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Viva Madrid que es mi pueblo, 2. Mis primeros años

Al siguiente año de morir mi padre −yo tenía ocho años−, ingresé en el colegio Santa Ana y San Rafael, de los marianistas, filial de El Pilar, pero para los niños pobres y con pocos recursos. No pagábamos nada y nos daban los libros. Una cuestión de clases y diferencias; si en El Pilar estudiaron José María Aznar, Juan Luis Cebrían, los hermanos Garrigues Walker o Javier Solana; del Santa Ana y San Rafael salimos, El Dioni y yo mismo.

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EXILIO III – Campo de Rivesaltes

Un informe médico constata que en el mes de junio de 1941 los trabajadores españoles se mueren de hambre, que pesan veinte kilos menos de lo que deberían. No hay comida. El agua escasea y sólo pueden ducharse de forma colectiva cada dos semanas. Las aguas estancadas de los pantanos cercanos provocan numerosas epidemias. También la mala planificación, como la colocación de los váteres al lado de las fuentes de agua potable, causa de una terrible epidemia de tifus en 1941.

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Exilio II – Collioure

La sepultura de Machado es desde hace muchos años lugar de peregrinación de los españoles, símbolo de la España del medio millón de republicanos que pasaron derrotados la frontera y que convirtieron su exilio, en la vida y en la muerte, en destino definitivo

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EXILIO I – Port Bou / Collado de Belitres

Un manto de nieve cubre caminos y montañas. Vehículos empotrados unos en otros sin poder avanzar son abandonados. Una riada humana horrorizada, arropada con mantas, camina lentamente hacia la frontera.

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Viva Madrid que es mi pueblo, 1. Mi madre como testigo

desde julio de 1936 y hasta 1939, fue protagonista, como tanta gente, en la defensa de Madrid y del sufrimiento de la guerra, provocada por el golpe de estado militar y fascista. Fue superviviente del cerco de Madrid. Supo sufrir la miseria de la posguerra, tan dura como la de la propia guerra.

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El veraneo, el régimen y la moral cristiana

Desde el inicio de la Guerra en las zonas ocupadas por los franquistas, así como en la posguerra, la moral imperante fue la dictada por la Iglesia. Una moral impuesta por los obispos, a través de las pastorales que defendían desde el púlpito. No había ciudad costera sin un bando del Gobernador civil supervisado por el obispo de turno cuando se aproximaba la estación estival.