25 años tenía Moncho Reboiras cuando la policía de la dictadura franquista lo asesinó a tiros por la espalda en Ferrol; pero las fuerzas del régimen ya lo habían “fichado” tres años antes, en el marco de las huelgas obreras de 1972 que lo cambiaron todo
Por Alberte Mera García*. LQSomos
El asedio franquista a Reboiras
71 años tendría hoy Xosé Ramón Reboiras Noia si la policía de la dictadura franquista no lo hubiese asesinado el 12 de agosto de 1975 en Ferrol. Nombrado hoy en libros, films o murales como ‘Moncho Reboiras’, lo cierto es que en la familia siempre lo conocieron como ‘Pepe’, prefiriendo él que fuera de casa sus compañeros lo llamasen ‘Moncho’ o ‘Rianxo’, entre otros nombres, como medida de seguridad ante el acoso policial derivado de su actividad política a través de la clandestina Unión do Povo Galego (UPG, partido nacionalista gallego y comunista fundado en 1964).
Pero tres años antes de que lo asesinasen, el joven Reboiras ya estaba bajo conocimiento del Ministerio de la Gobernación a raíz de las huelgas obreras de septiembre de 1972 en la ciudad de Vigo. De ello da cuenta su aparición en los informes especiales de la Dirección General de Seguridad sobre los conflictos laborales de ese año, que marcaron un antes y un después en Galiza. Los informes detallan que “el conflicto registrado” en septiembre del 72 en Vigo “fue un conflicto de orden político” y citan la aparición intensificada meses antes de “la propaganda ilegal firmada por organizaciones comunistas, tales como Comisiones Obreras de Vigo [CCOO], Organización Obreira [OO], Unión do Povo Galgo y Partido Comunista” con la “finalidad de la solidaridad, por medio de la huelga revolucionaria” con los detenidos en Ferrol “por el delito de sedición” (meses antes de las movilizaciones de Vigo, la policía reprimió con dureza las huelgas producidas en marzo de 1972 en Ferrol, y asesinó a los trabajadores Amador Rey y Daniel Niebla).
Detenciones, interrogatorios, torturas y amenazas a los seres queridos fueron las respuestas del régimen a las reivindicaciones políticas y laborales en Vigo. A una detención acontecida el 25 de septiembre del 72, tres días después de la última jornada de combate en las calles, le suceden otras “caídas”, y ahí es donde la policía recaba, con sus “prácticas” de obtener información, el nombre de Xosé Ramón Reboiras Noia como miembro por entonces intermedio de la UPG y lo sitúa realizando el servicio militar. Esto encaja con el recuerdo que transmite el sindicalista y nacionalista Segundo González, que realizó el servicio militar con Reboiras en Figueirido (Pontevedra), y que señala cómo en noviembre o diciembre del 72 la brigada político social acudía a Figueirido para intentar hacer preguntas e intimidar a Reboiras.
“Detenido”, “no identificado”, “paradero desconocido” o “en servicio militar”, esas son las palabras que aparecen en los informes policiales al lado de más de un ciento de viguesas y vigueses de la UPG, OO, CCOO y PCE.
De estos informes tuvieron conocimiento por escrito en 1974 miembros del SOG -Sindicato Obreiro Galego, impulsado por la UPG y en el que se habían integrado ya miembros de OO- al recibir de militantes portugueses los documentos de la policía española que encontraron en cuarteles lusos cuando los ocuparon con el triunfo de la Revolução dos Cravos.
No es extraño que Reboiras aparezca con tan solo 22 años en informes policiales sobre las huelgas de 1972, pues pese a su juventud era un pilar fundamental en la dinamización del movimiento de liberación nacional y social gallego.
De pequeño vivió las penurias de la Galiza rural. Nacido en la aldea de Imo (Dodro), la familia pronto tuvo que emigrar al barrio obrero de Teis, en Vigo, donde el padre siguió embarcado y él combinó los estudios con la ayuda a la madre, en el bar que abrieron en Teis. Muy joven fue tomando conciencia de ser gallego y de tener una lengua propia que era objeto de burla y menosprecio. Se fue vinculando al movimiento asociativo y cultural, tuvo la influencia del Pai Seixas y de su profesor Xosé Luís Méndez Ferrín y participó también en la Asociación Cultural de Vigo. En 1969 entró en la UPG.
Como señala su hermano, Manuel Reboiras, en el film ‘Reboiras. Acción e corazón’, la conflictividad obrera de 1972 encontró a Moncho mientras trabajaba becado como ingeniero técnico en el en astillero vigués de Barreras. Moncho se implicó y dio apoyo al movimiento sindical y a los trabajadores en vez de continuar con una carrera profesional cómoda.
En ese año es cuando comienza cierta relación y unidad de acción entre la Unión do Pobo Galego y Organización Obreira, que tenía a Reboiras como uno de los referentes de la UPG. Los miembros de OO provenían del PCE y las CCOO, con los que había roto años antes, defendiendo llevar adelante una práctica sindical más directa, sin pactos ni concesiones.
