Por Ricard Jiménez
No es un hecho noticioso la filia mediática con el enardecimiento y el transcurso de cualquier suceso en los Estados Unidos, puesto que, al hablar de prensa, desde hace ya demasiado, además de ideologías, debemos referirnos a este negocio como un entramado empresarial que busca la rentabilidad al por mayor.
Creo que fue Kapucinski el que en una entrevista aludía a este hecho, a la sin razón de que el periodismo ahora está en manos de gente que no pertenece a esta profesión, si no a los negocios.
No puede decirse que esto alguna vez fue independiente, puesto que siempre respondía a una voluntad partidaria, un sentido de responsabilidad frente al mundo desde y lo social, desde un prisma u otro.
Sin embargo, ahora, la prensa convertida en una vertiente y rama de algún conglomerado empresarial financiero o de grandes multinacionales tan solo responde al soniquete de las carteras, bajo las que pululan, como carroñeros un sinfín de cínicos mercenarios.
El foco mediático y las tendencias marcan el ritmo de la historia presente que, sin duda, transcurre de modo incesante, pero también intransigente con la realidad o con la denostada pausa reflexiva.
En este circo los espectadores somos también responsables. En el caso del ‘qué’ se coloca en el centro de la pista, donde luego encontramos a Ferreras bailando grotescamente con la música de ‘Los Vengadores’, tiene tintes de individualidad, que ya no es circunspecta, sino inaudita y voraz.
Ayer escribía sobre la democracia aspiracional que es Estados Unidos y con esto vengo a referirme a que norteamérica es el espejo en el que queremos mirarnos, porque nos lo han dicho, pero no es excusa.
No han sido pocas las voces que han alertado que lo ocurrido en el Capitolio podría ocurrir aquí y es cierto, puesto que deambulamos como colonia cultural. No obstante, y como contraparte, a nadie le preocuparon los nuevos ataques y bombardeos de Israel sobre Siria.
¿Quién querría ser un sirio pudiendo elegir ser el Lobo de Wall Street? Ahora la realidad parece se construye alrededor del personaje en el que anhelamos convertirnos.
Aquí es clave lanzar un aviso para navegantes, pues tenemos más que ver, en nuestra realidad tangible, con el sirio que con las luchas de poder yanques.
Es cierto que nuestro cielo no está surcado por bombas y que nuestro parlamento también es una barahúnda indómita, pero nuestra existencia tiene más que ver con el campesino o el camarero sirio, que con la pugna monopolística, las pujanzas o desplomes de dichos conglomerados empresariales que sostienen uno o otro gobierno. En ese vaivén somos los que sufren.
Sin más pretexto y contexto que la paupérrima nota de prensa agencial, en este descabellado apagón narrativo, el pasado miércoles Israel, desde Golán, volvía a lanzar proyectiles contra el sur de Damasco.
A pesar de que la mayoría de ellos fueron derribados por las defensas antiaéreas y que la agencia de noticias estatal siria SANA difundió videos y fotografías de un misil surcando el cielo nocturno, DW se encargó de difundir, en un ejercicio de flagrante mala praxis, la noticia de que «Siria acusa a Israel de un nuevo ataque con misiles muy cerca de su capital».
Y así, sin previo aviso, tal y como llegó desapareció. Tanto que, más que proyectiles parecieran estrellas fugaces, en el día de Reyes y desde Oriente.
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