Este domingo se ha realizado un cálido homenaje a la lucha de las mujeres antifranquistas, remarco lo de “cálido” porque, a pesar de las bajas temperaturas, las palabras pronunciadas en el acto nos han ido arropando en el transcurso de las intervenciones
Por Iñaki Alrui / LQSomos
Varios centenares de personas se juntaban en un frío parque a poco menos de 500 metros de la histórica cárcel de Yeserías (Hoy Centro de Inserción Social Victoria Kent). El acto ha sido conducido por la escritora y periodista Cristina Fallarás.
Como ya es costumbre, lo primero ha sido recordar, con la lectura de sus nombres y edad, a las ochenta mujeres fusiladas en el cementerio del Este, al poco de finalizar la guerra. De hecho, este acto se celebraba inicialmente en el cementerio, pero desde hace tres años se traslada a lugares de memoria de las mujeres antifranquistas, como los antiguos terrenos de la cárcel de Ventas, o el lugar de hoy, la cárcel de Yeserías.
Uno a uno han sido leídos los nombres por mujeres activistas de diversos colectivos.
Las notas musicales de un violonchelo o la lectura del poema La última romanza de Carlota O’Neill, se han intercalado con las intervenciones de activistas de la Asamblea Feminista de Arganzuela, parte organizadora del acto, quienes han destacado “la entereza, rebeldía y dignidad de las represaliadas que, sin perder la fe, se movilizaron solidariamente y se organizaron políticamente dentro de las cárceles y fuera de ellas, trabajando en la clandestinidad, ayudando a la guerrilla y luchando por la causa republicana”.
Otra intervención ha corrido a cargo de Jaldia Abubakra, integrante del Movimiento de Mujeres Palestinas Alkarama, quien ha denunciado el genocidio palestino y la colaboración cómplice de la mayoría de los gobiernos del mundo, pero también ha agradecido la solidaridad de todos los pueblos que denuncian este genocidio y protestan día tras día.
La siguiente palabra la ha tomado Rosa García, represaliada política de la dictadura y que estuvo recluida en la propia cárcel de Yeserías. Un relato en primera persona que ha emocionado a todas las presentes, y que imposible de resumir, reproduzco en su integridad:
Homenaje a las mujeres antifranquistas
Serían las ocho de la tarde del 1 de septiembre de 1975 cuando me trajo el furgón policial a las puertas de la cárcel de Yeserías. Venía desde la DGS, en la Puerta del Sol, donde había estado detenida durante siete días, en manos de los policías de la Brigada Político Social.
Cuando me estaban quitando las esposas, el guardia civil de la puerta exclamó con desprecio: “¡Mira qué pinta tienen las rojas!”.
Tras unos días de incomunicación en una celda de Ingresos me pasaron al “pabellón de las políticas”, como lo llamaban. Salir de la DGS fue un alivio, pero encontrarme con las compañeras fue un gran consuelo.
Unos días después pude comunicar con mi familia a través de unos barrotes y cristales que hacía complicado entenderse. Yo les insistía en que estaba bien y que me trajeran los libros de anatomía y mi madre me insistía en que comiera que me había quedado muy delgada: “Te he traído tortilla, croquetas y un flan”, me dijo. La ayuda de las familias y de las organizaciones de apoyo la compartíamos con las compañeras en lo que llamábamos Comunas. Esa solidaridad, ese apoyo mutuo, hacía más llevadero el encierro.
Compartíamos cárcel con mujeres que habían abortado o que habían ayudado a abortar, con mujeres detenidas por su orientación sexual o por hacer frente a la miseria como podían, estigmatizadas por su etnia, por su aspecto, por su clase social…, algunas con sus hijas e hijos menores de tres años. Las denominaban presas comunes y les advertían que no se juntaran con nosotras. No siempre obedecían esa prohibición.
En el verano del 75 el pabellón de políticas estaba lleno y aún llegaron más mujeres en los días y meses posteriores a mi entrada y tuvieron que abrir otro pabellón. Porque la represión de los últimos años del franquismo fue brutal para hacer frente a un potente movimiento antifranquista que había ido ganando fuerza y extensión en los años anteriores. Sobre todo, entre la juventud, que no estaba dispuesta a seguir aguantando la asfixiante opresión que se vivía. (Ayer se cumplieron 50 años del asesinato de Puig Antich).
Algunas y algunos dábamos el paso de integrarnos en las organizaciones clandestinas que luchaban contra la dictadura. Era un riesgo, desde luego, pero había que hacer algo. Yo me organicé en la Federación Universitaria Democrática de España (FUDE), una asociación que pertenecía al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y que luchaba contra la dictadura, por una enseñanza de calidad, laica y gratuita, una República y la expulsión de las bases norteamericanas de España. Por ese motivo, fue detenida.