Explotan las huelgas del 72 y marcan el agotamiento de la dictadura. La idea de la UPG era clara y Reboiras fue una pieza clave en la dirección de la misma para llevarla a cabo: la creación de frentes de actuación en la sociedad gallega. Reboiras fue fundamental para la dinamización de estos frentes: el sindical con el SOG, el campesino con las Comisiones Labregas, los Estudantes Revolucionario Galegos, o el Frente Cultural, que aglutinaba distintas entidades para la difusión y defensa de la cultura y lengua gallegas.
Clandestinidad
La policía asfixia, pasan los meses y Reboiras ya no puede salir a la calle sin correr peligro. No puede caminar por la calle para encontrarse con trabajadores, para llevar propaganda o para dar instrucciones. Opta así por hacerse con un bigote de mentira y una peluca para no ser reconocido. A veces también lleva pistola para proteger su vida.
Y llegan los trágicos días del 11 y 12 de agosto. Las organizaciones creadas por esta generación de jóvenes nacionalistas gallegos fueron cogiendo potencia social y el comando armado que organizaron para conseguir recursos con los que hacer más propaganda y actividad política ya había dado varios “golpes” exitosos con la “expropiación” de recursos en entidades bancarias y el robo en una comisaría de Lugo de carnés de identidad sin cubrir para dar nuevas identidades a nacionalistas en Galiza y Euskal Herria.
El 11 de agosto, en Ferrol, Moncho salió del piso en el que se encontraba con sus camaradas Elvira Souto y Lois Ríos. Bajó a comprobar una cita de seguridad que nunca se llegó a producir. Volvió a casa. Los malos presagios se cumplieron y al poco vieron como la policía empezó a rodear el edificio. Ante el asedio, Moncho trepa por una canaleta a los tejados mientras que Souto y Ríos se introducen en una casa de enfrente, trepando por una silla en el patio.
En 2019 tuve la gran oportunidad de poder entrevistar a Souto y Ríos, junto a una treintena de compañeras y compañeros de militancia y familiares de Moncho, en el marco de los trabajos del film documental ‘Reboiras. Acción e corazón’, estrenado en 2020 y 2021 en cines de Galiza, Madrid y Catalunya y que recientemente ha llegado a Filmin, pudiendo verse on-line a través de esta plataforma en cualquier rincón del mundo.
De las entrevistas que realicé para este documental, nada me impactó más que escuchar a Lois Ríos y Elvira Souto como recordaban las continuas ráfagas de metralla que la policía lanzaba esa madrugada sobre Moncho. A pesar de ello, cada vez que escuchaban una ráfaga, era un alivio -me confesaron- ya que ello significaba que si disparaban era porque Reboiras seguía vivo y huyendo.
Que parezca un suicidio
La policía, en sus informes, relata que después de la huida de Reboiras por los tejados, le dieron el “alto” cuando este caminaba por la calle, después de salir por un portal al exterior. Entonces Moncho huyó y se refugió en otro portal, el de la casa número 27 de la Calle José Antonio (un edificio que ya no existe en la actual Rúa da Terra). Y ahí es donde muere.
Los informes policiales argumentan que “el fugitivo se refugió en un portal, cerrando la puerta, por lo que se le requirió durante más de una hora por medio de megáfono para que se entregara, haciendo caso omiso al requerimiento. Hubo necesidad de violentar la puerta y por un resquicio lanzar una granada de gases lacrimógenos, respondiendo el perseguido con disparos de pistola. Se volvió a lanzar otra granada, y pasados unos momentos, al no salir el sujeto, se penetró en el portal con las debidas prevenciones, hallándosele muerto. En su mano derecha, tenía una pistola marca Vzor calibre 7,65, fabricación checoslovaca, cargada y montada”.
Pero esta versión policial de que Reboiras disparó a la policía y luego se suicidó (“se oyó un disparo aislado”, dicen en los informes) ya fue desmontada y el propio Gobierno de España lo reconoció en 2009.
Y es que el informe pericial y el del forense señalan que en la cabeza, región frontal, lado izquierdo, hay una herida “probablemente producida por un proyectil que no atraviesa”, pero esta cuestión cae por sí misma en la propia autopsia al indicarse que “el reconocimiento detallado de la masa encefálica, no permitió el hallazgo de ningún proyectil”. Además, su hermano, que viajó a Ferrol para reconocer el cuerpo, niega que hubiese herida alguna en la cabeza.
Lo que señala el forense en su informe es el hallago tres tiros en la espalda (“los disparos al aire” que se indican en el informe policial no fueron al aire y fueron los que le ocasionaron la muerte por desangramiento, seguramente a los pocos minutos de refugiarse en el portal).
