Miguel Bosé: la indecencia televisada

Por Daniel Seixo

Tres millones trescientos cincuenta mil contagios, setenta y seis mil fallecidos y millones de afectador por las pérdidas económicas, la destrucción de empleos, el incesante cierre de negocios y una profunda presión que lentamente se ha acumulado en nuestro pecho, por la ruptura de un ritmo vital que en la mayor parte de las ocasiones nos ha alejado durante este tiempo de familiares, amigos y demás seres queridos, para circunscribir únicamente nuestra existencia a vacilante discurrir entre nuestros puestos de trabajo y nuestros hogares. Esto son los efectos de una pandemia que superado el año, sigue ocultando nuestros rostros tras la protección de unas mascarillas odiosas, inaccesibles para no pocos hogares, pero que a día de hoy siguen suponiendo – especialmente tras poder comprobar la desastrosa gestión de la vacunación por parte de nuestros políticos – la mejor barrera contra la muerte.

Nunca antes la definición de televisión basura había estado tan justificada, ni una cadena se había arrastrado tanto por un poco de audiencia

Uno pensaría que ante este panorama pocas explicaciones resultarían necesarias para refrenar el circo mediático que comúnmente puebla nuestras televisiones, pero parece ser que no es el caso. En este mismo momento La Sexta emite la entrevista que Jordi Évole ha realizado a Miguel Bosé, declarado negacionista y al parecer especie de líder de toda la jauría de indolentes e iletrados adeptos a las más disparatadas teorías de la conspiración que pueblan la España de nuestro siglo. No busquemos mayores explicaciones a esta excéntrica situación, los avances que a lo largo de la semana la mal llamada cadena de izquierdas ha ofrecido a los telespectadores en programas como Al Rojo Vivo, con entrevista al propio Jordi Évole incluida, dejan claro el único motivo de esta entrevista: el amarillismo vende, incluso aunque cueste vidas.

Del personaje principal de esta insustancial entrevista poco tengo que decir, simplemente se trata de otro hijo de la movida demasiado carcomido por las drogas, los lameculos y el dinero nunca correspondido con su talento, como para poder percatarse de su acelerada decadencia. Un freak en el peor sentido de la palabra, un producto del sistema consumido entre blancos o marrones gramos y la falsa sensación de endiosamiento que produce un panorama mediático español que rara vez cede el foco de sus espacios al talento y la inteligencia, pero que disfruta sin medida a la hora de encumbrar a zoquetes de toda índole, malcriados públicamente a base de calurosas acogidas a sus opiniones sobre casi cualquier tema. Miguel Bosé es un señor enfermo, un sinsentido artístico, un bobo de corte sin gracia ni estrella, ni tampoco demasiados trucos para entretenernos a estas alturas de su vida. Un negacionista, un peligro público en plena alarma sanitaria, la última persona a la que cualquier entrevista debería ceder su tiempo y sus cámaras en medio de una pandemia que se ha cobrado más de setenta y seis mil vidas.

No le busquemos mayores explicaciones a esta excéntrica situación, el único motivo tras esta entrevista es que el amarillismo vende, incluso aunque cueste vidas

Concluyo ya, teniendo en cuenta que ni Jordi Évole es Oriana Fallaci, ni La Sexta es la cuna del periodismo moderno, tal y como en ocasiones nos quieren hacer creer, ni tampoco usted como telespectador tiene la obligación de encender la televisión para ver hoy un producto indecente en los tiempos que corren. Un insulto a la cara de todos los que todavía hoy se juegan la vida y se esfuerzan por poner fin a una pandemia que ha causado demasiado dolor como para poder permitirnos ceder parte de nuestro tiempo y atención a un bufón en su etapa terminal. Con más razón que nunca apaguen hoy sus televisiones, abran un libro o disfruten de los suyos durante el tiempo que una cadena de televisión ha decidido denigrar la profesión periodística, a los sanitarios que se la juegan por nosotros y a todas las víctimas de una pandemia que ha causado un dolor que personajes como Miguel Bosé todavía hoy se empañan en negar, negándole a su vez con ello la justa y necesaria solidaridad con las víctimas. Nunca antes la definición de televisión basura había estado tan justificada, ni una cadena se había arrastrado tanto por un poco de audiencia. O quizás sí, en estos tiempos la indecencia televisiva se solapa con demasiada premura y facilidad como para poder recordarlo todo.

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