En su escalada represiva, el régimen retrocedió a sus inicios recuperando leyes de la postguerra, como fue la Ley Antiterrorista y en el verano de 1975 se celebraron cuatro consejos de guerra contra militantes antifranquistas para quienes los tribunales militares pedían trece penas de muerte e impusieron once, entre ellas a dos mujeres: María Jesús Dasca y Concepción Tristán compañeras nuestras que estaban también detenidas en Yeserías. Contra estas condenas se desató una oleada de manifestaciones y repulsas como no se conocían desde los años 40 y que recorrió el mundo entero dejando en evidencia, una vez más, el régimen fascista que seguía dominando en España. A pesar de ello, el gobierno de Franco dio su enterado a cinco penas de muerte y el 27 de septiembre fueron asesinados: Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo, Ramón García, Juan Paredes y Ángel Otaegui.
En Yeserías escuchamos la noticia del enterado en el telediario de la noche y estallamos de rabia, dolor e impotencia. También estaban prisioneras Silvia, la mujer de Sánchez Bravo y Maruxa, la compañera de Xosé Humberto Baena. Fue una larga noche, que no podremos olvidar jamás.
El 20 de noviembre murió Franco y lo celebramos por todo lo alto, con todo lo que pudimos juntar. Habíamos sobrevivido al mayor asesino de nuestras tierras y se abría una nueva etapa, no sabíamos qué habría después, pero éramos jóvenes y nos creíamos con fuerza. Lo que vino después no fue lo que esperábamos, ni mucho menos. Se mantuvieron las luchas, pero también la represión. Quiero recordar, que hoy se cumplen 48 años de los sucesos de Vitoria, donde las fuerzas represivas asesinaron a cinco trabajadores que estaban en huelga e hirieron a más de cien. Entonces eran ministro del Interior Manuel Fraga y de Relaciones Laborales, Martín Villa en el primer gobierno de la monarquía borbónica. No olvidamos.
Este es un homenaje a TODAS LAS MUJERES LUCHADORAS, las de antes, las de ahora, las que vendrán. Las de aquí y las de todos los lugares del mundo. Y exigimos que la cárcel de Yeserías sea declarada lugar de memoria histórica.
Y por ello, quiero acabar con el recuerdo a mis compañeras Nieves, Kutxi, Ángela, Lucía, Roser, Inma, Trini, Isabel, Pilar, Vicenta, Esperanza, Eva, Irene, Elsa, Raquel… he olvidado muchos nombres y algunas caras, pero recuerdo perfectamente lo que significaron aquellas maravillosas mujeres, rojas, sí, rojas. Llenas de orgullo, valentía y dignidad. ¡Y este homenaje va por ellas! ¡Va por todas!
Por último, como cierre de las intervenciones, una activista se ha encargado de leer el manifiesto conjunto de las organizadoras, colectivos por la memoria histórica y víctimas del franquismo y la Asamblea Feminista de Arganzuela:
“Hoy, a pocos días del 8 de marzo, Día de la Mujer, nos reunimos cerca de los muros de la Cárcel de Yeserías para rendir homenaje a todas las mujeres que, a lo largo de la guerra de España, bajo el terror de la dictadura franquista y durante el tardofranquismo, fueron víctimas de persecución, torturas, represión y muerte. Nuestro compromiso con ellas y con sus luchas es lo que nos trae aquí esta mañana […] Cerca de aquí se hallaba la Cárcel de Yeserías […] esta cárcel fue, sobre todo, un centro de internamiento para pres@s polític@s, y desde 1974 se convirtió en prisión femenina que funcionó hasta 1991. En esos muros no hay nada que indique que en este lugar se utilizó como espacio de represión de las ideas políticas contrarias al régimen, un espacio de tortura, un espacio de muerte y, por ello estamos aquí para recordarlo y para exigir que sea reconocido como lugar de memoria […] Porque el futuro no se puede construir sin memoria. Y no se puede construir sin justicia, verdad y reparación”.
El coro Malvaloca volvía a poner la simpática y necesaria nota musical, embargando a todas las presentes con sus voces a capela.
A continuación, todas hemos enfilado los 500 metros que nos separaban de la puerta principal de la cárcel de Yeserías, para inundarla de rojos claveles, reclamando de nuevo que este espacio sea declarado como lugar de memoria histórica.
¡Que viva la lucha de las mujeres antifranquistas!
PS: La verdad es que la zona del acto no podía ser mejor en este Madrid desmemoriado: a muy pocos metros de la cárcel de Yeserías, sobre la que se ha centrado este acto, se encontraba la fábrica de confección textil de Induyco, donde llegaron a trabajar más de 6.000 mujeres, que dejaron con su huelgas el sello y la fuerza de las mujeres en la lucha obrera, como la huelga de 1977, cuando inundaron el barrio con sus reivindicaciones, pasando día tras días delante de esta prisión para manifestarse en Delicias. Un ejemplo de las luchas de la mujer trabajadora, que al igual que las luchadoras antifascistas fueron abriendo caminos
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