Nada hace pensar que la llamada nueva normalidad sirva para reflexionar sobre la sanidad y el modelo turístico

la pandemia ha puesto de manifiesto el bajo nivel político y el poco sentido de estado de algunos representantes de partidos, además de un escaso nivel moral de algunos que no han dudado un ápice en utilizar la pandemia como arma política arrojadiza contra el gobierno. Por @puno_en

Por Puño en alto

La pandemia y sus consecuencias económicas y sociales que está asolando al país, ha puesto de manifiesto varias cuestiones sobre las cuales merecen al menos una mínima reflexión muy lejos de la contienda política que se ha desatado.

En primer lugar, al margen de la inutilidad de la monarquía de la que poco más de su costoso mantenimiento y de los sucesivos escándalos de todo tipo, la pandemia ha puesto de manifiesto el bajo nivel político y el poco sentido de estado de algunos representantes de partidos, además de un escaso nivel moral de algunos que no han dudado un ápice en utilizar la pandemia como arma política arrojadiza contra el gobierno y han visto en ello una oportunidad de ganar lo que no han sido capaz de obtenerlo en las urnas. A riesgo de parecer injusto al no particularizar, me voy ahorrar nombrarlos nominalmente porque a estas alturas, a buen seguro, que estarán en la mente de todos los que asistimos atónitos a este triste e irresponsable espectáculo día sí y día también. Muy probablemente este escaso sentido de estado es el que impide que reflexionen sobre otras cuestiones que, como digo, ha puesto de manifiesto la pandemia.

Había un hito compartido muy mayoritariamente consistente en que nuestro sistema sanitario era unos de los mejores del mundo. Este era un tópico, que los hechos han demostrado que, si bien alguna vez lo fue, hace tiempo que ha dejado de serlo, a pesar de la enorme profesionalidad de los hombres y mujeres que trabajan en este sector esencial en un estado de bienestar. Una Sanidad Pública que el estado de las autonomías ha troceado en 17 partes y que en su conjunto no ha servido para mejorar el todo y que los recortes y las privatizaciones no han hecho más que precarizarla aún más en todos los sentidos. Esta pandemia solo ha vuelto a recordarnos lo que ya muchos sabíamos, la importancia de lo público, algo que nunca nos debieron obligar a olvidar, que está tan deteriorado y en una situación precaria debido al desmantelamiento que ha sufrido por los innumerables recortes y privatización que se ha venido haciendo en nuestra Sanidad, por quienes ya sabemos. Las plantillas escasas, una gran falta de financiación, escasez o deterioro de material que no se ha reemplazado son consecuencia de ello que provocan que el sistema sanitario quede colapsado y no sea capaz de responder como debe ante una crisis sanitaria como la originada por el COVID 19. La pandemia ha puesto de manifiesto de manera abrupta el deterioro del sistema público de salud, pero la mayoría social venia sufriendo y padeciendo este deterioro desde hace décadas. Ejemplo de ello son largas listas de espera para intervenciones quirúrgicas, cuya solución ha sido derivar casos al sector privado en vez de invertir más en recursos humanos y materiales en la pública. La reducción de la atención primaria, igualmente, ha sido otra de las causas que ha podido originar que la pandemia no se hubiese detectado a tiempo. Algunos responsables autonómicos siguen sin hacer reflexión alguna al respecto y a la vez que, de forma hipócrita, llamaban héroes a los sanitarios por su labor, estaban firmando sus cartas de despidos.

La otra cuestión puesta de manifiesto es la debilidad de nuestro sistema productivo por la excesiva dependencia del sector servicio, esto es del turismo. De tal manera que la industria turística supone cerca del 14% de PIB, siendo este sector productivo el más voluble y más sensible a cualquier coyuntura política y social y de ahí la hecatombe económica que está suponiendo para el sector y, por ende, para la economía nacional, por su excesiva dependencia, la pandemia del COVID-19. Si además, es un sector con bajo nivel añadido donde impera la precariedad laboral, con una clase empresarial que solo piensa en el rendimiento al corto plazo, pues pasa lo que está pasando. Por todo ello, no entiendo las furibundas críticas que está recibiendo el ministro de Consumo, Alberto Garzón, al manifestar que el turismo español es fundamentalmente “precario, estacional y con bajo valor añadido”. A Garzón se le podría criticar, quizás, por muchas cuestiones pero en modo alguno, se le puede criticar por decir una obviedad como la que dijo respecto al sector turístico patrio al considerarlo como un sector no estratégico para España. Al parecer, los que se han escandalizados (una patronal conservadora cuyo representante es Abel Matutes, exministro de turismo con Aznar) no quieren recordar las denuncias sobre las lamentables condiciones laborales de las Kellis, ni que los camareros están contratados por 4 horas y les obligan a jornadas de doce o más horas diarias, ejemplos meridianos de lo que quiso decir el ministro. El turismo de borrachera en zonas de Cataluña y Baleares, los desmanes de todo tipo en los pisos turísticos en las grandes muchas ciudades, los atentados mediambientales por la construcción de urbanizaciones, no creo que sean actividades muy defendibles salvo para quienes se benefician exclusivamente de ellas. Qué duda cabe, que en este sector hay empresarios y profesionales que están intentando dar una nueva visión a su oferta turística desestacionalizándola, dándole un valor añadido mediante la cultura, el patrimonio histórico-artístico y medioambiental, así como, sostenible económica y socialmente, pero por desgracia son los menos y además se ven compitiendo de una manera muy desleal con quienes solo procuran el beneficio económico a corto plazo mediante la precariedad laboral.

Sirvan estas reflexiones acerca de la sanidad y del turismo para que los representantes políticos imbuidos en el cortoplacismo del rédito electoral que tan pronto quieren llegar a esa nueva normalidad, que de nueva tiene poco, porque en modo alguno quieren repensar y reflexionar acerca de cómo preparar y defender mejor sanitariamente a los ciudadanos de nuevas coyunturas pandémicas o no y de mejorar nuestra oferta turística para que deje de ser, como dice acertadamente el Ministro Garzón, un sector precario en salarios y condiciones laborales, de bajo valor añadido que demuestran que actualmente sea un sector nada estratégico, a pesar de su enorme peso en el global del PIB nacional.

 

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