En general, los ajustes han atravesado las rutinas de los habitantes, aunque muchos de ellos coinciden en que han emergido valores sociales positivos como la solidaridad y la empatía. Gevorg Iskajyan asegura: «Creo que la historia no contada de este bloqueo consiste en cómo la gente se unió, cómo se cuidan unos a otros. Hay esperanza, hay fuerza, hay un amor implacable aquí».

Por su parte, Heghinar Grigoryan asume que una gran parte de la población regala sus cupones a personas que más lo necesitan. «Hace 50 días que no como fruta, pero veo una manzana sobre la mesa y pienso que alguien la precisa más que yo», señala la joven. Además, valora los momentos en los que permanecen a oscuras por los cortes de electricidad y deciden reunirse con los vecinos alrededor de la luz de una vela para «compartir el dolor que nos une».

Los días sucesivos son inciertos. Los residentes de Nagorno Karabaj han dejado de predecir lo que ocurrirá en el futuro. Gevorg se ha dado cuenta que no tiene sentido adivinar lo venidero: «Simplemente no lo sabemos; estamos tratando de sacar lo mejor de cada día y asumir los desafíos a medida que se presenten». A su vez cree que, aunque los recursos son limitados y las circunstancias empeoran cada día, los habitantes continúan firmes en su decisión de no abandonar sus hogares.

Camiones militares de Azerbaiyán atraviesan el corredor de Lachín, el 1 de diciembre de 2020. © Karen Minasyan / AFP

El primer ministro armenio Nikol Pashinyan se atrevió a pronosticar los planes de Azerbaiyán en una de las sesiones de gobierno. El mandatario aseveró que el fin del país vecino es alcanzar un nivel de presión económica y psicológica culminante y así abrir el corredor algunos días para estimular la salida en masa de los habitantes de Nagorno Karabaj; luego volverlo a bloquear, continuar las presiones y reabrirlo hasta llegar al desalojo completo del territorio.

La maestra Heghinar compara a Nagorno Karabaj con un niño privado de su madre, que tendrá que caminar hacia su futuro por sí solo, sin la ayuda de nadie. «Estamos tratando de crear condiciones de vida de acuerdo a la situación. Somos determinantes en que nos quedaremos aquí en Artsaj, pero la incertidumbre y la falta de fe en el futuro nos mantienen bajo una presión psicológica fuerte», concluye.

Por su parte, Tatev confiesa que se levanta todos los días pensando que el caos terminará. «Tratamos de ser racionales y analizar la situación para saber qué vamos a hacer, cómo actuar. Llega un momento en el que algo me presiona la garganta, especialmente cuando debo explicarles a mis niños por qué no tenemos comida. ¿Cómo le digo a mi niño de tres años que los azerbaiyanos bloquearon la carretera y quieren que nos marchemos?», cuestiona la madre, aunque simultáneamente intenta mantenerse optimista y no entrar en pánico.

Desde su conocimiento de la situación con la información que llega a la oficina de la Defensoría de los Derechos Humanos, Mary Asatryan opina que en caso de que el bloqueo no cese en un futuro cercano, la crisis humanitaria decantará en un colapso absoluto.

«Esta situación no es solo responsabilidad de Azerbaiyán, sino de toda la humanidad que debe garantizar que todas las personas en este mundo disfruten de los mismos derechos y oportunidades. Los actos criminales de Azerbaiyán solo socavan los esfuerzos de mediación y las conversaciones de paz en la región, ya que Azerbaiyán quiere un Nagorno Karabaj sin armenios», concluye Mary, marcando la importancia de una sanción a Azerbaiyán por parte de la comunidad internacional.

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