La pistola colocada o recolocada
Y es más. ¿Había pistola? Durante la recopilación de testimonios en el marco de los trabajos del film ‘Reboiras. Acción e corazón’ hay testigos que señalan que Reboiras en esos días solía llevar la pistola consigo para protegerse y otros que cuestionan que la pudiese llevar en la madrugada de su asesinato. Y es que su pistola no iba en ningún cinturón de armas (no lo había en el cadáver) ni el cadáver portaba chaqueta alguna -en cuyo bolsillo pudiese sujetarse el arma-, y por lo tanto cuestionan si es posible que trepase por una canaleta hasta los tejados de un edificio sólo con una mano, mientras sostenía con la otra la pistola.
Ahora bien, donde sí hay pistola es en el portal. Algunos señalan la teoría de que fue puesta allí por la policía para simular un suicidio y lavarse las manos ante el asesinato por la espalda.
Años después, ya en la etapa constitucional, el abogado Nemésio Barxa solicita copia de las actuaciones judiciales sobre el asesinato de Reboiras, cuestión que la justicia no pudo negar -se las había negado en reiteradas ocasiones a la familia-. Pero ahora estaban obligados a entregar los informes, no se podían negar, ya que se demandaron como pruebas para la defensa del padre Francisco Carballo, intelectual nacionalista denunciado por la policía por “calumnias” por escribir en el libro colectivo ‘Historia de Galicia’ que “la policía española asesinó” a Xosé Ramón Reboiras Noia.
Pues bien, la documentación que recibe el abogado Barxa ilustra la colocación o recolocación de la pistola y la manipulación del cadáver y del escenario y se contrapone por momentos a los testimonios policiales recogidos en el informe. Así, por una parte se señala que una vez la policía entra el portal comprueba “que en el mismo se encontraba en posición decúbito prono el cuerpo de un hombre joven, cadáver y cuya mano derecha estaba inmediata a una pistola”. Pero por otra parte la documentación señala en la Diligencia de Constitución del Juzgado y levantamiento de cadáver que a las 5.30 horas del 12 de agosto se observa “el cuerpo de un hombre en posición decúbito supino, con la parte anterior del cuerpo dentro del portal y la parte inferior fuera, en la calle, [manipularon el cuerpo arrastrándolo desde el interior al exterior del portal] y a la altura de la mano izquierda, cuyo brazo parece extendido, existe una pistola [en el anterior documento la pistola se situaba junto a la mano derecha del cadáver].
Por último, tal y como señala el jurista Barxa en su artículo ‘Falsidade e certezas sobre o assassinato de Moncho Reboiras’, (en ‘Moncho Reboiras. Das ideas aos feitos’, números 182-183 de ‘Terra e Tempo’, 2020) el informe de la Diligencia del Juzgado deja patente que la pistola que estaba junto al cadáver de Reboiras no fue disparada, lo que desmiente la versión policial del “enfrentamiento armado” (con el que quisieron justificar los disparos por la espalda) y otra vez hace decaer la teoría del suicidio.
Al asesinato de Reboiras le sucede la caída de numerosos miembros de la UPG: detenciones, tortura, cárcel o exilio.
Pocos días después, en septiembre de 1975, les fue aplicada en Madrid la pena de muerte a dos vigueses, Xosé Humberto Baena y José Luis Sánchez-Bravo, por su militancia antifranquista y pertenencia al FRAP.
“Eran tiempos en los que los liderazgos se ganaban, no en la tribuna, sino en el campo de batalla. No había laureadas. Solo prisión tortura o muerte. Así era la represión ejercida por el españolismo en la versión franquista. Represión que martiriza cuerpos, pero que resultó incapaz para extirpar cerebros”, dejó escrito ocho años antes de su fallecimiento en 2017 el histórico militante y cofundador de la UPG, Bautista Álvarez, en ‘Moncho Reboiras, O nacionalismo galego nos anos 70’ (Fundación Bautista Álvarez, 2009).
En el año 2009, con Francisco Rodríguez (BNG) siendo diputado en el Congreso, el Gobierno español presidido por José Luis Rodríguez Zapatero otorgó la “reparación moral” a Reboiras quedando acreditado que “en defensa del movimiento sindical y de su militancia política nacionalista, padeció ilegítimamente persecución y violencia que motivaron su muerte en Ferrol”.
Pero el reconocimiento no puede acabar aquí porque más de cuatro décadas después de su asesinato, aún queda un manto de silencio y de espinos sobre su cuerpo, en una Galiza con una autoestima tremendamente erosionada durante décadas y cuyas instituciones, hoy en día, continúan sin reconocer con orgullo el legado del joven Reboiras.
* Periodista. Director y guionista del film ‘Reboiras. Acción e corazón’
@oalberte
– Imagen de cabecera: Moncho Reboiras en 1970. Fotografía en blanco y negro realizada por Manuel Reboiras y que posteriormente coloreó.
– Reboiras. Acción e corazón
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