Las economías de Estados Unidos y México están muy unidas, están tan integradas que casi se puede decir que dependen la una de la otra. La semana pasada Trump anunció que aplicaría aranceles a todas las importaciones de bienes de México si no frenaban la llegada de inmigrantes indocumentados a la frontera que ambos países comparten. Inmigrantes que, en su mayoría, vienen de Centroamérica.
Los aranceles comenzarían siendo del 5% a partir de este mes de junio, y aumentarían progresivamente hasta llegar al 25% en octubre. Esto, según la Cámara de Comercio de Estados Unidos, costaría unos 86.000 millones de dólares a los consumidores americanos y pondría la economía de México patas arriba. Y es que la venta de productos a Estados Unidos supone para México el 28% de su PIB.
El director de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana, Luis Enrique Fernando, se ha manifestado después de las declaraciones de Trump: «Es alarmante que Trump nos amenace por la enorme dependencia que tenemos del mercado americano, estamos muy preocupados”.
Una comitiva de altos funcionarios de México se ha reunido con el objetivo de intentar convencer a Trump de que los aranceles en el bloque comercial formado por Canadá, Estados Unidos y México, es decir, los países que forman parte del TCLAN, tendrá consecuencias para todos, no solo para México.
Estados Unidos es el principal socio comercial de México, pero esta es una relación asimétrica, una relación que lleva ya 25 años en marcha después de que entrase en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El papel de México en el bloque comercial formado por los países que integran el TCLAN consiste en un sistema de exportación de importaciones: o lo que es lo mismo, se aprovecha la obra de mano barata de México. Las empresas de México aportan la mano de obra de los productos que fabrican.
Todo esto es de especial relevancia para el sector con más exportaciones de México, el automovilístico: gracias al TLCAN, empresas automovilísticas de otros países, como Alemania, traen sus partes y componentes de vehículos para ensamblar a México. Así, consiguen que el producto sea de origen de América del Norte para luego exportarlo a Estados Unidos sin aranceles.
En el nuevo tratado, se prevé que un 40% de los automóviles de Norteamérica serán fabricados en zonas de mano de obra más barata. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha declarado que no quiere confrontaciones con Estados Unidos y que aboga por el diálogo. Pero Trump defiende que ya es hora de que salte a la acción. De otro lado, esta situación ha hecho saltar las alarmas en el mercado de acciones para las empresas automovilísticas.
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